Continuamos con la publicación de la traducción del libro del comunista
rumano Walter Roman, en el que cuenta sus experiencias en de la Guerra Civil Española en las filas de las Brigadas
Internacionales.
Se puede acceder a las partes anteriores en los siguientes enlaces:
Cuando, muchos años más tarde, en 1967, visité la casa memorial de Hemingway, situada en una colina cercana a La Habana, me acordé de aquel encuentro que, por lo demás, siempre había permanecido vivo en mi memoria.
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Furgoneta "tomada a la canalla fascista" en la batalla de Guadalajara |
Llegué a media tarde, sobre las seis, y la casa memorial ya estaba cerrada. Al día siguiente me iba de Cuba.
Quería visitarla a toda costa. Los lugareños me remitieron al vigilante. Ni mi insistencia ni mis explicaciones de que venía de lejos y me iba al día siguiente sirvieron de nada.
La idea salvadora llegó de Stamate, el corresponsal de “Scînteia” en La Habana, que me sugirió que dijera que había conocido a Hemingway en España.
Y así fue: tales palabras obraron el milagro. El guía había sido amigo íntimo de Hemingway. Pude visitar con calma y sin premura la casa. El “precio” que hube de pagar fue, no obstante, la evocación de mi encuentro con Hemingway.
Allí pude penetrar mejor el alma, la personalidad de Hemingway. Me senté a su mesa de trabajo en la torre, construida por su mujer, adonde se retiraba para escribir con calma y desde la que podía abarcar con la mirada el horizonte del mar Caribe. Allí había escrito “El viejo y el mar”.
Vi la biblioteca, la colección de trofeos de caza de África y otros muchos recuerdos. Visité la habitación donde, cada mes, durante un tiempo, se instalaba su gran amigo, el torero español Dominguín, sin el que Hemingway no se sentía bien.
Fueron unos instantes inolvidables. Me fui de la casa memorial con el sentimiento de que, en alguna parte, en algún momento, me volvería a “encontrar” con Hemingway.
Y ese momento llegó muy pronto. Mucho antes de lo que podía sospechar.
***
Tras abandonar Cuba, camino de Rumanía, dando cumplimiento a una llamada interior, me detuve en Madrid y empleé los dos días de estancia que me concedieron las autoridades franquistas en volver a ver los lugares memorables, sagrados para lo que habíamos participado en la defensa de la capital española entre 1936 y 1937.
En la Sierra del Guadarrama, al llegar al monumento del Valle de los Caídos –sobre el que difícilmente se pueden emitir juicios de valor, conociendo el motivo que determinó su construcción, los medios que se emplearon para levantar aquel obelisco imponente y, en especial, el objetivo perseguido por Franco al erigirlo-, mi acompañante (de quien hablaré en otro momento), empleado de una empresa turística española, que sabía que yo era de Rumanía y que, como pude darme cuenta más tarde, sospechaba que había luchado en las Brigadas Internacionales, llamó mi atención sobre una casa que se veía en el valle, entre los montes, de la que dijo que “allí había vivido durante la guerra civil el gran escritor americano Ernest Hemingway”.
Al oír sus explicaciones y comentarios referidos a la guerra, grande fue mi asombro y, al mismo tiempo, mi alegría, al comprobar que la llama que había iluminado nuestro camino durante la conflagración no se había apagado.
LOS FASCISTAS ITALIANOS, PUESTOS EN FUGA EN GUADALAJARA
No se habían extinguido aún los ecos de los combates del Jarama cuando el mando franquista, que en todo momento trataba de obtener un éxito de prestigio, se preparaba ya para golpear de nuevo. De hecho, también los fascistas italianos, envalentonados tras haber logrado conquistar Málaga, querían aprovechar el agotamiento de las tropas republicanas para conseguir una nueva victoria. Desde ese momento contaban con un éxito decisivo: estaban determinados a dar el golpe que decidiera la suerte de la guerra.
Mussolini aprovechó de lleno la hipocresía de la política de “no intervención”, practicada por los gobiernos de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, para enviar abiertamente a los rebeldes españoles aviones con sus correspondientes pilotos, unidades militares al completo y divisiones bajo el mando y bandera italianos, muestra innegable de la brutal intervención del fascismo italiano en España. Ya desde el ataque contra la ciudad de Málaga se habían creado brigadas mixtas italo-españolas: los “Flechas Azules” y los “Flechas Negras”. Ahora, en previsión de la nueva ofensiva que se proyectaba, se había organizado todo un cuerpo expedicionario italiano con divisiones únicamente italianas y unidades mixtas, con bases y servicios completamente autónomos, un auténtico ejército invasor.
