domingo, 22 de enero de 2012

Cesar Vallejo - Reflexiones al pie del Kremlim

El poeta y periodista peruano Cesar Vallejo realizo tres viajes a la Unión Soviética, en octubre de 1928 y 1929 y a finales de 1931, que aprovechó para hacer reportajes, escribir crónicas y tomar apuntes, todos ellos relacionados con el experimento socialista en Rusia. Algunos de esos artículos aparecieron en publicaciones de Lima, como en el diario El Comercio

Sin embargo fue en España donde dichas crónicas despertarían mayor interés, pues la revolución rusa era un tema de gran actualidad  en medio de la efervescencia político-social en que se debatía en el país. Desde el 1º de febrero de 1930 Vallejo publicó sus crónicas en la revista Bolívar, que fundara su gran amigo peruano Pablo Abril de Vivero en Madrid. Tal fue su resonancia, que una firma editorial recién fundada, Ediciones Ulises, encargó a Vallejo un libro que recogiera todos sus artículos relacionados con la URSS.

Así nació Rusia en 1931, en gran parte basada en las crónicas y reportajes ya publicados, pero también con textos aún inéditos. Se terminó de imprimir en julio de 1931, rebasando todas las expectativas del autor y los editores. Llegó incluso a merecer la recomendación de la Asociación del Mejor Libro del Mes, asociación integrada por gente de gran talla y sin militancia politica, como Azorín, Ramón Pérez de Ayala, Enrique Díez Canedo o Ricardo Baeza. Antes del fin de ese año se habían ya agotado tres ediciones casi consecutivas, lo que demuestra el gran éxito editorial que constituyó en su momento, lo que hoy denominaríamos un “bestseller”.

La obra de Vallejo se compone de dieciséis capítulos, en los que se estudian temas tan diversos como la urbe socialista y la ciudad del porvenir, el trabajo soviético, la industria del Estado, la racionalización socialista y la capitalista, el régimen de salarios, la jerarquía económica, la literatura, el amor, el deporte, el teatro, la democracia, Karl Marx y Lenin,  la familia soviética, el cine, la educación, o la tan aparentemente importante desde los paises capitalistas lucha ideologica entre Troskysmo y Stalinismo, y la indiferencia de los trabajadores ante esta en las calles y fabricas de Rusia.

En este sentido, me parece importante lo que escribe Vallejo, cuando describe lo que piensan los sovieticos de este tema:

"Políticamente, los grandes hombres (Lenin, Trotsky, etc.) no son objeto de esa idolatría individualista y endiosadora de que gozan los buenazos gobernantes burgueses de los países capitalistas. Interesado en sondar la opinión pública acerca de Stalin y Trotsky, he preguntado con frecuencia lo que las gentes piensan sobre ambos jefes bolcheviques. La conclusión que siempre he sacado es que nadie se ocupa del caso personal e individual de uno y otro. Stalin y Trotsky no existen ni interesan a nadie. Lo que existe e interesa a todos es la teoría y la acción de cada uno en función del interés revolucionario. Nadie se ocupa en discernir "quién vale más que el otro", ni "quién tiene más talento o más energía". De Lenin mismo, nadie se ocupa de su caso individual. Lenin es una idea, una acción revolucionaria, no una persona".

La finalidad de Vallejo en estos escritos era ofrecer al mundo occidental su testimonio personal sobre los alcances de la revolución rusa: “Mi esfuerzo es, a la vez, de ensayo y de divulgacion” dice Vallejo en la introducción del libro. Pretendía además poner en contacto al “gran público” de Europa y América con las inquietudes del proletariado ruso.

Rusia en 1931 fue el primer libro de reportajes sobre la URSS que se publicó en España y seguramente en español. Aunque actualmente es una obra venida a menos, estigmatizándosela por su descripcion positiva y sincera de la que los capitalistas llamaban la  "Rusia de Stalin", tuvo una gran resonancia en su momento, en una época de crisis mundial cuando la esperanza de muchos trabajadores del mundo se volcaba en el comunismo que habia sido construido por el proletariado soviético, lo que le convertiria en un amenazador peligro para los explotadores capitalistas de todo Occidente.

Cesar Vallejo
Pero por otro lado, el ansia de objetividad de Vallejo no le hace rehuir contar tambien los problemas que, sin embargo, no convierte como otros en pruebas irrefutables del fracaso de la revolucion, sino en errores contra los que luchar, pues para Vallejo la revolucion era un proceso, un experimento nuevo cada dia, lleno de problemas y obstaculos que solo el enfasis y la fe revolucionaria, junto al analisis tecnico y cientifico, podian vencer.

Su sincera y valiente descripcion del proceso del estado de los trabajadores, la Union Sovietica, tuvo también un equivalente en Rumania, en los reportajes realizados por el periodista comunista rumano Alexandru Sahia, de cuya obra ya se habló en este blog, ademas de traducir un pequeño texto titulado "La Gran Industria" ,escrito en su viaje a la Union Sovietica en 1934.

Como ejemplo, y aunque podria haber elegido cualquier parte de la excelente descripción de Vallejo de la Union Sovietica de 1931 (de lo que poco mas tarde seria el pueblo y el ejercito que salvo al mundo del nazismo), he elegido compartir aquí, por su relación con Rumanía, una parte que se refiere a la constante propaganda contra el régimen soviético que, como hoy, también se hacia en aquella época, a veces por el miedo atroz que siempre ha provocado la fuerza de los trabajadores a los parásitos que viven de ellos, y otras por diferencias personales e individuales con situaciones concretas de la vida en una revolución en proceso de construcción.

