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CAPÍTULO VII: LA OFENSIVA REPUBLICANA DE
TERUEL
EL TRÁGICO FINAL DEL DOCTOR ANDREI TILEA
Hacia el final del mes de octubre de 1937
las tropas de Franco consiguieron derrotar a la resistencia republicana del
Vasconia y Asturias[1]
y tomar todo su territorio del norte.
En la página 17 del libro La batalla de Teruel, de Tuñón de Lara, se ilustra con una fotografía de Miguel Hernández |
En Asturias luchó y murió heroicamente el
doctor rumano Andrei Tilea . Tras la caída de Irún, (septiembre de 1936),
Tilea, aún en vez de acompañar a los evacuados permaneció en los bosques
asturianos entre los partisanos, a los que daba asistencia médica y junto a los
que luchaba codo con codo. El comunista rumano, que sufría de unas insaciables
ganas de aprender, y que para mantenerse durante sus estudios de medicina había
trabajado como camarero en un restaurante del barrio estudiantil de París, era
féliz de poner sus conocimientos al servicio de sus camaradas.
En el verano de 1937, durante un choque
con los fascistas, Tilea fue apresado y, más tarde, condenado a muerte. Desde
la cárcel envió al Partido Comunista de Rumanía una carta en la que decia:
“mañana voy a ser ejecutado. Voy hacia la muerte con la frente alta, con
conciencia plena de haber cumplido mis obligaciones como comunista y con el
convencimiento firme en la victoria de nuestra causa”.
Las balas de un pelotón de fusilamiento
acabarón brutalmente, con solo 26 años, con aquella vida entregada al bien de
la mayoría. El lugar de su tumba, como
las de los otros heroes caídos en España, nadie lo conoce. Sin embargo, en
aquellos corazones que ven cumplidos hoy los ideales por los que Andrei Tilea
luchó y murió, su recuerdo se mantendrá imborrable.
“HEMOS COGIDO AL TORO POR LOS CUERNOS”
La derrota de los republicanos en el norte agravaba la situación
del resto de las zonas del gobierno. El grueso de las tropas franquistas bloqueadas
hasta aquel momento en el norte pasaron a estar disponibles, y podían ser
lanzadas contra cualquier punto del frente. El pensamiento de tomar Madrid
seguía obsesionando a Franco, aunque la verdad era que la capital de la España republicana resistía
heroicamente, echando por tierra todas los pronósticos de la reacción.
Entonces Franco, aprovechando la situación ventajosa en que se
encontraba, tenía la intención de retomar con mayor amplitud el plan italiano
de conquista de la capital, que se había saldado para los rebeldes con el
lamentable fracaso de la batalla de Guadalajara en marzo de 1937. Cuatro cuerpos de ejército estaban preparados
para iniciar la ofensiva.
El mando franquista empezó a preparar igualmente nuevas
operaciones en el frente del este (Aragón), con el objetivo de abrir una salida
al litoral mediterráneo, de cortar el territorio republicano en dos y de
conquistar Cataluña (su más desarrollada
y rica región).
El mando republicano no permaneció, por supuesto, indiferente ante
las intenciones franquistas. La situación requería serias medidas de seguridad.
Así fue como surgió la idea de la ofensiva contra la ciudad de Teruel. A mediados de diciembre, los republicanos,
tomando la iniciativa, atacaron por sorpresa la ciudad, a 130 kilómetros al
nordeste de Valencia. Allí tendrá lugar entre 15 de diciembre de 1917 y 22 de
febrero de 1938 una de las más encarnizadas batallas de todo el curso de la
guerra. La acción fue realizada sin el permiso y con la oposición del ministro
de la guerra de aquel entonces, el socialista de derechas[2],
Indalecio Prieto, que desarrollaba una política proclive a la capitulación y de
división en la cúpula del ejército y en el gobierno.
La ofensiva fue concebida por el mando republicano como una
operación en la cual participaran solamente tropas españolas. Sin embargo, no
disponiéndose de demasiadas fuerzas de artillería, se decidió utilizar como
apoyo al regimiento rumano de artillería –única unidad internacional que
participó en la primera fase de la batalla de Teruel.
