"¡Gloria a la Revolución
de Octubre que liberó a la mujer!" (Alexandra Kollontai)
Alexandra Kollontai dedicó su vida a la lucha por la toma del poder de la clase obrera y, por lo tanto, también por la liberación de la mujer trabajadora, encarnando
lo que definiría otra gran mujer socialista, Clara Zetkin, como el único camino para la liberación de la mujer: "solo la victoria de la clase obrera puede emancipar a las mujeres trabajadoras".
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Se olvida demasiadas veces que la revolución rusa comenzó un 8 de marzo, el Día
Internacional de la Mujer que había proclamado la II Internacional Socialista, con una
manifestación de las obreras en Petrogrado.
Kollontai sería elegida miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, apoyando a Lenin en su concepción de los soviets como organismos para el ejercicio del poder y en la necesidad de superar la revolución burguesa con la revolución proletaria. Ya antes de octubre de 1917 fue elegida miembro del
Comité Central del Partido y votaria sin duda alguna a favor de la insurrección y de la toma del Palacio de Invierno para construir así un Estado obrero.
Tras la toma del poder, Alexandra Kollontái fue elegida
Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública. Fue una de las que más trabajaron para conseguir los derechos y libertades de las mujeres, modificando aspectos de las leyes que hacían a la mujer una subordinada del hombre, le negaban derecho al voto y la hacían ganar menos salario y trabajar en peores condiciones
que los hombres.
La Revolución Sovietica consiguió poner las bases para igualdad
real entre hombres y mujeres, liberalizando las relaciones familiares y
las relaciones sexuales. Se aprobaría el divorcio y el derecho al aborto, y se otorgaba a las mujeres beneficios sociales en forma de salarios de maternidad, guarderías y hogares para los niños. Así mismo se desarrollaron campañas de información para dar a conocer a las mujeres sus nuevos derechos iguales a los del hombre.
En 1918 Kollontái fue una de las organizadoras del
Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras de toda Rusia. De este congreso nació el
Zhenotdel (Departamento de la Mujer),
un organismo dedicado a promover la participación de las mujeres en la
vida pública, y en proyectos sociales, y de manera muy especial la lucha
contra el analfabetismo. El
Zhenotdel tenía su propia revista llamada
Kommunistka
(Mujer Comunista) y Kollontái era parte de su Consejo editorial.
Kollontai se convertiría también en la primera mujer embajadora de la historia, siendo representante de la Union Soviética en Noruega, Suecia y México. También formó
parte de la delegación soviética en la Sociedad de Naciones.
Kollontai nos cuenta en el siguiente texto, "Mujeres combatientes en la Revolución de Octubre", la importancia de la lucha de la mujer en la toma del poder de la clase obrera, y como el triunfo de la Revolución hizo realidad la proclama de Clara Zetkin, liberando a los trabajadores de la explotación y liberando a la mujer trabajadora.
En 2013, casi un siglo después de la Revolución Bolchevique, muchos de los derechos alcanzados por los trabajadores y por las mujeres soviéticas hoy siguen siendo casi ciencia ficción en la mayor parte del mundo. Y es que, parafraseando a Lenin, la única forma de alcanzar la emancipación (social o sexual) es que cada obrera y cada obrero lleven un arma sobre el hombro.
!Viva la mujer trabajadora! !Viva la mujer que lucha!
MUJERES COMBATIENTES EN LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE c
por Alexandra Kollontai
"¿Quiénes
fueron las mujeres que participaron en la Gran Revolución de Octubre?
¿Fueron casos aislados? No; hubo multitudes de ellas: decenas, centenas
de miles de heroínas anónimas que marcharon –codo a codo– con los
obreros y campesinos, bajo la Bandera Roja y la consigna de los Soviets,
pasando sobre las ruinas de la teocracia zarista hacia un nuevo futuro…
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Milicia bolchevique |
Si uno mira hacia atrás, al pasado, uno puede verlas: masas de heroínas
anónimas que Octubre encontró viviendo en ciudades desfallecientes, en
aldeas empobrecidas saqueadas por la guerra… Una bufanda en la cabeza
(raras veces una pañoleta roja), un vestido gastado, un abrigo de
invierno remendado. Jóvenes y adultas, obreras y campesinas esposas de
soldados y amas de casa pobres de la ciudad. Muy raro, mucho más raro en
aquellos días: mujeres trabajadoras de oficina y profesionales,
educadas y cultas. Pero hubo también mujeres de la intellingentsia entre
las que llevaron la Bandera Roja a la victoria en Octubre – maestras,
empleadas de oficina, jóvenes estudiantes de las escuelas secundarias y
universidades, doctoras. Marchaban alegres, desprendidas y resueltas.