La nueva ofensiva también tenía como objetivo la conquista de Madrid. La dirección del ataque era la carretera nacional que iba de Sigüenza a Guadalajara, Alcalá de Henares y Madrid. Al mismo tiempo preveía retomar las operaciones del Jarama, siempre en dirección a Guadalajara, persiguiendo el cerco completo de la capital.
El mando de la ofensiva en el frente de Guadalajara se lo había confiado Franco al general italiano Manzini. Éste disponía de grandes recursos materiales y humanos. Cuatro divisiones regulares italianas estaban preparadas para tomar parte en la ofensiva del frente de Guadalajara: “Dio lo vuolo” , “Fiamme nere” , “Penne nere” y “Littorio”. También fueron desplazadas a ese frente las dos brigadas mixtas italo-españolas que habían luchado en el sur. Un mando de secciones especializado tenía a sus órdenes los numerosos blindados, piezas antitanque, lanzallamas, etc., que iban a entrar en acción en dicho frente; los regimientos de artillería y los de ingenieros tenían mandos diferentes.
En total, los fascistas italianos concentraron en el frente de Guadalajara 50.000 hombres, 222 cañones, 140 tanques y blindados, 90 aviones, 4.500 camiones, etc.
Además de todo esto, para evitar cualquier sorpresa estaban igualmente preparadas para entrar en combate otras fuerzas: la Legión “Cóndor” había asumido la misión de desbaratar, en caso de necesidad, el contraataque republicano, y la división franquista “Soria”, de defender el flanco derecho.
A aquellas fuerzas numerosas, perfectamente equipadas y de refresco habían de hacer frente unas tropas republicanas mermadas en número, con una instrucción deficiente y carentes de reservas inmediatas, en cuyo apoyo sólo se podían enviar unidades que se encontraban en los sectores de Madrid, las mismas tropas que habían combatido en las batallas anteriores y que aún no habían logrado recuperarse de las pérdidas y de los extenuantes esfuerzos realizados.
La relación de fuerzas era netamente favorable a los fascistas. Sus puestos de radio habían empezado a anunciar igualmente a la población de Madrid: “Las tropas del ejército nacional (o, para llamar a las cosas por su nombre, las tropas del cuerpo expedicionario italiano) llegarán pronto a vuestras casas”.
Los ojos de la humanidad toda estaban clavados en España. La batalla que iba a tener lugar daría repuesta a una pregunta que inquietaba a muchos: ¿qué había creado desde el punto de vista militar el fascismo italiano? El vergonzoso fracaso sufrido por las tropas italianas en Guadalajara demostró a toda la humanidad la bancarrota del fascismo italiano también desde una óptica militar.
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Artilleros rumanos en 1937.
En el centro, Nicolae Cristea, a la derecha Valter Roman
"Voluntarios rumanos en España 1936-1939: Recuerdos y documentos" |
La batalla de Guadalajara, que debía concluir con la victoria de Mussolini, terminó convirtiéndose en una sonora victoria del joven ejército republicano español. Se demostró una vez más el papel decisivo desempeñado por el factor moral en la guerra. Las tropas republicanas, dirigidas en su mayor parte por los comunistas, aunque muy inferiores en número y en la dotación de armamento moderno, vencieron gracias a su superioridad moral.
El ataque fascista comenzó en la mañana del día 8 de marzo, en dos direcciones: Mirabueno y Las Inviernas. Las débiles fuerzas republicanas que se encontraban allí opusieron una resistencia encarnizada, contuvieron al enemigo, aunque no pudieron hacer frente demasiado tiempo a la intensidad de su presión.
Ebrios de los primeros éxitos, el mando de las legiones fascistas anunció en una orden del día las etapas y pasos en que se iba a desplegar su acción: “Mañana, en Guadalajara; pasado mañana, en Alcalá de Henares; y en dos días, en Madrid.”
Sólo que las fuerzas republicanas no parecieron dejarse impresionar por los planes del enemigo. El mando republicano concentró sus mejores unidades con la intención de rechazar el ataque. Los refuerzos republicanos salieron a toda prisa al encuentro del enemigo que avanzaba. Eran las propias tropas de Madrid y del Jarama las que venían en su ayuda. Se pusieron en marcha, de inmediato y al mismo tiempo, las unidades españolas de Líster, Mera, Galán, del joven comunista italiano Nannetti, la XI brigada internacional, seguida de la XII brigada, batallón tras batallón. “Las dos brigadas internacionales –indica Longo en su libro- estaban acompañadas de sus grupos de artillería. La XI brigada internacional, del batallón rumano de artillería.”
