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Capítulo VI: Las dos llaves: Quinto y
Belchite
La ofensiva
republicana de Brunete alejó en cierta medida el peligro que amenazaba Madrid.
Pero no se puede decir lo mismo de la situación del norte de España. Si que es
cierto que la ofensiva del centro tuvo como resultado el retraso del ataque
fascista sobre Santander, pero, sin embargo, tras el final de la batalla de
Brunete, Santander sería atacado por los franquistas y caería en sus manos.
Entonces Franco planeó ocupar toda Asturias, es decir, el total de los territorios
republicanos del norte.
El mando
republicano no pudo tampoco en esta ocasión venir directamente en ayuda de la
zona republicana del norte, salvo intentando atraer hacia otro frente a las
tropas fascistas. Con este objetivo, se inicia la ofensiva de Aragón, en el
entorno de Quinto-Belchite, en las proximidades de la ciudad de Zaragoza; una operación
que superará tanto desde el punto de
vista de la organización como desde el de los resultados obtenidos al resto de las acciones militares llevadas a
cabo por los republicanos hasta el momento. Los objetivos audaces de la
ofensiva de Aragón, los éxitos obtenidos en el curso de las luchas, que vamos a
relatar en las páginas que siguen, demostraron el alto grado de preparación
militar alcanzado por las unidades republicanas, y la madurez y la destreza de
sus mandos en el arte de dirigir a sus tropas.
En el frente
que se extiende desde los Pirineos hasta Teruel las líneas fascistas
presentaban algunos picos avanzados profundamente hacia el este, en territorio
republicano. Partiendo del norte, las
posiciones fascistas, tras seguir durante un tramo el curso del rio Gallego,
giraban hacia el este, donde formaban un ángulo en cuyo vértice se hallaba la
localidad de Huesca, seriamente amenazada por los republicanos. Después, volvían de nuevo hacia el oeste hasta llegar a
Zuera. Al sudeste de la ciudad de Zaragoza el frente fascista formaba un nuevo
ángulo hacia oriente que pasaba por Osera, Pina, Gelsa, englobaba Belchite y
llegaba después hasta Fuendetodos, desde donde se prolongaba hacia el sur en
dirección a Teruel.
La estratégica
carretera Huesca-Zaragoza-Teruel, cuyo control tenía una importancia decisiva
para los fascistas, fue, empezando desde el mes de abril, el objetivo de
numerosos ataques republicanos. El punto más importante de esta vía de
comunicación era, sin duda alguna, Zaragoza
̶ aguerrida ciudad cuya conquista
había costado, en tiempos de Napoleón, más de 50.000 vidas humanas. El dominio
de Zaragoza, capital de Aragón e importante nudo ferroviario, aseguraba la
posesión de las dos posiciones avanzadas de los fascistas: Huesca, al norte, y
Teruel, al sur.
Por ello, la
ofensiva republicana persigue, en primer lugar, la toma de Zaragoza, en
dirección a la cual van a ser dirigidos dos ataques ̶̶ uno iniciado desde el noreste (desde el
sector de Zuera), otro desde el suroeste. A las tropas de este último sector se
les asignó la misión de tomar la encrucijada de Belchite y después atacar
Zaragoza por el sur. A la confluencia de los dos ataques debía llevarse a cabo
un asalto frontal sobre la ciudad.
Para el inicio
de esta ofensiva el mando republicano concentró en este frente fuerzas importantes:
los cuerpos del ejercito español dirigidos por Modesto y Lister, las Brigadas
Internacionales XI, XII, XIII y XIV, 100 tanques, 40 baterías de artillería y,
aproximadamente, una centena de aviones.
Los fascistas disponían en este frente de unos 18 batallones y tenían en reserva 4 divisiones ̶ dos italianas y dos franquistas. Por el aire, tenían el apoyo de la aviación italiana y de la Legíon Cóndor alemana. Durante tres meses, bajo la dirección de oficiales nazis, el terreno fue preparado de forma especial: las colinas fueron excavadas con trincheras, las ciudades convertidas en verdaderas fortalezas de cemento y alambre de espino y los campanarios de las iglesias transformados en nidos de ametralladora. En el marco de este sistema de defensa, Quinto y Belchite ̶ considerados por el mando franquista como las dos llaves que cerraban el camino hacia Zaragoza ̶ constituyeron dos centros de resistencia fascista muy importantes.
La ofensiva republicana comenzó el 24 de agosto de 1937. Las tropas republicanas del flanco derecho, precedidas por tanques, atacaron violentamente y por sorpresa, sin preparación previa de artilleria ni apoyo aéreo, logrando cortar la carretera Zuera-Huesca. El Batallón “Dombrovski” de la XIII Brigada Internacional, penetró en las líneas fascistas y, a pesar de estar rodeado de enemigos, logró limpiar la zona.
