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Cartel de los anticomunistas rusos de los años 30: San Jorge, con la bandera tricolor, acabando con el dragón rojo |
Desde el metódico y reiterado ocultamiento del Mausoleo Lenin tras las banderas zaristas, las actuales de la Federación Rusa, hasta la unión de símbolos como el de San Jorge a las estrellas o banderas rojas (¿qué coño pinta San Jorge, que si que lucía durante la SGM en las solapas de los que lucharon contra la URSS?), las políticas anticomunistas del departamento de marketing del Kremlin se van implantando poco a poco, intentando, ya que no pueden hacer olvidar los triunfos pasados de la clase trabajadora soviética sobre los que han usurpado de nuevo el poder, la oligarquía capitalista, al menos desvirtuarlas.
Y tienen tanto éxito que incluso calan en gran parte del perdido y despistado Movimiento Comunista Mundial, no obstante lleno también de personajes que deberían militar más en asociaciones o milicias de tipo fascista o en partidos de su versión democrática, la socialdemocracia, que en movimientos revolucionarios en los que la primera contradicción, como ya explicaran Marx y Engels, es la que enfrente a la minoría explotadora con la mayoría explotada (Lenin dixit, "!Convirtamos toda guerra imperialista en Guerra Civil!").
Por todo lo anterior, se entiende a la perfección la adoración como a un semidiós que algunos fingidos comunistas sienten hacia el imperialista Putin, pues en realidad no esperan más que, debido a su mentalidad burguesa, la llegada de un salvador frente al mal (en sentido puramente religioso). Por cierto que el imperialismo es un sistema económico, no un capricho de un dirigente o de un gobierno, como ya demostrara Lenin hace precisamente 100 años en su, y hasta el título es obvio, "El imperialismo, fase superior del capitalismo", aunque algunos, empapados de la mentalidad hollywoodiense, sigan pensando que hay potencias capitalistas buenas y potencias capitalistas malas. En realidad, de perogrullo, no hay "capitalismo bueno" o "capitalismo malo", por mucho que los anticomunistas y sus escribanos intenten despistar a los trabajadores haciéndoles tragar esa quimera con el fin de que el objetivo deje de ser el de acabar con toda explotación (!y es que tienen tanto miedo a perder sus privilegios!).
Por todo lo anterior, se entiende a la perfección la adoración como a un semidiós que algunos fingidos comunistas sienten hacia el imperialista Putin, pues en realidad no esperan más que, debido a su mentalidad burguesa, la llegada de un salvador frente al mal (en sentido puramente religioso). Por cierto que el imperialismo es un sistema económico, no un capricho de un dirigente o de un gobierno, como ya demostrara Lenin hace precisamente 100 años en su, y hasta el título es obvio, "El imperialismo, fase superior del capitalismo", aunque algunos, empapados de la mentalidad hollywoodiense, sigan pensando que hay potencias capitalistas buenas y potencias capitalistas malas. En realidad, de perogrullo, no hay "capitalismo bueno" o "capitalismo malo", por mucho que los anticomunistas y sus escribanos intenten despistar a los trabajadores haciéndoles tragar esa quimera con el fin de que el objetivo deje de ser el de acabar con toda explotación (!y es que tienen tanto miedo a perder sus privilegios!).
"... no podemos pasar por alto al hablar de banderas, que la actual bandera de la Federación de Rusia, fue también una de esas banderas que se arrojaron en el primer desfile de la Victoria ante el Mausoleo Lenin, por ser la bandera bajo la que combatieron los integrantes del Ejército de Liberación Ruso (“ROA” por sus siglas en ruso) comandados por el general Vlasov. Y aunque deberíamos de estar ya acostumbrados después de 25 años que lleva ondeando en el Kremlin, el que sea precisamente esa bandera de los colaboracionistas de los nazis, la que abra el desfile de la Victoria sobre esos mismos nazis, por mucho que esté sonando de fondo la gloriosa “Svyaschennaya Voiná”, no deja de chirriar".
Se trata, pues, de un excelente análisis del lenguaje simbólico que usa la oligarquía rusa para reescribir la historia, intentando evitar que a los trabajadores rusos, hoy sometidos al poder de la minoría capitalista, se les ocurra repetirla (el artículo está tomado del blog camarada El Socialismo es la Solución).
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La semiótica de la traición en las celebraciones de la Victoria sobre el fascismo
Iñigo Aguirre
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Cada año en abril se desata el debate en los medios, en tertulias políticas de la tele y la radio algunos politólogos ingenuos piensan de verdad que este año sí que sí, veremos de nuevo al Mausoleo Lenin presidir el desfile. Pero lo que hemos visto este año, en el centenario de la Revolución de Octubre, lo que vimos el 20 de abril (natalicio de Hitler, casualmente) fue como un grupo de parlamentarios del Partido de Zhirinovski, PLDR y de Rusia Unida, presentaba una iniciativa legislativa que permitiese desmantelarlo y “enterrar” a Lenin. ¡Qué miedo le tienen!
