A pesar de la intoxicación masiva en contra del comunismo que sufren los rumanos, para los que la palabra comunismo es un tabú horrible, me encontré en Medias, Sibiu, a un comunista que se atreve a decir que lo es. Incluso me dijo que se le ponían los pelos de punta cuando escuchaba la internacional.
Seguro que hay muchos mas, ocultos y con miedo a decir lo que son, porque como diría Foucault, la dictadura no solo se sostiene sobre el poder de la represión policial o militar. Al contrario, este poder no tendría ninguna fuerza sino se alía con el poder de la hegemonía cultural, de la opinión publica, de la verdad obligada.
Ahora en Rumanía decir que eres comunista es una herejía. En la nueva verdad absoluta de que el bien es el consumo y la competitividad, pensar en alternativas es ser un dictador, es ser un retrogrado, es ser un antirumano.
Y sin embargo, los anos siguientes al comunismo fueron los peores que ha vivido Rumanía en su historia. Fueron los anos de pobreza que obligaron a miles de rumanos a emigrar fuera para poder vivir. Y Ceaucescu jamas tuvo tanta riqueza como los nuevos multimillonarios rumanos que, en muchos casos, también fueron comunistas. O mas bien amantes del poder, aunque les de igual que el color de su uniforme sea rojo o no
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