La casta criminal, gran parte de los líderes políticos, títeres de las mafias multinacionales, se han hecho un selfie en París.
Con motivo del atentado contra los periodistas de la Revista Charlie Hebdo, sus principales responsables, aquellos que por activa o por complicidad pasiva apoyan las guerras de rapiña occidentales, arman a grupos mercenarios para derrocar gobiernos díscolos y, para ello, para enriquecer a los grandes corporaciones económicas y a sus propietarios, y de paso enriquecerse ellos mismos, provocan matanzas, saqueos, golpes de estado, guerras y, por supuesto, miseria en todo el mundo, han acudido a París.
Todos estos delincuentes peligrosos, para la humanidad entera, han acudido a la multitudinaria manifestación celebrada en el centro de la capital de Francia y en la que han participado un millón de ciudadanos, trabajadores igualmente víctimas de las políticas salvajes aprobadas por ellos.
En los medios de comunicación (propaganda), al servicio de los mismos viles y tintineantes intereses, se ha dicho que esta casta ha encabezado la marcha contra el "terrorismo", aunque en realidad esta gentuza nunca se mezcla con sus ciudadanos, con la plebe, con la clase obrera, sino que solamente se dedica a perpetuar el régimen de explotación que permite que una minoria, entre la que se encuentran, viva a costa de su trabajo o de su miseria, depende del caso.
Lo que en realidad ha sucedido es que, después de que la policia aislara convenientemente el entorno de incómodos ciudadanos, la casta criminal se ha hecho un selfie para después, tranquilamente, olvidarse de las víctimas, (que en realidad les importan un bledo, incluso las del reciente atentado contra la revista Charlie Hebdo), y seguir planeando el asesinato de otras nuevas, en general, como siempre, en paises lejanos, ricos en recursos naturales; así que, tras la mediática foto, cada uno se ha marchado por donde ha venido para continuar con su rutina de extender la barbarie sobre la que se cimientan los privilegios de los verdaderos terroristas, genocidas sanguinarios incapaces de sentir remordimiento alguno por los litros de sangre, lágrimas y sudor que provocan para seguir aumentando sus beneficios a costa de los mártires de sus desmanes, tanto en paises lejanos que saquean como en los propios paises que estos mezquinos granujas gobiernan.
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