sábado, 9 de agosto de 2014

Bajo el cielo de España: Capítulo VI (Primera parte). Sobre los brigadistas rumanos en la Guerra Civil Española

Continuamos con la traducción del libro del rumano Valter Roman, miembro de las Brigadas Internacionales que lucharon en España contra el fascismo, en el que se describe la participación de comunistas de Rumania en la Guerra Civil española (1936-39).

Se puede acceder a las partes anteriores en los siguientes enlaces:


Capítulo VI: Las dos llaves: Quinto y Belchite

La ofensiva republicana de Brunete alejó en cierta medida el peligro que amenazaba Madrid. Pero no se puede decir lo mismo de la situación del norte de España. Si que es cierto que la ofensiva del centro tuvo como resultado el retraso del ataque fascista sobre Santander, pero, sin embargo, tras el final de la batalla de Brunete, Santander sería atacado por los franquistas y caería en sus manos. Entonces Franco planeó ocupar toda Asturias,  es decir, el total de los territorios republicanos del norte.

El mando republicano no pudo tampoco en esta ocasión venir directamente en ayuda de la zona republicana del norte, salvo intentando atraer hacia otro frente a las tropas fascistas. Con este objetivo, se inicia la ofensiva de Aragón, en el entorno de Quinto-Belchite, en las proximidades de la ciudad de Zaragoza; una operación que superará  tanto desde el punto de vista de la organización como desde el de los resultados obtenidos al  resto de las acciones militares llevadas a cabo por los republicanos hasta el momento. Los objetivos audaces de la ofensiva de Aragón, los éxitos obtenidos en el curso de las luchas, que vamos a relatar en las páginas que siguen, demostraron el alto grado de preparación militar alcanzado por las unidades republicanas, y la madurez y la destreza de sus mandos en el arte de dirigir a sus tropas.

En el frente que se extiende desde los Pirineos hasta Teruel las líneas fascistas presentaban algunos picos avanzados profundamente hacia el este, en territorio republicano.  Partiendo del norte, las posiciones fascistas, tras seguir durante un tramo el curso del rio Gallego, giraban hacia el este, donde formaban un ángulo en cuyo vértice se hallaba la localidad de Huesca, seriamente amenazada por los republicanos. Después,  volvían de nuevo hacia el oeste hasta llegar a Zuera. Al sudeste de la ciudad de Zaragoza el frente fascista formaba un nuevo ángulo hacia oriente que pasaba por Osera, Pina, Gelsa, englobaba Belchite y llegaba después hasta Fuendetodos, desde donde se prolongaba hacia el sur en dirección a Teruel.

La estratégica carretera Huesca-Zaragoza-Teruel, cuyo control tenía una importancia decisiva para los fascistas, fue, empezando desde el mes de abril, el objetivo de numerosos ataques  republicanos.  El punto más importante de esta vía de comunicación era, sin duda alguna, Zaragoza  ̶  aguerrida ciudad cuya conquista había costado, en tiempos de Napoleón, más de 50.000 vidas humanas. El dominio de Zaragoza, capital de Aragón e importante nudo ferroviario, aseguraba la posesión de las dos posiciones avanzadas de los fascistas: Huesca, al norte, y Teruel, al sur.

Por ello, la ofensiva republicana persigue, en primer lugar, la toma de Zaragoza, en dirección a la cual van a ser dirigidos dos ataques  ̶̶ uno iniciado desde el noreste (desde el sector de Zuera), otro desde el suroeste. A las tropas de este último sector se les asignó la misión de tomar la encrucijada de Belchite y después atacar Zaragoza por el sur. A la confluencia de los dos ataques debía llevarse a cabo un asalto frontal sobre la ciudad.

Para el inicio de esta ofensiva el mando republicano concentró en este frente fuerzas importantes: los cuerpos del ejercito español dirigidos por Modesto y Lister, las Brigadas Internacionales XI, XII, XIII y XIV, 100 tanques, 40 baterías de artillería y, aproximadamente, una centena de aviones.

Los fascistas disponían en este frente de unos 18 batallones y tenían en reserva 4 divisiones ̶ dos italianas y dos franquistas. Por el aire, tenían el apoyo de la aviación italiana y de la Legíon Cóndor alemana. Durante tres meses, bajo la dirección de oficiales nazis, el terreno fue preparado de forma especial: las colinas fueron excavadas con trincheras, las ciudades convertidas en verdaderas fortalezas de cemento y alambre de espino y los campanarios de las iglesias transformados en nidos de ametralladora. En el marco de este sistema de defensa, Quinto y Belchite ̶ considerados por el mando franquista como las dos llaves que cerraban el camino hacia Zaragoza ̶ constituyeron dos centros de resistencia fascista muy importantes.

