domingo, 14 de enero de 2018

Palabras de un obrero rumano orgulloso de portar un retrato de Mao en la manifestación popular de día nacional de 1951

La década de los cincuenta fue, sin duda, la época en la que los trabajadores rumanos se sintieron más implicados en la vida política y económica de su país, ilusionados por las perspectivas de futuro que había traído el Socialismo en Rumania. Es entonces cuando, probablemente, los productores de la riqueza se sintieron más protagonistas de la vida política y económica, en el periodo comprendido desde la proclamación de la República Popular Rumana, el 30 de diciembre de 1947, hasta su sustitución por la República Socialista de Rumanía, en 1965.
!Viva el 23 de agosto, día de la liberación
de la patria del yugo fascista!

Como es bien conocido, tras la muerte de Stalin, en 1953, y el golpe revisionista de Jruchev y el resto de oportunistas en todo el mundo socialista, (con las probables excepciones de Albania, China o Corea), el espíritu revolucionario y de lucha de clases comenzó a ser sustituido poco a poco por el de la sociedad sin clases y, en realidad, una progresiva, aunque lenta, vuelta hacia el capitalismo.

No obstante, todo hay que decirlo, hasta el golpe de estado de diciembre de 1989 que lo reinstauró, los trabajadores rumanos vivieron cincuenta años de disfrute de una sociedad nueva construida con sus propias manos, en la que los valores humanos, inseparables de la propia concepción de democracia o libertad, como el derecho al trabajo, a una vivienda, a la atención médica o al disfrute de la cultura y el tiempo libre, a pesar de la lenta disolución de la primera fortaleza revolucionaria que prendió entre las masas trabajadoras en los países del Este de Europa tras el triunfo del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial  contra el capitalismo y la explotación.

Manifestación del 23 de agosto de 1963
Muestra de aquella euforia de las masas obreras por el futuro que ellas mismas estaban construyendo es una carta escrita por un trabajador rumano, fechada el 23 de agoto de 1951, Día Nacional de Rumania  hasta la restauración definitiva del capitalismo en diciembre de 1989, y tras el desfile celebrado en la capital por tal motivo, en la que el autor describe a su novia, ante que hablar de otras cosas, su orgullo por haber participado en la fiesta de los trabajadores, contándole que había llevado en sus manos el retrato de Mao:

"Hoy he desfilado con la fábrica y yo he llevado en mis manos el retrato de Mao Tse Tun – China – cuando pasábamos frente a la tribuna. He visto muy bien al Camarada Gh. Gheorghiu Dej, que nos saludó con la mano. Llegamos con la columna hasta el lago Floreasca y, desde allí ya no sabía como volver, de modo que pensaba que si tu estuvieras conmigo hubiéramos encontrado juntos el camino. No obstante, he ido detrás de la gente y hemos llegado al autobús que nos ha llevado hasta la plaza de las naciones, desde donde he vuelto a casa".

Gh.-Dej, Petru Groza, Ana Pauker y Petre Constantinescu-Iaşi ,
líderes del partido, visitando la exposición "China nueva"
en  diciembre de 1950.
Mao Tse Tung había proclamado apenas dos años antes, el 1 de octubre de 1949, la República Popular China, dando comienzo a una sociedad socialista en la que los trabajadores eran el origen y el fin de toda la producción económica y de las decisiones futuras del país, dirigidos por el Partido Comunista. Por ello, ya que todavía no había tenido lugar el triunfo del revisionismo en la URSS, pues Stalin segúia vivo, Mao era admirado y respetado por la clase trabajadora mundial.

Gheorghe Gheorghiu-Dej era por aquel entonces el Secretario General del Partido de los Trabajadores de Rumania (como se denominaba entonces el Partido Comunista), y no tenía ninguna función en el gobierno: el presidente de la República y Jefe de estado era el científico Constantin I, Parhon y el jefe de gobierno Petru Groza. Desde la abdicación del rey Mihai I, cómplice del nazismo durante la SGM, y la proclamación de la R.P.R. los tres presidian las grandes manifestaciones populares como la que nos describe el obrero en su carta.

El barrio de Floreasca, construido junto al lago de igual nombre, había sido un suburbio de la capital rumana, lugar sucio y pleno de chabolas e inmundicia donde se agolpaban marginados y proletarios bucarestinos, hasta su transformación, en la década de los cincuenta, en el marco del gran cambio y dignificación socialista de la vivienda obrera, en una zona residencial, donde los trabajadores disponían de lugares de ocio, escuela, zonas deportivas, cine y otras actividades culturales y, por supuesto, lugares de trabajo, sus fábricas.

En la fecha en el que nuestro trabajador escribió la carta a su novia era un barrio nuevo, por lo que es normal que aquel se sintiera perdido. Por cierto que a los bloques de apartamentos construidos en Floreasca, como en toda la capital y en toda Rumania, los llaman con desprecio los fascistas, después del golpe de estado de diciembre del 89, "bloques estalinistas", algo bastante curioso en una sociedad bárbara donde, entre otros crímenes contra la humanidad, cada vez más obreros son despojados de sus viviendas por no poder pagarlas, por no hablar de la falta de trabajo y la cada vez mayor humillación que sufren los que lo lo conservan, las dificultades para el acceso a la atención sanitaria gratuita o, simplemente, accesible para los salarios habituales (en torno a 200 euros en Rumania).

Barrio de floreasca, construido para la clase trabajadora en la R.P.R.
La gran manifestación popular del 23 de agosto se solía realizar en el bulevar Aviatorilor, pasando por la llamada entonces Plaza Stalin (hoy Charles de Gaulle). Con ella se homenajeaban los acontecimientos de aquella fecha del año 1944, cuando, bajo la dirección del Partido Comunista, fue destituido el presidente del gobierno del rey Mihai I, el genocida Mariscal Antonescu, pasando el ejército rumano a ponerse de lado del Ejército Rojo contra Hitler. Tras ello, se formó un gobierno de frente popular que, tras las elecciones de noviembre de 1946, estaría dirigido por el comunista Petru Groza.

En resumen, es bastante ilustrativa y expresiva la carta escrita por el anónimo trabajador rumano, feliz de poder participar junto a los camaradas de su fábrica en la manifestación masiva celebrando la liberación de su país de las garras del fascismo y la construcción cotidiana de una sociedad sin explotación del hombre por el hombre; el feliz y liberado trabajador muestra su orgullo por haber tenido el honor de llevar en sus manos la imagen de Mao, uno de los grandes líderes del movimiento comunista y de la clase obrera mundial junto a Lenin y Stalin (cuyas imágenes presidían, con toda seguridad también aquel año, el palco de autoridades).

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