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Dejaron pasar un tiempo esperando que se calmara la situación, antes de decidirse a recuperar el queso. Pasaron las semanas, hasta que un campesino volvió a ver el queso, esperando encontrarlo podrido y no comestible. Para su sorpresa, no había rastro de putrefacción, al contrario el queso lucia como nuevo, con una corteza brillante de color rojo-naranja. Al probarlo pensando que estaría malo, por el fuerte olor que desprendía, el queso tenia muy buen gusto.
Después de que estas fechorías llegaran a los oídos del propietario, este se aprovechó del descubrimiento y decidio guardar su queso en estas cuevas, para aumentar su precio, lo que no evito que castigara a los culpables del robo. Así nació el queso Năsal, con el que el propietario agasajaba a sus huéspedes con este queso de increíble sabor único, ademas de venderlo a un precio cada vez mayor.
La cueva tenia sólo 20 metros de largo y permitia la entrada de un único hombre a la vez, el terreno estaba mojado todo el tiempo. En 1954, ya en época de la Republica Popular Rumana, se incio la producción industrial (que no capitalista) en una pequeña cabaña en la entrada de la cueva. Luego, en 1971, la cueva fue ampliada, se echó hormigón en el suelo y se introdujo la corriente eléctrica. La cueva no tenía ninguna necesidad de estabilizar la temperatura o el tratamiento químico, dado que a lo largo de los años, existe una temperatura constante de 14 grados Celsius.
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Recientemente la empresa que se hizo con la cueva y tiene la patente de la producción, Napolac, anuncio que va a dar puerta al negocio, cerrando la cueva de Taga. Los motivos del cierre son poco claros, aunque esta claro que el beneficio no sacia las ambiciones de los empresarios, ademas de que los pedidos, debido al alto precio del producto, han ido disminuyendo con la crisis. Aproximadamente 15 personas trabajaban en Taga en la fabricación del famoso queso Nasal, y en breve pasaran a engrosar las listas del paro.
Es lo que suele pasar cuando un producto tradicional pasa a manos de una gran empresa: se reduce la calidad, que no el precio y, si no llena los bolsillos de los grandes propietarios, acaba siendo abandonado por los inversores, aunque se trate de un producto único y tradicional de Transilvania, insustituible.
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