domingo, 23 de noviembre de 2014

Bajo el cielo de España. Capítulo III: Historia de los brigadistas rumanos en la Guerra Civil Española

Seguimos con la publicacíon de nuestra traducción del libro de Valter Roman, miembro del grupo de rumanos que combatieron en España en las Brigadas Internacionales contra el fascismo, en el que se describe la participación de los comunistas de Rumania en la Guerra Civil española (1936-39).

Se puede acceder a los capítulos ya traducidos en los siguientes enlaces:



JUNTO A LA ESPAÑA REPUBLICANA


LA VANGUARDIA EN ACCIÓN

El fuego desatado por los generales falangistas en tierra española y avivado por el recio vendaval procedente de Berlín y Roma amenazaba con extenderse al mundo entero. Bajo la mirada, más que permisiva, de los gobiernos “demócratas” y “nointervencionistas” de Francia, Gran Bretaña y EEUU, Hitler y Mussolini enviaban contra la República española tropas armadas hasta los dientes, así como modernísimos aviones, tanques y cañones. Había que levantar un dique ante la marea negra del fascismo. Había que oponer a las fuerzas unidas del oscurantismo y la reacción militarista las fuerzas internacionales unidas de la paz y el progreso. Todos aquellos que amaban la vida, que apreciaban los valores espirituales y materiales creados por la humanidad a lo largo de los siglos, estaban llamados a ponerse en pie resueltamente contra la agresión fascista.

Desfile de las BB.II. en Albacete
Los comunistas y progresistas de todos lados, conscientes desde el primer momento del riesgo mortal que se abatía sobre la España democrática, de la gravedad del peligro que acechaba a todo el mundo, tomaron de inmediato las primeras medidas prácticas de ayuda activa a la lucha del heroico pueblo español.

Desde el inicio mismo de la guerra de España, el Partido Comunista Rumano (PCR) dio los primeros pasos para movilizar a las masas en defensa de esta causa común. Bajo su dirección, las fuerzas amantes del progreso de nuestro país, junto a los elementos avanzados del mundo entero, aportaron su grano de arena al inmenso movimiento de solidaridad con la causa justa del pueblo español contra las fuerzas tenebrosas del fascismo.

En aquella época me encontraba en Francia. Allí me pilló, como a muchos otros comunistas rumanos, el llamamiento del partido a la solidaridad con la España republicana. Los estrechos lazos que en todo momento mantuve con la patria, el conocimiento que tenía de la lucha de los voluntarios rumanos en España, así como los materiales de archivo que manejé tras mi vuelta a Rumanía, me sirvieron, en los años posteriores a la guerra, para reconstruir, en sus elementos esenciales, la actividad desarrollada en aquellos años por el partido, por los comunistas rumanos, en la movilización activa y multilateral de las masas en apoyo de la República española.

Eran tiempos duros. Los fascistas rumanos, alentados por las cúpulas reaccionarias de la burguesía y los terratenientes, y apoyados por los imperialistas extranjeros, organizaban pogromos y quemas en plaza pública de libros y periódicos que mostraran el menor atisbo de progresismo. Se preparaba el asalto para liquidar completamente los pocos derechos políticos que aún existían. Sin embargo, el Partido Comunista Rumano, a pesar de estar en la ilegalidad, organizó activamente la lucha popular contra la ofensiva fascista. El partido levantó su voz de protesta contra la rebelión falangista y la intervención de la Alemania de Hitler y la Italia fascista, contra la política de “no injerencia” proclamada por los gobernantes de Francia, Inglaterra, EEUU y otros Estados capitalistas, y contra la complicidad del gobierno burgueso-terrateniente de nuestro país con los fascistas españoles. Llamó a los trabajadores a emprender una lucha decidida en ayuda del pueblo español.

Voy a esbozar, siquiera sea muy resumidamente, la actividad solidaria desarrollada en Rumanía en favor de la España republicana, ya que, como recordaba en el prefacio, dicha actividad se encuentra ampliamente descrita en el libro Voluntarios rumanos en España[1]. En esa obra están publicados diversos documentos del Comité Central del PCR, así como artículos aparecidos en diferentes órganos de prensa, legal e ilegal. Igualmente, se incluyen en el mencionado volumen una serie de documentos de los órganos de la seguridad del Estado burgueso-terrateniente, que desenmascaran la política de los círculos gobernantes de antaño.

Ya en agosto de 1936, es decir, un mes después del inicio de la guerra de España, en el manifiesto “Al pueblo trabajador rumano y a todas las nacionalidades oprimidas de Rumanía”, el Comité Central del PCR decía lo siguiente: “Desde hace ya más de un mes, ríos de sangre del heroico pueblo español se derraman en la guerra civil provocada por los generales fascistas (…) ambiciosos y corruptos (…) que han traicionado a la República, levantándose en armas contra el pueblo y poniéndose al servicio de sus enemigos, tanto de dentro como de fuera de España.

Detrás de estos generales criminales se han concentrado todas las fuerzas contrarrevolucionarias españolas e internacionales (…)

Los enemigos del pueblo español no titubean a la hora de traicionar los intereses populares, poniendo en almoneda las provincias de la República a cambio de la ayuda que reciben del fascismo alemán e italiano (…)

¡Trabajadores, campesinos, ciudadanos!

Los acontecimientos que se suceden en España, la ayuda que prestan los fascistas alemanes, italianos y portugueses, y los reaccionarios del mundo entero, incluida Rumanía, a los sangrientos generales españoles, muestra una vez más que el fascismo internacional es el enemigo mortal de los pueblos de todo el mundo (...)

La ayuda prestada por los fascistas alemanes, italianos y portugueses a los verdugos del pueblo español constituye una amenaza y una provocación con miras al estallido de la guerra mundial, que significará la aniquilación sangrienta de los pueblos pequeños e indefensos, la liquidación de su independencia y la instauración de la dictadura fascista.

El gobierno de Tătărăscu[2] y las fuerzas reaccionarias, con el rey[3] y su camarilla a la cabeza, apoyan la guerra contra el pueblo español (…)

Ciudadanos,

Levantándonos todos como un solo hombre en ayuda y apoyo del pueblo español y de su gobierno legal, el pueblo rumano lucha al mismo tiempo no sólo contra quienes le oprimen, sino también por el trabajo, el pan, la tierra, la paz y la libertad.