La ofensiva republicana comenzó el 24 de agosto de 1937. Las tropas republicanas del flanco derecho, precedidas por tanques, atacaron violentamente y por sorpresa, sin preparación previa de artilleria ni apoyo aéreo, logrando cortar la carretera Zuera-Huesca. El Batallón “Dombrovski” de la XIII Brigada Internacional, penetró en las líneas fascistas y, a pesar de estar rodeado de enemigos, logró limpiar la zona.

En el flanco izquierdo, la División 35, mandada por el general Walter, apoyada por 40 tanques, también avanzaba. El 25 de agosto de 1937, las Brigadas Internacionales XI y XV ocuparán Quinto y Codo.

El ataque frontal hacia Zaragoza hizo que las tropas republicanas se acercaran a 4 kilómetros de la ciudad.

El día 26 de agosto el ataque principal se llevó a cabo partiendo desde Quinto en dirección a Belchite; también desde allí se inicia un ataque en dirección a Fuentes del Ebro.

Belchite, con una guarnición fascista de unos cuantos miles de soldados, estaba rodeado, y todos sus esfuerzos de romper el cerco fueron inútiles. El 6 de septiembre, la guarnición se rindió. Los fascistas perdieron en Belchite a más de 2.000 hombres, de los que 500 fueron hechos prisioneros.

Los fascistas se encontraban en una situación crítica, y envíaron otras dos divisiones al frente, una a Zuera y otra a Fuentes del Ebro, mientras las fuerzas aéreas concentradas en Santander fueron igualmente destinadas al frente de Aragón. Sin embargo, el avance republicano no cedía bajo ningún concepto.

La ofensiva republicana terminó el día 15 de octubre. Había costado grandes esfuerzos y pérdidas al mando republicano, pero se saldaría con verdaderos éxitos: se tomaron dos localidades importantes, fue liberado un territorio de 900 Km2, y miles de soldados fascistas fueron sacados de la lucha. La situación de la ciudad de Zaragoza, el principal punto de apoyo del dispositivo militar fascista, era muy delicada debido a las nuevas posiciones alcanzadas por los republicanos.

La ofensiva republicana tuvo el estratégico resultado de mudar el centro de gravedad de la guerra al frente de Aragón y Cataluña y, por lo tanto, descongestionar el frente central, donde las dificultades de orden económico y militar se habían agravado palpablemente a causa de que Madrid se encontraba completamente rodeada y sin apenas medios de transporte y comunicación (la capital no tenía ya comunicación ferroviaria con el resto de las zonas republicanas). De este modo, uno de los principales objetivos perseguidos por los republicanos al abrir el frente de Aragón fue alcanzado.

En el frente de Aragón los voluntarios internacionales actuaron con la misma valentía y heroísmo mostrado en el curso de la guerra de España, lo que fue una característica propia de los luchadores antifascistas, a pesar de las condiciones cada vez más difíciles. En aquella ocasión, la falta de alimentos se transformó en una cuestión peligrosamente grave. Antes del comienzo de la ofensiva de Quinto-Belchite, el mando informó que los hombres habían adelgazado de forma resaltable a causa de la mala calidad de los alimentos, en especial porque no habían comido durante mucho tiempo nada de carne y de que, en consecuencia, la moral no era demasiado alta.

̶ Debemos hacer algo ̶ dijo el general Walter. No podemos enviar a los hombres al ataque con el estómago vacío. Pero, ¿qué podemos hacer? La situación del aprovisionamiento es mala en todos lados… ̶ y farfulló entre dientes un insulto dirigido a los defensores de la “no intervención”[1]

A los dos días se encontró una solución. Fue hecho llamar el jefe del escuadrón de caballería, que recibió la orden de sacrificar algunos caballos, los más viejos o los más débiles. Los cocineros de diferentes nacionalidades se esmeraron en transformar su carne en deliciosa comida con un éxito absoluto. Quizás porque en todas las lenguas es válido el proverbio rumano que dice: “el hambre es el mejor cocinero”.[2]


QUINTO O UN HECHO DE ARMAS FUERA DE LO COMÚN

Voy a relatar a continuación un hecho de armas totalmente fuera de lo común y que llegó a ser rápidamente conocido en toda la España republicana y, más tarde, en toda Europa. Se trata de un episodio de la ofensiva lanzada por el ejército republicano a las puertas de la ciudad de Zaragoza, en agosto de 1937.