En el flanco izquierdo, la División 35, mandada por el general Walter, apoyada por 40 tanques, también avanzaba. El 25 de agosto de 1937, las Brigadas Internacionales XI y XV ocuparán Quinto y Codo.
El ataque frontal hacia Zaragoza hizo que las tropas republicanas se acercaran a 4 kilómetros de la ciudad.
El día 26 de agosto el ataque principal se llevó a cabo partiendo desde Quinto en dirección a Belchite; también desde allí se inicia un ataque en dirección a Fuentes del Ebro.
Belchite, con una guarnición fascista de unos cuantos miles de soldados, estaba rodeado, y todos sus esfuerzos de romper el cerco fueron inútiles. El 6 de septiembre, la guarnición se rindió. Los fascistas perdieron en Belchite a más de 2.000 hombres, de los que 500 fueron hechos prisioneros.
Los fascistas se encontraban en una situación crítica, y envíaron otras dos divisiones al frente, una a Zuera y otra a Fuentes del Ebro, mientras las fuerzas aéreas concentradas en Santander fueron igualmente destinadas al frente de Aragón. Sin embargo, el avance republicano no cedía bajo ningún concepto.
La ofensiva republicana terminó el día 15 de octubre. Había costado grandes esfuerzos y pérdidas al mando republicano, pero se saldaría con verdaderos éxitos: se tomaron dos localidades importantes, fue liberado un territorio de 900 Km2, y miles de soldados fascistas fueron sacados de la lucha. La situación de la ciudad de Zaragoza, el principal punto de apoyo del dispositivo militar fascista, era muy delicada debido a las nuevas posiciones alcanzadas por los republicanos.
La ofensiva republicana tuvo el estratégico resultado de mudar el centro de gravedad de la guerra al frente de Aragón y Cataluña y, por lo tanto, descongestionar el frente central, donde las dificultades de orden económico y militar se habían agravado palpablemente a causa de que Madrid se encontraba completamente rodeada y sin apenas medios de transporte y comunicación (la capital no tenía ya comunicación ferroviaria con el resto de las zonas republicanas). De este modo, uno de los principales objetivos perseguidos por los republicanos al abrir el frente de Aragón fue alcanzado.
En el frente de Aragón los voluntarios internacionales actuaron con la misma valentía y heroísmo mostrado en el curso de la guerra de España, lo que fue una característica propia de los luchadores antifascistas, a pesar de las condiciones cada vez más difíciles. En aquella ocasión, la falta de alimentos se transformó en una cuestión peligrosamente grave. Antes del comienzo de la ofensiva de Quinto-Belchite, el mando informó que los hombres habían adelgazado de forma resaltable a causa de la mala calidad de los alimentos, en especial porque no habían comido durante mucho tiempo nada de carne y de que, en consecuencia, la moral no era demasiado alta.
̶ Debemos hacer algo ̶ dijo el general Walter. No podemos enviar a los hombres al ataque con el estómago vacío. Pero, ¿qué podemos hacer? La situación del aprovisionamiento es mala en todos lados… ̶ y farfulló entre dientes un insulto dirigido a los defensores de la “no intervención”[1]
A los dos días se encontró una solución. Fue hecho llamar el jefe del escuadrón de caballería, que recibió la orden de sacrificar algunos caballos, los más viejos o los más débiles. Los cocineros de diferentes nacionalidades se esmeraron en transformar su carne en deliciosa comida con un éxito absoluto. Quizás porque en todas las lenguas es válido el proverbio rumano que dice: “el hambre es el mejor cocinero”.[2]
Los fascistas disponían en este frente de unos 18 batallones y tenían en reserva 4 divisiones ̶ dos italianas y dos franquistas. Por el aire, tenían el apoyo de la aviación italiana y de la Legíon Cóndor alemana. Durante tres meses, bajo la dirección de oficiales nazis, el terreno fue preparado de forma especial: las colinas fueron excavadas con trincheras, las ciudades convertidas en verdaderas fortalezas de cemento y alambre de espino y los campanarios de las iglesias transformados en nidos de ametralladora. En el marco de este sistema de defensa, Quinto y Belchite ̶ considerados por el mando franquista como las dos llaves que cerraban el camino hacia Zaragoza ̶ constituyeron dos centros de resistencia fascista muy importantes.
La ofensiva republicana comenzó el 24 de agosto de 1937. Las tropas republicanas del flanco derecho, precedidas por tanques, atacaron violentamente y por sorpresa, sin preparación previa de artilleria ni apoyo aéreo, logrando cortar la carretera Zuera-Huesca. El Batallón “Dombrovski” de la XIII Brigada Internacional, penetró en las líneas fascistas y, a pesar de estar rodeado de enemigos, logró limpiar la zona.
En el flanco izquierdo, la División 35, mandada por el general Walter, apoyada por 40 tanques, también avanzaba. El 25 de agosto de 1937, las Brigadas Internacionales XI y XV ocuparán Quinto y Codo.