La ofensiva republicana iniciada el 15 de diciembre se desarrolló
con rapidez. La división 11 se abrió camino entre los montes Las Petrizas y Muletón,
ocupó Concud y llegó a Caude. La división 25 atacó y ocupó
San Blás y Los Morrones.
El 18 cuerpo de ejército republicano había roto
el frente fascista entre Campillo y Bezas y se encontró el 19 de diciembre con
las tropas de Los Morrones. Otras unidades tomaron Vilastar, Castralvo y
Castellar.
Los combates se desarrollan en condiciones
insufribles. Las heladas eran constantes. Por las noches los termómetros
bajaban de los 17 grados bajo cero. La tierra estaba totalmente congelada: era
imposible cavar trincheras. Las bajas provocadas por el hielo fueron casi tan
elevadas como las causadas por las operaciones militares. En ocasiones, la
nieve abundante hacía impracticables las carreteras y cortaba la comunicación
entre la vanguardia y la retaguardia.
En aquel momento, las fuerzas republicanas se
preparaban para atacar Teruel. La localidad estaba rodeada por tres partes La
guarnición fascista del interior se había fortificado en los grandiosos
edificios del Banco de España, el Alto Mando Militar y del seminario y resistía
desesperadamente. La artillería republicana, y en especial el regimiento
rumano, tenían como principal objetivo de su fuego los puntos fortificados.
Finalmente, Teruel fue ocupado y la guarnición fascista se entregó.
Inmediatamente, los fascistas pusieron en
marcha una contraofensiva para reconquistar Teruel. Sin embargo, el segundo
cuerpo de ejército fascista no consiguió más que hacerse con Los Morrones.
El primer cuerpo de ejército había atacado
cinco veces seguidas Concud. Desde allí hasta los Altos de las Celadas, las
posiciones estaban ocupadas por la división
35, (a la cual estaban asignadas la XI y XV brigadas
internacionales), bajo el mando del general Walter. A pesar de las dificultades
titánicas que había que superar, los luchadores de la XI brigada y la artillería
republicana rechazaron aquellos cinco ataques fascistas.
El cuerpo del ejército fascista de Galicia hizo igualmente algunos intentos de ocupar las
posiciones republicanas de los Altos de Las Celadas y El Muletón, pero la
división 35 los frenó, provocando importantes pérdidas a los franquistas. Alrededor del día 1 de enero de 1938 el
frente se estabilizó.
La ocupación de Teruel por los republicanos
representaba una grave pérdida para el ejército fascista. El Alto Mando
fascista estaba decidido a hacerse de nuevo con la ciudad a cualquier precio.
─Hemos cogido al león por el rabo, explicó el
general Walter caracterizando la situación. ─ Sin embargo, no lo hemos
capturado ¡Veréis lo que ocurre cuando vuelva la cabeza! Por supuesto, esto no
significa que no debimos iniciar esta operación o que lo obtenido no sea un
éxito. Solo creo que deberíamos haber actuado con una mayor decisión, y con
fuerzas mayores, para obtener un triunfo más importante.
Militar hábil y de espíritu idealista, él
sabía muy bien que los republicanos no disponían de suficientes fuerzas para
mantener las posiciones tomadas con tanta dificultad. Sin embargo, sus palabras
me asustarón entonces. Me pareció que una victoria obtenida con semejante
esfuerzo merecía palabras más optimistas que las de sus afirmaciones, que
desgraciadamente se demostraron tremendamente lúcidas. Se lo dije a Walter, y
él me respondío.
─Eres muy joven y lleno de entusiasmo. Esto
está muy bien. Pero cuando empieces algo es mejor que sepas que es mejor pensar
también en como terminarlo.
Yo, no obstante, estaba inclinado a creer que
juzgaba la situación demasiado negativamente. Le relaté a Angel las palabras
del general Walter y mi opinión al respecto. Él me respondió.
─Moralmente, hemos obtenido una victoria ¿Pero
cuánto durará? En nuestra situación, en las condiciones de superioridad en
relación al armamento de nuestros enemigos, ¿qué es mejor? ¿Una acción ofensiva
o concentrar las fuerzas para resistir? Es difícil de decir. La respuesta puede
ser diferente dependiendo del prisma a través del cual veas las cosas. En
cuanto a la posición de Walter, ¿qué crees que es preferible? ¿El pesimismo
consciente o el optimismo inconsciente?
