El 20 de junio de 1905 atracaba en la bahía de Constanta, Rumania, el Acorazado Potemkim, cuya tripulación se había rebeleado contra el gobierno del zar unos días antes, en el puerto de Odessa. Llevaba enarbolada en el mástil la bandera roja de la revolución. Sería la segunda vez que entrara en este puerto rumano en pocos dias.
En 1905, en Rumania los conflictos sociales estan al orden del dia, y como explicaba el comunista Cristian Rakowsky , "una verdadera epidemia de huelgas tuvo lugar en Rumania" en protesta contra las condiciones de trabajo y la extrema pobreza que se vivía en el país, muy similares a las de Rusia. Además, estaba a punto de estallar la Guerra de los Balcanes, donde Rumania se enfrentará a los intereses de Rusia qu, sin participar directamente, apoyará a Bulgaria en su guerra expansionista.
En 1905, en Rumania los conflictos sociales estan al orden del dia, y como explicaba el comunista Cristian Rakowsky , "una verdadera epidemia de huelgas tuvo lugar en Rumania" en protesta contra las condiciones de trabajo y la extrema pobreza que se vivía en el país, muy similares a las de Rusia. Además, estaba a punto de estallar la Guerra de los Balcanes, donde Rumania se enfrentará a los intereses de Rusia qu, sin participar directamente, apoyará a Bulgaria en su guerra expansionista.
En este contexto, se suceden los acontecimientos revolucionarios de Rusia, que son observados con preocupación por la oligarquía rumana, por su significado en relación a la lucha de clases, pero a la vez con felicidad por los enemigos del imperio zarista, entre ellos Rumania.
El 14 de junio de 1905 los marineros del Potemkim, acorazado ruso de la flota del Mar Negro, se alzan contra sus oficiales, en un contexto en el que toda Rusia era un hervidero de movimientos sociales y revolucionarios. Su rebelión fue vista posteriormente como un paso inicial hacia la Revolución rusa de 1917, y, además, se convirtió en la base histórica para la espectacular y emotiva película muda de Sergéi Eisenstein "El acorazado Potemkin".
En 1905, el Comité Central de la Organización Socialdemócrata de la Flota del Mar Negro habia iniciado los preparativos para varias rebeliones simultáneas en todos los buques de la flota, aunque la fecha estaba sin precisar. Sin embargo, en el momento en que se planificaba el alzamiento, el Potemkin estaba en mar abierto, en unos ejercicios de tiro en la isla de Tendra, y la rebelión terminaria estallando en este barco por cuenta propia.
La situación en Rusia en 1905 era caótica: los conflictos sociales tenían en jaque al autoritarismo del zar, y este no cedía ni un ápice su postura represiva. La guerra contra Japon estaba siendo un desastre, y la marinería era el cuerpo del ejército donde los motines eran más habituales.
La chispa definitiva que hizo estallar el motín del Potemkin fue iniciada por el segundo de abordo, Ippolit Giliarovsky, quien amenazó con tomar represalias contra varios miembros de la tripulación que se negaban a comer carne en la que se habían descubierto gusanos (una forma habitual en la época de tratar a la marineria) tras ser embarcada desde la torpedera N267, que actuaba como buque de enlace y correo. El tal Giliarovsky reunió a dichos marineros frente al alcázar para proceder a algunos fusilamientos , momento en el cual los marineros se rebelaron y tomaron el control del acorazado.
La oficialidad del barco trató de reprimir el motín, y en el tiroteo subsiguiente murieron siete de los dieciocho oficiales del Potemkin, incluyendo al Capitan Evgeny Golikov, el segundo oficial Ippolit Giliarovsky, y el oficial médico, que había certificado la carne como apta para el consumo. Los oficiales supervivientes fueron arrestados, así como los del torpedero N267. El marinero Grigory Vakulenchuk resultó herido mortalmente durante el motín. Los marineros procedieron entonces a organizarse en una Comisión, liderada por Afanasi Matushenko.
La noche del mismo día, el acorazado llegó al puerto de Odessa ondeando una bandera roja. En la ciudad se había declarado entonces una huelga general, y la llegada del buque rebelde contribuyó a aumentar la inestabilidad. Sin embargo, los representantes de la comisión de contacto de los partidos socialdemócratas en Odesa (en 1903 se habian dividido entre bolcheviques y mencheviques) fueron incapaces de convencer a los marineros sublevados de que desembarcasen grupos armados para ayudar a los obreros a conseguir más armas y actuar de forma conjunta. Al final no hubo coordinacion.
