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Me ha sorprendido agradablemente mi visita a
Constanza. Pensaba que seria una ciudad
caótica y desagradable, al estilo de
Bucarest pero sin la belleza de sus edificios. Y me equivoque. Como siempre, todo prejuicio es malo y lo mejor es hacer, probar o conocer las cosas que existen, sin establecer juicios a
priori.
Constanza tiene el encanto de una ciudad sobre el mar. En sus calles se mezclan diferentes
épocas y religiones diversas. No se donde he
leído que su centro
histórico es el lugar donde se concentran iglesias de mas religiones en menor espacio. Y
así es: visitamos la catedral ortodoxa,
con ese estilo tan uniforme que suelen tener (aunque esta esta junto a las ruinas de
Tomis, ciudad romana que se
erigió en este lugar
estratégico), la iglesia
católica, y la mezquita real.
Quizás esta es lo que mas merece la pena de
Constanza, visitar su interior y subir a su impresionante
minarete, desde donde se contempla toda la ciudad. El Mar Negro se extiende hacia
Turquía, hacia Ucrania, hacia el este, y los ojos con el. Lo reitero: es un lugar impresionante que suma la belleza de la propia mezquita a la de la ciudad. Desde el
minarete se contempla el puerto comercial, uno de los mas grandes del mundo, la
pequeña estatua de
Ovidio sobre su tumba en la
piata Ovidiu (como no), la diversidad de iglesias, tejados, ropa tendida, coches y caminantes. La playa es
pequeñita pero seguro que mejor que la de la cercana
Mamaia, centro de
reunión de la gente de peor
calaña de
Romanía, ricachones, familia y amigos e imitadores que no pueden ser como ellos.
Constanza merece la pena. Su
minarete nos muestra una ciudad diversa, con una historia impresionante sobre sus espaldas. Hay casas de estilo afrancesado, como las
tipicas del centro de
Bucarest (e igual de
descuidadas con fines, supongo,
inversionistas). O el majestuoso casino a orillas del mar, uno de los centros de
atracción turística mas visitados de la ciudad.
También hay mujeres impresionantes, como en toda
Rumania, como la camarera del bar donde comimos y que mostraba sus muslos esplendorosos bajo su
minifalda vaquera y sus
exhuberantes pechos mientras
servía la
ciorba de
burta y la
mamaliguta.
En fin, una visita muy recomendable (si vais en coche alucinareis por como conducen los rumanos. Recomiendo grabar con una
cámara todo el camino por la autopista y por la carretera).
Por ultimo, antes de llegar a
Cernavoda, cuando la carretera cruza el
Danubio, intentad parar en
algún sitio. El puente Anghel Saligni es impresionante, y el
rió Danubio, como siempre, precioso.