La solidaridad internacional y la ayuda material garantizarán, sin duda, el triunfo de la lucha heroica del pueblo español, darán al traste con los planes del fascismo internacional y constituirán un paso decisivo en la lucha por la paz (…)

Comité Central del Partido Comunista de Rumanía”[4]

En numerosas ocasiones, el partido puso a las claras la unidad de intereses de los fascistas españoles, alemanes, italianos y los círculos fascistas y reaccionarios de nuestro país; mostró al pueblo que cada victoria del fascismo en España significaba, al mismo tiempo, una batalla ganada por los fascistas en nuestra tierra patria. En el artículo “En España se decide la suerte de la paz y la libertad”, del folleto “España”, editado en julio de 1938 por el PCR y consagrado a la lucha del pueblo español, se decía: “Todo el mundo –salvo los que se han dejado cegar o seducir por el embeleco fascista y las baladronadas de la prensa venal- ha sentido que sobre la tierra yerma de Aragón, en los campos de Cataluña y a las puertas de Madrid se juega mucho más que la suerte de un pueblo. Hemos oído los gritos de alegría de los enemigos de la democracia y la paz tras cada una de las victorias de las tropas invasoras italo-germanas. Hemos visto cómo crecía, tras cada victoria del fascismo en España, la insolencia de quienes traman instaurar una tiranía fascista: los cortesanos de palacio, los integrantes del frente de la Guardia de Hierro[5], los miembros de los consejos de administración de los grandes bancos y fábricas, y los moradores de las ricas mansiones señoriales. Hemos visto cómo excitaban esas victorias las ansias de saqueo de quienes, en Berlín y Roma, codician la tierra y la riqueza, y urden la guerra mundial.” [s.n.]

De igual modo, desveló el partido comunista la odiosa complicidad de aquellos gobiernos que, so capa de la “no intervención”, ayudaron a los fascistas a asfixiar a la República española y a sojuzgar al pueblo español. El partido enseñó a las masas a ver más allá de las simples apariencias y a descubrir la verdad en la intrincada red de los acontecimientos: “La principal forma de ayuda política de los gobiernos capitalistas no fascistas a Franco y a los intervencionistas extranjeros es la no intervención, que coloca en plano de igualdad a los rebeldes y al gobierno legal, emanado del parlamento; que levanta en torno a la España republicana, aislándola, un muro de hierro que ampara el envío de tropas, armas y aviones a dicho país por parte de Hitler y Mussolini, así como el bombardeo de la población civil española desde barcos de guerra y aviones alemanes e italianos. La no intervención es la defensa de la intervención. La mascarada de la no intervención no es defensa de la paz, sino preparación de la guerra.”[6] [s.n.]

Sin pausa, en la prensa del partido, por medio de manifiestos, en el trabajo de agitación llevado a cabo en las fábricas y en el campo, o por boca de intelectuales progresistas, el partido señaló la necesidad de expresar, por todo tipo de vías, la solidaridad de nuestro pueblo con la lucha justa del pueblo español. Si hojeamos la colección de Scînteia –por entonces un periódico ilegal- de los años  en que se libró la guerra de España –de 1936 a 1939-, nos encontramos con el testimonio vivo de la actividad febril del partido en la organización de la protesta enérgica de las masas contra la agresión y en apoyo de la España republicana. No hay prácticamente un solo número de Scînteia en que no se abogue por la unidad de todas las fuerzas internas honradas y patrióticas, necesaria para levantar un frente común que detuviera el odioso crimen que se cometía contra la libertad de un pueblo. El partido exhortó a las masas a convocar reuniones, mítines y manifestaciones de simpatía y solidaridad con el heroico pueblo español; las llamó a manifestarse ante las legaciones alemana e italiana para detener de forma inmediata la ayuda que prestaban ambos países a los generales rebeldes. “El ímpetu de las masas –señalaba el partido-, junto a los trabajadores y pueblos del mundo y los gobiernos de los países grandes y pequeños, entre ellos el de Rumanía, es la palanca con que debemos forzar la constitución de un frente que imponga civismo al agresor (…)”[7]. “Para acabar con el sistema intervencionista, que mañana podría volverse contra nosotros (…), creemos comités conjuntos con todas las organizaciones obreras y democráticas, en ayuda y defensa del pueblo español.”[8]

«¡Léelo y circúlalo!», se decía en la ilegal Scînteia, en los manifiestos del Partido Comunista Rumano o en minúsculos folletos. Lee y circula el material en que estaba impresa la palabra del partido, difundiendo así sus consignas y llamamientos, que sonaban cálidos y vibrantes. En ellos se señalaba a las gentes honradas el deber sagrado que tenían para con el pueblo español. “Tenemos una deuda con España. Unámonos, sin distinción de partidos, para prestarle nuestra ayuda activa. En todas las reuniones sindicales y democráticas, en todas nuestras manifestaciones, no nos olvidemos de los hermanos que sangran (…)

Reunid como sea todo el dinero que podáis para comprar siquiera sea un poco de la comida, ropa y medicinas que necesitan, en pleno invierno, un pueblo masacrado diariamente por las bombas y cientos de miles de refugiados, inválidos, huérfanos y viudas de las zonas devastadas por los fascistas y aisladas por el bloqueo de la llamada no intervención.”

“Luchemos todos los demócratas para impedir que el gobierno rumano venda petróleo y cereales a Franco, y contra el establecimiento de relaciones con el gobierno rebelde; y que los estibadores portuarios se nieguen a cargar los buques con mercancías para Franco.”

La palabra y el llamamiento se convertían en acción. Nuestra clase obrera, que, bajo la dirección de su partido revolucionario, había organizado en 1933 las heroicas luchas de los ferroviarios y de los trabajadores del sector petrolífero, demostró haber comprendido, también en aquella ocasión, las implicaciones políticas de la situación, al acudir en apoyo del pueblo español.

Amplias capas de la población manifestaron un vivo interés por la lucha de dicho pueblo. “De la guerra mundial a esta parte –escribía Ilie Cristea en Cuvîntul liber[9] de 1 de agosto de 1936- puede que ningún acontecimiento externo haya cautivado tanto la atención del ciudadano rumano como la guerra civil española (…) Todo el mundo escucha con expectante emoción las noticias por la radio o echa un vistazo a los periódicos del día. Todo el mundo se ha aprendido la geografía española.” Ese interés y simpatía se tradujeron en numerosos actos de solidaridad con la España republicana.

Hojeemos de nuevo la prensa del partido de aquel periodo… En Scînteia de 15 de septiembre de 1936 se contaba que, en las asambleas que se habían celebrado en Bucarest y en otras localidades del país, se habían adoptado mociones de protesta contra la intervención italo-germana y de apoyo a la lucha del pueblo español. Una noticia aparecida en Steagul Roșu[10] de 13 de diciembre de 1936 informaba de que en unos pocos meses se había conseguido reunir en Bucarest casi 300 mil lei[11], en ayuda para el pueblo español. En diversas ciudades, Tîrgu Mureș entre otras, los trabajadores habían decidido entregar su salario de media jornada para el mismo fin. En las páginas de Scînteia aparecía con frecuencia la columna “Colecta por España”, donde se indicaban las sumas de dinero, de diversa cuantía, recibidas de todos los rincones del país. En un solo mes –junio de 1937-, los trabajadores de la CFR Grivița[12] reunieron 20 mil lei y los ferrovarios de Iași y de Pașcani, otros 10 mil. Otra noticia informaba de que en enero de 1938 se habían recaudado, según datos incompletos, 17 mil lei en Bucarest y 30 mil en Galați. En Scînteia de 8 de febrero de 1939 se leía que los trabajadores de Bucarest, Cluj, Galați, Ploiești, Pitești y Turnu Severin habían reunido 70 mil lei. Scînteia de 8 de julio de 1938 informaba de que la organización del partido en Bucarest había puesto en marcha una campaña para enviar un camión con alimentos, medicinas y ropa a la España republicana.