El 16 de junio, el funeral del marinero Vakulenchuk se convirtió en una manifestación política en toda regla. Los manifestantes se acumularon en la escalinata que lleva desde la zona del puerto al centro de la ciudad, donde recibieron disparos por parte de unidades de caballería, una escena que luego sería el punto álgido de la película de Eisenstein. Existe controversia acerca de la existencia o no de ese tiroteo en las escalinatas, pero tanto el corresponsal del London Times como el cónsul británico residente, confirmaron los enfrentamientos entre manifestantes y soldados por toda la ciudad, con gran pérdida de vidas humanas.
La noche siguiente, el Potemkin disparó dos proyectiles de su armamento principal a la parte de la ciudad donde se encontraba el cuartel general de las autoridades militares zaristas, el teatro de Odessa. La acción fue planeada y orquestada por Constantine Feldmann –delegado ante el Comité Revolucionario del Partido Social Demócrata en Odessa–. Feldmann contaba con que en el teatro estaría reunida la oficialidad zarista en pleno, incluido el mismísimo general Kokhanov. Muerto Kokhanov, pensaba el delegado, las tropas se sumarían a la causa, y con Odessa a los pies de los insurrectos ya nada detendría una revolución generalizada.
La escena del bombardeo del teatro de Odessa es uno de los puntos centrales de la pelicula de Eisenstein, que este representa con la caída de uno de los leones del edificio tras los cañonazos.
El ejército imperial envió refuerzos a la ciudad con órdenes de suprimir el desorden civil. El gobierno, además, emitió una orden con el fin de, o bien obligar a la tripulación del Potemkin a rendirse, o bien hundir la nave.
La revuelta del Potemkim tuvo un importante valor para la Revolución, puesto que era uno de los barcos mas poderosos de la marina rusa, y una de las pocos que había sobrevivido después del desastre de Tshushima, del 21 y 22 de mayo de 1905, en la guerra contra Japon.
El Comité Central del Partido Socialdemócrata Ruso intentó apoyar la revuelta del Potemkin. Sin embargo, Mikhail Vasilyev-Yuzhin, que había sido enviado a Odesa por Lenin para liderar la revuelta, se encontró a su llegada con que el barco había abandonado el puerto.
EL POTEMKIN SALE DE ODESSA
El Comité Central del Partido Socialdemócrata Ruso intentó apoyar la revuelta del Potemkin. Sin embargo, Mikhail Vasilyev-Yuzhin, que había sido enviado a Odesa por Lenin para liderar la revuelta, se encontró a su llegada con que el barco había abandonado el puerto.
EL POTEMKIN SALE DE ODESSA
Monumento a los heroes del Potemkin, en Odessa |
El nerviosismo del zar se basaba en que el ejemplo del Potemkim podia extenderse por toda la marina rusa, por lo que era esencial acabar con él. Dos escuadrones de la Flota del Mar Negro fueron enviados a Odessa para destruir el acorazado rebelde. Se reunieron en la isla de Tendra el 17 de junio. El Potemkin, acompañado del N267, se dirigió hacia ellos, y - negándose a rendirse - navegó a través del escuadrón.
Esta "batalla silenciosa" acabó siendo un enorme éxito para el Potemkin; los marineros del escuadrón combinado se negaron a abrir fuego contra sus camaradas, y uno de los acorazados - el Georgiy Pobedonosets - se unió al Potemkin. El resto del escuadrón combinado se dirigió a Sebastopol, mientras los tres buques rebeldes ponían rumbo de vuelta a Odesa.
Krieger, vicealmirante de la escuadra, estaba reunido a bordo del Rotislav, en Sebastopol, escuchando el informe de los capitanes. Sólo necesitaba tres buenos buques que poder enviar a la bahía para terminar con el Potemkin. Pero la flota no le respondió como creía. En el Catalina II, la tripulación canta el “Ave María” y el “Padrenuestro”, pero se niega rotundamente a entonar el “Dios salve al zar”. La tripulación del Alexander II, anclada en Kronstadt, desacata las órdenes, mientras que en los astilleros de Nikolayev se escuchan tiros desde muy temprano, sin que nadie tenga la menor idea de quién los dispara.
Finalmente, Krieger ordena que el Santa Trinidad, el Jorge el Conquistador y el Los Doce Apóstoles zarpen inmediatamente con órdenes de acabar con el Potemkin antes de que a otro buque se le ocurra enarbolar la bandera roja en lugar del pabellón con la cruz de San Andrés.