En la noche del 9 al 10 de marzo, las tropas republicanas se retiraron de Cajanejos y Brihuega. Los fascistas seguían avanzando pero se toparon con la línea de resistencia, cada vez más poderosa, organizada por los republicanos. A lo largo de toda la jornada del 10 de marzo, las XI y XII brigadas internacionales lucharon con el enemigo desde ambos lados de los dos caminos que conducían a Torija. “Las fuerzas de artillería concentradas en este frente (Guadalajara) –cuenta Luigi Longo- quedaron al mando del joven comandante rumano del batallón rumano de artillería.”
La situación de las fuerzas republicanas era bastante difícil. Las unidades fascistas penetraron el dispositivo republicano como la hoja de un cuchillo cuya punta llegó a Trijueque, el filo pasó por Palacio de Ibarra y se quedó clavado ante la localidad de Brihuega. Si los fascistas hubieran dado muestras de mayor iniciativa y audacia, si hubieran reflexionado sobre cuál era la situación real, las fuerzas republicanas se habrían visto en grave peligro.
Pero, a pesar de los resultados obtenidos, los fascistas italianos estaban desmoralizados. En contra de lo que se esperaban, los republicanos oponían una encarnizada resistencia y contraatacaban con extraordinaria energía. Las pérdidas de los fascistas eran importantes. Destacaba el ímpetu combativo de los voluntarios antifascistas italianos del batallón “Garibaldi”. Entre las filas de los fascistas se hicieron numerosos prisioneros. La mayoría se entregaban, no obstante, voluntariamente. Se pasaban con armas y bagajes al lado republicano que, con ayuda de megafonía, empleó una propaganda activa y convincente dirigida a los legionarios italianos, en su mayoría enviados a España contra su voluntad.
Aprovechando el desaliento que cundía en las filas enemigas, el mando republicano decidió contraatacar el dispositivo fascista frontalmente y por el flanco con el objetivo de reconquistar Trijueque y Palacio de Ibarra. La primera acción se confió a la XI división española, que atacó Trijueque con batallones españoles y con los de la XI brigada internacional. El ataque tuvo lugar el día 13 de marzo y ese mismo día las fuerzas republicanas, que realizaron prodigios de heroísmo, se adueñaron de la localidad. El enemigo, puesto en fuga, dejó en manos de nuestras fuerzas grandes cantidades de armas y munición.
Subrayando el ardor con que lucharon los voluntarios de las diferentes unidades internacionales, Luigi Longo puso de relieve la participación en aquella acción de una de “las baterías del grupo de artillería rumano que tenía bajo su vigilancia la carretera Madrid-Zaragoza, carretera en que se sitúa Trijueque.”
El 14 de marzo, el batallón “Garibaldi” atacó Palacio de Ibarra y, luchando con insuperable valentía, expulsó a los fascistas de la localidad.
Los éxitos obtenidos por los republicanos y la desmoralización del campo fascista determinaron que el mando republicano decidiera lanzar una gran contraofensiva. Las tropas republicanas entraron en acción el 18 de marzo al rayar el alba. De los brigadistas internacionales sólo tomaron parte en el ataque las XI y XII brigadas internacionales, junto con algunas unidades internacionales de artillería, entre las que se encontraba el grupo rumano de artillería y el batallón “Skoda”. El plan de ataque preveía 40 minutos de fuego intenso de artillería, 20 minutos de bombardeo de la aviación republicana sobre las líneas enemigas y, acto seguido, el avance de los tanques y la infantería.
Todo a lo largo del frente los fascistas huían, huían, huían. Los habían puesto en fuga los republicanos españoles, los habían puesto en fuga los voluntarios de las Brigadas Internacionales, armados con fusiles y ametralladoras de otro tiempo, con cañones que parecían de museo, pero con el entusiasmo que les proporcionaba el ideal por que luchaban. Los legionarios se desprendieron, igualmente, de sus excelentes vehículos, abandonaron sus espléndidos cañones, sus maravillosos tanques, arrojaron sus mochilas y petates para poder huir lo más rápido posible. “Ese día –señala Simone Téry en su “La Puerta del Sol”- a pesar de la no intervención, los republicanos españoles recibieron a domicilio todas las armas que la neutralidad de los países democráticos les había impedido obtener.”
“En el mes de marzo –se indica en la “Historia del Partido Comunista de España”- las fuerzas republicanas, que habían detenido a los fascistas en el Jarama, después de una sangrienta y larga batalla, infligieron una completa derrota al Cuerpo expedicionario italiano, que mandaba el general Bergonzoli, en la batalla de Guadalajara, uno de los más importantes hechos de armas de la guerra. Y a ese señalado triunfo siguieron otros logrados por los soldados de la República en el Frente Sur, en el sector de Pozoblanco.