Iban a donde se les enviara. ¿Al frente? Se ponían una gorra de soldado y
se convertían en combatientes del Ejército Rojo. Si portaban el
brazalete rojo, entonces iban con prisa a las unidades de primeros
auxilios para ayudar al frente Rojo contra Kerensky en Gatchina.
Trabajaban también en las comunicaciones del ejército. Trabajaban
alegres, con la convicción de que algo trascendental estaba ocurriendo y
que todos éramos pequeños engranajes de una revolución única en su
clase.
En las aldeas, las campesinas (sus esposos habían sido enviados al
frente) tomaron la tierra de los terratenientes y sacaron a la
aristocracia de los nidos donde habían vivido durante siglos.
Cuando uno recuerda los eventos de Octubre, no ve rostros individuales
sino masas. Incontables masas, oleadas de humanidad. Dondequiera que se
mire se ve hombres -en reuniones, mítines, manifestaciones...
Todavía no están seguros de lo que quieren, por qué están luchando, pero
saben una cosa: no soportarán más la guerra. Tampoco quieren a los
terratenientes y a los ricos… En el año 1917, el gran océano humano se
levanta y se mueve, y en gran parte ese océano está formado por mujeres.
Algún día, la historia escribirá sobre las proezas de estas heroínas
anónimas de la revolución que murieron en el frente, que fueron
asesinadas por los Blancos y que soportaron las innumerables privaciones
de los primeros años de la revolución pero continuaron enarbolando la
Bandera Roja del poder soviético y el comunismo.
Es a estas heroínas anónimas que murieron por conquistar una nueva vida
para el pueblo trabajador durante la Gran Revolución de Octubre, ante
quienes la joven república ahora se inclina en reconocimiento, mientras
su juventud, alegre y entusiasta, emprende la construcción de la base
del socialismo
Sin embargo, de este mar de mujeres en bufandas y gorras desgastadas,
emergen inevitablemente las figuras de aquellas mujeres a quienes el
historiador dedicará una atención especial, cuando dentro de muchos años
escriba sobre la Gran Revolución de Octubre y su líder, Lenin.
La primera en emerger es la figura de la fiel compañera de Lenin, Nadezhda Konstantinovna Krupskaya,
en su vestido gris claro, esforzándose siempre en permanecer en segundo
plano. En las reuniones, ella se deslizaba inadvertidamente y se
ubicaba detrás de una columna; veía y escuchaba todo, observando todo lo
que pasaba para así poder hacerle un resumen completo a Vladimir Ilich,
añadiendo acertados comentarios propios y aportando alguna idea
razonable, apropiada y útil.
En aquellos días Nadezhda Konstantinovna no hablaba en las numerosas y
candentes reuniones en que la gente discutía sobre una gran cuestión:
¿Tomarán los soviets el poder o no?; pero trabajaba incansablemente como
la mano derecha de Vladimir Ilich, haciendo ocasionalmente comentarios
breves pero elocuentes en las reuniones partidarias. En los momentos de
mayor dificultad y peligro, cuando muchos camaradas más fuertes
perdieron el ánimo y sucumbieron ante la duda, Nadezhda Konstantinovna
permaneció siempre la misma, totalmente convencida de la justicia de la
causa y de la certeza de la victoria. Ella irradiaba una fe
inquebrantable; y esta fortaleza de espíritu, oculta detrás de una rara
modestia, siempre tenía un efecto alentador sobre quienes tenían
contacto con la compañera del gran líder de la Revolución de Octubre.
Otra figura emerge, de otra compañera fiel de Vladimir Ilich, compañera
de armas durante los años difíciles de la clandestinidad: la secretaria
del Comité Central del Partido, Yelena Dmitriyevna Stassova.
Culta, con una precisión sin igual, una excepcional capacidad de
trabajo, y una habilidad única para “descubrir” a la persona adecuada
para cada tarea. Su figura alta y escultural se vió por primera vez en
el Palacio Táurida, luego en la mansión Kshesinskaya y finalmente en el
Smolny. Con un cuaderno en sus manos, mientras alrededor sus compañeros
de la prensa del frente, obreros, guardias rojos, mujeres trabajadoras,
miembros del partido y de los soviets, buscan una respuesta u orden
rápida y clara..
Stassova tenía bajo su responsabilidad muchos asuntos importantes; pero
si un camarada necesitaba algo o tenía algún problema en aquellos días
tormentosos, ella siempre respondía con una respuesta breve,
aparentemente cortante, pero haciendo todo lo que podía. Estaba
sobrecargada de trabajo y siempre en su puesto. Siempre en su puesto
pero sin pretender pasar a la primera fila, a la notoriedad. No le
gustaba ser el centro de atención. No se preocupaba por ella misma sino
por la causa.
Por la noble y querida causa del comunismo, por la que Yelena Stassova
sufrió exilio y prisión en las cárceles zaristas que la dejaron con la
salud quebrantada… En nombre de la causa, era firme, dura como el acero.