Pero vale la pena recordar que hace 10 años, en el 2007, se votó en la Duma una propuesta para eliminar de la bandera de la Victoria la hoz y el martillo y que 331 diputados de 450, prácticamente todo el grupo parlamentario del partido gobernante “Rusia Unida” y su prolongación malota de los chicos del PLDR, votaron a favor. Hay que reconocer que entonces fue el presidente Putin el que salvó la bandera e impidió al no ratificar con su firma esa ley aprobada, que se profanase un símbolo tan sagrado. En estos años es cierto que se ha popularizado su uso y la podemos ver incluso en tamaño gigantesco. De hecho cada 9 de mayo es bandera oficial del Estado y ondea en edificios públicos y esquinas de muchas calles. Pero eso no significa que se hayan olvidado del objetivo inicial de “decomunistizar” los símbolos de la Victoria.
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El General anticomunista Vlasov |
Tampoco nos olvidamos de cómo han “vaciado” la estrella roja como símbolo del ejército, empezando por el Ejército de Tierra. Al principio la estrella también llevaba el azul, pero alguien debió pensar que recordaba demasiado a la del Capitán América y la cosa se quedó en una estrella blanca con el contorno rojo. La podemos ver también como logo de la cadena televisiva del Ejército “Zvezdá”.
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Otro ejemplo ridículo de ese miedo a las hoces y martillos, se pudo constatar en el concierto que se organizó en la Palacio de Congresos del Kremlin el 5 de mayo. Cuando en la pantalla del escenario apareció la famosa imagen de la toma del Reichstag, el photoshop se había encargado de difuminar hasta borrar la hoz y el martillo…
Otro de los símbolos que han introducido en los últimos años para ir suplantando paulatinamente a los soviéticos es la tan popular ya “Cinta de San Jorge”. La llaman de San Jorge (“Gueórguievskaya”) porque era la que acompañaba a la cruz de San Jorge, principal condecoración militar en la época zarista. Y si bien es cierto que esos mismos colores de esa cinta, el naranja y negro, fueron luego utilizados en el ejército soviético para acompañar la “Orden de la Gloria” y la medalla “por la Victoria sobre Alemania”, esa cinta no debería ya llamarse “gueórguievskaya”, puesto que no acompaña la cruz de San Jorge.
Esos colores lucían en el pecho de todos los combatientes que sobrevivieron y fueron como 15 millones de personas los que recibieron la medalla “por la Victoria sobre Alemania”. Pero también lucían en el uniforme del atamán cosaco y colaboracionista con los nazis Krasnov, puesto que él sí portaba la cruz de “San Jorge”. Pero qué podemos esperar si esa misma bandera de los cosacos que enarbolaba Krasnov es ahora también la bandera oficial del Oblast de Rostov.
Es cierto que el naranja y negro se utilizó desde un primer momento, al acabar la guerra, en multitud de carteles soviéticos que conmemoraban en años sucesivos la Victoria sobre el fascismo. Pero esa utilización masiva que se ha impuesto en estos últimos años no es ninguna tradición soviética. Ni los veteranos ni sus familiares han llevado nunca en la solapa la cinta “gueórguievskaya”, hasta que alguien en el Kremlin decidió que debía ser así. Además no podemos olvidar que fueron los colores elegidos para identificar el alzamiento antifascista del Donbás, como reacción al golpe de Estado en Ucrania. Miles de milicianos han muerto con esa cinta en sus uniformes como elemento distintivo. Los ucranianos fascistoides llaman ahora a los rusos, entre otras muchas lindezas, “kolorady”, en alusión a un escarabajo cuyo caparazón tiene esos colores naranja y negro.
Ese sentimiento generalizado entre los rusos de repulsa al golpe fascista en Ucrania, ha servido para introducir el uso masivo de esos colores en los carteles y banderas que adornan ahora las calles durante las fiestas de mayo en conmemoración de la Victoria. Vemos como poco a poco, año a año, las ciudades en estos días se van “anaranjando” y “desrojizando”.
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Hemos visto estos años atrás como cientos de miles de personas marchaban detrás de pancartas donde podía leerse “regimiento inmortal” con la orden de la “Gran Guerra Patria” con su hoz y martillo, o directamente la estrella roja con la hoz y el martillo adornando esas pancartas. Pues bien, parece que el que tanta gente marche detrás de pancartas rojas con hoces y martillos y encima portando la bandera de la Victoria no debe hacer demasiada gracia a determinados inquilinos del Kremlin.
Algo había que hacer. Este año la novedad ha sido que esos “regimientos inmortales” han empezado a sustituir la orden de la “Gran Guerra Patria” por otra en la que aparece “San Jorge” dentro de la estrella roja.
Ya me dirán ustedes qué relación guarda San Jorge con la Victoria de la Unión Soviética sobre el fascismo. Donde sí podía verse a San Jorge como símbolo utilizado en la Gran Guerra Patria, era en el centro de la cruz del emblema de la “SS Sturmbrigade RONA”.
Pero además también han diseñado otro logo en el que aparecen unas grullas atravesando la estrella roja. La explicación es que el poema “Zhuravlí” (Las grullas) de Rasul Gamzátov pone letra a una famosa canción soviética que recuerda a los caídos. Esas pancartas blancas con las grullas se han podido ver sobre todo abriendo los “regimientos inmortales” que han marchado en numerosas ciudades del mundo.
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Así pues, vemos como un símbolo totalmente ajeno y desconocido para el público hace un mes, se convierte por obra y gracia del departamento de márketing anticomunista del Kremlin, en símbolo de la Victoria sobre el fascismo y tiene tiempo de abrir también el desfile en Donetsk e incluso de llegar a la Estación Espacial Internacional.
Se os ve mucho el plumero, señores oligarcas.
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