El ataque frontal hacia Zaragoza hizo que las tropas republicanas se acercaran a 4 kilómetros de la ciudad.
El día 26 de agosto el ataque principal se llevó a cabo partiendo desde Quinto en dirección a Belchite; también desde allí se inicia un ataque en dirección a Fuentes del Ebro.
Belchite, con una guarnición fascista de unos cuantos miles de soldados, estaba rodeado, y todos sus esfuerzos de romper el cerco fueron inútiles. El 6 de septiembre, la guarnición se rindió. Los fascistas perdieron en Belchite a más de 2.000 hombres, de los que 500 fueron hechos prisioneros.
Los fascistas se encontraban en una situación crítica, y envíaron otras dos divisiones al frente, una a Zuera y otra a Fuentes del Ebro, mientras las fuerzas aéreas concentradas en Santander fueron igualmente destinadas al frente de Aragón. Sin embargo, el avance republicano no cedía bajo ningún concepto.
La ofensiva republicana terminó el día 15 de octubre. Había costado grandes esfuerzos y pérdidas al mando republicano, pero se saldaría con verdaderos éxitos: se tomaron dos localidades importantes, fue liberado un territorio de 900 Km2, y miles de soldados fascistas fueron sacados de la lucha. La situación de la ciudad de Zaragoza, el principal punto de apoyo del dispositivo militar fascista, era muy delicada debido a las nuevas posiciones alcanzadas por los republicanos.
La ofensiva republicana tuvo el estratégico resultado de mudar el centro de gravedad de la guerra al frente de Aragón y Cataluña y, por lo tanto, descongestionar el frente central, donde las dificultades de orden económico y militar se habían agravado palpablemente a causa de que Madrid se encontraba completamente rodeada y sin apenas medios de transporte y comunicación (la capital no tenía ya comunicación ferroviaria con el resto de las zonas republicanas). De este modo, uno de los principales objetivos perseguidos por los republicanos al abrir el frente de Aragón fue alcanzado.
En el frente de Aragón los voluntarios internacionales actuaron con la misma valentía y heroísmo mostrado en el curso de la guerra de España, lo que fue una característica propia de los luchadores antifascistas, a pesar de las condiciones cada vez más difíciles. En aquella ocasión, la falta de alimentos se transformó en una cuestión peligrosamente grave. Antes del comienzo de la ofensiva de Quinto-Belchite, el mando informó que los hombres habían adelgazado de forma resaltable a causa de la mala calidad de los alimentos, en especial porque no habían comido durante mucho tiempo nada de carne y de que, en consecuencia, la moral no era demasiado alta.
̶ Debemos hacer algo ̶ dijo el general Walter. No podemos enviar a los hombres al ataque con el estómago vacío. Pero, ¿qué podemos hacer? La situación del aprovisionamiento es mala en todos lados… ̶ y farfulló entre dientes un insulto dirigido a los defensores de la “no intervención”[1]
A los dos días se encontró una solución. Fue hecho llamar el jefe del escuadrón de caballería, que recibió la orden de sacrificar algunos caballos, los más viejos o los más débiles. Los cocineros de diferentes nacionalidades se esmeraron en transformar su carne en deliciosa comida con un éxito absoluto. Quizás porque en todas las lenguas es válido el proverbio rumano que dice: “el hambre es el mejor cocinero”.[2]
QUINTO
O UN HECHO DE ARMAS FUERA DE LO COMÚN
Voy
a relatar a continuación un hecho de armas totalmente fuera de lo común y que
llegó a ser rápidamente conocido en toda la España republicana y, más tarde, en toda Europa.
Se trata de un episodio de la ofensiva lanzada por el ejército republicano a
las puertas de la ciudad de Zaragoza, en agosto de 1937.
Album de la Brigada XV (Abraham Lincoln) http://dlib.nyu.edu/alba-moscow/ |
En
los lacónicos apuntes sobre la unidad que mandaba, el general Walter, comandante
de la 35 División de las Brigadas Internacionales, consideraba que merecía la
pena mencionar el episodio expuesto más arriba. Refiriéndose al viejo armamento
con el que estaba obligada a actuar en la mayoría de los casos nuestra
artillería, escribió: “En los combates
alrededor de Quinto del 24 de agosto de 1937 uno de estos cañones nos prestó un
gran servicio, al acercarse a plena luz del día, por un terreno totalmente
descubierto, a unos cuantos cientos de metros de las posiciones fortificadas
por los fascistas junto al cementerio, y abriendo fuego directamente sobre los
nidos de ametralladora del enemigo, lo que no solo facilitó la posterior toma
de estas posiciones por parte de nuestra infantería, sino que, lo que es aún
más importante, convenció a los artilleros españoles de las ventajas de este
procedimiento y provocó que estos actuaran de la misma forma en los días
posteriores en los combates en Quinto y, muy especialmente, junto a Belchite”[3].