Ciertamente, los temores del general Walter se
confirmaron rápido. El enemigo concentró con empeño importantes fuerzas militares:
130.000 hombres, 100 baterías de artillería, numerosos tanques y 400 aviones
italianos y alemanes. El tiempo favorecía las operaciones de aviación y, en
general, todo tipo de ataque militar. Sobre las posiciones de la división 35
cayeron miles de bombas y obuses. Los días 18 y 19 de enero los fascistas
consiguieron retomar las alturas que rodeaban la ciudad de Teruel. La posición
clave, Muletón, defendida valientemente por la
XI Brigada, resistiría hasta el 20 de
enero. La batería franco-belga del regimiento rumano de artillería, quedó sola,
aislada, en posiciones avanzadas, situadas en el pico Muletón. El enemigo,
teniendo gran superioridad numérica y estando mejor armado, rodeaba en aquel
momento Teruel.
Tras una heroica resistencia, las fuerzas
republicanas, cuya situación se agravó debido a una táctica errónea de Prieto[3], tuvo que abandonar la
ciudad. Los combates llegaron a su fin el 22 de febrero.
En la batalla de Teruel los fascistas
perdieron muchas vidas. Para hacer frente a los republicanos, el mando
franquista tuvo que utilizar fuerzas tres veces más numerosas y dotadas de un
armamento más eficaz. El alto grado de combatividad de las fuerzas republicanas
demostró de nuevo a todo el mundo cual habría sido la suerte de la guerra si el
bando rebelde no hubiera tenido tan enorme apoyo desde el exterior.
En aquella extremadamente dura batalla el
ejército republicano destacó también por su coraje. Las unidades de infantería
y artillería de la División
35 se distinguieron también. En las filas de esta división, el regimiento rumano
de artillería realizó difíciles misiones que cumplió exitosamente.
***
Había pasado más de un mes desde el fin de las batallas de Quinto
y Belchite. El regimiento rumano se estaba reorganizando en una pequeña
localidad aragonesa. Los artilleros, bajo el mando de su comandante, continúan
su instrucción militar. Esta ocupa una buena parte del tiempo, pero deja a los
voluntarios un respiro para las actividades culturales. Habían entrado en
contacto con la población civil del entorno y se decidieron a preparar en común
una representación artística. Los ensayos estaban en su apogeo.
Sin embargo, todos los proyectos fueron interrumpidos en la
primera mitad de diciembre. El regimiento tuvo que marchar de nuevo hacia el
frente. En un tiempo record todo fue preparado para la partida. El regimiento
se dirigió hacia Teruel.
Los vehículos recorrían con dificultad los montañosos caminos,
especialmente porque el traslado se realizaba en la oscuridad, con los faros
apagados, para evitar los bombardeos de la aviación fascista. Los conductores Vasile Costiniuc, Ion
Sachelarie, Nicolae Aldea, Traian Bujor y otros consiguieron una verdadera
maestria en el arte de conducir camiones por aquellos senderos angostos,
plagados de baches. No obstante, el transporte de las municiones se realizaba
con muchos impedimentos. Existía el peligro de que no llegaran a tiempo al
frente. Los soldados que acompañaban al convoy tuvieron una idea atrevida. Se
trataba de ganar tiempo montando los detonadores en los obuses durante el trayecto.
Los conductores, tras ser consultados, se declararon de acuerdo
con la propuesta. Iban a tener que conducir con redoblada atención, ya que la
carga se había hecho muy peligrosa; cualquier sacudida podía ahora provocar una
explosión. Sin embargo, los planes fueron cumplidos y la munición fue entregada
a tiempo.
Los artilleros habían llegado cerca de la linea del fuego. Los
montes estaban totalmente cubiertos de nieve. Una gran parte de las tropas
españolas acuarteladas allí procedía de Andalucía, donde el clima es mucho más
suave. Los combatientes españoles sufrían tremendamente por la causa del frío;
sus uniformes no eran adecuados para la temperatura y muchos estaban calzados
con “alpargatas”[4].
Los rumanos tomaron rápidamente la decisión de ceder una parte de
sus mantas a los españoles. Ellos se amontonarían en grupos de dos o tres bajo
cada frazada. Estaban un poco mejor equipados contra el tiempo gélido y más
acostumbrados a las bajas temperaturas.