Ante la persecucion, los marineros revolucionarios del Potemkin toman la decision de navegar hasta un puerto donde se pueda reponer municiones, carbon y alimentos. La eleccion de Constanza (Rumania) tuvo que ver con dos activos participantes de las deliberaciones que tuvieron lugar a bordo, Constantine Feldmann y Kirill, dos dirigentes de la socialdemocracia ucraniana que se sumaron a la tripulación del Potemkin desde un principio. Tanto Feldmann como Kirill aportan el barniz ideológico del que carece la tripulación. Afanasy Matushenko, protagonista del film de Eisenstein, es, como la mayoría de sus compañeros, un campesino casi analfabeto sin ninguna experiencia política y –lo que es mucho peor– ninguna experiencia marina.
Al igual que Fyodor Mikishhin, Josef Dymtchenko y los otros 667 marineros, Matushenko había sido arrancado de los surcos arados de Basarabia para revitalizar las tropas diezmadas en el Lejano Oriente. Son campesinos forzados a enrolarse para gloria del zar y para el sufrimiento y pobreza de sus familias. Sin la intervención de Feldmann, es probable que los amotinados se hubieran quedado a enfrentar los refuerzos que venían de Sebastopol –con lo cual Eisenstein se habría tenido que conformar con un cortometraje– y hubieran navegado a la deriva hasta que los encontrara Krieger, o hacia el Bósforo, donde los esperaban los turcos para mandarlos también al fondo del mar.
En Constanza podrían reaprovisionarse y darle tiempo a la Revolución para que ganara adeptos entre la marina. Así que Feldmann entendía que solo era cuestión de aguantar, que tarde o temprano otros buques iban a sumarse. El objetivo nunca fue huir, sino utilizar el Potemkim como arma de guerra revolucionaria
La orden de poner motores a toda máquina fue impartida por Matushenko al piloto Alexeev, uno de los tres suboficiales que habían sobrevivido al 27 de junio, día del motín. Durante la primera noche de navegación en fuga, el Comité Revolucionario –formado por los líderes del alzamiento y los militantes de Odessa– redacta un comunicado (el primero de varios) dirigido a la humanidad:
“Ciudadanos de todos los países y de todas las nacionalidades, el gran espectáculo de la gran guerra por la libertad está ocurriendo frente a vuestros ojos”.
En otro párrafo, los amotinados piden al zar a que concluya la guerra contra Japón y abdique sin más, “convocando a una asamblea internacional constituyente sobre las bases del sufragio universal, directo, secreto e igualitario”. El comunicado concluía diciendo que la tripulación del Potemkin estaba dispuesta a “triunfar o perecer en el intento”.
En la madrugada del 2 de julio, el guardia de turno anuncia que están frente al puerto de Sulina, en el Delta del Danubio. Es un amanecer prometedor. Por el momento no hay noticias de la flota y el horizonte está libre de obstáculos. Llevan varios días navegando a tres cuartos de máquina y las calderas piden agua a gritos. En Constanza esperan poder reaprovisionarse de carbón y agua dulce para saciar la sed.
Esta "batalla silenciosa" acabó siendo un enorme éxito para el Potemkin; los marineros del escuadrón combinado se negaron a abrir fuego contra sus camaradas, y uno de los acorazados - el Georgiy Pobedonosets - se unió al Potemkin. El resto del escuadrón combinado se dirigió a Sebastopol, mientras los tres buques rebeldes ponían rumbo de vuelta a Odesa.
Krieger, vicealmirante de la escuadra, estaba reunido a bordo del Rotislav, en Sebastopol, escuchando el informe de los capitanes. Sólo necesitaba tres buenos buques que poder enviar a la bahía para terminar con el Potemkin. Pero la flota no le respondió como creía. En el Catalina II, la tripulación canta el “Ave María” y el “Padrenuestro”, pero se niega rotundamente a entonar el “Dios salve al zar”. La tripulación del Alexander II, anclada en Kronstadt, desacata las órdenes, mientras que en los astilleros de Nikolayev se escuchan tiros desde muy temprano, sin que nadie tenga la menor idea de quién los dispara.
Finalmente, Krieger ordena que el Santa Trinidad, el Jorge el Conquistador y el Los Doce Apóstoles zarpen inmediatamente con órdenes de acabar con el Potemkin antes de que a otro buque se le ocurra enarbolar la bandera roja en lugar del pabellón con la cruz de San Andrés.
Ante la persecucion, los marineros revolucionarios del Potemkin toman la decision de navegar hasta un puerto donde se pueda reponer municiones, carbon y alimentos. La eleccion de Constanza (Rumania) tuvo que ver con dos activos participantes de las deliberaciones que tuvieron lugar a bordo, Constantine Feldmann y Kirill, dos dirigentes de la socialdemocracia ucraniana que se sumaron a la tripulación del Potemkin desde un principio. Tanto Feldmann como Kirill aportan el barniz ideológico del que carece la tripulación. Afanasy Matushenko, protagonista del film de Eisenstein, es, como la mayoría de sus compañeros, un campesino casi analfabeto sin ninguna experiencia política y –lo que es mucho peor– ninguna experiencia marina.
