Palacio Primaverii con el cartel en el que se anuncia que es propiedad del "democrático" estado de Kuwait |
Por supuesto, el autor de la retahíla de tópicos anticomunistas, más propia del No-Do franquista que de laprensa “democrática” actual (o, quizás, por eso mismo tan similar), no es capaz, o no le dejan sus amos, de, ni siquiera, hacer el esfuerzo de levantar la mirada a su alrededor y analizar la realidad en la que vive (comprendemos, eso sí, perfectamente, al andoba, mal pagado, sin seguridad social y explotado en un país extranjero y vendiéndose al servicio del mejor postor, para bien de los depredadores que controlan los medios de comunicación españoles y rumanos y que, curiosamente, o no tanto, en un país pueden ir de “progres” y en otro de “derechistas”, mientras la pluma de su colaboradora víctima repite como un papagayo lo que ha de escribir).
Antes de entrar en detalles sobre el vomitivo artículo, es necesario señalar lo que (por obediencia sumisa o por incapacidad periodística) ha obviado el escribano y que es mucho más de actualidad y, por supuesto, más grave, que los clichés que ha repetido con estilo de marcha militar. El Palacio de la Primavera permaneció abandonado prácticamente desde el asesinato del presidente rumano, que jamás lo considero, por otra parte, suyo, pues se trataba en realidad de su residencia oficial (curiosamente, frente al citado edificio, se haya la actual residencia oficial del Primer Ministro rumano, mucho más lujosa y en un complejo cerrado, inaccesible al rumano de a pie, separada del mundo cotidiano por vallas, cámaras y gendarmes, pero que no parece llamar la atención del currinche. Hacia 2013 el Palacio de la Primavera fue vendido al “democrático” Reino de Kuwait, que lo iba a utilizar como residencia del con toda probabilidad “amante de los derechos humanos” embajador de aquel país. Tras aquella inaudita venta por parte del Estado rumano (¿se imagina el “democrático” plumífero español que el Palacio de La Moncloa o el de El Pardo terminaran en manos de una embajada extranjera?), de la que no se supo jamás nada sobre precio ni condiciones, de repente, con la misma transparencia, ha saltado la noticia de que el Palacio de nuevo está en manos del Estado rumano, situación que huele que apesta a corrupción. ¿Ha recomprado el Estado rumano el Palacio de la Primavera? ¿Por cuánto dinero? ¿Por qué? Por supuesto, de todo esto ni rastro en el artículo.
En fin, llueve sobre mojado. Aunque continuamente las encuestas realizadas por los medios de propaganda del régimen capitalista dan como resultado que los rumanos vivían mejor en tiempos del comunismo y que consideran en una mayoría abrumadora que el sistema y la situación actuales son desastrosos después de un cuarto de siglo de saqueo y robo ca în codru por parte de tiranos políticos y empresariales, esos mismos medios intentan tergiversar la realidad inventando, repitiendo u ocultando datos y evidencias.
Palacio de la Primavera, un chalet grande en comparacion con las residencias de los mafiosos politicos y economicos que saquean hoy Rumania |
Utilizando recursos zafios y malintencionados, el periodista (que conste que llamamos al personaje así porque suponemos que así lo dice en su carnet) echa mano de la indemostrable cita de un visitante del Palacio, que no sabemos si se trata de un trabajador honrado o de un mafioso de los negocios (en contraste con los contundentes datos de las encuestas), para intentar dar una “prueba” de que el “boquiabierto” pueblo rumano piensa que se vivía mucho mejor antes de 1990, de la restauración del capitalismo, porque no sabía cómo vivía Ceausescu.
Según el autor, excusándose con las opiniones de los “horrorizados” visitantes, el comunismo rumano “castigó al pueblo hasta la miseria”, “al borde de la hambruna”, intentando, con el arte del trilero, como haría cualquier predicador o beato, derribar las evidencias de los datos con la ambigüedad del sentimiento (periodismo de telenovela, muy propio de los tiempos posmodernos en los que todo vale para ganar cuatro perras). Sin embargo, el propio Banco Mundial (BM), institución capitalista donde las haya, afirma que la llegada del supuesto "paraíso" capitalista no fue, por el contrario, más que un verdadero infierno para los trabajadores rumanos. Y eso lo podía haber comprobado cualquier periodista que se precie si su intencion hubiera sido decir la verdad y contar las cosas tal y como son.
Como se puede comprobar en la tabla de datos que acompaña a esta entrada, sobre la pobreza (porcentaje de la población y número total de pobres en 1987-88 y 1993-95) en los países socialistas del este europeo, antes y después de la reinstauración capitalista de principios de los noventa, la conclusión es bastante clara.
