Anghel Haramlapie fue uno de los más de 500 trabajadores rumanos que lucharon contra
el fascismo en España como miembros de las Brigadas Internacionales. Como muchos de los brigadistas, después estuvo encerrado en los campos de concentración franceses, teniendo prohibido regresar a su patria si en ella había un gobierno fascista, como en Rumania.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, muchos de los que lucharon en España contra el fascismo no dudaron en formar parte también como voluntarios de los ejércitos que se enfrentaron a Hitler y a Mussolini, o de los movimientos partisanos que se crearon en los países ocupados.
En 1969 se publicó en la República Socialista Rumana, por la Editura Política, el libro Rumanos en la Resistencia Francesa, donde muchos de los que formaron parte de las organizaciones de partisanos franceses escribieron sus experiencias en la lucha contra el fascismo en Francia.
En el artículo que hemos traducido y que publicamos a continuación, Con los republicanos españoles en la Resistencia Francesa, Anghel Haralampie, que también lucharía como voluntario en las Brigadas Internacionales en España, nos cuenta cómo fue su participación en los grupos guerrilleros franceses y, con más interés si cabe, su experiencia tras el final de la Segunda Guerra Mundial, luchando en los maquis que cruzaron a España desde Francia para combatir al franquismo.
Recuerdo otra operación que iba a efectuarse contra una concentración alemana en Séderon. Desafortunadamente, se saldó con una derrota sangrienta. El enemigo había conseguido, comprándole, la ayuda de un oficial degradado que se encontraba al mando de uno de nuestros batallones. Como el plan de ataque había sido desvelado, los alemanes lograron capturar a 42 compañeros, de los 150 que formaban los efectivos con los que se iba a desarrollar el ataque.
[2] Rumanía tenía entonces un gobierno fascista dirigido por el Mariscal Antonescu, bajo el reinado del rey Mihai I (Nota del T.)
[3] Francotiradores y Partisanos Franceses (FTPF) (Nota del T.)
[4] Si bien la Wehrmacht no estaba estacionada en la zona libre, la seguridad interna de ésta dependía solamente de las fuerzas policiales del régimen y de un ejército francés (el "ejército del armisticio") reducido a solamente 100.000 hombres en todas sus armas, sin artillería pesada ni tanques (Nota del T.)
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, muchos de los que lucharon en España contra el fascismo no dudaron en formar parte también como voluntarios de los ejércitos que se enfrentaron a Hitler y a Mussolini, o de los movimientos partisanos que se crearon en los países ocupados.
En 1969 se publicó en la República Socialista Rumana, por la Editura Política, el libro Rumanos en la Resistencia Francesa, donde muchos de los que formaron parte de las organizaciones de partisanos franceses escribieron sus experiencias en la lucha contra el fascismo en Francia.
En el artículo que hemos traducido y que publicamos a continuación, Con los republicanos españoles en la Resistencia Francesa, Anghel Haralampie, que también lucharía como voluntario en las Brigadas Internacionales en España, nos cuenta cómo fue su participación en los grupos guerrilleros franceses y, con más interés si cabe, su experiencia tras el final de la Segunda Guerra Mundial, luchando en los maquis que cruzaron a España desde Francia para combatir al franquismo.
***
Con republicanos españoles en
la Resistencia Francesa, por Anghel Haralampie
En septiembre de 1939, cuando estaba recluído en el campo de
concentración de Gurs, en el sur de Francia, junto con otros voluntarios de las
Brigadas Internacionales, las autoridades nos pidieron que nos uniéramos como
voluntarios a los regimientos que se estaban formando para luchar contra las
tropas nazis. Junto con un grupo de camaradas rumanos, acepté sin dudar la
propuesta.
Después de una corta instrucción en Barcarès, fuimos enviados al frente del norte, encuadrados
en el Regimiento 12 de infantería. Este regimiento estaba formado por hombres
de diversas nacionalidades, aunque predominaban los españoles y
franceses.
En la región de Pas-de Calais participaríamos (entre diciembre de
1939 y mayo de 1940) en la famosa "drôle de guerre" (guerra rara[1]). que se terminó con la
invasión y ocupación de Francia por el ejército alemán.
En julio de 1940, después del armisticio, fuimos desmovilizados e
internados de nuevo en Gurs, pero en esta ocasión aislados del resto de los
voluntarios que habían formado parte de las Brigadas Internacionales en España y
que se encontraban también en aquel campo.
Poco tiempo después, a causa de que teníamos la cartilla militar
de soldados franceses, fuimos liberados del campo, ofreciéndonos la posibilidad
de trabajar en las granjas de la región, donde permanecimos unos tres meses,
trabajando a cambio de comida. Pero tras aquel periodo, nos presentamos en la
prefectura de la ciudad de Pau, que nos concedió un permiso para trasladarnos a
Marsella.
