Se puede acceder a las partes anteriores en los siguientes enlaces:
LA SANGRE FRÍA DE CRISTEA Y ARBOUSSET
El 24 de julio, cuando los fascistas iniciaron la
contraofensiva, el regimiento rumano de artillería contribuyó a rechazar los
ataques lanzados por el enemigo en la línea Quijorna-Brunete y, más tarde, a
estabilizar el frente republicano.
En el transcurso de estas acciones, los artilleros
del regimiento rumano se vieron en muchas
ocasiones en situaciones sumamente
difíciles.
Artilleros rumanos en el Frente del Jarama. En el centro, Nicolae Cristea |
…Fue el primer día de la contraofensiva fascista. Las
baterías habían entablado un feroz duelo de artillería todo a lo largo del
frente en que actuaba el regimiento rumano.
De repente, una de las baterías del regimiento cayó
bajo el fuego intenso de la artillería enemiga. La situación era aún más grave
puesto que un camión con proyectiles acababa de llegar y lo habían descargado
junto a la batería.
El inicio del ataque había impedido a los
combatientes republicanos poner al abrigo la munición en unas pequeñas zanjas
expresamente construidas para estos casos y, en aquellos momentos, los obuses estaban
amontonados junto a los cañones. Si hubiera caído sobre ellos un proyectil
habría provocado una explosión tan fuerte que habrían saltado por los aires
cañones y hombres.
En la batería se produjo un momento de pánico.
Nuestros artilleros, en lugar de disparar más lejos para desconcertar de ese
modo al enemigo y hacerle cambiar de objetivo, abandonaron los cañones y se
escondieron en unas trincheras próximas.
En aquel momento se acercaron a la batería, no
obstante, dos jóvenes oficiales: uno era Nicolae Cristea, el otro Samuel
Arbousset. Se dieron cuenta de inmediato de la situación, del peligro que
amenazaba a la batería. A toda prisa se abalanzaron ambos sobre el montón de
obuses y comenzaron a cargarlos en el camión sin prestar atención al fuego del
enemigo.
Unos instantes más tarde, enardecidos por la
valentía y la sangre fría de los dos comunistas, los artilleros, que poco antes
habían perdido el dominio de sí, regresaron de inmediato a sus puestos. Todo el
mundo echó una mano para cargar el camión, que fue alejado al punto de la zona
peligrosa. La batería reinició de inmediato el fuego; el peligro había pasado.
***
Otro episodio en que se puso de manifiesto la
valentía y la abnegación de los combatientes republicanos se produjo igualmente
durante la contraofensiva fascista.
El enemigo había logrado en un momento dado cruzar
las líneas republicanas. Las fuerzas republicanas se habían replegado a otras
posiciones. Sólo una de las baterías antitanque del regimiento rumano de artillería
no pudo ser evacuada a tiempo, quedando, de ese modo, entre las dos líneas. La
batería estaba integrada por piezas nuevas, soviéticas, de extraordinaria
calidad. Su captura por el enemigo habría significado una pérdida tanto moral
como material sumamente dolorosa para nosotros, pérdida a la que no podíamos
resignarnos. Se decidió recuperar la batería y los artilleros de nuestro
regimiento, rumanos, franceses, españoles y de las otras nacionalidades que
componían la unidad, se ofrecieron a ir a por la batería y a devolverla a las
filas republicanas afrontando todos los riesgos. Al frente iban el comandante
del batallón antitanques, un joven profesor español del Sur, y junto a él,
Cristea, Pop y Arbousset, nuestros valientes, siempre dispuestos a llegarse
allá donde más difíciles estuvieran las cosas. Bajo el fuego de ametralladora
enemigo, los artilleros llevaron a buen término su misión: ¡la batería
antitanque fue recuperada!
“ES LA HORA DE COMER”
Ese mismo comandante del batallón antitanques está
unido al recuerdo de unos sucesos bastantes divertidos ocurridos varios días
antes del episodio relatado más arriba.