Al igual que Fyodor Mikishhin, Josef Dymtchenko y los otros 667 marineros, Matushenko había sido arrancado de los surcos arados de Basarabia para revitalizar las tropas diezmadas en el Lejano Oriente. Son campesinos forzados a enrolarse para gloria del zar y para el sufrimiento y pobreza de sus familias. Sin la intervención de Feldmann, es probable que los amotinados se hubieran quedado a enfrentar los refuerzos que venían de Sebastopol –con lo cual Eisenstein se habría tenido que conformar con un cortometraje– y hubieran navegado a la deriva hasta que los encontrara Krieger, o hacia el Bósforo, donde los esperaban los turcos para mandarlos también al fondo del mar.
En Constanza podrían reaprovisionarse y darle tiempo a la Revolución para que ganara adeptos entre la marina. Así que Feldmann entendía que solo era cuestión de aguantar, que tarde o temprano otros buques iban a sumarse. El objetivo nunca fue huir, sino utilizar el Potemkim como arma de guerra revolucionaria
La orden de poner motores a toda máquina fue impartida por Matushenko al piloto Alexeev, uno de los tres suboficiales que habían sobrevivido al 27 de junio, día del motín. Durante la primera noche de navegación en fuga, el Comité Revolucionario –formado por los líderes del alzamiento y los militantes de Odessa– redacta un comunicado (el primero de varios) dirigido a la humanidad:
“Ciudadanos de todos los países y de todas las nacionalidades, el gran espectáculo de la gran guerra por la libertad está ocurriendo frente a vuestros ojos”.
En otro párrafo, los amotinados piden al zar a que concluya la guerra contra Japón y abdique sin más, “convocando a una asamblea internacional constituyente sobre las bases del sufragio universal, directo, secreto e igualitario”. El comunicado concluía diciendo que la tripulación del Potemkin estaba dispuesta a “triunfar o perecer en el intento”.
En la madrugada del 2 de julio, el guardia de turno anuncia que están frente al puerto de Sulina, en el Delta del Danubio. Es un amanecer prometedor. Por el momento no hay noticias de la flota y el horizonte está libre de obstáculos. Llevan varios días navegando a tres cuartos de máquina y las calderas piden agua a gritos. En Constanza esperan poder reaprovisionarse de carbón y agua dulce para saciar la sed.
LLEGADA A CONSTANZA
En primer lugar, hay que decir que los revolucionarios del Potemkim no esperaban recibir las provisiones gratis de Rumania. No se trataba de un acto de pirateria, sino que en el barco tenían suficientes fondos como para comprarlas. No contaban, sin embargo, en un ingenuo ejercicio de fe en la humanidad, con que Rumania era un pais reaccionario, donde los camaradas obreros y campesinos vivían en condiciones de explotación iguales o peores a los de Rusia, y en ningun momento se iba a apoyar a un barco con la bandera roja en su mastil (a no ser como estrategia contra su enemigo el zar).
El Potemkin llegó a Constanza cerca de medianoche y fondeó a milla escasa del muelle. El comandante Negru, responsable de las operaciones navales de la flota rumana, ignoró el saludo de dieciocho cañonazos que sí que puso en alerta a todos los vecinos. Negru decidió esperar a que aclarara. La base de Constanza disponía de un sistema de comunicación más sofisticado que el Potemkin, y estaba al tanto de lo que sucedía y de las advertencias de la flota rusa. Pero Constanza no era Rusia, y Rumania va a jugar sus propias cartas en el asunto.
Un acorazado como el Potemkim podía de verdad destruir toda la ciudad, y por eso no era un asunto fácil de enfrentar su presencia en el puerto rumano, además con la amenazante (para la oligarquía rumana) bandera roja de la revolucion ondeando en el mástil.
En la madrugada del 3 de julio, se presentaron a bordo unos oficiales en representación de Negru. Los rumanos fueron recibidos cordialmente en el camarote que había sido del capitán Golikov, donde había una buena provisión de vodka y vinos moldavos. Poco antes del mediodía, las partes acuerdan que el Potemkin puede permanecer anclado y que un contingente de los amotinados desembarque para comprar alimentos y contratar a un médico que asista a heridos y enfermos.