En
otro lugar de sus memorias, el general Walter añadió que
“El
cañón cumplió las órdenes a la perfección. A las 12.15 partió de las faldas de
El Cornero[4]
un camión con un remolque, que llevaba consigo 200 obuses y a sus servidores. El
vehículo se deslizaba entre las arenosas colinas, resguardado tras los
accidentes naturales del terreno, avanzando sin preocuparse de los tiros
nerviosos de los rebeldes, hasta acercarse con tranquilidad a cerca de 200 metros de las
trincheras del enemigo. Allí los
servidores del cañón cargaron rápidamente la munición y lo emplazaron en
posición de tiro, desde la que destruyeron, tras 10-15 minutos, el flanco
accesible desde el sur de las fortificaciones fascistas del cementerio. Esto
provocó el pánico entre las filas enemigas. Sus soldados comenzaron a huir cada
uno por su lado o en grupos, amparándose en los refugios naturales del terreno.
Otros se desesperaban buscando cómo escapar hacia otros lugares donde cobijarse.
Si
entonces la infantería hubiera mostrado iniciativa y decisión, en especial si
hubiera sido cubierta por el fuego de la artillería, habría sido fácil tomar
las posiciones enemigas del camposanto. Sin embargo, tanto la infantería como
la artillería se limitaron a manifestar efusivamente su entusiasmo frente al
heroísmo del cañón, que cumplió con su deber devotamente. Nadie le dio la menor
ayuda. Así como suele suceder a menudo en los momentos más críticos, la
conexión telefónica con la artillería no funcionó. Aparte de la posibilidad de
enviar un mensajero, no existía ninguna otra forma de comunicación. La
artillería abrió fuego apenas alrededor de las 14.30, es decir, mucho tiempo
después de que el cañón, consumiendo su provisión modesta de munición, volviera
sin pérdidas a El Cornero”.[5]
El
siguiente texto es un fragmento del libro de Willy Bredel “Cita en el Ebro”[6],
en el cual el escritor antifascista alemán, antiguo comisario político del
Batallón “Thälmann” de la XI Brigada
Internacional, cuenta, entre otros acontecimientos de la Guerra Civil Española de los
que fuera testigo ocular, el acto heroico de los soldados del regimiento rumano
de artillería:
“…El
general[7],
que seguía desde lo alto de la montaña el desarrollo de la lucha, envió a llamar
al comandante del regimiento rumano de artillería.
─
Coge el prismático y mira en dirección al cementerio… Desde allí las
metralletas fascistas siembran la muerte entre el tercer batallón. Debemos
silenciarlas… ¿Conseguiréis hacerlo?
─
Por supuesto ─, sonó la respuesta. ─ Dirigiremos el fuego hacia allí.
─
¿Cómo resultaría si lo intentáramos con fuego directo?─ preguntó el general.
─
Entonces… entonces… deberíamos colocarnos frente a la colina aquella, desde la
que empieza la llanura… Necesitaremos…─ la situación era inédita ─ instalar los
cañones frente a nuestras propias líneas y disparar.
─
¿Y no es posible?
─
Si es necesario, lo haremos.
─
!Perfecto! Nos vendrá de maravilla un acto de bravura que nos anime… Coge un
cañón, 200 obuses, algunos hombres valientes y… ¡a por los enemigos! ¡Haced
callar a las malditas metralletas!.
El
joven rumano, comandante de artillería, recibió las órdenes en posición de
firmes, saludó y se marchó. En el camino hacia su regimiento, todo tipo de
imágenes, pensamientos y sentimientos se agolpaban en su acalorada cabeza. Un
mensajero le alcanzó en el camino.
─
Camarada comandante, gritaba él, órdenes del general ─ Utilice solamente
voluntarios.
…El
cementerio… muchos nidos de ametralladora… el batallón Thälmann quedó al
descubierto, a tiro del enemigo… Un acto de bravura… Un cañón, tiro directo…
Delante de sus propias líneas… Solamente voluntarios…Los oficiales y soldados
del regimiento de artillería rumano se agrupaban en torno a su comandante y
escuchaban tensos sus órdenes lapidarias.
─
El cañón se va a la mierda ─, daba su parecer el capitán Jacques Lacré, ─ y
sus hombres también.
─
!Probablemente!─ El comandante extendió un mapa y explicó ─ Hacia delante se
encuentra “Thälmann”. Al lado “Edgar André”[8].
Nosotros estamos en el flanco de los fascistas. Una vez que el cañón llegue al
otro lado de la colina nada se interpondrá en su camino para tenerlos a tiro.
