El señor Lazarescu es un anciano viudo que vive solo en un apartamento de Bucarest con sus tres gatos. Una noche, el hombre comienza a sentirse mal y sus vecinos llaman a la ambulancia. A partir de este momento comenzará un largo periplo de un hospital a otro con el fin de que alguien lo atienda.
En el transcurso de unas cuantas horas la película que hemos subido a MOSCOFILMS y que podéis ver a continuación relata el viaje hacia ninguna parte de un personaje kafkiano, el Sr. Lazarescu, que padece las últimas horas de su existencia saltando de hospital en hospital en una prolongada e innecesaria agonía, con el único amparo de la enfermera y buena samaritana que se niega a abandonarle a su suerte.
Este sencillo argumento le sirve a Cristi Puiu, el director, para criticar el grado de deshumanización de una sociedad que antepone el interés personal y el egoísmo a los valores colectivos, y que tiene en el sistema sanitario, en lo que debería ser un derecho universal, gratuito y de calidad, enfocado al beneficio del ser humano), una de sus peores caras (la de una sanidad convertida en un negocio o en un caos lleno de insensibilidad, burocracia, desprecio e incomprensión, como un espejo de una sociedad insolidaria capitalista…). Es cierto que Lazarescu quizá no sea el paciente ideal, porque es alcohólico, mayor y sin arraigo social, aunque también lo es que esa situación ha sido cada vez mas común en una Rumanía que, después del golpe de estado que reistauró el capitalismo en 1989, se convirtió en un indescriptible desastre social, en el que especialmente los pensionistas y los niños se llevaron las peores consecuencias.
En el transcurso de unas cuantas horas la película que hemos subido a MOSCOFILMS y que podéis ver a continuación relata el viaje hacia ninguna parte de un personaje kafkiano, el Sr. Lazarescu, que padece las últimas horas de su existencia saltando de hospital en hospital en una prolongada e innecesaria agonía, con el único amparo de la enfermera y buena samaritana que se niega a abandonarle a su suerte.
Este sencillo argumento le sirve a Cristi Puiu, el director, para criticar el grado de deshumanización de una sociedad que antepone el interés personal y el egoísmo a los valores colectivos, y que tiene en el sistema sanitario, en lo que debería ser un derecho universal, gratuito y de calidad, enfocado al beneficio del ser humano), una de sus peores caras (la de una sanidad convertida en un negocio o en un caos lleno de insensibilidad, burocracia, desprecio e incomprensión, como un espejo de una sociedad insolidaria capitalista…). Es cierto que Lazarescu quizá no sea el paciente ideal, porque es alcohólico, mayor y sin arraigo social, aunque también lo es que esa situación ha sido cada vez mas común en una Rumanía que, después del golpe de estado que reistauró el capitalismo en 1989, se convirtió en un indescriptible desastre social, en el que especialmente los pensionistas y los niños se llevaron las peores consecuencias.
Por supuesto que la tragedia de Lazarescu es también el reflejo de una realidad social común y universal. Porque en realidad todo lo que ocurre en el Bucarest de la Rumania que comienza a despertar de la estafa del paraíso prometido capitalista, podría suceder, sobre todo en estos tiempos de grandes recortes de gasto público y de austeridad en lo que se refiere a los derechos sociales, perfectamente en un hospital de Barcelona, Madrid, México D.F., Los Ángeles o Nueva York. Es, en esencia, un rasgo de los sistemas sanitarios públicos en un régimen capitalista.
Lazarescu se presenta en la historia como un Dante moderno (incluso se llama así, Dante Remus Lazarescu). Su viaje a los infiernos es, en realidad, un viaje a la barbarie, a la que los rumanos en 2005, el año en el que se rodó la película, ya llevaban acostumbrándose mas de una década.
Aunque lejos de la intención del director, que, quiera o no, tiene que parecer anticomunista si quiere medrar en el mundo cultural rumano actual (de hecho, la propaganda cultural del régimen suele echar la culpa de la situación descrita en el film al comunismo derrocado, obviando, en una desvergonzada manipulación que parece tomar por tontos a los trabajadores rumanos, que en la época comunista la sanidad, la educación, la cultura, el deporte, el ocio, incluso el trabajo, eran, además de públicos, un derecho universal de los trabajadores y una obligación para el estado), la película muestra la eterna actualidad del dilema presentado ya hace más de un siglo por Rosa Luxemburgo, y al que irremediablemente acaba enfrentándose la clase trabajadora: o Socialismo o barbarie capitalista.
La película está doblada al castellano, y se puede ver en MOSCOFILMS o en esta misma entrada, a continuación:
Lazarescu se presenta en la historia como un Dante moderno (incluso se llama así, Dante Remus Lazarescu). Su viaje a los infiernos es, en realidad, un viaje a la barbarie, a la que los rumanos en 2005, el año en el que se rodó la película, ya llevaban acostumbrándose mas de una década.
Aunque lejos de la intención del director, que, quiera o no, tiene que parecer anticomunista si quiere medrar en el mundo cultural rumano actual (de hecho, la propaganda cultural del régimen suele echar la culpa de la situación descrita en el film al comunismo derrocado, obviando, en una desvergonzada manipulación que parece tomar por tontos a los trabajadores rumanos, que en la época comunista la sanidad, la educación, la cultura, el deporte, el ocio, incluso el trabajo, eran, además de públicos, un derecho universal de los trabajadores y una obligación para el estado), la película muestra la eterna actualidad del dilema presentado ya hace más de un siglo por Rosa Luxemburgo, y al que irremediablemente acaba enfrentándose la clase trabajadora: o Socialismo o barbarie capitalista.
La película está doblada al castellano, y se puede ver en MOSCOFILMS o en esta misma entrada, a continuación:
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