Entregar el salario de media jornada… varias decenas o varios cientos de lei reunidos en una colecta eran acciones que podían parecer insignificantes a primera vista. Pero representaban siempre un gran esfuerzo para quienes lo hacían, porque la mayor parte de ese dinero procedía de los trabajadores, de los campesinos, de los pequeños artesanos y funcionarios, de quienes, por aquellos años, vivían entre estrecheces y al día.

Tras el llamamiento del Partido Comunista Rumano, se formaron en el país comités de apoyo a la España republicana que hacían colectas de dinero, medicinas y ropa. Ya en los primeros días de la guerra de España, se creó en Bucarest un comité de iniciativa encargado de coordinar las actividades que se desarrollaban en toda Rumanía en apoyo del pueblo español. Formaban parte de este comité, además de los comunistas, que lo dirigían, miembros de organizaciones como el Comité para la Defensa de los Antifascistas, el Frente Estudiantil Democrático, etc. A la cabeza del Comité por España de Bucarest se encontraba el trabajador ferroviario Ilie Pintilie, miembro del Comité Central del PCR, así como otros fervorosos antifascistas. Entre quienes participaron en las actividades de solidaridad con la España republicana cabe mencionar a Lothar Rădăceanu, Ștefan Voitec, Gogu Rădulescu, Miron Constantinescu, Constantin Trandafirescu, Ion Pas, Ion Turcu, I. Pomîrleanu, N. Popescu-Doreanu, Petre Constantinescu-Iași, Tudor Bugnariu, Constanța Crăciun, Corneliu Mănescu, Mihail Dragomirescu, Emanoil Florescu, Mihail Levente, Alexandru Bîrlădeanu, Răducani Cioroiu, Vasile Pogăceanu, Gheorghe Micle, Eduard Mezincescu, Florin Mezincescu, Simion Pop, Bucur Șchiopu, Victor Ionescu, Alexandru Voitinovici, Năstase Popescu, Gheorghe Diaconescu, etc. Los comités de ayuda a España organizaban conferencias, reuniones y mítines en que se daba a conocer la lucha heroica del pueblo español. En ellos se hacía hincapié en la comunidad de intereses que existía entre el pueblo español que defendía su patria y la lucha de las masas trabajadoras de Rumanía. Por iniciativa del partido se organizaron manifestaciones y actos en favor del pueblo español por diferentes vías, a saber, sindicatos, Socorro Rojo, etc. La mayoría de esas acciones se llevaban a cabo de manera encubierta. A la Siguranța[13] le resultaba más complicado sospechar que el baile dado por un club deportivo de Iași, o la fiesta de año nuevo o el té organizados por tal o cual asociación de Bucarest o de cualquier otra ciudad, ocultaban, de hecho, una acción en apoyo a España impulsada por iniciativa del partido.

Periódicos democráticos y antifascistas como Cuvîntul liber, Lumea, Ecoul, Viața Românească[14] y otros adoptaron una posición valiente. Al desenmascarar la rebelión de los generales españoles como un acto de traición, y la brutal intervención de Hitler y Mussolini como un ensayo general de la guerra fascista en preparación, los mejores periodistas y escritores de Rumanía atacaron implacablemente la política de “no intervención” de las democracias occidentales y la actitud reaccionaria y antinacional de los gobiernos rumanos, polemizando con los interesados defensores de Franco. En las páginas de las publicaciones rumanas más prestigiosas aparecieron artículos y comentarios firmados por Alexandru Sahia, Victor Eftimiu, Geo Bogza, Tudor Teodorescu-Braniște, N. D. Cocea, George Macovescu, C. Parhon, Barbu Lăzăreanu, Paul Teodorescu, Zaharia Stancu, Al. Constantinescu, Grigore Preoteasa, Ion Călugăru, Mihnea Gheorghiu, George Ivașcu, Mihai Beniuc, Matei Socor, Ștefan Roll (Gheorghe Dinu), Emanoil Socor, Scarlat Callimachi, Eugen Jebeleanu, Miron Radu Paraschivescu, Gheorghe (Gogu) Rădulescu, Corneliu Mănescu, I. Brunea-Fox, Maria Arsene, Ion Felea, Mihai y Gogu Popescu, y muchos otros.

A favor de la España republicana escribieron en la prensa progresista de las nacionalidades Gaál Gábor, Kohn Hillel, Méliusz Jozsef, Balogh Edgár, Józsa Béla, Nagy Istvan, Bányai László, Simonis Heinrich, Geltz Philipp.
Los órganos represivos del Estado burgueso-terrateniente persiguieron, arrestaron y condenaron a quienes manifestaron su solidaridad con el pueblo español. Para disponer de datos más concretos sobre la represión, no está de más hojear los archivos de la Siguranța. Así, por ejemplo, nos enteramos de que en 1936, en Arad, fueron detenidas 11 personas por recaudar dinero para España[15]. La colecta estaba organizada por miembros de las organizaciones obreras de la localidad. He aquí un extracto de una nota informativa con número 327/1937 de la Inspección General de la Gendarmería: “Disponemos de informaciones que señalan que, en los talleres de la CFR Grivița, de las sumas de dinero reunidas entre los trabajadores, una parte se emplea en ayudar a los suspendidos y despedidos, y otra se envía, por intermedio de Comité Central comunista en España, como ayuda a los voluntarios del ejército rojo de los gubernamentales. También sabemos que en los otros talleres del país se hacen colectas de dinero con el propósito indicado más arriba. Los delegados entregan luego ese dinero al Sindicato Central Obrero de los trabajadores de la CFR Grivița que, a su vez, le da el mismo destino hacia España. Ya hemos puesto en marcha todos nuestros mecanismos de vigilancia de las personas sospechosas de estar implicadas en estos hechos.”

Una nota informativa del departamento de información advertía a los órganos competentes de que el Comité por España de Bucarest iba a poner en circulación bonos con su propio anagrama para la recogida de fondos[16]. Otra nota contaba que ese mismo comité estaba organizando un mes de ayuda al proletariado español, dedicado a la recaudación de fondos en apoyo de los españoles republicanos[17]. El departamento de información llegaba a señalar que el “Socorro Rojo” había editado y puesto a la venta, con ocasión del 8 de marzo[18] de 1937, postales con la imagen de la mujer en la guerra de España[19]. Las redes de información perseguían todas estas actividades, incluso allende nuestras fronteras. De ese modo, la Siguranța estaba al tanto de que la emigración rumana en Francia hacía colectas de dinero, ropa y medicinas en ayuda de la República española.