En un momento dado, los fascistas empezaron a
utilizar masivamente la artillería antitanque contra nuestras posiciones. Se
dio entonces la orden de que el batallón antitanque de nuestro regimiento
respondiera al fuego enemigo ora con una batería, ora con la otra.
El duelo de las baterías antitanque empezó sobre
las 11 de la mañana. Alrededor de una hora después, nos percatamos de que nuestra
artillería había dejado de repente de disparar. Me encontraba con Arbousset en
las cercanías del puesto de mando del batallón; nos dirigimos de inmediato
hacía allí a ver qué había pasado. A nuestra pregunta de por qué se había
detenido el fuego, que quién lo había ordenado, recibimos la siguiente
respuesta, pronunciada con tanta naturalidad que nos dejó pasmados:
-Porque es la pausa para comer. ¡Ha llegado la
comida!
La respuesta fue tan inesperada que durante unos
instantes no supimos cómo reaccionar; estuvimos a punto de estallar de risa por
la inocencia del motivo esgrimido, pero se apoderó de nosotros también una
furia terrible ante semejante falta de responsabilidad. Sin embargo, de pronto,
nos dimos cuenta, atónitos, de que el enemigo también había dejado de disparar.
Los artilleros del otro lado también habían suspendido el fuego para comer.
Nuestro comandante, pues, tenía razón: había llegado la pausa de la comida para
ambos bandos. Fue ésta una de las curiosidades de la guerra de España, característica
de aquel periodo, que vi allí por vez primera. Empezábamos a comprender qué era
lo que le había hecho decir a Unamuno, al ser preguntado cómo definiría España en
pocas palabras, que “España es el país donde lo anormal es normal”.
Pero los momentos y los recuerdos divertidos eran
escasos. Lo habitual era la tensión, el peligro, los momentos duros. En tales
situaciones, la actitud del general Walter, el comandante de la 35ª división,
tenía un enorme poder de movilización sobre los combatientes del regimiento
rumano de artillería. El extraordinario arrojo de que daba muestras el general
Walter en cualquier fase de la batalla, ya fuera en la conducción de las tropas
al ataque, ya en la organización de la resistencia contra las avalanchas enemigas,
despertaba la admiración de todos los soldados.
Voy a referirme aquí a un suceso acaecido durante
los combates de Brunete, a una de las innumerables ocasiones que sirven de
testimonio de la extraordinaria valentía, de la presencia de espíritu y la
calma que demostraba aquel gran luchador.
Fue en el mismo periodo de la contraofensiva de
los fascistas. Con fuerzas de refresco y muy superiores en número, los
fascistas atacaron a las tropas republicanas agotadas por los combates y
lograron romper el frente. La brecha fue tan grave que el mando de la 35ª
división quedó al descubierto. En el puesto de mando se encontraba en general
Walter. Éste convocó de urgencia a los oficiales del estado mayor de la
división y les ordenó que se detuviera a los soldados que habían empezado a
retirarse y se les llevara a las primeras filas. Al regimiento rumano de
artillería se le encomendó la misión de abrir fuego directo con dos de las
baterías del regimiento sobre las tropas fascistas y los tanques que avanzaban.
En cumplimiento de la orden, dos de las baterías del regimiento tomaron
posiciones a derecha e izquierda del puesto de mando y, de inmediato, sin
cobertura de la infantería, comenzaron a disparar sobre el enemigo.
Al mismo tiempo, el general Walter disparaba sin
pausa sobre los fascistas con una ametralladora “Maxim”. Él mismo en persona se
convirtió así en primera línea de las fuerzas republicanas y su puesto de mando
se transformó en el puesto de combate republicano más avanzado. De esa manera
se detuvo al enemigo hasta que los oficiales de la división consiguieron
reagrupar las fuerzas y restablecer la línea republicana.
El dominio de sí mismo y el valor del comandante
de la división llenaron de entusiasmo a todos los combatientes, desde el primer
oficial al último soldado.
En general Walter tenía en alta estima al
regimiento rumano de artillería. Por los hechos de armas acometidos en el
transcurso de los combates de Brunete, el regimiento rumano fue citado en
varias ocasiones en el orden del día del frente.
