En La posición del niño, el contraste se enfrenta en una situación más del cada día rumano de los
últimos 27 años; una familia acomodada, de médicos, formada gratuitamente por el estado durante el comunismo y que se enriquece a costa de la sobretarifa que exigen a sus pacientes para atenderles en la nueva época de “sálvese quien pueda”, se cruza en el camino con una “despreciable” familia de clase baja, que sobrevive de su trabajo malpagado siempre en la cuerda floja.
El hijo de la familia rica atropella a una niña con su coche “occidental”, en el marco de una serie de problemas psicológicos propios de la juventud burguesa posmoderna, incapaz, por falta de costumbre, de lograr nada por sí misma y tendente a somatizar los problemas para huir de ellos.
Lógicamente, la familia acomodada (intelectuales anticomunistas, por supuesto), que está acostumbrada desde las alturas de la sociedad a comprarlo todo, no duda en hacer lo que sea para, aprovechándose de la necesidad de los padres de la víctima de su hijo, solventar los consiguientes problemas legales con dinero. Un ejemplo muy habitual, lamentablemente, en la Rumanía donde el bien y el mal se distingue solamente por la riqueza que lo justifique.
La elección de una familia de médicos es significativa, pues este colectivo representa como ningún otro, en un país ya de por sí sometido a una terapia de choque de privatización brutal y total, la mercantilización de todos los servicios, incluso los que nominalmente siguen siendo públicos, como la sanidad, de los que, subrepticiamente, se exige un pago extra en negro a los pacientes si quieren ser tratados y curados. Se entiende que gente así, que considera al enfermo una mercancía, sea capaz de usar y tirar, o comprar, también una vida humana. En este caso, la de la niña asesinada por el niño bien de la familia a la que, en la mentalidad fascista que reina en Rumania, como miembro de los excluidos, desposeidos, dominados y expoliados, clase saqueable para conservar y aumentar los privilegios, se la pueda desechar sin demasiados tapujos morales (aún así, el director de la película, Cãlin Peter Netzer, que no obstante representa a los suyos, encuentra cierta conciencia en los parásitos acostumbrados a vivir de chupar la sangre a sus víctimas, aunque, por supuesto, no tanta como para anteponer la justicia o la humanidad ante la barbarie esencial de todo burgués).
La película se puede ver castellano en el siguiente link:
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