Album de la Brigada XV (Abraham Lincoln)
http://dlib.nyu.edu/alba-moscow/

 Los combatientes del regimiento rumano destacaron por cumplir de un modo extraordinario una orden del general Walter durante los combates de Quinto. Para conquistar la localidad se debía, en primer lugar, sacar de una posición fortificada en el cementerio a las tropas fascistas, formadas por moros, que impedían a la infantería avanzar provocando grandes pérdidas. Con el objetivo de cumplir la misión, un grupo de artilleros de la unidad rumana ataron un cañón a un camión cargado de municiones y se dirigieron hacia las posiciones enemigas, situándose a 500 metros por delante de las posiciones republicanas, y desde donde comenzaron a bombardear las troneras de los refugios fascistas. Tomados por sorpresa por el inesperado acto de valentía, los enemigos no reaccionaron en un primer momento y, cuando empezaron a responder, los cerca de 200 obuses disparados en un tiempo record por el viejo Krupp de la artillería rumana les puso en fuga.

En los lacónicos apuntes sobre la unidad que mandaba, el general Walter, comandante de la 35 División de las Brigadas Internacionales, consideraba que merecía la pena mencionar el episodio expuesto más arriba. Refiriéndose al viejo armamento con el que estaba obligada a actuar en la mayoría de los casos nuestra artillería, escribió:  “En los combates alrededor de Quinto del 24 de agosto de 1937 uno de estos cañones nos prestó un gran servicio, al acercarse a plena luz del día, por un terreno totalmente descubierto, a unos cuantos cientos de metros de las posiciones fortificadas por los fascistas junto al cementerio, y abriendo fuego directamente sobre los nidos de ametralladora del enemigo, lo que no solo facilitó la posterior toma de estas posiciones por parte de nuestra infantería, sino que, lo que es aún más importante, convenció a los artilleros españoles de las ventajas de este procedimiento y provocó que estos actuaran de la misma forma en los días posteriores en los combates en Quinto y, muy especialmente, junto a Belchite”[3].

En otro lugar de sus memorias, el general Walter añadió que

“El cañón cumplió las órdenes a la perfección. A las 12.15 partió de las faldas de El Cornero[4] un camión con un remolque, que llevaba consigo 200 obuses y a sus servidores. El vehículo se deslizaba entre las arenosas colinas, resguardado tras los accidentes naturales del terreno, avanzando sin preocuparse de los tiros nerviosos de los rebeldes, hasta acercarse con tranquilidad a cerca de 200 metros de las trincheras del enemigo. Allí  los servidores del cañón cargaron rápidamente la munición y lo emplazaron en posición de tiro, desde la que destruyeron, tras 10-15 minutos, el flanco accesible desde el sur de las fortificaciones fascistas del cementerio. Esto provocó el pánico entre las filas enemigas. Sus soldados comenzaron a huir cada uno por su lado o en grupos, amparándose en los refugios naturales del terreno. Otros se desesperaban buscando cómo escapar hacia otros lugares donde cobijarse.

Si entonces la infantería hubiera mostrado iniciativa y decisión, en especial si hubiera sido cubierta por el fuego de la artillería, habría sido fácil tomar las posiciones enemigas del camposanto. Sin embargo, tanto la infantería como la artillería se limitaron a manifestar efusivamente su entusiasmo frente al heroísmo del cañón, que cumplió con su deber devotamente. Nadie le dio la menor ayuda. Así como suele suceder a menudo en los momentos más críticos, la conexión telefónica con la artillería no funcionó. Aparte de la posibilidad de enviar un mensajero, no existía ninguna otra forma de comunicación. La artillería abrió fuego apenas alrededor de las 14.30, es decir, mucho tiempo después de que el cañón, consumiendo su provisión modesta de munición, volviera sin pérdidas a El Cornero”.[5]

El siguiente texto es un fragmento del libro de Willy Bredel “Cita en el Ebro”[6], en el cual el escritor antifascista alemán, antiguo comisario político del Batallón “Thälmann” de la XI Brigada Internacional, cuenta, entre otros acontecimientos de la Guerra Civil Española de los que fuera testigo ocular, el acto heroico de los soldados del regimiento rumano de artillería:

“…El general[7], que seguía desde lo alto de la montaña el desarrollo de la lucha, envió a llamar al comandante del regimiento rumano de artillería.

─ Coge el prismático y mira en dirección al cementerio… Desde allí las metralletas fascistas siembran la muerte entre el tercer batallón. Debemos silenciarlas… ¿Conseguiréis hacerlo?