En el número de 7 de agosto de 1937 de la revista
semanal Pasaremos de la XI brigada
internacional, en el artículo “Nuestra artillería...”, se vertían las siguiente
consideraciones sobre la participación de la unidad rumana de artillería en la
batalla de Brunete:
“Cuando la XI brigada internacional desplegó sus
fuerzas para participar en los combates de Brunete, el regimiento rumano de
artillería, junto con las baterías antitanque que quedaron bajo su mando en el
transcurso de la batalla, cumplieron de lleno y con éxito su deber.
Los días 25 y 26 de junio, durante el contraataque
fascista, nuestro regimiento de artillería escribió nuevas páginas gloriosas en
su historial. En gran parte, nuestras baterías desbarataron la presión violenta
y continua que mantenían las tropas de Franco sobre los altos de Brunete,
haciendo que se tambalearan las tropas fascistas.
Nuestro regimiento de artillería cumplió de nuevo
con su deber en los últimos combates.
El documento sobre las obras de fortificación que
encontramos al ocupar Quijorna (una orden secreta del estado mayor del ejército
fascista) nos muestra la opinión del enemigo sobre nuestra artillería; en las
instrucciones de esta orden secreta se dispone la reconstrucción de las obras
de fortificación, gravemente dañadas por la artillería republicana de la que
formaba parte el regimiento rumano de artillería.
Los fascistas tuvieron que habérselas de nuevo con
el regimiento rumano de artillería: el despreciado y denostado batallón rumano
de artillería, cuya destrucción anunció toda la prensa italiana tras la batalla
de Guadalajara, dio cumplida repuesta una vez más a los fascistas con su activa
y enérgica presencia en este frente.
Las tropas mercenarias de los capitalistas
fascistas hubieron de padecer nuevamente las consecuencias del fuego de nuestra
artillería. Los camaradas de la infantería pueden tener confianza en nuestra
artillería.
Advertimos a los fascistas de que el regimiento
rumano de artillería seguirá luchando junto con nuestra brigada en los campos
de batalla y disparando a la bestia fascista hasta su total aplastamiento.”
LOS SOLDADOS DE INFANTERÍA RUMANOS EN BRUNETE
En la batalla de Brunete tomaron parte, además del
regimiento rumano de artillería, la 4ª compañía de ametralladoras de los
voluntarios rumanos del batallón “Diacovici”.
Soldados republicanos en Brunete |
Los primeros días de la batalla de Brunete, el
batallón “Diacovici” se encontraba en el sector de Villanueva de la Cañada,
como reserva de la XV brigada. Tras la ocupación de localidad por las unidades
de las brigadas internacionales XIII y XV, al batallón “Diacovici” le
correspondió la misión de consolidar las posiciones conquistadas y de ampliar
el frente hacia Brunete.
La mayoría de los voluntarios rumanos de la 4ª
compañía de ametralladoras recibió en aquella batalla su bautizo de fuego. Su
odio hacia el fascismo y su determinación de aniquilarlo aumentaron al
convertirse en testigos oculares de las atrocidades cometidas por los fascistas,
cuando vieron los pérfidos medios de combate que empleaban.
En las cercanías de Villanueva de la Cañada, los
voluntarios rumanos se dieron de bruces con un espectáculo inesperado. Sobre
las trincheras enemigas pudieron ver una fila ininterrumpida de seres humanos,
de mujeres y niños. Los fascistas les habían forzado a permanecer allí para
impedir de ese modo que las tropas republicanas dispararan. Para preservar las
vidas de aquellos inocentes los republicanos atacaban por el flanco. La
localidad fue ocupada. En su avance, los soldados republicanos se encontraron
los cuerpos horriblemente mutilados de algunos camaradas que habían caído
heridos en el transcurso de los combates. Era la obra de los que iban a implantar un
“nuevo orden” en el mundo. Y es que entre las “inocentes distracciones” de los
fascistas se contaba la de torturar salvajemente hasta la muerte a los heridos,
a quienes les sacaban los ojos, les cortaban la lengua, etc., según el grado de
fantasía de los verdugos. Los horrores cometidos por los fascistas durante la
guerra de España, preludio de sus futuros desmanes, trajeron a la memoria de los
voluntarios rumanos los artículos escritos por Nicolae Iorga ya en 1933, cuando
llamaba la atención sobre el gran peligro que provenía de ese “espíritu que
anima hoy a una juventud alemana educada en la más abominable de las enseñanzas
del odio hacia los hombres, en la más disparatada de las conductas, la de una
nueva supremacía de raza, la pura teutónica, bajo la que crujirán los huesos de
los pueblos inferiores, de sangre mestiza y sin derecho a una existencia
libre.”