La imposición de la autodenominada "democracia capitalista" (sin eufemismos, “dictadura del capital”) y la destrucción de los sistemas socialistas, provocó un aumento brutal de la pobreza en los países que lo sufrieron. En el caso de Rumanía, por ejemplo, el porcentaje de pobres, según el BM, era de un 6%, es decir, de 1,3 millones de personas, mientras que en 1993-95 el porcentaje se elevó radicalmente hasta un 59% (13,5 millones de personas de 22 millones de habitantes).
Sin embargo, el periodista autor de este escupitajo a su profesión no cesa de poner en boca de otros lo que le han mandado cacarear, o de preferir caer en tópicos como que los perros del conducator (palabra rumana que significa “dirigente”) vivían mejor que el resto de los ciudadanos, en otra muestra de la misma estrategia de dar la vuelta a la tortilla, proyectando en el pasado lo que no se quiere aceptar del presente y de lo que, por supuesto, no se habla por miedo a perder el trabajo. La dignidad sí tiene precio, como queda claro. ¿O no es verdad que los canes de los grandes mafiosos rumanos, pero también de otros empresarios menores, incluso de algún que otro pequeño empresario, viven hoy mejor que gran parte de la población de Rumanía, que sobrevive cada mes con menos de 200 euros?
Hablar de la que en realidad es una especie de chalet como un “lujoso palacio”, evitando decir nada de los cientos de palacios extremadamente más lujosos que se alzan hoy en Bucarest y en todo el país a costa de la miseria generalizada de los trabajadores rumanos (tres millones de ellos obligados por el capitalismo a huir para encontrar un trabajo), y evitando también hablar de su propio país, donde el Palacio del Jefe de Estado, elegido a dedo por el fascista Franco, deja a la residencia oficial de Ceausescu en una especie de chabola, o recurrir a la mentira de la pobreza en la Rumanía socialista (llevando la contraria al propio Banco Mundial) y cerrando los ojos ante la dolorosa situación de la Rumanía miserable de hoy día es intentar convencernos de que el pulpo es un animal de compañía, desviando la atención sobre la obviedad, demostrada con los datos de cada día y de cada encuesta, de que cada vez hay más rumanos convencidos, incluyendo a los más jóvenes, de que les han dado gato por liebre.
Por supuesto, finalmente, para intentar explicar lo inexplicable, en un agustinano ejercicio de buscar las pruebas ontológicas de la existencia de dios, se recurre a la estupidez generalizada del pueblo: citándo las palabras del viceprimer ministro rumano Vasile Dancu (al que el periodista, en otra muestra de su buen hacer, “¿para qué esforzarse en realizar un buen trabajo para una mierda de artículo?” podría haber pensado el autor en un esporádico y puntual ataque de lucidez, cambia el nombre bautizándole Vancu), se dice que los rumanos, los pobres, piensan así porque no conocen su pasado.
Bien, aceptemos pulpo como animal de compañía, para ponernos al nivel de esta gentuza que ha saqueado el país durante los últimos 25 años sin dejar jamás de repetir que “la culpa de todo la tiene el comunismo”, y que por cierto en su gran mayoría fueron miembros de la élite burocrática comunista, y que posiblemente por eso piensan que, en comparación con el botín que se han repartido en este cuarto de siglo, entonces ellos mismos eran “pobres” y, por ende, también lo era la plebe. Pero lo que no pueden negar, e incluso acaban reconociéndolo con sus porpias palabras, citadas como secundarias pero que esconden la esencia del problema, es que el país hoy vive “una pobreza extrema”, que antes de los 90 no existía, como demuestran los datos del neoliberal Banco Mundial, y que entonces los trabajadores “tenían un trabajo seguro”. Y es que en la primera década capitalista de destruyeron metódicamente la mitad de los puestos de trabajo existentes en el momento del golpe de Estado de diciembre del 89, las “condiciones asequibles para comprar un apartamento” (¿pero no dice el tópico que estaba prohibida la propiedad privada, que todo era expropiado por el partido?), y que “uno podía permitirse unas vacaciones en el Mar Negro con más facilidad que en la actualidad” (pero ¿no eran “extremadamente” pobres”?).
En fin, se trata de una nueva bazofia indigerible de lo que la posmodernidad llama “periodismo libre”: un pobre hombre dice lo que tiene que decir por miedo a recibir una patada en el culo en su empleo y no poder, no ya comprarse un apartamento como hacían los “pobres” de la época comunista, no ya “tener unas asequibles vacaciones en el Mar Negro” como hacían aquellos “muertos de hambre”, y mucho menos para tener “un trabajo seguro” como los “esclavizados” trabajadores al servicio del “genio de los Cárpatos”, sino simplemente seguir sobreviviendo día a día en este sistema tan “justo” y “humano” en el que la verdad, el trabajo bien hecho y la capacidad de indignación ante la desigualdad y la injusticia son mercancías de poco valor y de poca utilidad, y es que, como describió tan acertadamente Honoré de Balzac en La Posada Roja, “detrás de una gran fortuna siempre hay un gran delincuente”.
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