El envío de las sumas de dinero recaudadas en Rumanía debía hacerse, igualmente, evitando las múltiples trabas impuestas por la Siguranța. Cabe así mencionar una nota en que se advertía al Banco Nacional, en diciembre de 1936, de que no permitiera la salida del país de la suma de 18 mil lei destinada a los republicanos españoles. Sin embargo, las acciones de solidaridad no cejaban, a pesar de los impedimentos del gobierno y de la desinformación. La revista Rundschau, que se publicaba en Basel, ponía de relieve este aspecto en el artículo “Solidaridad del pueblo rumano con la España republicana”. “El pueblo rumano –se escribía en la revista- ha comprendido rápidamente que la lucha en España lo es también, al mismo tiempo, por su futuro, su libertad, su paz y sus derechos. Por ello, no ha eludido ningún sacrificio con que demostrar, de forma concreta, su solidaridad con los luchadores por la libertad de España.”

Abundante material impreso y difundido por el partido en aquel periodo ponía de manifiesto la agresión fascista contra España, los bombardeos salvajes de la población civil por parte de la aviación y los buques de guerra fascistas, así como las atrocidades que cometían. Los sabuesos de la Siguranța confiscaban ese material y perseguían a quienes lo divulgaban.

En cambio, los fascistas rumanos tenían toda la libertad del mundo para ensalzar la rebelión fascista, protegidos por el gobierno “no intervencionista”. He aquí una muestra elocuente: en una nota de una dirección regional de policía se comunicaba a los servicios centrales que, por aquellas fechas, se estaba difundiendo por correo material propagandístico sobre la agresión fascista en España y se solicitaban instrucciones sobre su envío al destinatario. Se hacía mención en la nota a la existencia de una circular de la Dirección General de la PTT[20] que ordenaba confiscar el material propagandístico pro o contra la España nacionalista o republicana. En el margen de esa nota se encuentra una resolución del órgano central que especificaba textualmente: “Se prohíbe el de la España pro marxista”[21]. Quedaba claro pues: ¡Sólo el material a favor de la España republicana!

Al mismo tiempo, el gobierno rumano toleraba que en la prensa burguesa reaccionaria se insultara gravemente al representante diplomático del gobierno republicano español[22] o detenía a enviados de dicho gobierno que se encontraban en Rumanía en negociaciones comerciales, etc.[23]

Sin embargo, la posición misma de los círculos dirigentes dejaba entrever ciertas divergencias sobre el problema de España. Una parte de la burguesía, que no veía con buenos ojos el ascenso de Hitler, en el entendido de que su política agresiva y revanchista, así como la de sus aliados, representaba también un peligro para la soberanía, independencia e integridad territorial de nuestro país, manifestó una relativa comprensión para con la lucha de la España republicana contra las fuerzas fascistas. Así se explica que fuera posible –en especial en la primera parte de la guerra- llegar a un acuerdo y despachar de Rumanía a los puertos de Valencia y Barcelona cantidades relativamente importantes de petróleo que necesitaba el ejército republicano. Sólo durante unas pocas semanas, entre marzo y abril de 1937, los servicios de la Siguranța y la prensa advirtieron la presencia en el puerto de Constanza de tres petroleros con pabellón republicano: el Zorroza, el Campero y el Remedios. Aunque los servicios de información siguieron cada movimiento de los miembros de la tripulación o de las personas con quienes estuvieron en contacto, los buques abandonaron el puerto con su cargamento correspondiente. Hasta agosto de 1937, ese transporte de combustible se efectuó por medio de petroleros ingleses de 12.000 toneladas.

Sin embargo, la actitud predominante de los círculos gubernamentales se caracterizó, como hemos visto, por tratar de desbaratar cualquier forma de solidaridad con la lucha de los republicanos españoles.

No obstante, a pesar de todas las medidas represivas, no pudieron ahogar el movimiento de solidaridad con el pueblo español, que tuvo su expresión más elevada en la marcha a España de cientos de voluntarios rumanos. Allí lucharon con las armas en la mano al lado del pueblo español y de los voluntarios venidos de todas partes para combatir al fascismo, enemigo de todos los pueblos del mundo.


POR VUESTRA LIBERTAD Y LA NUESTRA

En España, el pueblo luchaba heroicamente contra el fascismo. En las sedes de los partidos democráticos y de los sindicatos, transformadas en centros de reclutamiento de voluntarios y de distribución de armas, se presentaron miles y miles de personas. Hombres y mujeres se preparaban para combatir hasta la victoria. Las palabras No pasarán se convirtieron en la consigna general de la lucha contra el fascismo.

Cuanto más tenaz y organizada fue la resistencia del pueblo español a que se enfrentaban los rebeldes, tanto más masiva se hizo también la intervención militar de Alemania e Italia. El envío de hombres y armamento alcanzó dimensiones muy considerables.

Pero el pueblo español no estaba solo. La solidaridad internacional, la solidaridad de los pueblos del mundo entero, obraba con todas sus fuerzas. La manifestación más elocuente de esa solidaridad fue la organización de las Brigadas Internacionales, que escribieron una de las páginas más admirables de la historia del movimiento antifascista internacional.

En nuestro país, el constante trabajo de concienciación de las masas llevado a cabo por el partido y sus llamamientos a la solidaridad activa con la lucha del pueblo español hicieron que los trabajadores, campesinos e intelectuales más conscientes manifestaran su deseo de partir a luchar como voluntarios en España. El partido apoyó a los elementos avanzados que quisieron alistarse en las Brigadas Internacionales, procuró fortalecer sus filas con luchadores antifascistas de confianza y organizó su traslado a España.

En los manifiestos difundidos por el Partido Comunista Rumano y en Scînteia, ilegal por entonces, se podía leer: “Reforzad las Brigadas Internacionales. Reclutad voluntarios. Alistaos como voluntarios en el ejército republicano español.”

En respuesta al llamamiento del partido, cientos de antifascistas rumanos fueron a España desde Rumanía y desde los países de emigración en que se encontraban. En su bandera habían escrito las palabras: “Por vuestra libertad y la nuestra.”

“De la Rumanía subyugada bajo el cetro de una monarquía extranjera, encuadrada en un régimen de terror por la violencia de la “Guardia de Hierro” al servicio de los boyardos y de los capitalistas –escribe Dolores Ibárruri en su libro de memorias El único camino-, fueron a la España en llamas centenares de combatientes rumanos que se destacaron por su heroísmo.”[24]

Al enviar a sus hijos a España, nuestro pueblo trabajador era consciente de que la línea del frente republicano español no sólo levantaba un muro en el camino de la Wehrmacht de Hitler hacia Madrid, sino también en el camino hacia las fronteras de Transilvania, sometidas, por aquellas fechas, a la amenaza de invasión nazi y de la Hungría de Horthy.

El partido dio una gran importancia a la organización de la marcha de los voluntarios, cuestión extremadamente difícil y compleja en aquellas condiciones. Se encomendó a algunos camaradas de la dirección del partido y a algunos militantes con tareas de responsabilidad que se ocuparan de este cometido: Ilie Pintilie, Manea Mănescu, Leonte Răutu, Ion Popescu-Puțuri, Ilie Zaharia y otros dirigieron personalmente, aconsejaron y controlaron los distintos aspectos de dicha tarea. El modo en que resolvieron los problemas, numerosos y complicados, de la organización del viaje a España de los voluntarios fue muestra de la capacidad organizativa del partido y la influencia que ejercía sobre las masas, incluso en las duras condiciones que imponía la ilegalidad.