Asi sucedió en el caso de las graves críticas del rumano Panait Istrati en su obra "Viaje a Rusia", en la que a partir de un problema menor, contado por Vallejo en "Rusia en 1931", este condena a toda la Union Sovietica sin contemplaciones, convirtiéndose su obra en una de las mas usadas por el capitalismo para atacar y anatemizar el sistema y los logros sovieticos

El texto es el siguiente:

" Mucha literatura se ha hecho en el extranjero sobre los abusos del régimen soviético.

Panait Istrati ha publicado a este respecto el panfleto más apasionado y exagerado, pero a la vez, el más documentado y minucioso. Sus acusaciones son, en parte, fundadas. En lo que no estoy acorde con Istrati es en la determinación de los responsables de esos abusos ni en la interpretación de éstos dentro del proceso revolucionario ruso.

No es el régimen el responsable, ni tales abusos significan el fracaso de la revolución. Los responsables son únicamente los subalternos de la administración, y las exacciones, expoliaciones y demás injusticias que éstos cometen con las masas obreras y campesinas constituyen los gajes inevitables y momentáneos de la revolución. Prueba de lo primero son los constantes procesos y castigos que por tales abusos impone el régimen a los funcionarios culpables. Prueba de lo segundo son el éxito del Plan Quinquenal y la confianza creciente del proletariado de dentro y fuera de Rusia en la justeza de la línea revolucionaria del partido. Realidades son éstas que desmienten con hechos las injurias y cargos que Istrati y compańía lanzan, en un rasgo de empirismo y sensiblería, sobre la revolución y sus jefes del Soviet.

Una demostración de que los abusos que se cometen en Rusia son de la exclusiva responsabilidad de los funcionarios subalternos, y de que tales abusos, lejos de significar la bancarrota de la revolución, no pasan de hechos limitados y dispersos, con alcance meramente individual y pasajero, la podemos hallar en el incidente que decidió a Istrati a atacar al Soviet y a condenarlo como el régimen más retrógrado y sanguinario de la Historia. Ese incidente que, según parece, vino a llenar ya la medida de los abusos presenciados por Istratí en Rusia, se reduce a lo siguiente: la familia de un buen amigo suyo, Russakov, tuvo una rińa más o menos boxeril y doméstica con una bolchevique de Leningrado, encargada por el Soviet de Locatarios de informar acerca de las transformaciones que era necesario introducir en la casa donde los Russakov ocupaban un confortable departamento. Russakov debería, según el informe, ser cambiado de alojamiento, con el fin de que éste fuese parcelado y distribuido equitativamente, según las necesidades colectivas del caso. He aquí todo el incidente. He ahí todo el abuso y toda la atrocidad del régimen proletario. Los lectores seasombrarán seguramente de que un motivo tan fútil y de carácter tan particular influya en el espíritu de Istrati hasta el punto de trastornarle la cabeza y decidirle a condenar para siempre a la misma revolución que él ha alabado hasta hoy con el mismo fanatismo con que ahora la injuria.

Y si esto acontece con un gran novelista, ¿qué de particular tiene que los otros transeúntes no hagan otro tanto? Parecida manera de juzgar los acontecimientos de la Historia he visto producirse y reproducirse al infinito entre los honrados e imparciales viajeros que visitan Rusia.

Un escritor portugués desembarcó en Leningrado y, habiéndosenos obligado a esperar en la sala de la Aduana dos horas largas, antes de otorgarnos el pase libre en el país, mi colega empezó a indignarse:

—Ya ve usted —me dijo en tono muy serio, como si por su boca estuviese hablando la posteridad—. Esto es peor que en los países burgueses. ˇDos horas de espera en la Aduana! No puede ser. Se me antoja que lo de socialismo y otras zarandajas revolucionarias no pasa de meras ańagazas y mentiras.

Mi colega condenaba de hecho al régimen soviético sólo porque la espera en la Aduana fue de dos horas y no menos.

Un alemán, en Moscú, tuvo ganas una mańana de confitura de albaricoques. Salimos del hotel a buscar el dulce, y tras de recorrer varias calles, no alcanzamos a distinguir una tienda de confituras. El alemán imprecó entonces enérgicamente:

—¿Y esto se llama socialismo? ¿Socialismo es un país donde no se puede comprar un dulce tan corriente y abundante en las capitales burguesas? Créame usted que por este camino me voy formando una triste idea del Soviet...

¿Y qué decir de los corresponsales viajeros que envían a Rusia los grandes rotativos del capitalismo extranjero?

Con todo, fuerza es reconocer que la repetición de los abusos funcionariles exige de parte del Comité Central mayor atención. El desprestigio que estos abusos acarrean al régimen puede aumentar y adquirir peligrosas proporciones. De otro lado, los propios intereses de la edificación socialista imponen una inmediata y radical depuración de los cuadros burocráticos soviéticos. No basta, repito, que el Comité Central se dé cuenta del mal y que despliegue la propaganda que hoy despliega contra él: por el teatro, el cinema, la radio. De lo que se trata es de aplicar a los hechos mano más fuerte, sanciones más severas y remover, en lo posible, el personal".

El libro "Rusia en 1931: reflexiones al pie del Kremlin" se puede leer y descargar pulsando AQUÍ

2 comentarios:

Ciberculturalia dijo...

Después de leer tu documentadísima entrada , me he bajado el libro sobre Rusia de Cesar Vallejo. !Gracias!

Anónimo dijo...

Gracias por postear a Cesar Vallejo. Aquí en Perú se lo conoce más por sus poesías como Trilce. No sabia que había ido a la URSS ni de ese libro, no creo que lo vendan en las librerías de aca, así que mejor me lo bajo.

Un saludo desde Perú.

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