Esas victorias, especialmente la de Guadalajara, demostraban la potencia y eficacia que ya había alcanzado el Ejército Popular, sobre todo en el Centro, donde había sido cimentado sólidamente sobre los principios de organización, de disciplina y mando único por los que tan tesoneramente abogaba el Partido Comunista.”
La batalla de Guadalajara representó para los voluntarios rumanos en España, así como para el resto de combatientes internacionales, una nueva oportunidad de poder mostrar su enorme apego a la causa de la libertad.
El batallón rumano de artillería se encontraba aún en las posiciones del Jarama cuando le llegó la noticia del comienzo de una nueva y poderosa ofensiva de los fascistas sobre Madrid así como la orden de desplazarse urgentemente al frente de Guadalajara.
Tras la conclusión victoriosa del contraataque republicano en el Jarama, los batallones de las XI y XII brigadas fueron enviados de inmediato a descansar por los pueblos de los alrededores y se les reemplazó con tropas españolas. Sin embargo, la artillería, al ser poco numerosa, no se benefició más que de brevísimo reposo antes de las nuevas batallas en que hubo de tomar parte. En realidad, durante toda la guerra, el grupo rumano de artillería, al igual que otras unidades que pertenecían a la misma arma, fue retirado siempre de una posición y trasladado al punto a otra, allí donde lo exigían las circunstancias, allí donde los combates eran más encarnizados.
En el transcurso del día 9 de marzo, Hans Kahle, comandante de la XI brigada, transmitió al batallón rumano la orden de ponerse de inmediato a disposición del mando republicano del frente de Guadalajara.
En la noche del 9 al 10 de marzo, el grupo rumano de artillería llegó a Torija, donde se encontraba el estado mayor de la XI brigada. El grupo se quedó a la salida de dicho pueblecito, en la carretera Guadalajara-Zaragoza. La situación era extremadamente grave. Las fuerzas fascistas presionaban con gran intensidad sobre el frente republicano, en realidad una endeble línea de defensores en la que, incluso a lo largo de kilómetros y kilómetros, no había ningún tipo de tropas.
Inmediatamente después de la llegada del batallón, el comandante de la XI brigada, Hans, nos indicó la primera tarea que le correspondía al grupo rumano de artillería: crear una poderosa cortina de fuego para detener a las tropas fascistas italianas en su eje principal de avance: la carretera Zaragoza-Madrid, donde la presión del enemigo era en aquel momento más intensa.
El grupo rumano de artillería, compuesto de dos baterías de cañones de 75 y 115 mm., tomó posiciones en pleno día (¡algo sumamente peligroso!, pero no cabía otra alternativa) en el kilómetro 75 de la carretera Madrid-Zaragoza, a un kilómetro al noreste de Torija.
Desde un punto de mando instalado en el socavón producido por una bomba, junto con Hans Kahle, A. I. Rodimtsev, consejero soviético de una unidad española enviada como apoyo de las operaciones, y Ernesto Ferrara, comandante de un pelotón de tanques, seguíamos con prismáticos los movimientos del enemigo: observamos a la artillería italiana en su emplazamiento al noreste del kilómetro 82, vimos los batallones en marcha, dispuestos en posición de combate por compañías, observamos a lo lejos la aparición de tanques que se dirigían a toda velocidad en dirección de ataque. Era evidente que el adversario lanzaba al combate fuerzas importantes. Kahle dio órdenes a los batallones de estar preparados para responder al ataque. El fuego del grupo de artillería, dirigido a lo largo de la carretera, hizo que el avance de las tropas fascistas se ralentizara. El enemigo consiguió, no obstante, ocupar el pueblo de Trijueque. Entre tanto, las fuerzas republicanas, bien organizadas y con apoyo intenso de la artillería, lograron detener el avance de las tropas fascistas. El frente se estabilizó.
En aquellas operaciones de estabilización del frente, el batallón rumano de artillería colaboró estrechamente con los batallones españoles “Apoyo” y “Pasionaria”, así como con los dos batallones de la XI brigada internacional, “Comuna de París” y “Edgar André”.
El día 13 de marzo tuvo lugar un acontecimiento de extraordinaria importancia en la suerte de la batalla del frente de Guadalajara. Percatado de que las fuerzas fascistas italianas no eran realmente “invencibles”, como había proclamado la propaganda fascista, el mando republicano tomó la decisión de contraatacar el dispositivo enemigo con la intención de reconquistar Trijueque.