En la organización del envío de voluntarios a España, el partido debía tener en cuenta toda una serie de factores. Entre quienes habían manifestado su deseo de partir, la inmensa mayoría eran comunistas. El apoyo a la marcha de los voluntarios a España exigía al partido, al mismo tiempo, tomar medidas para que su propio trabajo no se viese afectado. Era igualmente necesario velar por que, quienes marchasen a España, fueran hombres de una lealtad inquebrantable a la causa de la libertad, hombres cuya actitud honrara al pueblo y al partido. Por último, se trataba de enviar a cuadros que, por su preparación militar, técnica o profesional, pudiesen ser lo más útiles posible a la República española.

El conocimiento cierto de quienes iban a marchar a España se imponía como una necesidad imperiosa, tanto más cuanto la burguesía rumana –y la de todas partes-, en la medida en que no lograba impedir la partida de los voluntarios, trataba de infiltrar a sus agentes en las filas de aquéllos para, de ese modo, sabotear las acciones de solidaridad con el pueblo español e incluso su lucha. Por ello, conviene destacar como un gran éxito del trabajo del partido en ese empeño, desde sus inicios, el hecho de que los voluntarios rumanos en España, salvo rarísimas excepciones, se entregasen en cuerpo y alma a la causa de la libertad, cumpliendo sin vacilaciones su misión de luchadores antifascistas. Gracias a la elevada conciencia de aquellos inquebrantables combatientes educados por el partido, los pocos agentes que la Siguranța consiguió infiltrar entre los voluntarios fueron rápidamente descubiertos y aislados, y su perjudicial actuación cortada de raíz.

Todas las actividades relacionadas con la organización de la partida se desarrollaban en condiciones sumamente difíciles, debido a la situación de ilegalidad en que se encontraba el partido. La policía trataba de que ninguna persona sobre la que existiesen sospechas de simpatía con la lucha del pueblo español pudiese abandonar el país. El control de fronteras se había intensificado para impedir su cruce clandestino. Los agentes de la Siguranța merodeaban por todas partes, espiaban, intentaban enterarse de lo que se estaba tramando para dar al traste con las acciones de solidaridad. Hay una abundantísima correspondencia sobre este tema entre el alto estado mayor y la Siguranța. Las notas de los servicios de información se multiplicaron, se mencionaban los viajes a España, se especulaba sobre el número de los que ya habían llegado allí o se informaba a los servicios de guardia de fronteras sobre las fechas aproximadas en que se preveían cruces clandestinos. Así, por ejemplo, una nota de los servicios de información de 6 de diciembre de 1936 informaba de que habían salido para España 150 voluntarios; otra indicaba que se daba prioridad a los voluntarios profesionales (mecánicos, ingenieros, médicos, empleados con el servicio militar hecho, etc.); y una tercera señalaba que se habían recaudado 400 mil lei para costear los viajes. Para no exponer a los cuadros ni poner en peligro los planes, el contacto con quienes deseaban ir a España, la preparación de los viajes, etc. se realizaban observando del modo más estricto las normas de la clandestinidad. A muchos de los antiguos voluntarios les sucedió que, en el momento de la partida, a veces incluso mientras recorrían el andén de la estación en que iba a producirse el encuentro –posible mediante una contraseña conocida de antemano y transmitida por el partido-, se daban cuenta de que el camarada que se había ocupado de organizar su viaje era un buen amigo o un conocido que, a su vez, no había sabido hasta ese instante con quién se iba a encontrar y a quién iba a transmitir las instrucciones.

Con miras a la organización de los viajes de los voluntarios, los militantes llevaron a cabo un intenso trabajo en las propias filas del partido y entre sus simpatizantes, en los centros industriales, fábricas y plantas, así como en el seno de la juventud, el campesinado y los intelectuales progresistas. Los militantes explicaban a las claras la gran importancia que tenía la creación de las Brigadas Internacionales, señalando que eran la respuesta más noble, digna e imponente que podían dar los pueblos del mundo entero a la cruenta y criminal intervención fascista en España.

Como consecuencia de ese trabajo, salieron hacia España numerosos voluntarios rumanos. Los primeros en alistarse a las Brigadas Internacionales fueron militantes de base del partido como Petre Borilă, Nicolae Cristea –miembro por entonces del buró del Comité de Bucarest del Partido Comunista Rumano-, los jóvenes comunistas Constantin Burcă, Mihai Burcă, Constantin Cîmpeanu –ferroviarios de Pașcani-, C. Bodeanu y otros.

En el transcurso del año 1937, el trabajo del partido siguió dando resultados, y el número de quienes manifestaban su deseo de alistarse en las Brigadas Internacionales no dejaba de crecer.

En Bucarest, la atención de partido se dirigía a la CFR, las grandes plantas metalúrgicas, especialmente Malaxa[25], y otras empresas industriales.

En los talleres de la CFR Grivița se organizaron numerosas acciones de solidaridad con la lucha del pueblo español: se difundían los éxitos del ejército republicano y los hechos de armas más destacados de los combatientes de las Brigadas Internacionales, y se alistaban voluntarios para ir a España. Algunos obreros comunistas de la CFR, Malaxa y Vulcan, como, entre otros, Nicolae Roșu, Marin Chilom, Ion Călin, Stan Minea o Iosif Nedelcu comenzaron a plantearse ir a España. Solicitaron y obtuvieron del partido permiso y apoyo para marchar a combatir como voluntarios en las Brigadas Internacionales.

En la capital y en el departamento de Ilfov[26], el partido preparó para viajar a España a numerosos grupos de jóvenes que habían manifestado su deseo de alistarse como voluntarios. Los había de todos los rincones del país: de Bucarest y de Cluj, de Iași, de Tîrgu Mureș, de Baia Mare y de Dobrogea, del Bánato y de Bucovina. La partida de los voluntarios rumanos y de muchos antifascistas de las nacionalidades minoritarias del país constituyó una respuesta contundente y activa a la política de hostilidad nacional puesta en marcha por los círculos dirigentes burgueses.

La idea generosa de apoyar la lucha del pueblo español llegó al corazón de muchos. En algunas familias, varios de sus miembros tomaron la decisión de viajar a España. Así, por ejemplo, de una sola familia de trabajadores antifascistas de Tîrgu Mureș, se alistaron tres hermanos –Alexandru, Daniel y Iosif Minor- que trabajaban, cada uno, en distintas ciudades de Rumanía. Separados por los duros avatares de la vida, los volvió a reunir la común idea de luchar por una causa justa. Esa misma idea, la de participar en la guerra antifascista de España, penetró también en las filas del ejército. Muchos soldados de reemplazo, miembros del partido o simpatizantes, se alistaron igualmente como voluntarios.

Uno tras otro se iban incorporando a las Brigadas Internacionales obreros, campesinos, intelectuales, estudiantes, miembros del Partido Comunista de Rumanía o de sus Juventudes, socialdemócratas y antifascistas sin afiliación partidaria, que consiguieron formar un espléndido frente común de lucha.