A la madrugada siguiente ya había corrido la noticia de que habían
llegado “los rumanos”[5].
Los españoles se alegraban de saber que iban a ser apoyados por el regimiento
rumano de artillería que, debido a su demostrada valentía, había logrado gran
fama.
Muy temprano hicimos un rápido reconocimiento de las posiciones,
establecimos el puesto de observación y pusimos en funcionamiento las líneas
telefónicas. En el horizonte se divisaba el perfil formado por los edificios de
la ciudad de Teruel. La localidad estaba en aquellos momentos completamente
rodeada por los republicanos. Sin embargo, la infantería no podía entrar en la
ciudad. Los fascistas habían transformado algunos edificios monumentales en
verdaderas fortalezas. Las ventanas y azoteas eran como nidos de
ametralladoras. Los sótanos fueron transformados en depósito de
municiones. Escondidos tras los
imponentes muros, algunos cientos de oficiales y un mayor número de soldados disparaban
sin pausa, por lo que cualquier intento de penetrar en la ciudad era pagado con
muchas vidas.
Muchos civiles que habían conseguido escapar de la ciudad trajeron
información sobre las fuerzas fascistas de la localidad y su emplazamiento.
Ellos mismos nos contaron las atrocidades perpetradas por los fascistas contra
la población civil, acusada de tener sentimientos republicanos.
El mando
republicano del frente decidió que para acabar con la resistencia fascista de
Teruel era imprescindible sacar a los enemigos de los edificios donde se habían
hecho fuertes. Esta misión fue confiada
a la artillería, por lo que tuvieron un papel protagonista las baterías del
regimiento rumano.
Tuvo lugar una
pequeña reunión del estado mayor del regimiento, y se llegó a la conclusión de
que había que aplicar la táctica que ya había sido utilizada con éxito en otras
ocasiones: atacar las fortificaciones con fuego directo. Se hicieron los
preparativos necesarios, y los cañones, camuflados, fueron acercados más y más
al objetivo, reduciéndose al máximo el ángulo de tiro. La infantería había
quedado a su espalda. Los puntos de mira fueron ajustados. Se escuchó la orden:
¡fuego!
Los oficiales
calcularon el tiro con tanta exactitud que los proyectiles de nuestros cañones
acertaron de lleno. Una tras otra, las ametralladoras fascistas ubicadas en las
ventanas de los edificios o en sus tejados fueron hechos añicos.
En uno de los
edificios apareció una bandera blanca ¡Atención, los fascistas se rendían! Pero, tras unos minutos de espera… la bandera
volvió a esconderse. En aquel edificio los fascistas empezaron a pelearse; unos
querían entregarse, otros continuar la lucha… Tenían la intención de llevar a
sus posiciones a mujeres y niños para impedir que los republicanos disparasen.
Algunos oficiales intentaron escapar por las salidas que había en los
edificios, mientras los soldados, “convencidos” por los revólveres de los
oficiales, continuaban oponiendo resistencia. No obstante, los fugados fueron
descubiertos, por lo que intentaron impedir su huida… De este modo, el
intercambio de tiros se prolongó.
La caballería
republicana había entrado ya en la ciudad, tomando cientos de prisioneros. La
población acoge con entusiasmo y alegría a sus
libertadores.
La actuación de las
baterías del regimiento rumano de artillería volvió a dejar huella. La prensa
fascista también tomó nota de lo acontecido y, en el intento de justificar la
derrota sufrida, hizo gran escándalo por el hecho de que la ciudad fascista
asediada no disponía de artillería, lo que, según ellos, permitió cosas como
que una de las baterías de las brigadas internacionales pudiera disparar directamente
contra el Seminario desde una distancia mínima. Nosotros leíamos aquellos
artículos entre sonrisas.
En realidad, la Ciudad Universitaria,
el Jarama, Guadalajara, Quinto, Belchite y Teruel, tantas victorias obtenidas
en condiciones de superioridad técnica del enemigo, hablan por sí mismas del
coraje de las fuerzas republicanas. Sin embargo, los franquistas intentaban
explicar sus derrotas por su falta de armamento…
Para reconquistar
las posiciones perdidas, el mando fascista concentró fuerzas varias veces más
numerosas que las republicanas, que desencadenaron una nueva ofensiva.
