jueves, 30 de octubre de 2008

Un minarete sobre el Mar Negro

Me ha sorprendido agradablemente mi visita a Constanza. Pensaba que seria una ciudad caótica y desagradable, al estilo de Bucarest pero sin la belleza de sus edificios. Y me equivoque. Como siempre, todo prejuicio es malo y lo mejor es hacer, probar o conocer las cosas que existen, sin establecer juicios a priori. Constanza tiene el encanto de una ciudad sobre el mar. En sus calles se mezclan diferentes épocas y religiones diversas. No se donde he leído que su centro histórico es el lugar donde se concentran iglesias de mas religiones en menor espacio. Y así es: visitamos la catedral ortodoxa, con ese estilo tan uniforme que suelen tener (aunque esta esta junto a las ruinas de Tomis, ciudad romana que se erigió en este lugar estratégico), la iglesia católica, y la mezquita real. Quizás esta es lo que mas merece la pena de Constanza, visitar su interior y subir a su impresionante minarete, desde donde se contempla toda la ciudad. El Mar Negro se extiende hacia Turquía, hacia Ucrania, hacia el este, y los ojos con el. Lo reitero: es un lugar impresionante que suma la belleza de la propia mezquita a la de la ciudad. Desde el minarete se contempla el puerto comercial, uno de los mas grandes del mundo, la pequeña estatua de Ovidio sobre su tumba en la piata Ovidiu (como no), la diversidad de iglesias, tejados, ropa tendida, coches y caminantes. La playa es pequeñita pero seguro que mejor que la de la cercana Mamaia, centro de reunión de la gente de peor calaña de Romanía, ricachones, familia y amigos e imitadores que no pueden ser como ellos.

Constanza merece la pena. Su minarete nos muestra una ciudad diversa, con una historia impresionante sobre sus espaldas. Hay casas de estilo afrancesado, como las tipicas del centro de Bucarest (e igual de descuidadas con fines, supongo, inversionistas). O el majestuoso casino a orillas del mar, uno de los centros de atracción turística mas visitados de la ciudad. También hay mujeres impresionantes, como en toda Rumania, como la camarera del bar donde comimos y que mostraba sus muslos esplendorosos bajo su minifalda vaquera y sus exhuberantes pechos mientras servía la ciorba de burta y la mamaliguta.

En fin, una visita muy recomendable (si vais en coche alucinareis por como conducen los rumanos. Recomiendo grabar con una cámara todo el camino por la autopista y por la carretera).

Por ultimo, antes de llegar a Cernavoda, cuando la carretera cruza el Danubio, intentad parar en algún sitio. El puente Anghel Saligni es impresionante, y el rió Danubio, como siempre, precioso.
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