Existían dos medios para salir de Rumanía: de manera legal, con el pasaporte, vía a la que sólo tenían acceso los no fichados por la Siguranța; y de modo ilegal, lleno de riesgos, que fue el que se vio obligado a emplear la mayoría de quienes viajaron a España.

El partido aconsejaba emplear, preferentemente y en la medida de lo posible, la primera vía. La Exposición internacional de París, a la que acudieron un gran número de turistas de todos los países, constituyó un motivo creíble para viajar. Desde Francia, el paso a España, muy bien organizado por el Partido Comunista Francés, se efectuaba con mayor facilidad.

Una de las tareas más complicadas fue la organización de los viajes ilegales. Se trataba, en primer lugar, de organizar el cruce de la frontera rumana hacia Checoslovaquia. Para ello, había que establecer puntos de enlace, tanto en las localidades desde las que partían los grupos de voluntarios, como en los pasos fronterizos. Los miembros o simpatizantes del partido de las zonas próximas a dichos pasos daban albergue, hasta que se presentaba la ocasión favorable para cruzar la frontera, a quienes se disponían a viajar. Hasta que él mismo partió hacia España, fue Vida Gheza[27] quien, por encargo del partido, organizó durante un tiempo el paso ilegal de los voluntarios rumanos a través de la frontera rumano-checoslovaca.

En casas modestas, entre estrecheces, el anfitrión compartía sus escasos bienes con sus huéspedes; la mejor cama, en ocasiones la única, se ponía a disposición de quienes se iban a combatir lejos del país por la libertad de su patria y del mundo entero. El afecto con que se los acogía era expresión de la simpatía que sentía la mayoría hacia la noble causa por la que los voluntarios estaban dispuestos a sacrificar su propia vida.

Finalmente, el enlace del partido encargado de la organización técnica del viaje anunciaba que había llegado el momento de intentar pasar la frontera. En noches oscuras, por lugares recónditos, atentos al menor ruido, con el temor a oír de repente, brutal, la voz del guardafronteras ordenándoles que se detuvieran o dispararía, los voluntarios llegaban a tierra checoslovaca. A veces los detenían, los arrestaban y, tras un tiempo y una sanción, volvían a intentarlo. En otras ocasiones, el partido contaba con la colaboración de algún guardafronteras. En esos casos, el cruce de la raya era menos emocionante, tenía menos riesgos. Pero ésta no era más que la primera de las muchas barreras levantadas por la burguesía “nointervencionista” en el camino que conducía a España.

El partido, en cualquier caso, se seguía ocupando de los voluntarios también allende las fronteras rumanas. Contaban con su apoyo a lo largo de todo el viaje. Aquí entraban en juego los estrechos vínculos entre los partidos comunistas de todos los países. Llegados de todas partes y sin documentación, sólo gracias a esta colaboración podían los voluntarios, las más de las veces desconocedores de la lengua y la geografía del país en que se encontraban, orientarse, escabullirse de la persecución policiaca y seguir su camino hasta el destino final.

Por esas dos vías –la legal y, más frecuentemente, la ilegal- partieron cientos de voluntarios rumanos. No se hicieron listas completas ni registros precisos puesto que las pesquisas policiales, los allanamientos y las detenciones estaban a la orden del día. La elaboración de listas y registros parciales de las unidades militares que operaron en España o los informes sobre los campos de concentración en Francia permiten situar el número de voluntarios rumanos en unos 500.

Miembros o no del partido, incluidos muchos de sus cuadros dirigentes, partieron hacia España decididos a sortear las decenas de obstáculos y barreras puestos en su camino por la burguesía mundial, y poder así llevar al pueblo español el mensaje de afecto y apoyo fraternal del rumano.

“No les acompañó en la partida la algarabía propagandística que tuvieron de su lado los pocos legionarios que estuvieron en España –se decía en el folleto dedicado a la guerra del pueblo español que editó el Partido Comunista de Rumanía-. Nuestros combatientes han ido a España a contar a los españoles la lucha del pueblo rumano contra la opresión de quienes, durante siglos, han querido esclavizarlo: contra la opresión turca y contra los fanariotas[28], contra los condes húngaros y los imperialistas alemanes, y hoy, contra quienes quieren imponer la sumisión al fascismo extranjero en Rumanía. Durante siglos los rumanos han defendido “su pobreza, sus necesidades y su pueblo”[29]. Hoy les corresponde estar del lado del pueblo español, que defiende “el honor de sus mujeres y la vida de sus hijos, su libertad y la paz del mundo”.


RUMBO A ESPAÑA

Para llegar a España, el camino que hubieron de recorrer los voluntarios rumanos que salieron de Rumanía pasaba, normalmente, por Checoslovaquia, Austria, Suiza y Francia. Si para quienes viajaban con pasaporte el trayecto duraba más o menos una semana, para los que lo hacían de manera ilegal podía prolongarse, a veces, hasta varios meses, tiempo más que suficiente para que los voluntarios pudieran conocer las cárceles de uno o varios de los países que atravesaban, ser expulsados de uno a otro, o tratar, en repetidas ocasiones, de cruzar clandestinamente una frontera tras otra. Cada uno de los grupos de voluntarios que salió de Rumanía hubo de enfrentarse a adversidades y contratiempos de lo más singular. Sin embargo, si en todos los países que atravesaron los voluntarios se toparon con el odio enfermizo que despertaba en los círculos gobernantes reaccionarios la lucha del pueblo español, también sintieron por todas partes la profunda simpatía que inspiraba dicha lucha a las amplias masas, así como la enorme fuerza del internacionalismo proletario.

Primer cañón rumano en la defensa de Madrid
Charlé con muchos voluntarios rumanos que salieron ilegalmente del país y me contaron –¡era, de hecho, uno de sus temas preferidos de conversación en los días inmediatamente posteriores a su llegada!- las innumerables peripecias que hubieron de vivir hasta terminar en España. Daba la sensación de que todas aquellas dificultades no eran más que una prueba, la primera, de la firmeza de su decisión de defender la democracia amenazada. Muy diferentes en los detalles, el viaje de cada uno de los voluntarios que salió ilegalmente de Rumanía se parecía, no obstante, en sus rasgos más esenciales. Gracias a la ayuda que recibieron de los comunistas de cada país por donde pasaron y a la poderosa solidaridad internacional, consiguieron atravesar la tupida malla de obstáculos y llegar a Francia.

En dicho país parecía que se habían dado cita miles, decenas de miles de antifascistas venidos de casi todos los países del mundo. El Partido Comunista Francés puso en marcha un amplio dispositivo para organizar el envío de los voluntarios a España. Se ocupó de darles alojamiento y formó a guías especiales que les ayudaron a cruzar los Pirineos. Con el apoyo del Partido Comunista Francés se constituyó una serie de comités nacionales de ayuda al pueblo español, uno de ellos, a instancias del Partido Comunista Rumano, organizado por los comunistas de nuestro país emigrados en Francia. Más adelante nos referiremos a dicho comité en mayor detalle.