Allí nos encontramos con otros rumanos y quedamos entre todos en
intentar regresar a Rumania. El consulado rumano[2], al que nos dirigimos,
rechazó nuestra vuelta a casa, argumentando que habíamos luchado en un ejército
extranjero, perdiendo con ello la ciudadanía.
La necesidad hizo que, junto con Alexandru Bulc e Iosif Balan, nos
pusiéramos a trabajar como leñadores en los bosques de Bouches-du-Rhône, después en Vaucluse y, más tarde, durante
un tiempo en Drôme.
Se trataba de una región montañosa, donde la humillación sufrida
por la derrota de Francia y el saqueo del país por parte de los ocupantes hizo
que se prendiera en el ánimo de los franceses una poderosa llama de odio hacia
los invasores alemanes. La resistencia política contra los ocupantes y los
traidores empezó a hacerse notar en estos lugares alrededor de principios de
1941. Y, hay que decirlo, los más activos animadores de los movimientos por la
unidad contra el fascismo eran los comunistas. Pronto se impuso la necesidad de
no quedarse atrás con respecto a otras regiones en lo referente a la lucha
clandestina contra las fuerzas represivas de los invasores y los
colaboracionistas de Vichy.
Los primeros pasos en la preparación de las acciones posteriores
consistieron en armar a los hombres disponibles con escopetas de caza y revólveres
procedentes del desarme de los gendarmes por el pueblo.
Como he dicho, por aquel entonces me encontraba en el departamento
de Drôme. Trabajaba en una carbonera haciendo
carbón vegetal, combustible con el que se sustituía la gasolina en los motores,
adaptándolo para este menester. Los carboneros estaban entonces muy solicitados
y muchos de los que vivían en la clandestinidad escaparon de esta forma a la
vigilancia de las autoridades. Se
trabajaba en el corazón de los bosques, en lugares poco accesibles. De hecho,
aquí se formaron los primeros núcleos de la resistencia, preparándose para
entrar en acción. Una vasta red de
informadores, formada por campesinos de la zona, nos indicaba continuamente si
aparecía algún peligro o sobre cualquier movimiento de las fuerzas del orden.
En todo caso, raramente se aventuraban los gendarmes por aquellas zonas.
Así se efectuó la preparación militar de los jóvenes maquis, en
los llanos de los bosques, protegidos de ojos indiscretos.
La resolución de resistir de la población se concretizaba también
mediante la ayuda que daban a los maquis, avisándonos cuando las cartillas
alimentarias llegaban al ayuntamiento. Era sabido que los alimentos estaban
racionados y distribuidos en cantidades muy pequeñas. Las cartillas eran
recuperadas en un simulacro de ataque por los grupos de partisanos, con la
complicidad de los patriotas que trabajaban en la alcaldía.
Hacia la mitad del año 1943, el movimiento de la Resistencia se
había desarrollado hacia formas más complejas.
Se constituyeron seis batallones de 150 hombres cada uno. Las acciones
estaban dirigidas por la comandancia de la región F.T.P.F.[3], al frente de la cual
estaba un camarada francés cuyo nombre de guerra era „París”.
Nuestras armas habían sido recuperadas de la guardia movil
(gendarmes a caballo), y constaban de carabinas, pistolas automáticas y
ametralladoras.
Tras haber sido conquistada también la „zona sur” por la armada de
Hitler, una parte de las fuerzas encuadradas en las unidades militares
francesas (del „ejército del armisticio”)[4], que estaban destinadas en
los departamentos de Drôme,
Vaucluse e Isère, se integraron en los batallones del F.T.P.F.,
trayendo consigo su armamento (también algunos cañones que habían escondido y
puesto a salvo tras la invasión alemana), consiguiéndose liberar después casi
toda la región de Drôme.
En un principio, estos militares franceses no participaron en
todas las acciones organizadas directamente por el F.T.P.F. Nos entregaban
armamento y nosotros, a cambio, les aprovisionábamos con alimentos, pues
disponíamos de ellos debido a la colaboración estrecha con la población local.
Teniendo en cuenta todo lo relatado más arriba, era de esperar que
las tropas alemanas se lanzaran, tarde o temprano, contra los partisanos. Los
primeros ataques fueron dirigidos principalmente contra las fuerzas ubicadas en
el monte Venton (entre Vaison y Sault), y se realizaron en combinación con la
aviación, que incendiaba grandes superficies de bosque con la intención de
hacer arder las posiciones de los maquis.