Pero cuando Matushenko pide carbón y agua potable, el oficial con más medallas trata de desentenderse del asunto, argumentando que debe consultarlo con sus superiores. En las arcas del Potemkin había cerca de 20 mil rublos (casi 6 mil libras) destinados a esos efectos. Sin embargo, la negociación no iba a ser fácil.
La tercera visita del día fue de una delegación del crucero rumano Elisabeta, anclado en las proximidades. Matushenko y Feldmann aprovecharon para llevarse a cubierta a un par de peces gordos con medallas y estrellas con la idea de comprarles por debajo de la mesa provisiones de carbón y agua dulce. Pero los oficiales doblaron la apuesta: ofrecieron derecho de asilo, pasaportes rumanos e inmunidad a cambio de que les vendieran el Potemkin.
Sin embargo, los marineros rusos no eran piratas, y ser tratados como tales les hace reaccionar con indignacion. Matushenko devolvió la gentileza preguntándoles a los oficiales cuánto querían ellos por el Elisabeta. Esa misma tarde llegaría un comunicado de tierra que advertía a la tripulación que el Potemkin ya no era bienvenido, y que no habría para ellos ni agua ni carbón ni provisiones. Rumania quería quitarse de encima a los que seguramente consideraba unos "bandidos revolucionarios".
VUELTA AL MAR
Se decide, parece que a propuesta de Feldmann, dirigirse a un nuevo destino, el puerto de Theodosia, que además de puerto carbonero estaba en ruta hacia el Cáucaso. Feldmann y Matushenko habían discutido la posibilidad de iniciar un foco revolucionario en la Caucasia en caso de que, como parecía, la flota no se sublevase para acompañarlos en su marcha a San Petersburgo para colgar a Nicolás.
Levan ancla con los motores en marcha, cuando un lanchón se arrima a babor con un mensaje del rey Carol I: una invitación a rendirse. Pero esta vez el tono era diferente, y además lo firmaba el mismo rey de Rumania, que les garantizaba que no habría represalias y tampoco los entregaría a los zaristas, aunque nada se dice de que pasaria con el goloso acorazado. La oferta era interesante, pero Matushenko la juzgó tardía.
En primer lugar, hay que decir que los revolucionarios del Potemkim no esperaban recibir las provisiones gratis de Rumania. No se trataba de un acto de pirateria, sino que en el barco tenían suficientes fondos como para comprarlas. No contaban, sin embargo, en un ingenuo ejercicio de fe en la humanidad, con que Rumania era un pais reaccionario, donde los camaradas obreros y campesinos vivían en condiciones de explotación iguales o peores a los de Rusia, y en ningun momento se iba a apoyar a un barco con la bandera roja en su mastil (a no ser como estrategia contra su enemigo el zar).
El Potemkin llegó a Constanza cerca de medianoche y fondeó a milla escasa del muelle. El comandante Negru, responsable de las operaciones navales de la flota rumana, ignoró el saludo de dieciocho cañonazos que sí que puso en alerta a todos los vecinos. Negru decidió esperar a que aclarara. La base de Constanza disponía de un sistema de comunicación más sofisticado que el Potemkin, y estaba al tanto de lo que sucedía y de las advertencias de la flota rusa. Pero Constanza no era Rusia, y Rumania va a jugar sus propias cartas en el asunto.
Un acorazado como el Potemkim podía de verdad destruir toda la ciudad, y por eso no era un asunto fácil de enfrentar su presencia en el puerto rumano, además con la amenazante (para la oligarquía rumana) bandera roja de la revolucion ondeando en el mástil.
En la madrugada del 3 de julio, se presentaron a bordo unos oficiales en representación de Negru. Los rumanos fueron recibidos cordialmente en el camarote que había sido del capitán Golikov, donde había una buena provisión de vodka y vinos moldavos. Poco antes del mediodía, las partes acuerdan que el Potemkin puede permanecer anclado y que un contingente de los amotinados desembarque para comprar alimentos y contratar a un médico que asista a heridos y enfermos.
Pero cuando Matushenko pide carbón y agua potable, el oficial con más medallas trata de desentenderse del asunto, argumentando que debe consultarlo con sus superiores. En las arcas del Potemkin había cerca de 20 mil rublos (casi 6 mil libras) destinados a esos efectos. Sin embargo, la negociación no iba a ser fácil.
La tercera visita del día fue de una delegación del crucero rumano Elisabeta, anclado en las proximidades. Matushenko y Feldmann aprovecharon para llevarse a cubierta a un par de peces gordos con medallas y estrellas con la idea de comprarles por debajo de la mesa provisiones de carbón y agua dulce. Pero los oficiales doblaron la apuesta: ofrecieron derecho de asilo, pasaportes rumanos e inmunidad a cambio de que les vendieran el Potemkin.