─ Por supuesto ─, sonó la respuesta. ─ Dirigiremos el fuego hacia allí.

─ ¿Cómo resultaría si lo intentáramos con fuego directo?─ preguntó el general.

─ Entonces… entonces… deberíamos colocarnos frente a la colina aquella, desde la que empieza la llanura… Necesitaremos…─ la situación era inédita ─ instalar los cañones frente a nuestras propias líneas y disparar.

─ ¿Y no es posible?

─ Si es necesario, lo haremos.

─ !Perfecto! Nos vendrá de maravilla un acto de bravura que nos anime… Coge un cañón, 200 obuses, algunos hombres valientes y… ¡a por los enemigos! ¡Haced callar a las malditas metralletas!.

El joven rumano, comandante de artillería, recibió las órdenes en posición de firmes, saludó y se marchó. En el camino hacia su regimiento, todo tipo de imágenes, pensamientos y sentimientos se agolpaban en su acalorada cabeza. Un mensajero le alcanzó en el camino.

─ Camarada comandante, gritaba él, órdenes del general ─ Utilice solamente voluntarios.

…El cementerio… muchos nidos de ametralladora… el batallón Thälmann quedó al descubierto, a tiro del enemigo… Un acto de bravura… Un cañón, tiro directo… Delante de sus propias líneas… Solamente voluntarios…Los oficiales y soldados del regimiento de artillería rumano se agrupaban en torno a su comandante y escuchaban tensos sus órdenes lapidarias.

─ El cañón se va a la mierda ─, daba su parecer el capitán Jacques Lacré, ─ y sus  hombres también.

─ !Probablemente!─ El comandante extendió un mapa y explicó ─ Hacia delante se encuentra “Thälmann”. Al lado “Edgar André”[8]. Nosotros estamos en el flanco de los fascistas. Una vez que el cañón llegue al otro lado de la colina nada se interpondrá en su camino para tenerlos a tiro. Si logramos acallar sus ametralladoras, el poder de fuego enemigo va a disminuir considerablemente, y los camaradas de la Thälmann escaparan de la lluvia de proyectiles. Necesitamos seis hombres. Solamente voluntarios… ¿Quién quiere ir?, preguntó mirando los rostros de los camaradas. Quería memorizarlos bien aunque en su mayor parte los hubiera estado viendo diariamente durante todo aquel año…

Mientras tanto, Jacques había reunido cinco artilleros y un conductor. Charles y León estaban entre ellos. Cuando se decidió esto, el comandante quiso protestar; se lo pensó mejor, sin embargo ¿Por qué molestarles? No había tiempo que perder; tenía que evitarse cualquier lío, porque seguro que ambos protestarían, defendiendo hasta la muerte su participación.

Eligieron para su acción un viejo cañón Krupp de aquel inolvidable año 1914. Echaron todos una mano y en pocos momentos estaba enganchado al camión con su oscura boca altiva y amenazadora. A su lado había ocho cajas con 200 obuses. Tras un rápido informe de la situación, un emotivo hoque de manos y los camaradas se subieron al camión, a la vez que el canoso Antonio, consecuente comunista malagueño, con sus gafas sobre la nariz y la barriga incipiente, embragó cuidadosamente y puso en marcha el vehículo, que avanzó traqueteando sobre los baches. En lo alto de una colina, donde el estado mayor de la división había ubicado su puesto de observación, había una febril agitación. Todo el que tenía unos prismáticos miraba hacia la llanura, siguiendo el avance del camión que, con el cañón tras de él, atravesaba el campo de batalla.

─¿Hacia dónde han partido?, preguntó alguien con asombro ─ Es increible, se dirigen hacia las posiciones enemigas, expuso otro. ─ General, ¿que se les ha pasado por la cabeza? ¿Hacia dónde van?... ¡Están como una cabra!

El general respondió, sin quitarse los prismáticos de los ojos: ─!Calmaos! ¡Tened un poco de paciencia!

El camión llegaba en esos momentos justo a la primera línea, pero no se detuvo allí, sino que continuó avanzando en dirección a las posiciones enemigas. Seguía su camino y no se escuchaba ni un tiro. Frente a él se extendiá el páramo.

─!Estos van directamente a la boca del lobo!, exclamó uno.

─!Demonios! ¿Qué significa esto?, murmuraba un capitán polaco del estado mayor de la división.