Cuando llegaban a Francia y, de repente, veían en los pueblos próximos a la frontera la sede del partido comunista y el diario L’Humanité en los kioscos, a los voluntarios, acostumbrados a las condiciones que imponía la clandestinidad en nuestro país, les parecía que habían terminado las dificultades. Pero era una impresión errónea. De hecho, a un grupo de rumanos, nada más llegar a Francia, le sucedió lo siguiente: en la estación, uno de los voluntarios se separó un momento del grupo. Leía un periódico o miraba un mapa… cuando, de pronto, en apenas 10 minutos, habían detenido a todo el grupo y se había quedado solo.

Empezaban a entender por qué quienes se ocupaban de la acogida de los voluntarios les habían conminado a hablar lo menos posible y a comportarse sin ser notados. De ahí su sorpresa mayúscula cuando, de camino a los Pirineos, en la entrada de la estación de Béziers, les recibía una multitud de ciudadanos, encabezada por el alcalde, que les tributaba una calurosa recepción. Se daban cuenta, de inmediato, de que la gran mayoría de la población de la localidad era comunista y socialista, y que hasta la policía local simpatizaba con la lucha del pueblo español. En realidad, las amplias masas del pueblo francés, en manifiesta oposición a su gobierno y a los dirigentes socialdemócratas de derechas, se solidarizaron abiertamente con la España republicana en contra de la política de “no intervención”. Los voluntarios sintieron la simpatía del pueblo francés hacia la causa de la libertad de España, que se extendía a ellos mismos a cada instante: en el contacto con la población de ciudades y pueblos, en los trenes que les llevaban a los puntos fronterizos e, incluso, en las cárceles donde terminaron algunos.

Tras un tiempo en Francia –las más de las veces sólo unos pocos días gracias a las medidas organizativas adoptadas por el Partido Comunista Francés-, los voluntarios se encaminaban hacia la frontera española. En grupos ya mucho más numerosos, los voluntarios rumanos, junto con otros llegados de distintos países, se preparaban para cruzar los Pirineos. Era la última prueba y no la más sencilla. La Guardia Móvil francesa aparecía donde menos se esperaba, la frontera terrestre estaba extraordinariamente vigilada y otro tanto ocurría con la costa mediterránea. Había que atravesar los Pirineos de noche y apartarse de las principales carreteras y caminos pavimentados que conducían a España, pues estaban plagados de policía. En consecuencia, para evitar encuentros inoportunos, los guías llevaban a los voluntarios por caminos poco frecuentados. Calzados con alpargatas, hechas de esparto, para amortiguar el ruido, los voluntarios marchaban durante horas, en el más absoluto silencio, por trochas abruptas que bordeaban barrancos, sin ver donde ponían el pie, estremecidos por el bramido de las aguas que, en alguna parte, cerca, se despeñaban torrenciales entre los canchos. El camino podía durar 20 horas o más aún. Finalmente se divisaba tierra española. «¡Salud, camaradas!», gritaban unas voces jóvenes. Eran los primeros soldados de la España libre con que se encontraban los voluntarios. A pesar de lo extenuante de la larga caminata, echaban éstos a correr y saltar. Se abrazaban emocionados. Las voces roncas de cansancio, de sed y de emoción, en que se percibían los más variados acentos extranjeros, se mezclaban con las de los españoles: «¡Salud!, ¡Viva España!, ¡Viva la libertad!».

El cálido afecto con que los recibió el pueblo español –hombres, mujeres y niños- había compensado todas las dificultades y todos los peligros del viaje.

***

Había en Francia numerosos emigrantes rumanos. Una parte de ellos eran exiliados políticos que, debido a las persecuciones y al terror imperante en Rumanía, habían recalado en Francia con la aprobación del partido. Otros habían salido de Rumanía en busca de trabajo. También eran muchos los estudiantes progresistas que cursaban en distintas universidades francesas.

Todos aquellos rumanos se apiñaban alrededor del diario Gazeta românească, periódico que difundía la lucha del proletariado rumano, dirigido por el partido, y organizaba actos de protesta contra el régimen de exterminio a que estaban sometidos los comunistas detenidos, y de solidaridad con los encerrados en las mazmorras de la burguesía rumana.

Cuando empezó la guerra en España, muchos comunistas rumanos o simpatizantes de la emigración en Francia manifestaron su deseo de alistarse como voluntarios en las Brigadas Internacionales.

El partido, en vista de las dificultades a que se enfrentaban los voluntarios para salir de Rumanía, así como de las complicaciones del viaje, decidió que los que ya vivían en Francia se pusieran en marcha urgentemente para poder representar, cuanto antes, a nuestro pueblo en España y constituir de inmediato una unidad rumana.

Entre los rumanos emigrados en Francia, el primero en partir fue el doctor Andrei Tilea, ya en agosto de 1936. En octubre salió de Francia el primer grupo numeroso y organizado de voluntarios rumanos, del que formaban parte Mihai Ardeleanu –campesino de Bihor e hijo, asimismo, de un campesino que había participado en la sublevación de 1904[30], siendo condenado, por ello, de por vida, a trabajos forzados-, Nicolae Pop, Ilie Stoica, Vlad Mazepa, Andrei Roman, Nicolae Toma, el doctor Rene Teiler y otros. El autor de estas líneas también iba en ese grupo. Algo más tarde llegaron Iosif Bălan, el ingeniero Petre Suciu, Victor Stoicescu, Mihai Boicu, Gheorghe Romașcanu, Leontin Dorohoi, Alexandru Lazăr y muchos otros.

Era el periodo posterior a la victoria del Frente Popular en Francia. El ambiente general era muy favorable a la España republicana, en abierta oposición a la actitud oficial del gobierno de Blum. Ni que decir tiene que el traslado a España se hacia clandestinamente para evitar los rigores de la política de “no intervención”.

En el tren que nos llevó a España, Nicolae Pop fue contando a sus nuevos compañeros cómo había llegado a Francia:

-Pero, ¿qué os creéis, que me vine así, tal cual? ¿Que un buen día me subí al tren y me fui porque me aburría de lo bien que estaba? He huido, amigos, huido. Y ni os imagináis cuánto echo de menos a mi familia. Se me parte el alma de pensarlo. Cómo me gustaría volver a darme un paseíto por los alrededores de Sibiu, en el pueblo donde nací, en Orlat. Yo soy de allí… Pero tuve que largarme de la noche a la mañana porque, si no, terminaba en presidio.

-¿Y qué es lo que hiciste? –le preguntó uno.

-No me arrepiento de lo que hice. Hecho está. Mira, yo era soldado de reemplazo en el Regimiento 4 de guardafronteras de Deva, en 1928. Teníamos un mando que era un canalla, un tipo absolutamente detestable. Por las mañanas llegaba resacoso de la farra de la noche anterior y se “espabilaba” moliéndonos en la instrucción. Sí, ya sé que el ejército es el ejército, lo sé. Pero la diversión de aquel tipo era sacarnos la piel a tiras. «¡Cuerpo a tierra! ¡En pie! ¡Cuerpo a tierra! ¡En pie!», y así durante horas, y donde más porquería y más polvo había, allí era donde teníamos que tumbarnos. Y hasta que no estábamos todo sucios y muertos de cansancio, no nos soltaba. Y si le parecía que no habías cumplido sus órdenes al instante, se liaba a bofetadas y puñetazos hasta cansarse… ¡Madre mía!