Sin embargo, los marineros rusos no eran piratas, y ser tratados como tales les hace reaccionar con indignacion. Matushenko devolvió la gentileza preguntándoles a los oficiales cuánto querían ellos por el Elisabeta. Esa misma tarde llegaría un comunicado de tierra que advertía a la tripulación que el Potemkin ya no era bienvenido, y que no habría para ellos ni agua ni carbón ni provisiones. Rumania quería quitarse de encima a los que seguramente consideraba unos "bandidos revolucionarios".
VUELTA AL MAR
Se decide, parece que a propuesta de Feldmann, dirigirse a un nuevo destino, el puerto de Theodosia, que además de puerto carbonero estaba en ruta hacia el Cáucaso. Feldmann y Matushenko habían discutido la posibilidad de iniciar un foco revolucionario en la Caucasia en caso de que, como parecía, la flota no se sublevase para acompañarlos en su marcha a San Petersburgo para colgar a Nicolás.
Levan ancla con los motores en marcha, cuando un lanchón se arrima a babor con un mensaje del rey Carol I: una invitación a rendirse. Pero esta vez el tono era diferente, y además lo firmaba el mismo rey de Rumania, que les garantizaba que no habría represalias y tampoco los entregaría a los zaristas, aunque nada se dice de que pasaria con el goloso acorazado. La oferta era interesante, pero Matushenko la juzgó tardía.
Los lideres de la sublevacion: Matuchenko en el centro con camisa blanca |
¿Qué esperaba el rey Carol con este cambio de actitud? No se sabrá nunca, pero suponemos que el Acorazado Potemkim era una pieza demasiado atractiva como para renunciar a ella tan fácilmente, y, sobre todo, para privar a Rusia de su uso. Al final, el rechazo de los líderes rebeldes a venderlo desbaratara los planes de Carol I y, como se verá, el barco terminará de nuevo en manos del zar.
El Potemkin llegó a Theodosia en la madrugada del 5 de julio, apenas unas horas después que el mensaje de San Petersburgo, advirtiéndoles de las consecuencias que sufrirían si llegaban a ceder a los pedidos de la tripulación amotinada. Asi que el puerto solo ofrecerá a los marineros sublevados carne, aceite para motores a combustión, tabaco, fósforos, vodka, pan y harina, vendajes y periódicos.
Matushenko, que junto a Feldman era el líder del grupo, rechaza la oferta si, ademas, no les vendían carbón y agua, y da 24 horas a los goberantes de la ciudad para que les suminitren estas dos materias esenciales para poder continuar viaje, y utilizar el acorazado en la lucha contra el zar. En la madrugada del 6 de julio, las nuevas circulan de hamaca en hamaca entre los marineros del Potemkin: los habitantes de Theodosia abandonan la pequeña ciudad llevándose todo lo que pueden. Era la única alternativa que les dejaban los cañones del Potemkin y las amenazas del zar.
Aprovechando el éxodo, Matushenko y Feldmann mandaron un contingente a tierra, pero fueron recibidos a balazos por un reten que habia permanecido vigilante. Es la gota que colma el vaso. Tres de los marineros mueren en el intento y esto supone una desmoralización definitiva.
Ese día hubo quien habló de volver a Sebastopol y entregarse. La mayoría seguía sosteniendo que era una locura. Pero seguir a la deriva también era insensato, y la falta de agua y alimentos causaba estragos. Al final, se decidió aceptar la oferta del monarca rumano, que ya no parecía tan despreciable.
FINAL EN RUMANIA (Y MUCHO MÁS LEJOS)
El Potemkin entró por última vez en la bahía de Constanza a las 2 de la madrugada del 8 de julio. A poco de haber llegado, una delegación mínima se presenta a bordo y confirma los términos de la oferta. Al amanecer, los tripulantes del Potemkin comienzan a desembarcar, agotados después de trece días sin pisar tierra firme, mal alimentados, sedientos. En las pequeñas embarcaciones que los acercan a la costa cargan con todo: vajilla, ornamentos, sanitarios, muebles, herramientas, toallas, herrajes, libros. Una vez en tierra firme, Matushenko distribuye equitativamente los 20 mil rublos que no les habían servido para comprar carbón ni agua dulce.
En el acuerdo, los marineros habían insistido en que no fueran entregados al zar, y en principio las autoridades rumanas estuvieron de acuerdo (al fin y al cabo Rumania y Rusia eran enemigos). Rusia insistía, por su parte, en que los rebeldes debían ser juzgados en su pais, pero Rumania se niega, invocando a la opinion publica nacional y que no existía tratado de extradicion entre ambos estados. Solo existía una convencion de reciprocidad, pero que no podía ser invocada en este caso, porque "no se puede afirmar que toda la tripulacion del Potemkim sean criminales", según escribió a Viena el marques Palavacini, ministro de Austria-Hungria en Bucarest.