El camión, por fin, se detuvo. Se podía avistar claramente que dos hombres habían descendido. Aparentemente, exploraban el terreno. Después, volvieron al camión y este continuó hacia delante. No obstante, no fue muy lejos cuando, de repente, giró bruscamente, como si hubiera tenido la necesidad imperiosa de dar la vuelta. Se paró de nuevo, tres hombres saltaron del camión y en pocos momentos el cañón se encontraba sobre el suelo con su boca dirigida hacia los fascistas. Otros tres hombres descendieron y las primeras detonaciones se hicieron oir…

─ !Tiran!, gritó uno de los oficiales, totalmente sorprendido.

─ !Chicos! ¡Mirad los disparos!...

─ !Extraordinario! ¡Increible!

─Dime─ chilló un oficial español dirigiéndose a su compañero ─ ¿Has oído alguna vez que haya sucedido algo así? ¿No es acaso un acto de absoluta temeridad, una locura?

Obús tras obús salían tronando desde el viejo Krupp, cuyo negro cañón se dirigía horizontalmente hacia el cementerio, que se encontraba a una distancia de poco más de 200 metros. Los primeros obuses explotaron cerca del muro de la necrópolis. Sin embargo, después, uno tras otro los proyectiles fueron cayendo dentro del recinto del camposanto y uno de ellos derrumbó totalmente una de las esquinas del muro.

Únicamente durante unos segundos se escuchó el rítmico tiroteo de las metralletas, que pronto, sin embargo, callaron. De vez en cuando se escuchaban algunos disparos desperdigados. Solo eso.  Aquel rabioso cañón hizo a los fascistas poner los pies en polvorosa, abandonar aterrados el cementerio. Entonces, la artillería fascista inició un fuego concéntrico. Los proyectiles caían en las cercanías del cañón, rodeándolo de humo y haciendo retumbar la tierra a su alrededor.

Una descarga enemiga hace que el cañón y sus artilleros desaparezcan del campo visual ¿Había acertado de pleno? Todo parecía perdido… El humo no se había disipado  del todo cuando el cañón se volvió a escuchar. De nuevo comenzaron a sonar los atronadores obuses. Los que se encontraban en el puesto de observación estaban presos de una gran agitación. Todas las miradas estaban concentradas en el cañón… Siempre se habían comportado maravillosamente estos chicos, pero esta vez habían batido todos los records… El general estará contento, aunque sea tan difícil contentarle….

El general se dio la vuelta. Era el único que parecía haber mantenido la calma durante todo el tiempo ¿O sencillamente había conseguido dominarse mejor que los demás?

─!Eh, vosotros! ¿Habéis vivido algo como esto?... Lo que habéis visto contradice cualquier regla de la guerra. Es prácticamente imposible algo así ¿Habéis entendido? ¡Imposible! Pero con estos chavales se pueden hacer cosas imposibles…se puede pasar por encima de cualquier regla.

Doscientos obuses habían caído sobre el cementerio y las ametralladoras fascistas se habían silenciado. Antonio, que en ningún momento había abandonado el volante, conducía el camión, tras haberse enganchado el cañón todavía caliente, iba ascendiendo  con los camaradas sobre colinas y lomas,  hacia la posición de su batería.

El general abandonó el puesto de observación y fue a recibir a los que regresaban…”[9]

A continuación, comparto con el lector un fragmento del libro del conocido escritor soviético Mihail Koltsov, “Diario de la Guerra de España”, en el cual está descrito detalladamente el acto heroico del grupo de artillería del regimiento rumano en el frente de Zaragoza (en Quinto).

Para entender mejor las condiciones en las que luchaban las tropas republicanas, reproduciré  en primer lugar un fragmento en el cual Koltsov nos describe muy sugestivamente tanto el marco en el que se desarrolla la ofensiva de Aragón, como la noche anterior al ataque sobre la localidad de Quinto.

“Después de un enorme intervalo, se ha alterado la calma en las desérticas extensiones de Aragón. De nuevo resuenan los disparos,otra vez van por los caminos soldados blancos de polvo, con los rostros acarminados por el sol, de nuevo son arrastrados cañones y pasan furgones sanitarios con heridos.

Aquí es difícil combatir. Ásperas elevaciones arenosas, a veces como montañas. En esas elevaciones, la hierba queda requemada, más descolorida que un estropajo. Y eso es todo. Ni un árbol, ni un arbusto, nada que salve del calor. No hay agua. La traen aquí en cisternas, de un riachuelo repulsivo, caliente y turbio, a veinte kilómetros de distancia. La teñimos con vino, pero el vino no puede disimular todos los desagradables resabios, salados y terrosos. ¡Pero al diablo con ellos, con los resabios! Que hubiera por lo menos un sorbo de esta agua cuando todo ha quedado reseco, dentro y fuera, cuando todos los poros del cuerpo están llenos de arena. Esta caliente capa de arena se mete por la nariz, la garganta y las orejas; te frotas los ojos con los dedos sucios, los ojos se irritan, el sol los cauteriza y todo cuanto ves se ofrece con manchas anaranjadas y violáceas.

