De origen judío, llega a Uruguay con su familia a finales de los años 10, huyendo posiblemente del clima antijudío que se vivía en Basarabia en esos años. Tras pasar un tiempo en Montevideo, se establece en Argentina. Allí, milita en el Partido Comunista Argentino y es unos de los encargados del llamado «trabajo anti-militarista», en el que un número indefinido de militantes se infiltran en las Fuerzas Armadas argentinas con desigual éxito. Durante la década de los 20, Salvador es detenido por la policía en diversas ocasiones acusado de participación en tiroteos, lesiones y homicidios.
Cuando se entera de la decisión del retiro de los internacionales, busca el modo de quedarse y se lo pide por carta ...a la Pasionaria!
Forma también parte del Sindicato del Mueble y de la Federación de Empleados de Comercio. Con el tiempo, llega a ser dirigente de la Federación Juvenil Comunista. Es a través del Partido Comunista argentino que consigue financiación y documentación falsa para emprender su viaje a España. Una vez que llega Francia, el Partido Comunista francés -como a tantos otros- le ayuda a atravesar la frontera con España.
Durante su estancia en España, participa en acciones militares en el frente del Ebro, desde el inicio de la ofensiva hasta la retirada de las tropas republicanas. Es cabo de ametralladoras y ayudante del comisario de la 60 Brigada Mixta.
Durante su estancia en España, participa en acciones militares en el frente del Ebro, desde el inicio de la ofensiva hasta la retirada de las tropas republicanas. Es cabo de ametralladoras y ayudante del comisario de la 60 Brigada Mixta.
A Salvador Loy Keplach no le había sido fácil llegar a España.
Anhelaba sumarse a la lucha desde que se inició la Guerra, pero sólo logró que el PCA lo enviara a principios del 38.
Anhelaba sumarse a la lucha desde que se inició la Guerra, pero sólo logró que el PCA lo enviara a principios del 38.
Cuando se entera de la decisión del retiro de los internacionales, busca el modo de quedarse y se lo pide por carta ...a la Pasionaria!
A su regreso a Uruguay, se publica en "España Democrática" un texto de Salvador en que expone los motivos por los que fue a luchar a España:
"Cuando desde nuestro Uruguay seguíamos por instantes la grandiosa epopeya del pueblo español, lo hacíamos llenos de admiración y angustia. Admiramos por la fiereza y abnegación con que, mal equipados y abandonados por los gobernantes de los países democráticos, se enfrentaban con los generales traidores, aliados a dos potencias fascistas armadas hasta los dientes; angustiados porque la causa del pueblo español la sentíamos encarnada como propia de nuestro pueblo. Sintiendo esto, consideramos una obligación correr hacia España, a ocupar nuestro puesto. Llegamos a sus trincheras, e inmediatamente nos sentimos rodeados de ese aire unitario que nos hacía respirar a todo pulmón. Quien haya estado en las trincheras conservará el recuerdo imborrable de que todos los combatientes, cualquiera que fuera su organización, formaba en el Ejército Popular, la organización única: el ANTIFASCISMO!.
"La vida en los campos de concentración es espantosa; terrible. Se vive allí en las peores condiciones de higiene y alimentación. Como bestias. Las enfermedades y sobre todo las enfermedades infecto contagiosas causan estragos a diario entre las masas de concentrados. […] Además de todas estas calamidades, los concentrados deben vivir privados en absoluto de libertad, llevando una vida carcelera, encerrados en especies de potreros en que dividen los campos, rodeados de alambrados de púas y con una superficie que oscila alrededor de los cuatrocientos metros cuadrados para cada mil quinientos hombres. […] Quedan en Gurs, todavía varias decenas de compatriotas uruguayos, que están pendientes de vuestra solidaridad y de las resoluciones que el gobierno de nuestro país, tome para facilitarles el retorno a nuestro suelo, como lo han hecho ya con sus súbditos varios gobiernos. Por ellos debéis preocuparos vosotros en primer término, ya que todos son esforzados luchadores de la causa antifascista".