Si logramos acallar sus ametralladoras, el poder de fuego enemigo va a
disminuir considerablemente, y los camaradas de la Thälmann escaparan de la
lluvia de proyectiles. Necesitamos seis hombres. Solamente voluntarios… ¿Quién quiere
ir?, preguntó mirando los rostros de los camaradas. Quería memorizarlos bien
aunque en su mayor parte los hubiera estado viendo diariamente durante todo aquel
año…
Mientras
tanto, Jacques había reunido cinco artilleros y un conductor. Charles y León
estaban entre ellos. Cuando se decidió esto, el comandante quiso protestar; se
lo pensó mejor, sin embargo ¿Por qué molestarles? No había tiempo que perder; tenía
que evitarse cualquier lío, porque seguro que ambos protestarían, defendiendo
hasta la muerte su participación.
Eligieron
para su acción un viejo cañón Krupp de aquel inolvidable año 1914. Echaron
todos una mano y en pocos momentos estaba enganchado al camión con su oscura
boca altiva y amenazadora. A su lado había ocho cajas con 200 obuses. Tras un
rápido informe de la situación, un emotivo hoque de manos y los camaradas se
subieron al camión, a la vez que el canoso Antonio, consecuente comunista
malagueño, con sus gafas sobre la nariz y la barriga incipiente, embragó
cuidadosamente y puso en marcha el vehículo, que avanzó traqueteando sobre los
baches. En lo alto de una colina, donde el estado mayor de la división había
ubicado su puesto de observación, había una febril agitación. Todo el que tenía
unos prismáticos miraba hacia la llanura, siguiendo el avance del camión que,
con el cañón tras de él, atravesaba el campo de batalla.
─¿Hacia
dónde han partido?, preguntó alguien con asombro ─ Es increible, se dirigen
hacia las posiciones enemigas, expuso otro. ─ General, ¿que se les ha pasado
por la cabeza? ¿Hacia dónde van?... ¡Están como una cabra!
El
general respondió, sin quitarse los prismáticos de los ojos: ─!Calmaos! ¡Tened
un poco de paciencia!
El
camión llegaba en esos momentos justo a la primera línea, pero no se detuvo
allí, sino que continuó avanzando en dirección a las posiciones enemigas. Seguía
su camino y no se escuchaba ni un tiro. Frente a él se extendiá el páramo.
─!Estos
van directamente a la boca del lobo!, exclamó uno.
─!Demonios!
¿Qué significa esto?, murmuraba un capitán polaco del estado mayor de la
división.
El
camión, por fin, se detuvo. Se podía avistar claramente que dos hombres habían
descendido. Aparentemente, exploraban el terreno. Después, volvieron al camión
y este continuó hacia delante. No obstante, no fue muy lejos cuando, de
repente, giró bruscamente, como si hubiera tenido la necesidad imperiosa de dar
la vuelta. Se paró de nuevo, tres hombres saltaron del camión y en pocos
momentos el cañón se encontraba sobre el suelo con su boca dirigida hacia los
fascistas. Otros tres hombres descendieron y las primeras detonaciones se
hicieron oir…
─
!Tiran!, gritó uno de los oficiales, totalmente sorprendido.
─
!Chicos! ¡Mirad los disparos!...
─
!Extraordinario! ¡Increible!
─Dime─
chilló un oficial español dirigiéndose a su compañero ─ ¿Has oído alguna vez
que haya sucedido algo así? ¿No es acaso un acto de absoluta temeridad, una
locura?
Obús
tras obús salían tronando desde el viejo Krupp, cuyo negro cañón se dirigía
horizontalmente hacia el cementerio, que se encontraba a una distancia de poco
más de 200 metros.
Los primeros obuses explotaron cerca del muro de la necrópolis. Sin embargo,
después, uno tras otro los proyectiles fueron cayendo dentro del recinto del
camposanto y uno de ellos derrumbó totalmente una de las esquinas del muro.
Únicamente
durante unos segundos se escuchó el rítmico tiroteo de las metralletas, que
pronto, sin embargo, callaron. De vez en cuando se escuchaban algunos disparos
desperdigados. Solo
eso. Aquel rabioso cañón hizo a los fascistas poner los pies en
polvorosa, abandonar aterrados el cementerio. Entonces, la artillería fascista
inició un fuego concéntrico. Los proyectiles caían en las cercanías del cañón,
rodeándolo de humo y haciendo retumbar la tierra a su alrededor.
Una
descarga enemiga hace que el cañón y sus artilleros desaparezcan del campo
visual ¿Había acertado de pleno? Todo parecía perdido… El humo no se había
disipado del todo cuando el cañón se
volvió a escuchar. De nuevo comenzaron a sonar los atronadores obuses. Los que
se encontraban en el puesto de observación estaban presos de una gran
agitación. Todas las miradas estaban concentradas en el cañón… Siempre se
habían comportado maravillosamente estos chicos, pero esta vez habían batido
todos los records… El general estará contento, aunque sea tan difícil
contentarle….
El
general se dio la vuelta. Era el único que parecía haber mantenido la calma
durante todo el tiempo ¿O sencillamente había conseguido dominarse mejor que
los demás?
