martes, 2 de septiembre de 2014

Los imperialismos se pelean por el control del fracking en Rumania

Han sido muy conocidas las protestas de los campesinos de la localidad de Pungesti, en el este de Rumania, contra el inicio de las contaminante explotaciones de gas de esquisto por la multinacional norteamericana Chevron. 
Rumania y sus futuras explotaciones de fracking ya concesionadas por el gobierno a multinacionales extranjeras.

Mientras tanto, el gobierno rumano ha seguido otorgando concesiones a otras multinacionales que se frotan, como la norteamericana, las manos con los jugosos beneficios de los recursos energéticos de los rumanos, entre ellos los que para su extrancción necesitan del método conocido como fracking, que consiste en inyectar una mezcla de difentenes productos químicos en el subsuelo para hacer estallar la roca y que se produzca el gas. Por supuesto, que todas estas sustancias acaben infiltrándose en el sistema de agua subterranea importa poco a los norteamericanos de Chevron y a los demás competidores, entre los que, principalmente, esta la empresa rusa Gazprom.

Es lo que tienen los imperialismos, económicos o militares, siempre pendientes en aumentar los beneficios de sus propias empresas sin importarles un bledo las consecuencias en los paises explotados. Así, Chevron (norteamericana), Gazprom (rusa),  KazMunaiGaz (Kazajistan), propietaria actual de la antigua compañía nacional rumana Rompetrol, y las empresas, respectivamente austriaca y húngara, OMV y Mol, se están repartiendo el pastel del tan a la moda gas de esquisto del subsuelo de Rumania, sin ningún escrúpulo y a pesar de las protestas de los campesinos rumanos, que ven como el agua con la que riegan, de la que beben y de la que la fértil tierra rumana depende, va a pasar en breve a ser un recuerdo del pasado (como sucedió tras la reinstauración del capitalismo en 1990 con prácticamente toda la industria).

Al fin y al cabo, ¿desde cuándo interesan a las multinacionales y a los imperialismos que las sostienen la opinión de los pueblos a los que parasitan, indiferentemente de si el capital es ruso, norteamericano, español o chino?


Lamentablemente, las maniobras producto de la pelea por el control de los recursos que mantienen los diferentes imperialismos económicos en Rumanía se dan en otras partes del mundo de forma mucho más violenta (en realidad, un país no es imperialista solo cuando invade o ataca militarmente a otro, sino también cuando intenta controlar sus recursos y riquezas mediante inversiones e imposiciones económicas para su propio beneficio: es más, detrás de toda intervención militar hay, siempre, urgentes razones económicas).

Es el caso de Ucrania, en concreto en la región del Donbass, donde mientras los milicianos antifascistas locales se enfrentan al gobierno impuesto por Washington y Bruselas precisamente para que los golpistas dejen campo libre a la explotación del gas de esquisto y otros hidrocarburos en aquel territorio a las multinacionales de la U.E. y EE.UU., el imperialismo ruso sigue moviendo sus fichas para, y solo para eso, que sean finalmente sus multinacionales las que puedan saquear a los trabajadores y habitantes de la zona (como hacen, por cierto, en la propia Federación Rusa, donde en estos últimos 25 años todos los logros y riquezas alcanzados por la clase trabajadora y el socialismo soviético han pasado a estar bajo control de oligarcas y mafiosos capitalistas, mientras obreros y campesinos sienten con cada vez más fuerza sobre sus cabezas el peso de la bota de la minoria parasitaria -exactamente igual que sucede en EE.UU).

En Ucrania, como en Rumania, la gran pelea se está dando, con el estorbo de los antifascistas ucranianos a los que les ha dado por luchar por un mundo socialista y sin multinacionales capitalistas y que se han convertido en una molesta piedra en el camino, entre Chevron, Gazprom y corporaciones similares. El beneficio en juego es tan grande que en ningún caso las matanzas provocadas por la ambición de los grandes criminales capitalistas será motivo para cambiar de planes. A lo largo de la historia, nunca lo fue.

Tampoco, ni mucho menos, ni Rusia ni EE.UU y sus vasallos, permitirán que en la región de Novorrusia se instaure un sistema socialista en el cual las multinacionales no tengan cabida y toda la riqueza sea producida por sus trabajadores y por las empresas socializadas. A pesar de las falsas esperanzas mesiánicas y antimarxistas (cuyo análisis tiene que estar basado siempre en el régimen de propiedad, como ya deja claro Marx desde aquel manifiesto fundacional del comunismo), y que han prendido entre gran parte de la izquierda y de los partidos comunistas del mundo, que ven en Putin a una especie de libertador y en su política un intento de reconstruir la Unión Soviética, el futuro de un Donbass socialista y soberano pasa por tener como enemigos a todos los imperialismos capitalistas: tanto el europeo y norteamericano como el ruso o el chino,  y en no olividar que el principal objetivo es acabar con el sistema de explotación de trabajadores y recursos que tanto Obama, como Merkel como Putin representan, ya sea en Rumanía (un estado sometido a la salvaje injerencia imperialista durante los últimos 25 años y algo más), ya sea en Ucrania, donde la resistencia de los milicianos antifascistas ha provocado que el gobierno impuesto por uno de los imperialismos en liza utilice toda su fuerza militar para asegurar las explotaciones deseadas a las multinacionales que le sostienen y financian.

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