El capital está preocupado por la pandemia. No, por supuesto, por la salud de la gente, sino por sus negocios. Así que, mientras toma medidas restrictivas de la libertad de movimiento, obligando a los ciudadanos a estar encerrados en casa para evitar el contacto social y la extensión del virus, hace excepciones cuando se trata de enviarlos a sus puestos de trabajo, aglomerados en transporte público o codo a codo en las fábricas, para que sigan produciendo la necesaria plusvalía.
Igualmente, las potencias imperialistas, necesitadas de mano de obra barata para los trabajos más duros, exige a los países dependientes, sus nuevas colonias, que les sigan enviando obreros para, especialmente, pero no solo, los trabajos agrícolas, quedando en evidencia su habitual estrategia para dividir a los trabajadores extranjeros y los locales de que los primeros vienen a quitarles el trabajo. El gobierno de Rumania, país conocido como principal exportador de trabajadores baratos a los ricos estados de la Unión Europea, ha aceptado raudo las órdenes de Bruselas y Berlin, y ha tardado bien poco en permitir que miles de rumanos puedan acudir a la llamada imperial.
Mientras en Rumania todo el mundo tiene que estar confinado en casa, se aplica el toque de queda a partir de las 22.00, y el ejército patrulla las calles con su subfusil al hombro, para los jornaleros se han levantado las restricciones, sin importar en este caso, pues, cuando se trata de los intereses del amo, la salud de los trabajadores importa bien poco.
Como se regula en el decreto de urgencia nr.7 del 4.4.2020, emitido precisamente para la ocasión:
Art. 10. – (1) Están permitidos los vuelos irregulares (chárteres) de todos los operadores aéreos, para transportar temporeros de Rumanía a otros estados, con la autorización de las autoridades competentes del país de destino.
Por lo tanto, en los casi desiertos aeropuertos de diferentes ciudades rumanas, la mano de obra se aglomera esperando los aviones que les llevaran a producir alimentos agrícolas para las empresas alemanas, holandesas o españolas, como carne de cañón o corderos dispuestos al sacrificio por cuatro duros. Pero el capital es el capital y, como es bien sabido, en cualquier tirania capitalista lo que manda es la plusvalia, ante lo cual no hay enfermedad o pandemia que valga. Amén.
Igualmente, las potencias imperialistas, necesitadas de mano de obra barata para los trabajos más duros, exige a los países dependientes, sus nuevas colonias, que les sigan enviando obreros para, especialmente, pero no solo, los trabajos agrícolas, quedando en evidencia su habitual estrategia para dividir a los trabajadores extranjeros y los locales de que los primeros vienen a quitarles el trabajo. El gobierno de Rumania, país conocido como principal exportador de trabajadores baratos a los ricos estados de la Unión Europea, ha aceptado raudo las órdenes de Bruselas y Berlin, y ha tardado bien poco en permitir que miles de rumanos puedan acudir a la llamada imperial.
Mientras en Rumania todo el mundo tiene que estar confinado en casa, se aplica el toque de queda a partir de las 22.00, y el ejército patrulla las calles con su subfusil al hombro, para los jornaleros se han levantado las restricciones, sin importar en este caso, pues, cuando se trata de los intereses del amo, la salud de los trabajadores importa bien poco.
Como se regula en el decreto de urgencia nr.7 del 4.4.2020, emitido precisamente para la ocasión:
Art. 10. – (1) Están permitidos los vuelos irregulares (chárteres) de todos los operadores aéreos, para transportar temporeros de Rumanía a otros estados, con la autorización de las autoridades competentes del país de destino.
Por lo tanto, en los casi desiertos aeropuertos de diferentes ciudades rumanas, la mano de obra se aglomera esperando los aviones que les llevaran a producir alimentos agrícolas para las empresas alemanas, holandesas o españolas, como carne de cañón o corderos dispuestos al sacrificio por cuatro duros. Pero el capital es el capital y, como es bien sabido, en cualquier tirania capitalista lo que manda es la plusvalia, ante lo cual no hay enfermedad o pandemia que valga. Amén.
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