─!Eh,
vosotros! ¿Habéis vivido algo como esto?... Lo que habéis visto contradice
cualquier regla de la guerra. Es prácticamente imposible algo así ¿Habéis
entendido? ¡Imposible! Pero con estos chavales se pueden hacer cosas
imposibles…se puede pasar por encima de cualquier regla.
Doscientos
obuses habían caído sobre el cementerio y las ametralladoras fascistas se habían
silenciado. Antonio, que en ningún momento había abandonado el volante,
conducía el camión, tras haberse enganchado el cañón todavía caliente, iba
ascendiendo con los camaradas sobre
colinas y lomas, hacia la posición de su
batería.
El
general abandonó el puesto de observación y fue a recibir a los que
regresaban…”[9]
A
continuación, comparto con el lector un fragmento del libro del conocido
escritor soviético Mihail Koltsov, “Diario de la Guerra de España”, en el
cual está descrito detalladamente el acto heroico del grupo de artillería del
regimiento rumano en el frente de Zaragoza (en Quinto).
Para
entender mejor las condiciones en las que luchaban las tropas republicanas,
reproduciré en primer lugar un fragmento
en el cual Koltsov nos describe muy sugestivamente tanto el marco en el que se
desarrolla la ofensiva de Aragón, como la noche anterior al ataque sobre la
localidad de Quinto.
“Después de un enorme intervalo, se ha
alterado la calma en las desérticas extensiones de Aragón. De nuevo resuenan
los disparos,otra vez van por los caminos soldados blancos de polvo, con los
rostros acarminados por el sol, de nuevo son arrastrados cañones y pasan
furgones sanitarios con heridos.
Aquí es difícil combatir. Ásperas
elevaciones arenosas, a veces como montañas. En esas elevaciones, la hierba
queda requemada, más descolorida que un estropajo. Y eso es todo. Ni un árbol,
ni un arbusto, nada que salve del calor. No hay agua. La traen aquí en
cisternas, de un riachuelo repulsivo, caliente y turbio, a veinte kilómetros de
distancia. La teñimos con vino, pero el vino no puede disimular todos los
desagradables resabios, salados y terrosos. ¡Pero al diablo con ellos, con los
resabios! Que hubiera por lo menos un sorbo de esta agua cuando todo ha quedado
reseco, dentro y fuera, cuando todos los poros del cuerpo están llenos de
arena. Esta caliente capa de arena se mete por la nariz, la garganta y las orejas;
te frotas los ojos con los dedos sucios, los ojos se irritan, el sol los
cauteriza y todo cuanto ves se ofrece con manchas anaranjadas y violáceas.
Todos envidian a la Brigada N: la han
mandado de noche a forzar el río Ebro, vadeándolo. iDe noche, a vado! Esto
significa que habrá frescor, que habrá agua; iAgua hasta el cuello! Se ha
aclarado también que los zapadores tienen tiempo de tender un puente. Lo han
tendido. Pero ningún infante lo ha utilizado. Por el puente han pasado los cañones
y demás impedimenta de guerra. Pero toda la brigada, incluidos sus jefes, ha
vadeado el río con gran satisfacción.
Por la noche, de no pasar el río a vado,
no se nota alivio. Para dormir es necesario tumbarse en la manta directamente
sobre el polvo. El cansancio hace indiferente a todo. Pero cuando llega el
sueño, empieza lo más infame. Enormes mosquitos
rabiosos pican el cuello, la nariz y los tobillos, donde les parece más
sabroso. Envidias a los que están en las tiendas, aunque allí el aire es
sofocante, teclean las máquinas de escribir, hay hombres, bañados en
sudor, que gritan por el teléfono de
campaña.
En esta noche nadie puede dormir. El
combate se inicia inmediatamente después de la marcha, las unidades apenas
tienen tiempo de situarse en las posiciones de partida. A algunas no les quedan
ni una hora o dos para descansar antes del ataque.”.[10]
Y ahora pasamos
directamente a la acción del regimiento rumano de artillería, relatada por Koltsov:
“Después del mediodía, se desarrolla un
pequeño episodio. Desde la retaguardia avanza por la llanura un camión con un
remolque. Sin apresurarse mucho, salta tranquilamente por los terrones y se va aproximando
a las líneas avanzadas. Al principio nadie se fija en él. Luego todo el mundo
empieza a mirarlo. En el camión, una pieza de artillería; en el remolque,
obuses.
Mirando con los gemelos, reconocemos
este sorprendente combinado de la batería Tahlmann: un viejo cañón del setenta
y cinco del siglo XIX tomado del museo -sí, sí, del Museo Histórico
militar de Madrid- al principio de la guerra civil. Ahora los republicanos
tienen buena artillería, moderna. Pero los jóvenes artilleros franceses no
quieren separarse de su viejo. Han pedido conservar el cañón en combate
mientras no se venga abajo.