Todos envidian a la Brigada N: la han mandado de noche a forzar el río Ebro, vadeándolo. iDe noche, a vado! Esto significa que habrá frescor, que habrá agua; iAgua hasta el cuello! Se ha aclarado también que los zapadores tienen tiempo de tender un puente. Lo han tendido. Pero ningún infante lo ha utilizado. Por el puente han pasado los cañones y demás impedimenta de guerra. Pero toda la brigada, incluidos sus jefes, ha vadeado el río con gran satisfacción.

Por la noche, de no pasar el río a vado, no se nota alivio. Para dormir es necesario tumbarse en la manta directamente sobre el polvo. El cansancio hace indiferente a todo. Pero cuando llega el sueño, empieza lo más infame. Enormes mosquitos rabiosos pican el cuello, la nariz y los tobillos, donde les parece más sabroso. Envidias a los que están en las tiendas, aunque allí el aire es sofocante, teclean las máquinas de escribir, hay hombres, bañados en sudor, que gritan por el  teléfono de campaña.

En esta noche nadie puede dormir. El combate se inicia inmediatamente después de la marcha, las unidades apenas tienen tiempo de situarse en las posiciones de partida. A algunas no les quedan ni una hora o dos para descansar antes del ataque.”.[10]

Y ahora pasamos directamente a la acción del regimiento rumano de artillería, relatada por Koltsov:

“Después del mediodía, se desarrolla un pequeño episodio. Desde la retaguardia avanza por la llanura un camión con un remolque. Sin apresurarse mucho, salta tranquilamente por los terrones y se va aproximando a las líneas avanzadas. Al principio nadie se fija en él. Luego todo el mundo empieza a mirarlo. En el camión, una pieza de artillería; en el remolque, obuses.

Mirando con los gemelos, reconocemos este sorprendente combinado de la batería Tahlmann: un viejo cañón del setenta y cinco del siglo XIX tomado del museo -sí, sí, del Museo Histórico militar de Madrid- al principio de la guerra civil. Ahora los republicanos tienen buena artillería, moderna. Pero los jóvenes artilleros franceses no quieren separarse de su viejo. Han pedido conservar el cañón en combate mientras no se venga abajo.

El camión sigue avanzando más y más. Todos esperan, sorprendidos, a ver hasta dónde llegará aún. Los fascistas también esperan –por lo visto, quieren achicharrar a los insolentes de un solo disparo-. Del camión se apartan dos figuras. Hacen un reconocimiento, luego regresan. El camión se para en un montículo -ahora ya se encuentra a unos quinientos metros delante de la vanguardia de infantería-y la venerable pieza de artillería empieza a disparar furiosamente en tiro directo contra las troneras de los fortines fascistas.

Las baterías de Quinto abren un fuego diabólico contra el viejo cañón y sus jóvenes servidores, de un arrojo sin límites. Cada varios segundos desaparece de nuestra vista envuelta en una columna de humo y el corazón se contrae de dolor. Pero al instante entre el humo de nuevo brilla la llama i«Tahlmann» responde!

Cuarenta minutos dura este duelo estremecedor. El cañón dispara toda su dotación de municiones: 120 obuses. Sus últimos disparos se hunden en el estrépito de las baterías republicanas. El tercer potente ataque de fuego -y último- sume a Quinto en el humo y el polvo.”[11].

Quiero añadir a estos dos relatos del episodio de Quinto uno más, escrito en esta ocasión por un español, en unas memorias que reflejan también aquellos años. Se trata del general de aviación Ignacio Hidalgo de Cisneros, jefe de las fuerzas aéreas de la República Española. Antes de comenzar con el fragmento al que me refiero, conviene repasar, aunque sea en unas pocas líneas, la biografía de este admirable hijo del pueblo español que fue Cisneros[12], al que las circunstancias me ofrecieron el privilegio de conocer de cerca.