Pero ante los sufrimientos de los camaradas, demostraba una
sensibilidad y una capacidad de respuesta que sólo se puede encontrar en
una mujer de corazón noble y cálido.
Klavdia Nikolayeva era una mujer de origen muy humilde.
Se unió a los bolcheviques en 1908, en los años de reacción, y soportó
el exilio y la prisión… En 1917, regresó a Leningrado y se convirtió en
el alma de la primera revista para mujeres trabajadoras, Kommunistka.
Era aún joven, llena de pasión e impaciencia. Pero sostuvo la bandera
con firmeza, y defendió enérgicamente la idea de que las obreras, las
campesinas y las esposas de soldados debían ser atraídas al partido. ¡A
trabajar mujeres! ¡Por la defensa de los soviets y el comunismo!
En las reuniones, ella hablaba todavía nerviosa e insegura pero
atrayendo a otros a que la siguieran. Fue una de las que llevó sobre sus
hombros todas las dificultades relativas a la preparación del camino
para la amplia y masiva participación de las mujeres en la revolución;
una de las que luchó en dos frentes: por los soviets y el comunismo, y
al mismo tiempo por la emancipación de la mujer. Los nombres de Klavdia
Nikolayeva y Konkordia Samoilova –que murió en su
puesto revolucionario (de cólera) en 1921– están indisolublemente
ligados con los primeros y más difíciles pasos dados por el movimiento
de mujeres trabajadoras, particularmente en Leningrado. Konkordia
Samoilova fue una militante con un desprendimiento sin igual, una
oradora brillante y experimentada que sabía cómo ganarse el corazón de
las obreras. Aquellos que trabajaron a su lado, recordarán siempre a
Konkordia Samoilova. Era simple en su trato, sencilla en el vestir,
exigente en la ejecución de las decisiones, y estricta consigo misma y
con los demás.
Especialmente notable es la figura dulce y encantadora de Inessa Armand,
quien realizó un importante trabajo partidario en la preparación de la
Revolución de Octubre, y contribuyó con muchas ideas creativas para el
trabajo entre las mujeres. Con toda su femineidad y delicadeza, Inessa
Armand era firme en sus convicciones y capaz de defender lo que creía
correcto, incluso cuando se enfrentaba con adversarios temibles. Después
de la revolución, Inessa Armand se dedicó a organizar el movimiento
amplio de mujeres trabajadoras, y la Conferencia de delegadas
es creación suya.
Enorme fue el trabajo realizado por Varvara Nikolayevna Yakovleva,
en Moscú, durante los difíciles y decisivos días de la Revolución de
Octubre. En la batalla de barricadas, demostró una resolución digna de
un líder central del partido… Muchos camaradas dijeron que su resolución
y su inquebrantable coraje dieron fuerzas a los vacilantes e inspiraron
a aquellos que habían perdido el ánimo. “¡Adelante! ¡A la victoria”.
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La mujer en primera linea de la revolución |
Cuando uno recuerda a las mujeres que participaron en la Gran Revolución
de Octubre, más y más nombres y rostros se vienen a la memoria, como
por arte de magia. ¿Podríamos dejar de honrar hoy la memoria de Vera Slutskaya,
que trabajó generosamente en la preparación de la revolución y fue
asesinada por los cosacos en el primer frente rojo, cerca de Petrogrado?
¿Podríamos olvidar a Yevgenia Bosh, con su temperamento apasionado, siempre lista para la batalla? Ella también murió en su puesto revolucionario.
¿Podríamos dejar de mencionar aquí dos nombres estrechamente ligados a
la vida y la actividad de V.I. Lenin: sus dos hermanas y camaradas de
armas, Anna Ilyinichna Yelizarova y Maria Ilyinichna Ulyanova?
...¿Y la camarada Varya, de los talleres de ferrocarriles de Moscú,
siempre vivaz y con prisa? ¿Y Fyodorova, la obrera textil de Leningrado,
con su rostro agradable y sonriente, y su valentía a la hora de luchar
en las barricadas?
Es imposible mencionarlas a todas, y ¡cuántas quedan en el anonimato!
Las heroínas de la Revolución de Octubre fueron todo un ejército, y
aunque sus nombres se olviden, su entrega vive en la victoria misma de
esa revolución, en todas las conquistas y logros que ahora disfrutan las
mujeres trabajadoras de la Unión Soviética.
Es un hecho claro e indiscutible que sin la participación de las mujeres
la Revolución de Octubre no hubiera llevado la Bandera Roja a la
victoria. ¡Gloria a las mujeres trabajadoras que marcharon bajo la
Bandera Roja durante la Revolución de Octubre! ¡Gloria a la Revolución
de Octubre que liberó a la mujer"!"
Texto de: http://revolucionbolchevique.blogspot.ro/