El camión sigue avanzando más y más.
Todos esperan, sorprendidos, a ver hasta dónde llegará aún. Los fascistas
también esperan –por lo visto, quieren achicharrar a los insolentes de un solo
disparo-. Del camión se apartan dos figuras. Hacen un reconocimiento, luego
regresan. El camión se para en un montículo -ahora ya se encuentra a unos quinientos
metros delante de la vanguardia de infantería-y la venerable pieza de
artillería empieza a disparar furiosamente en tiro directo contra las troneras
de los fortines fascistas.
Las baterías de Quinto abren un fuego
diabólico contra el viejo cañón y sus jóvenes servidores, de un arrojo sin
límites. Cada varios segundos desaparece de nuestra vista envuelta en una
columna de humo y el corazón se contrae de dolor. Pero al instante entre el
humo de nuevo brilla la llama i«Tahlmann» responde!
Cuarenta minutos dura este duelo
estremecedor. El cañón dispara toda su dotación de municiones: 120 obuses. Sus
últimos disparos se hunden en el estrépito de las baterías republicanas. El
tercer potente ataque de fuego -y último- sume a Quinto en el humo y el polvo.”[11].
Quiero añadir a estos dos relatos del
episodio de Quinto uno más, escrito en esta ocasión por un español, en unas
memorias que reflejan también aquellos años. Se trata del general de aviación Ignacio
Hidalgo de Cisneros, jefe de las fuerzas aéreas de la República Española.
Antes de comenzar con el fragmento al que me refiero, conviene repasar, aunque
sea en unas pocas líneas, la biografía de este admirable hijo del pueblo
español que fue Cisneros[12],
al que las circunstancias me ofrecieron el privilegio de conocer de cerca.
Baño en el rio tras la toma de Quinto. Fotografia del Archivo de Castilla La Mancha http://clip.jccm.es/archivo_de_la_imagen/es/micrositios/busqueda.cmd |
Los últimos años de su vida los pasó
como emigrante político en nuestro país, al que conoce y ama, dejando a sus
camaradas más cercanos un recuerdo imborrable. Pues este hombre de coraje poco
habitual y de una enorme devoción a la causa del pueblo español era a la vez
modesto, cordial, honesto y de una cálida sensibilidad.
A continuación el fragmento extraído de
su trabajo “Cambio de Rumbo”,
aparecida en rumano bajo el título “Cotitura”[14].
"Aunque mi propósito no es describir acciones militares, voy a hacer una excepción y a relatar un hecho de armas sucedido en la toma de Quinto, que dará idea del heroísmo con que allí se luchó.
"Aunque mi propósito no es describir acciones militares, voy a hacer una excepción y a relatar un hecho de armas sucedido en la toma de Quinto, que dará idea del heroísmo con que allí se luchó.
Las fuerzas del sector de Quinto estaban detenidas frente al pueblo. El batallón Thaelmann se encontraba al descubierto, batido desde las fortificaciones por un nutrido fuego de ametralladora. No podía avanzar, pues nuestra artillería, desde sus posiciones, no lograba destruir los nidos de ametralladora enemigos.
En aquel momento, un camión con un cañón y varios hombres, procedente de nuestra retaguardia, se aproxima al frente, rebasa las primeras líneas y, con gran asombro de los republicanos y de los fascistas que presenciaban aquella maniobra, se dirige hacia las líneas enemigas.
Nuestros soldados, sorprendidos, no saben qué hacer. Algunos, pensando que se trata de traidores que se pasan al enemigo, quieren hacer fuego para impedirlo, pero no se deciden. Por su parte, a los fascistas les ocurre algo parecido. Creyendo que son gente que huye de nuestras filas, no se atreven a disparar contra ellos.
El camión continúa su marcha, llega al llano y, a unos quinientos metros de las fortificaciones, da media vuelta, los artilleros bajan el cañón, lo emplazan contra Quinto y, antes de que el enemigo vuelva de su sorpresa, comienzan a disparar con tiro directo contra las fortificaciones adversarias. Desde los primeros disparos logran disminuir la intensidad del fuego enemigo y, en seguida, silencian definitivamente sus ametralladoras.
La artillería fascista, cuando reacciona, abre fuego contra nuestra pieza. Los proyectiles la envuelven en una gran polvareda, ocultándola a la vista de nuestra gente. Cuando todos creen que el cañón está destruido, y sus servidores, muertos o heridos, ven con entusiasmo que siguen disparando hasta que, agotadas las municiones, lo montan de nuevo en el camión, y regresan, sanos y salvos, a nuestras líneas.
Aquel puñado de valientes, que con su hazaña ayudó eficazmente a la conquista de Quinto, pertenecía al grupo de artillería rumano que tanto se había distinguido ya por su actuación en la batalla de Guadalajara." [15]
Este episodio de la guerra está mencionado también en el libro del más ilustre comandante del ejército republicano, salido del pueblo, Juan Modesto, titulado “Soy del Quinto Regimiento” (“Sint de la regimentul cinci”), bajo cuyo mando supremo combatió el regimiento rumano de artillería motorizada.