Baño en el rio tras la toma de Quinto. Fotografia del Archivo de Castilla La Mancha
http://clip.jccm.es/archivo_de_la_imagen/es/micrositios/busqueda.cmd
Procedente de una familia aristocrática, abrazó desde muy joven la carrera militar, siendo atraído por el cuerpo de aviación, que por entonces estaba dando sus primeros pasos en España. En los años 1920-30 participó como aviador militar en la Guerra de Marruecos. Su experiencia en aquella guerra injusta quedó grabada profundamente en su mente, provocando en los años posteriores un cambio de rumbo[13] radical en sus concepciones y su acercamiento a los movimientos progresistas. Así como él mismo remarca con sutileza analítica, recorrió aquel camino en una lucha apasionada y tensa consigo mismo, contra el mundo en el que nació, con los obstáculos insuperables que separaban las dos tendencias halladas, en el momento en el que empieza a tomar sus decisiones, en completo e irreconciliable conflicto. Pisando con firmeza por el camino elegido, contribuyó con todas sus fuerzas físicas, morales e intelectuales a la defensa de la República Española. Tras la heroica lucha en la defensa de Madrid, en la que fue testigo ocular del espíritu de sacrificio y patriotismo de los comunistas, pidió ser admitido en las filas del Partido Comunista de España para, según sus propias palabras, “ser más eficaz en mi puesto de combate”. Desde el V Congreso del Partido Comunista Español (1954) y hasta el momento de su muerte fue miembro de su  Comité Central. Hidalgo de Cisneros llevó una existencia luminosa pero sacrificada, como la de los verdaderos patriotas españoles, como la de los más avanzados y buenos hijos de su pueblo que dedicaron toda su energía a la lucha por la liberación nacional de España, un combate por el progreso, la democracia y la paz mundial.

Los últimos años de su vida los pasó como emigrante político en nuestro país, al que conoce y ama, dejando a sus camaradas más cercanos un recuerdo imborrable. Pues este hombre de coraje poco habitual y de una enorme devoción a la causa del pueblo español era a la vez modesto, cordial, honesto y de una cálida sensibilidad.

A continuación el fragmento extraído de su trabajo “Cambio de Rumbo”, aparecida en rumano bajo el título “Cotitura[14].

"Aunque mi propósito no es describir acciones militares, voy a hacer una excepción y a relatar un hecho de armas sucedido en la toma de Quinto, que dará idea del heroísmo con que allí se luchó.

Las fuerzas del sector de Quinto estaban detenidas frente al pueblo. El batallón Thaelmann se encontraba al descubierto, batido desde las fortificaciones por un nutrido fuego de ametralladora. No podía avanzar, pues nuestra artillería, desde sus posiciones, no lograba destruir los nidos de ametralladora enemigos.

En aquel momento, un camión con un cañón y varios hombres, procedente de nuestra retaguardia, se aproxima al frente, rebasa las primeras líneas y, con gran asombro de los republicanos y de los fascistas que presenciaban aquella maniobra, se dirige hacia las líneas enemigas.

Nuestros soldados, sorprendidos, no saben qué hacer. Algunos, pensando que se trata de traidores que se pasan al enemigo, quieren hacer fuego para impedirlo, pero no se deciden. Por su parte, a los fascistas les ocurre algo parecido. Creyendo que son gente que huye de nuestras filas, no se atreven a disparar contra ellos.

El camión continúa su marcha, llega al llano y, a unos quinientos metros de las fortificaciones, da media vuelta, los artilleros bajan el cañón, lo emplazan contra Quinto y, antes de que el enemigo vuelva de su sorpresa, comienzan a disparar con tiro directo contra las fortificaciones adversarias. Desde los primeros disparos logran disminuir la intensidad del fuego enemigo y, en seguida, silencian definitivamente sus ametralladoras.

La artillería fascista, cuando reacciona, abre fuego contra nuestra pieza. Los proyectiles la envuelven en una gran polvareda, ocultándola a la vista de nuestra gente. Cuando todos creen que el cañón está destruido, y sus servidores, muertos o heridos, ven con entusiasmo que siguen disparando hasta que, agotadas las municiones, lo montan de nuevo en el camión, y regresan, sanos y salvos, a nuestras líneas.

Aquel puñado de valientes, que con su hazaña ayudó eficazmente a la conquista de Quinto, pertenecía al grupo de artillería rumano que tanto se había distinguido ya por su actuación en la batalla de Guadalajara." [15]

Este episodio de la guerra está mencionado también en el libro del más ilustre comandante del ejército republicano, salido del pueblo, Juan Modesto, titulado “Soy del Quinto Regimiento” (“Sint de la regimentul cinci”), bajo cuyo mando supremo combatió el regimiento rumano de artillería motorizada.