"Cuando desde nuestro Uruguay seguíamos por instantes la grandiosa epopeya del pueblo español, lo hacíamos llenos de admiración y angustia. Admiramos por la fiereza y abnegación con que, mal equipados y abandonados por los gobernantes de los países democráticos, se enfrentaban con los generales traidores, aliados a dos potencias fascistas armadas hasta los dientes; angustiados porque la causa del pueblo español la sentíamos encarnada como propia de nuestro pueblo. Sintiendo esto, consideramos una obligación correr hacia España, a ocupar nuestro puesto. Llegamos a sus trincheras, e inmediatamente nos sentimos rodeados de ese aire unitario que nos hacía respirar a todo pulmón. Quien haya estado en las trincheras conservará el recuerdo imborrable de que todos los combatientes, cualquiera que fuera su organización, formaba en el Ejército Popular, la organización única: el ANTIFASCISMO!.
Ni yo ni tantos otros camaradas que han acudido de aquí a dar su sangre por la causa del pueblo español lo han hecho por razones aisladas, personales, de índole política o por sólo afán aventurero. No. Los que de aquí fuimos a colaborar con los heroicos luchadores de España, lo hemos hecho en primer término, porque comprendíamos el sentido de su lucha; porque avizorábamos que en aquellos lejanos frentes de batalla se jugaba el destino de aquel pueblo, pero más que eso, todavía, el destino de todos los pueblos de la tierra, que como el nuestro habían sido libres y querían seguir siendo libres. Fuimos a España a eso. A vencer al fascismo. A impedir su triunfo, que significa darle mayores bríos, para que acometa nuevas empresas de expansión totalitaria, en las cuales puede caer también América y en consecuencia nuestra patria. Por sobre los intereses que unen o separan a las cancillerías, por sobre la desgraciada posición adoptada por el gobierno de nuestro país al romper las relaciones diplomáticas con la República Española, nosotros, los uruguayos que fuimos a luchar a España, representábamos el lazo indestructible de unión y solidaridad entre los pueblos uruguayo y español.
La unidad continúa siendo un problema candente en nuestros países, cada día más acechados por los países totalitarios y sus agentes interiores. Nuestra voz, nuestra actividad y nuestros deseos sinceros en este sentido, pueden ser de tanta utilidad como las gloriosas Brigadas Internacionales le fueron al pueblo español, y como innumerables veces nos lo han testimoniado. Pero esa unidad no puede ser producto de declaraciones ni compromisos solamente. La debemos practicar constantemente: ¡Ayer en España! ¡Hoy aquí en los Campos de Concentración! ¡Mañana en el Uruguay! ¡Unidad como en España! ¡En alto esa gloriosa bandera!".
Salvador es uno de los primeros uruguayos repatriados del campo de concentración de Gurs. Tal y como el mismo escribe en las páginas de "España Democrática":
"La vida en los campos de concentración es espantosa; terrible. Se vive allí en las peores condiciones de higiene y alimentación. Como bestias. Las enfermedades y sobre todo las enfermedades infecto contagiosas causan estragos a diario entre las masas de concentrados. […] Además de todas estas calamidades, los concentrados deben vivir privados en absoluto de libertad, llevando una vida carcelera, encerrados en especies de potreros en que dividen los campos, rodeados de alambrados de púas y con una superficie que oscila alrededor de los cuatrocientos metros cuadrados para cada mil quinientos hombres. […] Quedan en Gurs, todavía varias decenas de compatriotas uruguayos, que están pendientes de vuestra solidaridad y de las resoluciones que el gobierno de nuestro país, tome para facilitarles el retorno a nuestro suelo, como lo han hecho ya con sus súbditos varios gobiernos. Por ellos debéis preocuparos vosotros en primer término, ya que todos son esforzados luchadores de la causa antifascista".
De Montevideo se dirige a San Martín (provincia de Buenos Aries, Argentina). Allí trabaja como tejedor en el ramo textil. Por entonces Salvador tiene ya triple nacionalidad, y visita a sus familiares de Montevideo en diversas ocasiones hasta que a los 90 años fallece.
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