Nuestros voluntarios permanecieron en el sector de
Villanueva de la Cañada algo más de una semana, tras lo cual el batallón
“Diacovici” fue enviado a desalojar a los fascistas de una posición fortificada
que se encontraba en la carretera Las Rozas-Madrid. Se trataba de una posición
importante que dominaba una gran franja de territorio y daba a los fascistas la
posibilidad de detener el avance de las tropas republicanas.
La operación militar que debía ejecutar el
batallón era difícil. El comisario político, rodeado de sus hombres, les
explicaba la importancia de la acción, los movilizaba. Para cada uno tenía un
consejo, una palabra de aliento. “Atacad con valor, pero no os expongáis
inútilmente –les decía a los soldados-, porque muchos, con el fervor del
combate, olvidan toda prudencia, lo cual hace que aumente el número de muertos
y heridos. La vida de cada combatiente es de extraordinario valor para la
República. En nuestra situación, morir equivale a desertar”. Y les enseñaba
cómo ponerse a cubierto, cómo defenderse.
Comenzó el ataque. Las tropas republicanas
trataron de tomar la posición por la derecha pero fueron rechazadas. Se
lanzaron de nuevo al ataque. En esta ocasión, la fortificación fue atacada por
el flanco izquierdo. Junto a otros combatientes antifascistas, los voluntarios
rumanos lucharon con valor. Muchos de ellos –entre los que se encontraba Mihai
Burcă, comandante de la compañía “Grivița Roja”[1]-
resultaron gravemente heridos. Pero la posición fue arrancada de manos de los
fascistas.
La misión confiada a los combatientes del batallón
“Diacovici” fue cumplida. Al día siguiente, otras tropas republicanas les
sustituyeron.
Como ya he señalado, además de los voluntarios
rumanos que formaban parte de las unidades rumanas constituidas, otros
antifascistas rumanos combatían valientemente en distintas unidades
internacionales. Los voluntarios de la XIII brigada internacional conservan el
recuerdo de una hazaña realizada en el transcurso de los combates de Brunete
por un camarada de armas rumano que luchó en sus filas, el estudiante de Iaşi L. Țicu,
teniente de caballería en el ejército republicano.
Así fueron las circunstancias en que la llevó a
cabo:
Tras ocupar la localidad de Villanueva de la
Cañada, la XIII brigada recibió la orden de avanzar y de ocupar las colinas de
Romanillos. El enemigo había sufrido grandes pérdidas pero, tras recibir
refuerzos, había logrado parar la ofensiva de las tropas republicanas en aquel
sector.
Prácticamente rodeados por los fascistas, los
brigadistas internacionales, sin reservas y con las municiones en las últimas,
se mantenían, no obstante, en sus posiciones. Las tropas de Franco les habían
atacado en varias ocasiones, pero sin éxito.
Una noche los fascistas atacaron el flanco derecho
republicano y consiguieron abrir una pequeña brecha. Si esa brecha se hubiera
ampliado, los republicanos se habrían visto obligados a ceder sus posiciones.
Se necesitaban hombres a toda costa para contener
el ataque enemigo hasta que la brecha pudiera cubrirse.