Los bosques fueron presa de las llamas, pero nosotros teníamos
amplias posibilidades de maniobra. Así que continuamos golpeando a los
ocupantes con tácticas de guerrilla, con rápidos ataques sorpresa: nuestros
principales objetivos eran, en especial, cuarteles y centros de instrucción
alemanes. Las operaciones eran llevadas a cabo por grupos de 3 o 4 hombres,
tanto con camiones como con bicicletas. Atacábamos barriendo el objetivo con
ráfagas de metralleta y lanzando granadas.
En noviembre de 1943 atacamos en Vaison un cuartel ocupado por
militares nazis. La operación había sido minuciosamente preparada, participando
en ella unos 200 partisanos. Era la primera operación realizada con fuerzas
masivas. El ataque duró cuatro horas, causando al enemigo graves pérdidas.
Nosotros perdimos 23 hombres. Los alemanes, recuperándose del estupor causado
por nuestro raudo ataque, intentaron tomar represalias y destruir un pueblo en
el que sospechaban que nos habíamos refugiado, pero su tiro de artillería no
fue bien calibrado y todos los obuses cayeron más allá de su objetivo.
Recuerdo otra operación que iba a efectuarse contra una concentración alemana en Séderon. Desafortunadamente, se saldó con una derrota sangrienta. El enemigo había conseguido, comprándole, la ayuda de un oficial degradado que se encontraba al mando de uno de nuestros batallones. Como el plan de ataque había sido desvelado, los alemanes lograron capturar a 42 compañeros, de los 150 que formaban los efectivos con los que se iba a desarrollar el ataque.
Desarmados y amontonados en camiones, los 42 héroes fueron
ejecutados en la plaza de la ciudad, siendo después sus cadáveres arrojados en
las aceras. La población fue obligada a asistir, afligida, a aquel sombrío
espectáculo nazi.
El resto de nuestras fuerzas, tras lograr refugiarse en los bosques
cercanos, se reagruparon. El traidor, finalmente, fue capturado poco tiempo
después y ejecutado.
El fracaso de la acción provocó un acerbo ambiente de lucha, intensificando
todavía más el odio contra los invasores.
Otra operación digna de ser recordada, en esta ocasión de mayor
magnitud, tuvo lugar en el año 1944, tras el desembarco de los aliados en las
playas de Normandia, y en la que participé también yo. Se produjo en las
circunstancias de la retirada de las tropas nazis del departamento de Drôme.
En su repliegue, y para salvar su piel, los alemanes destruyeron
el armamento pesado (tanques, cañones, y otros). Se dirigían hacia Valence,
desde donde pensaban continuar su retirada Rodano arriba. Las unidades de la Resistencia intentaron
cortarles el camino de acceso a Valence. Sin embargo, los alemanes
contratacaron y nos empujaron hacia las arboladas colinas. Después, como yo no
había recibido la orden de retirada, me quedé solo en mi puesto de
ametralladora, emplazado entre las rocas a una distancia de cerca de 50 metros
del lugar donde los alemanes habían montado mientras tanto un cañón antiaéreo,
con el objetivo de proteger la columna en su huida. Permanecí en mi puesto
durante tres días y tres noches. Después de que el grueso de las tropas se
había retirado y mientras pasaba la última columna de alemanes sobre carros de
caballos, seguida de la infantería, por propia iniciativa abrí un fuego intenso
sobre ellos. Nuestro batallón de partisanos, siguiendo desde la cumbre lo que
sucedía, descendió apresuradamente al valle y capturó a los soldados rezagados de
la columna alemana. Cuando me
encontraron, mis compañeros me confesaron que me habían creído muerto.
Todas las unidades partieron después persiguiendo a los alemanes, que tenían prisa en embarcarse en Valence. Allí, sin embargo, fueron sorprendidos por las tropas aliadas, que habían desembarcado en el sur de Francia y junto a las que avanzamos hacia el norte. En la batalla que tuvo lugar en Valence hubo muchas víctimas por ambos lados.
Todas las unidades partieron después persiguiendo a los alemanes, que tenían prisa en embarcarse en Valence. Allí, sin embargo, fueron sorprendidos por las tropas aliadas, que habían desembarcado en el sur de Francia y junto a las que avanzamos hacia el norte. En la batalla que tuvo lugar en Valence hubo muchas víctimas por ambos lados.
Fue mi última participación en los combates sobre el territorio
francés. La, sin embargo, todavía no había terminado para mí.
En aquel final de año de 1944, el clima político generado por la
inminente derrota del nazismo por las fuerzas antifascistas aliadas, con la
URSS al frente, iba a inflamar el ánimo de los combatientes republicanos
españoles, cuya patria sangraba bajo el terror franquista.