EL INGENIERO IANCU
ZILBERMAN DIRIGE EL FUEGO
En uno de los
primeros días del mes de enero de 1938 el regimiento rumano de artillería
estaba ubicado a unos 18-20
kilómetros al noroeste de Teruel, en un páramo abierto.
Entre la artillería fascista y la republicana tenía lugar un cruento
enfrentamiento.
Tumbado sobre la
tierra, con los papeles y las herramientas de cálculo colocados sobre una caja
que había sido anteriormente usada para el traslado de municiones, el ingeniero
Iancu Zilberman, originario de Iasi, teniente en la bateria “Franco-belga”[6] y, más
tarde, en la bateria “Tudor Vladimirescu” del regimiento rumano, dirigía el
tiro con extraordinaria eficacia. En
cierto momento un obus cayó sobre la caja que le servía de mesa. Se escuchó una
potente explosión; una nube de polvo se levantó hacia el cielo.
─“Hemos perdido a
nuestro Iancu”, pensaron los entristecidos artilleros, que tenían cariño a su
joven oficial por su buen hacer, por su coraje y por su humanidad.
De repente se vió
aparecer entre el humo la figura de Iancu. Buscaba sus gafas, que habían volado
lejos de él por la explosión, se sacudió
el uniforme un poco y, con calma, como si no hubiera pasado nada, ordenó un
nuevo disparo. Solo después de que el fuego se calmara, el teniente marchó a
recibir primeros auxilios. La explosión le había herido en el antebrazo.
─ ¿Por qué no
viniste antes?, le preguntaron ─ Podrías haberte encontrado con una amputación.
─ ¿Podría haber
dejado esperando a los fascistas? Yo soy un hombre educado, respondió con una
irónica sonrisa Iancu.
El más afectado por
el peligro sufrido por Iancu fue Nicolae Pop. Entre ambos voluntarios se había
creado una poderosa amistad basada en el aprecio y la estima recíproca. Nada
parecidos en su forma de ser y temperamento, con historias diferentes, se
encontraron en el camino en el gran ejército de los comunistas[7]. Cada
cual chocó con la cruda realidad del régimen capitalista de maneras dispares,
pero las interpretaron y reaccionaron contra ella de idéntico modo: con pasión,
con decisión y con dignidad.
Al estallar la
guerra de España la reacción de Pop fue espontánea, y para él lo más normal del
mundo fue acudir como voluntario a la tierra de Sancho Panza, personaje del que
estaba enamorado y con el cual tenía una enorme afinidad, no siendo solamente
un alma gemela del popular héroe de Cervantes, sino prácticamente su nueva encarnación.
Zilberman fue a
España convencido de la necesidad de su gesto solidario. Su rigurosa lucidez le
llevó a concluir que había llegado el momento en el que las armas debían
sustituir a la teoría y a la mesura. Poseía una cálida y delicada nobleza; no
podía insultar a nadie, prefiriendo soportar con estoicismo cualquier dolor
antes que molestar o hacer sufrir a los demás. Con una constitución física
delgada, espigada, su porte mostraba, sin embargo, la decisión y el convencimiento
de un verdadero caballero. Admiraba también a Cervantes, pero en este caso por
don Quijote, puede que porque, sin darse cuenta, tenía muchas de sus cualidades
nobles, de la entrega a unos ideales de aquel héroe inmortal.
Los dos lucharon en
la bateria “Tudor Vladimirescu”; Nicu como observador, Iancu como oficial de
cañón. Constituían un ejemplo admirable de cooperación. No pocos cañones, nidos
de ametralladora, puntos de observación y grupos de tropas fascistas fueron
destrozados gracias a la agilidad y perspicacia de Nicolae Pop y a la calma y
precisión matemática de Iancu; en resumen, al valor y decisión de ambos.
Uno y otro cayeron
en el curso de la Segunda Guerra
Mundial, como héroes de la causa de la libertad[8]. Sin
embargo, los antiguos interbrigadistas les recuerdan todavía así como les
conocieron en España: seguros, con una constante sonrisa en los labios, siempre
dispuestos a animar a los demás incluso en las más graves circunstancias.
