"recordad, eternamente recordad
a todos los muertos desconocidos de Hiroshima
y no olvidéis jamás quién fue el asesino"
Su éxito internacional llegó cuando escribe el volumen de poemas "La sonrisa de Hiroshima" (Surâsul Hiroshimei), en el que denuncia el horror provocado por Estados Unidos tras lanzar sus bombas atómicas contra la población civil japonesa, cuando ya había ganado la guerra, exigiendo en sus versos que no olvidemos nunca a los asesinos.
Algunos de sus poemas han sido traducidos a numerosas lenguas y se han convertido en canciones a las que han puesto voz cantautores de todo el mundo.
Tambíén plasmó su ideología en poemas dedicados a la clase trabajadora, como "La voz del obrero", donde llama al papel constructor de los proletarios para construir las ciudades, las fábricas, el futuro:
"Con todos los que sufren / los que luchan / levantaré de nuevo la ciudad".
A continuación, publicamos la traducción de dos de sus poemas más representativos "La voz del obrero" y "Canto a los muertos desconocidos de Hiroshima", además de la musicalización de Horacio Guarany, con voz de la argentina Ginamaría Hidalgo, de su turbadora poesía "Las voces de los pájaros de Hiroshima".
LA VOZ DEL OBRERO
Levantaré de nuevo la ciudad
Tomaos de las manos
aquí tenéis mis puños
han ardido hace mucho.
Se han acostumbrado al fuego
a la cal viva
a las bocas de infierno de los hornos.
Las guerras han pasado
sobre mi columna vertebral.
Voy a hacer
de las manos trenzadas
nudos de hierro
y puentes de vuestros gritos de dolor
para tenderlos sobre el mar.
Tomo la sangre sin culpa
no dejo que la tierra la sorba
y levanto con ella
un ejército de estandartes
que flameo vivos
eternamente
sobre el mundo.
Con todos los que sufren
con los que luchan
levantaré de nuevo la ciudad.
¡Enlazad vuestros brazos quemados
y ved cómo el primer muro
comienza a levantarse!
CANTO A LOS MUERTOS DESCONOCIDOS DE HIROSHIMA
Recordad, eternamente recordad
a todos los muertos desconocidos de Hiroshima:
al viejo pescador que había tejido
con hebras de sol una nueva red
a través de la cual
brillaban los pétalos del océano
como violetas perfumadas;
al hombre caído frente a su casa
en el preciso instante en que sonriendo a los pequeños
les mostraba
una vieja bicicleta recién comprada
diciéndoles que con ella podía correr todavía un siglo;
recordad a las madres muertas junto a las cunas de sus hijos;
a los que sucumbieron en sus propios centros de trabajo
o a la muchacha que dentro de un cuarto de hora
debía encontrarse con su novio,
que volvía, herido, del frente, después de cuatro años;
a aquellos infelices que rezaban
en los templos, a las sombras y frescor de las fontanas;
recordad a los niños que nunca más volvieron
de la escuela y cuyos pequeños delantales
huérfanos, aún tendidos, se mecen ahora con el viento
mucho más triste que la muerte misma;
recordad, eternamente recordad
a todos los muertos desconocidos de Hiroshima;
y no olvidéis jamás quién fue el asesino.
LAS VOCES DE LOS PÁJAROS DE HIROSHIMA - Canción
Letra: Eugen Jebeleanu. Música: Horacio Guarany. Voz: Ginamaría Hidalgo
-¿Dónde, dónde están?
-¿Quiénes?
-¿Dónde, dónde están?
-¿Quiénes? ¿Quiénes?
-¿Dónde están?
-¿Quiénes? ¿Quiénes?
-Los hombres...
-No sé. Mira, copos de ceniza...
¡Copos de ceniza... ceniza... ceniza...!
-Han volado todos...
-¿A dónde, a dónde?
-No sé. Construyamos un nido.
Sí, un nido, un nido.
-Pero... ¿Dónde?
¿Dónde, dónde, dónde, dónde, dónde...?
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