En este contexto histórico, los españoles que tanto contribuyeron
a la liberación de Francia, en su deseo ferviente de impulsar el movimiento de
Resistencia para liberar su propia patria, decidieron reagrupar las fuerzas que
habían luchado en las formaciones del F.T.P.F. y continuar la lucha en España.
El reagrupamiento tuvo lugar en el mes de noviembre de 1944, en Montélimar,
departamento de Drôme. Me uní también yo
con entusiasmo a esta acción con la que me sentía tan identificado.
Dotados con armamento ligero y contando con algunos medios de
transporte, los cerca de 35.000 combatientes marchamos a Toulousse, desde donde
teníamos que dirigirnos a la frontera española.
El reagrupamiento duraría unas tres semanas.
Llegamos a la frontera, que cruzamos por un territorio extenso,
entre Bayonne y Perpignan. Estando el ataque muy bien coordinado, logramos
liberar un territorio español de una extensión aproximada de 35 kilómetros. Liquidamos la resistencia de los puestos de
la Guardia Civil española, manifestando la población local un entusiasmo
indescriptible. Pero desasfortunadamente, después de 25 días, las autoridades
francesas nos dieron la orden de regresar a territorio francés. En caso
contrario, amenazaban con cerrar la frontera a nuestras espaldas.
No voy a dar más explicaciones sobre las causas de esta medida
dictada por las autoridades francesas, que se hicieron claras en una fase posterior
de la situación política. Al regreso, sin embargo, tuvimos la precaución de
esconder una parte de nuestras armas en las montañas.
Pronto nos organizamos de nuevo, y en esta ocasión de modo
clandestino, en pequeños grupos de unos 7-10 hombres. Así que en el mes de diciembre
de 1944 me encontraba al frente de un grupo de siete combatientes que penetró
de nuevo en tierra española.
Después de unos 15 días, durante los que encontramos en nuestro
camino a otros grupos de partisanos españoles, continuamos avanzando hacia el interior de
España, siguiendo las cadenas montañosas hacia el sur, donde operaban desde
hacia muchos años formaciones guerrilleras. En un pueblo de Andalucía, cerca de
Córdoba, atacamos un cuartel de marroquíes. El cuartel fue tomado por sorpresa
en plena noche. Éramos casi 300 partisanos. Tras el exitoso ataque, que se
saldó con una gran parte de los efectivos franquistas diezmados, se nos ordenó
hacer economía de municiones y retirarnos a las montañas, siguiendo un itinerario
establecido previamente.
En los montes de Córdoba permanecimos casi 15 días y, después de
terminar de reagruparnos, una parte de los combatientes extranjeros volvimos de
nuevo a Francia. Nuestro peregrinaje por territorio español, con algunas
escaramuzas por el camino, duró seis meses. El 9 de mayo de 1945 me encontraba
otra vez en Francia.
Tras la victoria sobre las oscuras fuerzas fascistas el 9 de mayo
de 1945, fui desmovilizado, regresando a mi país en diciembre de 1945.
Echando la vista atrás hacia aquellos años, no puedo terminar esta
breve retrospectiva sin evocar, lleno de reconocimiento, la satisfacción moral
que me aportó el contacto directo con los camaradas de lucha, con la población
francesa y española. Aquellas vivencias grabaron profundamente en mi corazón el
afecto hacia los pueblos que luchan por defender su independencia, por la
humanidad y por la liberación del hombre de toda explotación.
[1] En español se suele conocer como "guerra de broma", a veces también como "la guerra falsa" o "guerra ilusoria", aunque el autor del artículo la traduce en rumano como "ciudate razboi", guerra rara. En francés se utiliza el término "drôle de guerre", refiriéndose al tiempo pasado en la S.G.M. desde la declaración de guerra de Inglaterra y Francia a la Alemania nazi, el 3 de septiembre de 1939, hasta la invasión por parte de esta a Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, el 10 de mayo de 1940, periodo en el que aunque las tropas franco-inglesas se habían movilizado, no realizaron ninguna acción militar. (Nota del T.)[2] Rumanía tenía entonces un gobierno fascista dirigido por el Mariscal Antonescu, bajo el reinado del rey Mihai I (Nota del T.)
[3] Francotiradores y Partisanos Franceses (FTPF) (Nota del T.)
[4] Si bien la Wehrmacht no estaba estacionada en la zona libre, la seguridad interna de ésta dependía solamente de las fuerzas policiales del régimen y de un ejército francés (el "ejército del armisticio") reducido a solamente 100.000 hombres en todas sus armas, sin artillería pesada ni tanques (Nota del T.)
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