Debido a las pérdidas sufridas, ninguna de las
unidades republicanas estaba completa y apenas conseguía cubrir el frente que
se le había encomendado. Al comandante de la brigada no le quedó otra solución
que echar mano hasta de los hombres que trabajaban en el estado mayor de la misma.
Entre éstos, nuestro compatriota fue el primero
que pidió que se le enviara a aquel punto tan peligroso del frente donde se
había producido la brecha. Hacia allí se dirigió junto con otros cuatro
camaradas. Aprovechando una posición favorable, los cinco hombres, armados con
una única ametralladora, mantuvieron a raya al enemigo toda una noche. Al día
siguiente, de madrugada, una compañía llegada de otra parte cubrió la brecha.
Țicu, herido en combate,
se negó a ser evacuado, consciente de que, en la situación en que se
encontraban, cada hombre de menos significaba una pérdida de consideración para
la defensa de la posición. Cuando, por orden del comandante, fue evacuado, ya
era demasiado tarde.
Así entendían los voluntarios rumanos, templados y
educados por nuestro partido, la lucha contra el fascismo: una entrega llena de
valor y determinación, incluso al precio de su propia vida.
***
La batalla de Brunete marcó el final de un año de
combates encarnizados y terribles en las afueras de la capital y a lo largo de
las carreteras que conducían a ella desde todos los rincones de España. Atacado
desde el sur y el oeste, desde el este y el norte, Madrid había resistido todos
los ataques, había rechazado a todos los atacantes, había pasado al
contraataque y a la ofensiva victoriosa.
El enemigo se vio obligado a aceptar que no iba a
poder cruzar la barrera inexpugnable levantada alrededor de la capital de
España, convertida ya por entonces en símbolo de la lucha por la libertad. Los
republicanos demostraron que sabían plantar cara al enemigo y golpearle con
dureza. Al mismo tiempo, sin embargo, se había puesto de manifiesto que no
podían aplastarlo mientras los intervencionistas siguieran bombeando armamento,
municiones y hombres al bando rebelde y el sedicente Comité de no Intervención
pusiera todo tipo de obstáculos a las vías de aprovisionamiento de armas hacia
la España republicana.
A esas conclusiones, más o menos, llegamos a
principios del mes de agosto durante una conversación amigable que tuvo lugar
en el despacho de Renn, en la que también participaron Gustav Regler y Bodo
Uhse y en la que tratamos de hacer el balance de un año desde el comienzo de la
guerra en España.
-En lo que a nosotros toca, los miembros de las
Brigadas Internacionales –decía Renn-, creo que podemos estar orgullosos de
haber salvado Madrid.
Ya le había escuchado en otras ocasiones
pronunciarse de manera semejante, pero quizá nunca de una forma tan categórica
que me obligase a responderle:
-Quizá quieras decir que “hemos contribuido” a
salvar Madrid… De acuerdo. Pero pretender que nosotros hemos salvado Madrid
sería injusto desde dos puntos de vista: en primer lugar, porque no corresponde
a la verdad. Nosotros, los que estamos aquí, somos día a día testigos del gigantesco
heroísmo del pueblo español, de su enorme esfuerzo por defender la República; y
en segundo lugar, porque políticamente es un error: es precisamente la tesis a
la que se aferran los fascistas para “justificar” su intervención.
Renn no respondió y, por una de esas inesperadas
asociaciones de ideas que le eran propias, comenzó a decirnos algo sobre el
Congreso de escritores antifascistas.
EL CONGRESO INTERNACIONAL DE ESCRITORES ANTIFASCISTAS
DE VALENCIA
El Congreso de Escritores Antifascistas que se
celebró a principios del mes de julio de 1937 representó un acontecimiento de
extraordinaria significación para la cultura. Participaron en aquel Congreso
valiosos intelectuales españoles: José Bergamín, Rafael Alberti, María Teresa
León y otros, así como distinguidos escritores de 28 países, entre los que se
encontraban Ernest Hemingway, Martin Andersen Nexø, Alexéi Tolstói, Ilyá
Ehrenburg, John Dos Passos, Anna Seghers, Tristan Tzara, Julien Benda,
Jean-Richard Bloch, Nicolás Guillén, Juan Marinello, e innumerables escritores
que se encontraban en España luchando por la libertad o como reporteros de
guerra: André Malraux, Egon Erwin Kisch, Erich Weinert, Willi Bredel, Nordahl
Grieg, Mijaíl Koltsov, Ludwig Renn, Gustav Regler, Bodo Uhse y muchos otros.