El texto es el siguiente: “En la jornada del día 25 lo nuevo en la situación estribaba en que la 102 brigada, en cooperación con la 35 división, había conquistado la estación de Pina y la ermita de Bonastre y se incorporaba al V Cuerpo; la 35 División había vencido la resistencia enemiga en Pourvurell. A diferencia del pico gemelo de su mismo nombre, ésta si que estaba fortificada. Ello hizo que el jefe de la artillería, Valter Roman, rumano, y su comisario Richard, francés, avanzaran a través del llano una pieza ligera que emplazaron en posición abierta para batir aquellos puntos de fuego que entorpecían la acción de nuestras fuerzas, lo que lograron con éxito completo”[16][17]


[1] Entre comillas en el original (Nota de los traductores)
[2] Foamea e cel mai bun bucatar (N.T.)
[3] De la obra póstuma del General Walter “La lucha por la libertad  de España”, Editorial del Ministerio de Defensa Nacional, Varsovia, 1967, pag. 86-87
[4] Loma cercana a Quinto del Ebro, donde los republicanos ubicaron sus posiciones de mando (N.T.)
[5] Idem
[6] Begegnung am Ebro, Willy Bredel, Editorial 10 Mai, Paris, 1939
[7] Se trata del General Walter (Nota del Autor)
[8] Se refiere a batallones de las Brigadas Internacionales (N.T.)
[9] Los nombres utilizados por Willy Bredel en su libro son ficticios. En las condiciones en las que se escribió su libro (1939) no se podían dar datos reales de los participantes (Nota del Autor)
[10] La traducción del libro de Koltsov usada por el autor es Mihai Koltsov, Jurnal din Spania, ESPLA, Cartea Rusa, Bucuresti, 1958. Nosotros hemos utilizado MIhail Koltsov, Diario de la Guerra de España, Planeta, 2009, pag. 563-566
[11] Ibidem
[12] Ignacio Hidalgo de Cisneros, 1894-1966 (Nota del Autor)
[13] Aquí Roman hace un guiño al título del libro memorialístico de Hidalgo de Cisneros, “Cambio de Rumbo”, escrito y publicado en Bucarest en 1966
[14] Ignacio Hidalgo de Cisneros, Cotitura, Editura Política, Bucuresti, 1966 (Nota del Autor)
[15] Ibid.
[16] Juan Modesto, “Soy del Quinto Regimiento”, Colección Ebro, París, 1969, p.128-129. El mismo episodio se relata también en otro trabajo que trata sobre la participación de los voluntarios internacionales en la Guerra Civil Española, entre los cuales leo: “Salud Camaradas”, de Alexander Bekier (antiguo oficial del estado mayor de la División 35), Editorial del Ministerio de Defensa Nacional, Varsovia, 1957, pag.97-98; “Voluntarios de la libertad”, de Sofia Szleyen, Editorial Diezdapowzechna, Varsovia, 1957, pag. 243-244; “Spanelsko Spanelsko”, de Arthur London, Praga, Editorial N.P.L, 1963; “Las Brigadas Internacionales”, de Jacques Delperrie de Bayac, Paris, 1968 (Nota del Autor)
[17] Nuestra traducción en español es de http://otrarepublica.free.fr/espagne/RegimientoModesto.html (N.T.).

2 comentarios:

  1. Salut amigo Vallekano.
    Hace un tiempo sigo tu interesante blog. Agradecerte la encomiable iniciativa de presentarnos traducido Sub cerul Spaniei, aunq a la espera estoy de contar con tiempo para disfrutarlo y enriquecerme e influerciarme con su lectura.
    Te cuento, estoy en Bucarest y ayer tarde camino de la estación de metro Eroii revolutiei en un pequeño puesto donde una vieja adorable tenía a la venta aquello que buenamente logra recoger, muy d estos tiempos, lo vi, llamándome gritos desde el principio, un ejemplar del libro q emocionado y feliz compré. Además el ejemplar cuenta con un sello q dice “SINDICATUL OAMENILOR MUNCII”, imagínate!!!!.
    El caso es q me acordaba de ti, de tu blog y me pregunté si andas ahora por Bucarest y si tuvieses tiempo me encantaría conocerte, departir contigo. Estaré hasta el martes 2, espero tus noticias.

    Salud camarada. Au.

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  2. Hola Juan
    ¿Qué haces por aquí? Pues si quieres podemos quedar un día y tomarnos algo ¿Tienes facebook? El mio es Robby Espierre. Si quieres mandame por ahí un mensaje privado con tu email o tu teléfono, para que podamos quedar.
    !Saludos y disfruta del libro!

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