El embajador de Estados Unidos en Bucarest, Hans G. Klemm, ha demostrado de nuevo, y sin ningún disimulo que, por otro lado, no necesita tener en una colonia, quien manda en él país. Tras los caida del gobierno y la crisis institucional provocada en Rumania, tras la muerte de ya casi 40 personas como consecuencia de la discoteca Colectiv, que ha causado una ola de manifestaciones en protesta por la corrupción de la clase política, Klemm ha aparecido como protagonista en los dos movimientos politicos producidos hasta ahora: la dimisión de Victor Ponta y el nombramiento del nuevo primer ministro interino, Sorin Campeanu.
El todopoderoso embajador, que actua como un virrey, gobernador en la sombra del pais sometido a los intereses de Washington, se reunió con el presidente del país, Klaus Iohannis, cuando este estaba a punto de iniciar la ronda de consulta con los grupos parlamentarios para nombrar a un nuevo primer ministro interino tras la dimisión del socialdemócrata Ponta. Está más que claro que el sorprendente nombramiento de Campeanu tiene una evidente marca Kemm.
Después, la primera visita que recibió el nuevo primer ministro, Campeanu, fue la del activo embajador yankee, que, ejerciendo sus funciones de gobernador, fue sin duda a dejarle claro al nuevo premier cuales son las órdenes que ha de cumplir.
Lógicamente, como han hecho todos los imperios para mantener la ilusión de sus conquistados de que no se trata de una invasión ni de un sometimiento sino de una colaboración de beneficio mutuo, Klemm ha afirmado que "la relación USA-Rumania se debe nuestros valores democráticos comunes, nuestro compromiso por la seguridad colectiva de nuestros ciudadanos y para asegurar la prosperidad común de ambos paises".
Pero, ¿de qué prosperidad habla en un pais, Rumania, donde más de la mitad de los trabajadores tienen que mal vivir con apenas poco más de 200 euros al mes? Probablemente, algo parecido a lo que el virrey Klemm ha declarado decían también habitualmente los conquistadores españoles a los pueblos americanos, los británicos a los ceilandeses y chinos o los rusos a los franceses a los argelinos, aunque en el fondo todos despreciaban totalmente a los pueblos sometidos y solo velaban, como Klemm, no por los intereses de su propio pueblo, puesto que los capitalistas desprecian tanto a más a su propio pueblo que a los demás, sino los miembros de su clase, los de su calaña, y los de sus empresas multinacionales.
Probablemente, Estados Unidos no quiere nuevos problemas, a añadir a la larga serie que le están apareciendo en su hasta hace poco omnipotente imperio, en uno de sus más fieles vasallos, Rumania, y quiere evitar como sea que las protestas acaben convirtiéndose en verdaderos movimientos ciudadanos que terminen exigiendo cosas "inadmisibles" como menos gasto militar, acabar con la constante injerencia norteamericana, dejar de ser obediente primera linea en la politica de agresion contra Rusia por parte de la OTAN o, todavia peor, empezar a reconstruir la industria productiva que se ha destruido durante los últimos 25 años y dejar de ser un mercado abierto y sin competencia para las mercancias producidas por las multinacionales de las grandes potencias económicas.
1 comentario:
escrito de Rakovsky:
https://www.marxists.org/espanol/rakovski/1915/socialismo-y-guerra.pdf
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