Renn había abandonado a toda prisa el Congreso, en
medio de los trabajos, debido al inicio de la ofensiva de Brunete. Por este
motivo nos pudimos enterar también nosotros de algunas de las cuestiones que se
habían planteado.
Regler y Hemingway en el frente |
Bodo Uhse, escritor alemán que había llegado al
movimiento progresista después de mucho errar en su primera juventud y que
ahora luchaba con las armas en la mano en la XI brigada internacional por la
causa de la libertad, nos contó emocionado las innumerables muestras de
simpatía hacia el pueblo español que había provocado el Congreso. Gustav Regler
nos comentó el modo en que se había abordado el problema de la verdad en el
arte. “Quedó claro –nos decía- que la libertad en el arte es la libertad de la
verdad en el arte. Naturalmente, reflejar la verdad no significa amontonar un
cierto número de hechos con arreglo a una fórmula o una receta. Se trata de
penetrar en la esencia de los fenómenos: éste es el auténtico conocimiento
artístico libre, pleno. El verdadero artista es un artista-investigador, ésa
fue la conclusión de los participantes. Y en relación con ello se debatió la
cuestión de la importancia de conocer la realidad española –el enfrentamiento
entre las fuerzas del progreso y de la reacción- y la obligación del verdadero
artista de tomar partido… Fue sumamente interesente. Y fue para nosotros una
gran alegría ver que lo más avanzado y valioso de la humanidad en términos de
pensamiento estaba allí, a nuestro lado.”
Mientras cada cual pensaba en las cosas que había
oído, Regler añadió:
-¿Sabéis que nosotros, en la XII brigada, hemos
leído a los hombres los mensajes que enviaron al Congreso Albert Einstein y
Romain Rolland? Produjeron una impresión extraordinaria. Escuchad un instante
un pasaje del saludo de Rolland:
“Yo envío a los camaradas escritores reunidos en
Valencia, Madrid y Barcelona, mis más ardientes saludos. En estas capitales
está reunida en estos momentos la civilización del mundo amenazada por los aviones
y las bombas de los bárbaros fascistas, como lo estuvo en la Antigüedad por la
invasión de los bárbaros...
Con fervor, nos unimos a nuestros hermanos y
camaradas de lucha de España. ¡Gloria a ese pueblo de héroes, a esos caballeros
del espíritu, a esta alianza de dos fuerzas: el poder de las masas populares y
la de sus elegidos!... ¡Que esta alianza fortalecida en el combate asegure el
progreso y la libertad del mundo!”
-¿Y qué decís del mensaje de Einstein?
“En los acontecimientos políticos actuales, la
lucha del pueblo español por la libertad y la dignidad del hombre es de un
valor extraordinario para mantener nuestra esperanza en tiempos mejores. Esa
lucha hubiera obtenido desde hace mucho tiempo el fin que merece si las
potencias democráticas hubieran actuado según los principios de la moral, e
incluso según las necesidades de su propia seguridad. ¿Reconocerán al fin los
pueblos libres que deben aliarse tan estrechamente como lo están
los enemigos de la humanidad?”
-Tiene toda la razón –dijo Bodo Uhse, pensativo-.
Si las potencias occidentales actuasen con arreglo a la moral o, simplemente,
con arreglo a sus propios intereses… Pero ayudan a Hitler y a Mussolini y
caerán víctimas de su propia miopía.
[1] El nombre de la compañía alude a la gran huelga de febrero de 1933 en
los talleres ferroviarios de Griviţa, en Bucarest, huelga reprimida por el
ejército con el saldo de siete obreros muertos. [N. de los t.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario