Alberti y Maria Teresa Léon en uno de sus viajes por la Europa Socialista |
Entonces entraría en contacto con la literatura de los brillantes escritores socialistas rumanos, como Tudor Arghezi o Mihai Beniuc, entre otros, y empezaría a traducir la obra del conocido como poeta nacional rumano, Mihai Eminescu, en colaboración con María Teresa León.
donde
En 1961, como regalo a su amigo Pablo Picasso, también comprometido intelectual comunista, publicará "La primavera de los pueblos", una colección de poemas dedicados a los países socialistas del este europeo, entre ellos Rumanía.
En su poema "Alboradas rumanas", canta al pueblo socialista rumano, a su sufrimiento y a su triunfo final sobre los que le hicieron sufrir un largo sometimiento, a su fortalecimiento y sus tractores, a la edificación de su propio futuro.
Con el poema, Alberti celebra el florecimiento del pueblo rumano, en lucha por su emancipación y por su desarrollo soberano a través del Socialismo, lo que fue, y esa es la idea central de su obra, una verdadera y bella primavera rumana...
En 1961 nadie podía imaginar que décadas después, tras el golpe de estado de 1989, aquellas flores se secarían de nuevo para volver a dejar paso al desierto, y que tras la primavera, que parecía iba a ser eterna (y a cuyo final contribuyó especialmente el abandono progresivo de los principios marxista-leninistas por sus dirigentes), volvería a imponérsele al pueblo rumano un cruel, y parece que muy largo, gélido invierno.
ALBORADAS RUMANAS
I
Pueblo: Has llorado, has sufrido,
mordido el polvo y mordido
a los que te han dominado.
mordido el polvo y mordido
a los que te han dominado.
Hoy subes fortificado.
Tus flautas, ayer heridas,
hoy ya no lloran perdidas
por los prados.
hoy ya no lloran perdidas
por los prados.
Canta de nuevo el amor.
Y en tus campos el tractor
deja en sombra a los arados.
Hoy subes fortificado.
Todo de luz se engalana.
La primavera rumana
ha llegado.
II
Llegaron los labradores
!Qué jubilo de colores!
!Qué albas camisas de flores!
Me cantaron
En la tierra amanecía.
En paz el trigo subía.
Era la mar quien crecía.
Me cantaron.
Yo no reía, lloraba.
El campor era quien cantaba.
El mundo quien despertaba.
Me cantaron.
!Ay, qué soles me trajeron!
!Ay, qué estrellas me dejaron
cuando se fueron!
III
Aunque la bruma hoy te ponga
un fanal de espesa plata
y yo no pueda mirarte,
campo de Rumanía,
oigo en medio de la bruma
las flautas de tu alborada.
Oigo tus carros de avena,
tus ovejas y tus vacas;
de tus frutales, el grito
redondo de tus manzanas.
Oigo tus bosques, escucho
los secretos de sus ramas,
el son de tus leñadores
y sus hachas,
la voz del petróleo, el sueño
de su vida subterránea.
Oigo la voz de tu tierra,
camino de tus montañas.
IV
En la montaña el sol ardía.
Libre, la nieve descendía.
El petróleo al cielo subía.
Las ciudades encaramadas
eran banderas derramadas.
!Todo era albor, todo alboradas!
V
No era el infierno, no era
ya el fuego que consumía
antes la sangre del hombre.
Es el fuego que a la patria
va a darle nuevas raices.
El fuego
que labra las nuevas formas
de las máquinas
que han de partir las entrañas
de tu tierra
y te harán más grande un día
y te harán más rica un día,
rica y plena.
Más grande, más rica y plena.
La primavera rumana
ha llegado.
II
Llegaron los labradores
!Qué jubilo de colores!
!Qué albas camisas de flores!
Me cantaron
En la tierra amanecía.
En paz el trigo subía.
Era la mar quien crecía.
Me cantaron.
Yo no reía, lloraba.
El campor era quien cantaba.
El mundo quien despertaba.
Me cantaron.
!Ay, qué soles me trajeron!
!Ay, qué estrellas me dejaron
cuando se fueron!
III
Aunque la bruma hoy te ponga
un fanal de espesa plata
y yo no pueda mirarte,
campo de Rumanía,
oigo en medio de la bruma
las flautas de tu alborada.
Oigo tus carros de avena,
tus ovejas y tus vacas;
de tus frutales, el grito
redondo de tus manzanas.
Oigo tus bosques, escucho
los secretos de sus ramas,
el son de tus leñadores
y sus hachas,
la voz del petróleo, el sueño
de su vida subterránea.
Oigo la voz de tu tierra,
camino de tus montañas.
IV
En la montaña el sol ardía.
Libre, la nieve descendía.
El petróleo al cielo subía.
Las ciudades encaramadas
eran banderas derramadas.
!Todo era albor, todo alboradas!
V
No era el infierno, no era
ya el fuego que consumía
antes la sangre del hombre.
Es el fuego que a la patria
va a darle nuevas raices.
El fuego
que labra las nuevas formas
de las máquinas
que han de partir las entrañas
de tu tierra
y te harán más grande un día
y te harán más rica un día,
rica y plena.
Más grande, más rica y plena.
El texto es de: Rafael Alberti - "Signos del día, La primavera de los pueblos" Editorial Seix Barral, S.A. Primera edición: 1978
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