La mayoría de los amotinados decidió permanecer en Rumanía en 1905, por lo menos hasta la revolución de febrero de 1917. De los que volvieron a Rusia inmediatamente después del motín, 7 fueron ejecutados como cabecillas del mismo, mientras otros 56 fueron sentenciados a diversas penas de prisión. Algunos suboficiales del Potemkin lograron argumentar que se habían visto obligados a amotinarse temiendo por sus vidas, mientras que la tripulación del Viekha, el barco de apoyo implicado también en el motín, fue puesta en libertad sin cargos tras determinarse que lograron convencer a los sublevados de que liberasen a sus propios oficiales.
Unos seis centenares de tripulantes del Potemkin permanecieron en Rumanía en 1905, mezclándose con la población local. Entre ellos se encontraba su líder, Afanasy Matushenko. Este, junto con cuatro compañeros, volvió a Rusia con la promesa de una amnistía en 1907, pero fue arrestado y colgado nada más entrar en el pais (justicia zarista). Otro de los cabecillas, Joseph Dymtchenko, huyó de Rumanía en 1908 junto con otros 31 marineros, y estableciéndose todos en Argentina, tras pasar un tiempo invitados por la socialdemocracia inglesa en Liverpool, dando charlas sobre la revolucion.
El Potemkin llegó a Theodosia en la madrugada del 5 de julio, apenas unas horas después que el mensaje de San Petersburgo, advirtiéndoles de las consecuencias que sufrirían si llegaban a ceder a los pedidos de la tripulación amotinada. Asi que el puerto solo ofrecerá a los marineros sublevados carne, aceite para motores a combustión, tabaco, fósforos, vodka, pan y harina, vendajes y periódicos.
Matushenko, que junto a Feldman era el líder del grupo, rechaza la oferta si, ademas, no les vendían carbón y agua, y da 24 horas a los goberantes de la ciudad para que les suminitren estas dos materias esenciales para poder continuar viaje, y utilizar el acorazado en la lucha contra el zar. En la madrugada del 6 de julio, las nuevas circulan de hamaca en hamaca entre los marineros del Potemkin: los habitantes de Theodosia abandonan la pequeña ciudad llevándose todo lo que pueden. Era la única alternativa que les dejaban los cañones del Potemkin y las amenazas del zar.
Aprovechando el éxodo, Matushenko y Feldmann mandaron un contingente a tierra, pero fueron recibidos a balazos por un reten que habia permanecido vigilante. Es la gota que colma el vaso. Tres de los marineros mueren en el intento y esto supone una desmoralización definitiva.
Ese día hubo quien habló de volver a Sebastopol y entregarse. La mayoría seguía sosteniendo que era una locura. Pero seguir a la deriva también era insensato, y la falta de agua y alimentos causaba estragos. Al final, se decidió aceptar la oferta del monarca rumano, que ya no parecía tan despreciable.
FINAL EN RUMANIA (Y MUCHO MÁS LEJOS)
El Potemkin entró por última vez en la bahía de Constanza a las 2 de la madrugada del 8 de julio. A poco de haber llegado, una delegación mínima se presenta a bordo y confirma los términos de la oferta. Al amanecer, los tripulantes del Potemkin comienzan a desembarcar, agotados después de trece días sin pisar tierra firme, mal alimentados, sedientos. En las pequeñas embarcaciones que los acercan a la costa cargan con todo: vajilla, ornamentos, sanitarios, muebles, herramientas, toallas, herrajes, libros. Una vez en tierra firme, Matushenko distribuye equitativamente los 20 mil rublos que no les habían servido para comprar carbón ni agua dulce.
En el acuerdo, los marineros habían insistido en que no fueran entregados al zar, y en principio las autoridades rumanas estuvieron de acuerdo (al fin y al cabo Rumania y Rusia eran enemigos). Rusia insistía, por su parte, en que los rebeldes debían ser juzgados en su pais, pero Rumania se niega, invocando a la opinion publica nacional y que no existía tratado de extradicion entre ambos estados. Solo existía una convencion de reciprocidad, pero que no podía ser invocada en este caso, porque "no se puede afirmar que toda la tripulacion del Potemkim sean criminales", según escribió a Viena el marques Palavacini, ministro de Austria-Hungria en Bucarest.