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Oficiales de la Brigada XI participando en la fiesta organizada por el
regimiento rumano de artilleria tras la victoria de Guadalajara.
"Voluntarios rumanos en España 1936-1939: Recuerdos y documentos". |
La tarde del día 13 de marzo, dos batallones españoles, “Apoyo” y “Pasionaria”, junto con los batallones de la XI brigada internacional se lanzaron al asalto del pueblo de Trijueque. Gracias a una perfecta colaboración entre las unidades de infantería y artillería de aquel frente –entre las que figuraba el grupo rumano de artillería, cuya posición era la más favorable para apoyar la operación- quedó asegurado el éxito completo de aquella acción. Todos los cañones del batallón rumano de artillería bombardearon intensamente el pueblo de Trijueque; en el momento en que la guarnición italiana, presa de pánico, salió huyendo del pueblo y la infantería republicana pasó al ataque, el fuego de nuestra artillería batió la carretera por donde se retiraban los fascistas italianos, provocándoles grandes pérdidas.
¡Qué de cosas dejaron tras de sí los legionarios de Mussolini en su desbandada: la carretera estaba atestada de tractores “Fiat” empleados para remolcar los cañones, de camiones “Lancia”, de coches, de cientos de cartucheras, bolsas llenas de conservas, galletas, chocolate! ¡No luchaban como los soldados republicanos, cuya alimentación era cada vez más deficiente y para quienes unos pocos garbanzos preparados en un aceite de oliva rancio habían llegado a ser una exquisitez!
Entre los soldados republicanos, españoles e internacionales, de aquel sector del frente el entusiasmo era indescriptible: habían contribuido al primer éxito del ejército republicano sobre las tan elogiadas tropas del fascismo italiano.
Comenzamos, un grupo de oficiales, a registrar las posiciones que habían ocupado los fascistas italianos. Al borde de la carretera se observaban, de trecho en trecho, unas casitas rectangulares de piedra. Eran –según nos explicó un combatiente español- las casitas de los peones camineros, habitadas esporádicamente, cuando se trabajaba en el tramo de carretera correspondiente. Entramos en una de ellas. Tenía un hogar y literas, y podía servir de refugio cuando hacía mal tiempo. Vimos que había sido utilizada hasta entonces una o dos veces por los soldados de Mussolini que habían huido dejando allí todos sus pertrechos y, como para que no cupiera ninguna duda sobre el origen de sus últimos inquilinos, sus fiambreras con macarrones. No les había dado tiempo a terminar de comer. Un poco más allá nos encontramos con un montón de tiendas de campaña nuevecitas… Bien les iban a venir a nuestros muchachos que habían dormido muchas noches a cielo raso.
Por la tarde de aquel mismo día, Modesto, el general Lukáks, comandante de la XII brigada, y Hans Kahle, comandante de la XI brigada internacional, pasaron por las diferentes unidades para felicitarlas por el éxito obtenido y se detuvieron también al llegar a nuestro batallón.
Modesto, más joven y más expansivo, nos abrazó a algunos. Se inició una charla animada. Se hablaba en muchas lenguas. Nosotros hablábamos en español, lo que le sorprendió gratamente.
-Veo que los rumanos habláis bien el español, en todo caso mejor que el resto de los camaradas de los otros países. Enhorabuena también por ello. Pero, decidme, ¿cómo es posible?
Se produjo un intercambio vivo de opiniones en el que cada cual invocó distintos episodios de un pasado lejano que explicaban la semejanza de las dos lenguas. Nosotros recordamos a Trajano.
-Pero Trajano fue español, si no me equivoco –respondió con buen humor Modesto-. La lengua española es la más bella de todas las lenguas latinas. No en vano se dice que el inglés se debe emplear para dirigirse a los gansos, el alemán, a los soldados, el italiano, a las señoras, el francés, a los diplomáticos, y el español, a los dioses. No he sido yo quien ha inventado el dicho –nos dijo como disculpándose- así que no os lo toméis a mal; a todo el mundo le parece su lengua materna la más hermosa.
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NOTAS
1.“La Chispa” en castellano, órgano central del Partido Comunista Rumano. [Nota de los t.]
2.“Dios lo quiere”. [N. del A.]
3.“Llamas negras”. [N. del A.]
4.“Plumas negras”. [N. del A.]
5. Retraducción a partir del rumano. [N. de los t.]
6. Retraducción a partir del rumano. [N. de los t.]
7. Retraducción a partir del rumano. [N. de los t.]
8. Retraducción a partir del rumano. [N. de los t.]
9. Retraducción a partir del rumano. [N. de los t.]
10. Traian, en rumano. [N. de los t.]