El texto es el siguiente: “En la jornada del día 25 lo nuevo en la situación estribaba en que la 102 brigada, en cooperación con la 35 división, había conquistado la estación de Pina y la ermita de Bonastre y se incorporaba al V Cuerpo; la 35 División había vencido la resistencia enemiga en Pourvurell. A diferencia del pico gemelo de su mismo nombre, ésta si que estaba fortificada. Ello hizo que el jefe de la artillería, Valter Roman, rumano, y su comisario Richard, francés, avanzaran a través del llano una pieza ligera que emplazaron en posición abierta para batir aquellos puntos de fuego que entorpecían la acción de nuestras fuerzas, lo que lograron con éxito completo”[16][17]
[1] Entre comillas en el original (Nota de los traductores)
[2] Foamea e cel mai bun
bucatar (N.T.)
[3] De la obra póstuma del General Walter “La lucha por la
libertad de España”, Editorial del
Ministerio de Defensa Nacional, Varsovia, 1967, pag. 86-87
[4] Loma cercana a Quinto del Ebro, donde los republicanos ubicaron
sus posiciones de mando (N.T.)
[5] Idem
[6] Begegnung am Ebro, Willy Bredel,
Editorial 10 Mai, Paris,
1939
[7] Se trata del General Walter (Nota del Autor)
[8] Se refiere a batallones de las Brigadas Internacionales (N.T.)
[9] Los nombres utilizados por Willy Bredel en su libro son
ficticios. En las condiciones en las que se escribió su libro (1939) no se
podían dar datos reales de los participantes (Nota del Autor)
[10] La traducción del libro de Koltsov usada por el autor es Mihai Koltsov,
Jurnal din Spania, ESPLA, Cartea Rusa, Bucuresti, 1958. Nosotros hemos
utilizado MIhail Koltsov, Diario de la Guerra de España, Planeta, 2009, pag. 563-566
[11] Ibidem
[12] Ignacio Hidalgo de Cisneros, 1894-1966 (Nota del Autor)
[13] Aquí Roman hace un guiño al título del libro memorialístico de
Hidalgo de Cisneros, “Cambio de Rumbo”, escrito y publicado en Bucarest en 1966
[14] Ignacio Hidalgo de Cisneros, Cotitura, Editura Política,
Bucuresti, 1966 (Nota del Autor)
[15] Ibid.
[16] Juan Modesto, “Soy del Quinto Regimiento”, Colección Ebro, París,
1969, p.128-129. El mismo episodio se relata también en otro trabajo que trata
sobre la participación de los voluntarios internacionales en la Guerra Civil Española, entre
los cuales leo: “Salud Camaradas”, de Alexander Bekier (antiguo oficial del
estado mayor de la División
35), Editorial del Ministerio de Defensa Nacional, Varsovia, 1957, pag.97-98;
“Voluntarios de la libertad”, de Sofia Szleyen, Editorial Diezdapowzechna,
Varsovia, 1957, pag. 243-244; “Spanelsko Spanelsko”, de Arthur London, Praga,
Editorial N.P.L, 1963; “Las Brigadas Internacionales”, de Jacques Delperrie de
Bayac, Paris, 1968 (Nota del Autor)
[17] Nuestra traducción en español es de http://otrarepublica.free.fr/espagne/RegimientoModesto.html
(N.T.).
Salut amigo Vallekano.
ResponderEliminarHace un tiempo sigo tu interesante blog. Agradecerte la encomiable iniciativa de presentarnos traducido Sub cerul Spaniei, aunq a la espera estoy de contar con tiempo para disfrutarlo y enriquecerme e influerciarme con su lectura.
Te cuento, estoy en Bucarest y ayer tarde camino de la estación de metro Eroii revolutiei en un pequeño puesto donde una vieja adorable tenía a la venta aquello que buenamente logra recoger, muy d estos tiempos, lo vi, llamándome gritos desde el principio, un ejemplar del libro q emocionado y feliz compré. Además el ejemplar cuenta con un sello q dice “SINDICATUL OAMENILOR MUNCII”, imagínate!!!!.
El caso es q me acordaba de ti, de tu blog y me pregunté si andas ahora por Bucarest y si tuvieses tiempo me encantaría conocerte, departir contigo. Estaré hasta el martes 2, espero tus noticias.
Salud camarada. Au.
Hola Juan
ResponderEliminar¿Qué haces por aquí? Pues si quieres podemos quedar un día y tomarnos algo ¿Tienes facebook? El mio es Robby Espierre. Si quieres mandame por ahí un mensaje privado con tu email o tu teléfono, para que podamos quedar.
!Saludos y disfruta del libro!