Las fábricas de confección textil que sirven a las grandes marcas internacionales en Rumanía pagan 130 euros al mes a sus trabajadores, que se dan con un canto en los dientes si reciben su salario a tiempo. En el total de ingresos se incluyen los bonos de comida y otros extras. Es decir, su salario real es un poco mas bajo todavía.
Algunos datos más concretos: los trabajadores rumanos que trabajan para Hugo Boss o Zara ganan el salario mínimo legal, 133 euros brutos, teniendo que hacer horas extras y recibir algunas primas para alcanzar esa cifra. Esto significa, no hace falta ser muy ducho en matemáticas para entenderlo, que el salario neto real es bastante inferior que el legal, tal y como reconoce Carole Crabbe, secretario general de la Asociación de Trabajadores de la Industria ligera (aunque a los gobernantes actuales, al servicio de las grandes corporaciones capitalistas, les importa bastante poco, por supuesto).
Además, los rumanos son los trabajadores que más horas trabajan de entre los europeos. Las estadísticas muestran que están 450 horas más en su puesto de trabajo que los franceses, que son los que menos horas trabajan.
En definitiva, las fábricas de confección que trabajan para las multinacionales del sector no traen apenas beneficio a los trabajadores de Rumanía. El horario de trabajo es intenso pero los salarios ridículos. Por eso, Rumanía es uno de los paises preferidos por las grandes marcas de ropa, por su mano de obra extremadamente barata y su alta preparación. Un vestido o unos pantalones que se elaboran con un coste de unos 4-5 euros en algún lugar de Rumanía se vende en las grandes tiendas de occidente diez veces más caro; y lo que es peor: como sucede en todas las economías coloniales, llega a las estanterías comerciales de Rumanía más caro que en ningún otro lugar de Europa.
Es cierto que marcas como las del grupo Inditex, H&M, Dolce&Gabbana, Tommy Hilfiger, etc... explotan todavía más salvajemente a trabajadores, muchos de ellos en edad infantil, en paises como India, Bangladesh, Pakistan o Marruecos, donde mantienen a su mano de obra en una situación cercana a la esclavitud. Pero no hace falta irse tan lejos para comprobar como los psicópatas que dirigen las grandes corporaciones económicas capitalistas, en este caso las textiles, pero se podría aplicar a cualquier sector, no tienen preferencias de nacionalidad, religión, raza o sexo para enriquecerse a cualquier precio a costa de la clase obrera.
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