La mayoría de los amotinados decidió permanecer en Rumanía en 1905, por lo menos hasta la revolución de febrero de 1917. De los que volvieron a Rusia inmediatamente después del motín, 7 fueron ejecutados como cabecillas del mismo, mientras otros 56 fueron sentenciados a diversas penas de prisión. Algunos suboficiales del Potemkin lograron argumentar que se habían visto obligados a amotinarse temiendo por sus vidas, mientras que la tripulación del Viekha, el barco de apoyo implicado también en el motín, fue puesta en libertad sin cargos tras determinarse que lograron convencer a los sublevados de que liberasen a sus propios oficiales.
Unos seis centenares de tripulantes del Potemkin permanecieron en Rumanía en 1905, mezclándose con la población local. Entre ellos se encontraba su líder, Afanasy Matushenko. Este, junto con cuatro compañeros, volvió a Rusia con la promesa de una amnistía en 1907, pero fue arrestado y colgado nada más entrar en el pais (justicia zarista). Otro de los cabecillas, Joseph Dymtchenko, huyó de Rumanía en 1908 junto con otros 31 marineros, y estableciéndose todos en Argentina, tras pasar un tiempo invitados por la socialdemocracia inglesa en Liverpool, dando charlas sobre la revolucion.
Al menos un marinero, Iván Beshov, logró llegar a Irlanda, vía Turquía y Londres (donde según se afirma conoció a Lenin). Murió el 25 de octubre de 1987, a los 102 años de edad, siendo probablemente el último superviviente de la tripulación.
La nave seria custodiada por las autoridades rumanas hasta su entrega a Rusia, permaneciendo en el puerto de Constanta, bajo bandera rumana. Esto crearía un nuevo conflicto diplomático entre Bucarest y San Petersburgo, y el agregado de negocios rusos en Rumania, Lermotov, protestó ante el rey Carol I por lo que consideraban un apropiamiento ilegal. Sin embargo, el general Lahovari, ministro de exteriores rumano, no aceptó la protesta, puesto que la nave tenía que estar custodiada por soldados rumanos mientras estuviera en puerto de su soberanía, y estos no podian realizar su trabajo bajo la bandera rusa ni bajo la bandera roja.
Fue una respuesta hábil, que respetaba la neutralidad, y esta actitud de los rumanos sería alabada más tarde tanto por el zar Nicolas, en una carta enviada al rey Carol I, como por el mismo Lenin (en primer lugar, por el retorno de la nave, y después, por el acuerdo con los marineros). Es la unica vez, han señalado los historiadores rumanos, que Lenin habla bien de Rumania, puesto que siempre la consideró, con mucha razón, una tierra burguesa y capitalista, donde las condiciones de los trabajadores y campesinos eran tan nefastas como en la propia Rusia.
El acorazado Potemkim seguiría navegando tras pasar de nuevo a manos de la marina del zar, e incluso lucharía en la Primera Guerra Mundial. En octubre de 1905 fue rebautizado por el zar como Panteleimon (que se traduce como campesino maleducado o despreciable). En abril de 1917 la nave sería renombrada de nuevo como Potemkin-Tavrícheski. Sin embargo, en mayo del mismo año se cambió de nuevo el nombre a Borets za svobodu ("luchador por la libertad"). En 1918, la nave fue capturada por los alemanes, y recuperada luego por los rusos blancos. En abril de 1919, los blancos destruyeron el acorazado mediante una explosión provocada mientras se encontraba en el puerto de Sebastopol, para evitar que cayera en manos de los bolcheviques. Tras la Guerra Civil Rusa, los restos del Potemkin fueron reflotados y desmantelados definitivamente, a causa de los daños irreparables sufridos.
Lenin escribió que la rebelión del Potemkin fue de máxima importancia, por ser el primer intento de crear el núcleo de un ejército revolucionario, especialmente debido a que una parte apreciable de las fuerzas zaristas que se le opusieron habían acabado sumándose a la rebelión. Lenin llamó al Potemkin "territorio invicto de la revolución".
El recuerdo del levantamiento tuvo una significativa influencia en el proceso revolucionario del ejército y la flota rusos en 1917, siendo el antecedente directo del acorazado Aurora, cuyos cañonazos darían comienzo a la Revolución de Octubre y a la toma del poder por los soviets.
Que mejor, por lo tanto, que terminar esta entrada con el lema que está presente a lo largo de toda la pelicula de Eisenstein y que dice recuerda a los heróicos marineros revolucionarios del acorazado ruso, el primero en alzar en su mástil la bandera roja de la clase trabajadora:
"¡GLORIA A LOS HÉROES DEL PUEBLO DEL POTEMKIM!"