***
De aquella
seguridad, de semejante sangre fría, dieron prueba la mayoría de los luchadores
antifascistas en los momentos difíciles. Y aquellos fueron incontables…
Tropas republicanas entrando en Teruel |
Los nazis usaban la
tierra española como una vasto escenario donde se hacían los ensayos para el gran espectáculo que
preparaban: la invasión de Europa. Se probaba allí la eficacia de nuevos tipos
de armamento, se experimentaba el poder destructivo de municiones especiales.
Un día, el regimiento rumano fue testigo del fracaso de uno de aquellos
experimentos.
Nos encontrábamos
en el margen de un pequeño bosque. De repente, fuimos descubiertos por la
aviación alemana, que dio comienzo a un bombardeo masivo. Sobre los lugares
donde estaban ubicados nuestros cañones y municiones cayó una lluvia de bombas
incendiarias. Se trataba de un tipo especial de explosivos. Se encendían en el
aire y cubrían todo alrededor en un mar de llamas. Escondidos en nuestros
refugios esperábamos el momento en que aquellas nubes de fuego cayeran sobre
nosotros, convirtiendo todo en cenizas. Sin embargo, ante nuestra sorpresa y
alegría, las llamas perdieron intensidad y el incendio se apagó durante la
caída. Los alemanes habían utilizado un combustible fácilmente inflamable pero
con demasiado poco poder calorífico, así que no pudieron cumplir sus planes.
El regimiento rumano
de artillería permaneció en el frente de Teruel hasta el final de las
operaciones. Tras una corta pausa, le serán encomendadas nuevos combates con el
enemigo, que iba a desencadenar una gran ofensiva en Aragón.
[1] Vasconia y Asturia son las palabras rumanas utilizadas por el
autor (N.T.)
[2] El autor utiliza esta expresión: socialistul de dreapta,
“socialista de derechas”.
[3] Indalecio Prieto, ministro de defensa nacional desde mayo de 1937 a abril de 1938, cuando
dimite tras la caída total del frente de Aragón (N.T.)
[4] En español en el original (N.T.)
[5] En español en el original (N.T.)
[6] Entre comillas en el original (N.t.)
[7] Las Brigadas Internacionales, organizadas por el Komitern (N.t)
[8] Nicolae Popa recorrió con gran riesgo la Europa ocupada por los
fascistas y pudo regresar a Rumania. Arrestado por las autoridades rumanas
(gobernada por el Mariscal Antonescu) fue enviado en una compañía disciplinaria
al frente antisoviético (por haber golpeado a un oficial y desertado del
ejército, no por haber sido voluntario en España –las autoridades fascistas no
conocían este dato-). Poco tiempo después de llegar el batallón disciplinario
al frente, él consiguió unir a los soldados en torno a él y convencer a la
mayoría de que pasaran a luchar en el lado soviético. Sin embargo, cuando logró
contactar con los soviéticos llegó ya herido, porque le habían disparado por la
espalda. Tras la retirada de los voluntarios
de España, Iancu Zilberman estuvo encerrado en diferentes campos de
concentración de Francia. Con la ocupación de Francia por las tropas nazis, se
escapó del campo de Gurs, donde estaba en aquel momento, y fue de los primeros
en enrolarse en la resistencia francesa. Murió heroicamente durante una misión
muy peligrosa: arrojando unas cuantas granadas en una cafetería del centro de
París llena de oficiales alemanes (Nota del Autor).
2 comentarios:
¿Cuando trabajas macho? esto requiere atencion completa por lo elaborado que estan los trabajos, fotos magnificas de de bajorelieves donde un romano le atiza a un rumano, mira que irse a rumania a darle el coñazo a los rumanos con Ceaucescu
Gracias, es cierto. Mi blog necesita mucho atención y estudio. Es lo que tiene que a uno le guste estudiar y conocer los lugares donde vive. Por mi parte, te aconsejo que te dediques un poco a lo mismo y aprendas algo de ortografía o, como mínimo, a escribir los países y nombres propios con mayúscula.
En todo caso, mira con más atención los altorrelieves (altorrelieves) y verás que no hay muchos rumanos atizando a otros: se trata de dacios contra romanos, de rumanos contra turcos o húngaros, o de rumanos contra nazis. Así que, como ves, nunca es demasiado el esfuerzo porque siempre habrá algunos que no se enterén ni de la mitad.
Saludos
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