A mí me tenía entre ceja y ceja. Yo, claro, no podía verlo ni en pintura, y el condenado de él parecía que se daba cuenta. Un día llegó más venado que nunca. Desde el primer momento se puso a gritarnos y a insultarnos; nos mandaba correr, hacer cuerpo a tierra… Era mediodía, el sol pegaba de lleno y estábamos sudando a mares. Hasta a un perro le habríamos dado pena, pero él seguía erre que erre. De repente, se lió a puñetazos con un pobre desgraciado que de cómo jadeaba, parecía que iba a echar los hígados. Me puse rojo de ira. En ese instante, me miró.          

-Tú, ¿qué me miras con esa cara? ¿No te gusta o qué? ¡Ven aquí!

No quería acercarme a él, me hervía la sangre y me sentía capaz de estrangularlo. ¡Pero seguía gritando como un energúmeno!

-¡Muévete, animal! ¡Más rápido! ¿O es que no me estás oyendo?

Me detuve a unos dos pasos de él. Se acercó e irguiéndose un poco, pues era algo más bajo que yo, me cruzó la cara. No recuerdo cuántas bofetadas me dio, pero no pude contenerme más. Me abalancé sobre él y le di dos puñetazos con todas mis fuerzas en plena cara y uno en el mentón que le tumbaron.

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Voluntarios rumanos llegados a Albacete
Después de aquello, salí pitando. No me iba a quedar allí a preguntarle a aquel desgraciado qué le había parecido la tunda que había recibido, ni tampoco para terminar ante un tribunal militar. Me escondí un tiempo hasta que las cosas se calmaron… y acabé en Francia. Así es la vida. Luego, me ayudó a encontrar trabajo un paisano al que el destino había traído hasta aquí. Fui ayudante minero y, más tarde, carpintero de mina. Y ahora, otra vez soldado, pero esta vez porque quiero y sabiendo por qué empuño las armas.

-Es verdad, camarada. A mí también me han traído hasta aquí las adversidades –dijo pensativo Mihai Ardeleanu.

Y se puso a desgranar la historia de su vida y los malos tragos que habían pasado él y sus padres. Cada cual fue contando algo de su vida y, de ese modo, nos fuimos conociendo mejor a medida que nos acercábamos a España.

***

Nuestro grupo cruzó la frontera diciendo que éramos refugiados españoles que volvíamos a la patria. Yo me llamaba Santiago Arroyo y me dirigía a Sevilla, ciudad que, hasta la fecha, no he visitado nunca, aunque no pierdo la esperanza de hacerlo algún día. Nos repetíamos sin cesar el nombre prestado así como nuestro anémico bagaje de palabras españolas, para no delatarnos en la frontera. A los más olvidadizos les bombardeábamos continuamente con preguntas:

-Eh, hombre, escucha, ¿cómo te llamas y a dónde vas?

-…

-¡Eh, Andrei! ¿Estás sordo? ¿Cómo te llamas y a dónde vas?

-…

-Repite conmigo: me llamo Máximo Cabanela y voy a Murcia. Repítelo o la liamos…

Después de ensayar un rato me quedé traspuesto. Al poco, sin embargo, me despertó una voz como desesperada:

-A ver, dime, ¿cómo me llamo?

Atónito, me quedé mirando con los ojos como platos a mi compañero, sin entender el sentido de la pregunta. Pronto, no obstante, me di cuenta de qué se trataba y nos partimos de risa.

En la frontera cada cual interpretó su papel a la perfección y llegamos felizmente a territorio español.

***

Habríamos querido viajar con armas, por pocas que fueran. Sabíamos que los republicanos tenían una gran escasez de armamento, pero también éramos conscientes de que no habríamos pasado ni un fúsil bajo los ojos escrutadores de los aduaneros. Con todo y con eso, ninguno de nosotros se resistió a meter en un fondo de la maleta o en un bolsillo del pantalón, una pistola, unos prismáticos, un mapa o cualquier objeto que pudiera resultarle de utilidad en la guerra y que, con total seguridad, no estaría de más en España.

La dirección de nuestro partido en Rumanía dio una gran importancia a la organización de la marcha de los voluntarios y siguió, de cerca y con celo paternal, su viaje hasta España y su suerte en dicho país. El Comité Central del partido tenía un representante permanente en París. Durante un tiempo desempeñó esa función Gheorghe Vasilichi, quien, entre otras tareas, se preocupó, igualmente, de garantizar la eficacia y prontitud de la solidaridad de nuestro pueblo con la causa de la España republicana. En otros periodos, se ocuparon de ese mismo cometido Alexandru Buican y Petre Grosu.

Tarea importante que nuestro partido encomendó a sus miembros que se encontraban en Francia fue la de organizar el comité de ayuda, cuestión de la que se encargaron Vasile Șimandan, Eugenia Luncaș y otros. Eugenia Luncaș era una pieza clave en todo aquel engranaje. Con una encomiable abnegación, Eugenia cumplió, durante toda la guerra, la tarea de recibir a los voluntarios rumanos que llegaban por distintas vías y en las condiciones más diversas, haciéndose cargo de ellos hasta que partían hacia España. También se ocupó del envío de las cartas de los voluntarios rumanos en España a sus familias de Rumanía y viceversa. Para los voluntarios rumanos fue, a un tiempo, una madre, una hermana y una amiga fiel. Los antiguos combatientes rumanos de la guerra de España la siguen recordando aún hoy con gratitud.

El comité se volcó en la ayuda a los rumanos que pasaban de Francia a España. Gracias a su intervención, la mayoría de los voluntarios conseguía cruzar rápidamente la frontera española. Algunos, no obstante, llegaban a Francia enfermos, extenuados físicamente después de meses vagando por caminos y carreteras de distintos países; con mayor razón, si, además, habían pasado por prisión o habían caído en manos de los cuerpos policíacos de algunos de los Estados de tránsito. Los miembros del comité se ocupaban de su salud, así como de la suerte de quienes detenían las fuerzas represivas francesas.

Una vez llegados los voluntarios a España, los cuidados del comité se centraban en crear y reforzar los vínculos entre aquéllos y sus familias de Rumanía y camaradas de Francia. Por intermedio del comité, los voluntarios recibían correspondencia o enviaban cartas a casa.

Ese canal de comunicación fue de una extraordinaria importancia para nosotros. Cada carta que recibíamos contenía también noticias de los camaradas que, desde Rumanía, nos informaban sobre la lucha y las actividades del partido. Por eso, la llegada del correo representaba un acontecimiento para todos. Después de tanto tiempo, no puedo olvidar la atmósfera de fiesta que acompañaba a su reparto, aquella oleada de ánimo que se abría paso en cada línea que recibíamos de casa. Todo el mundo puede entender lo que significaban aquellas cartas para unas personas que se encontraban a miles de kilómetros de sus seres queridos y cuyo interés por las cosas de la patria no decayó en ningún momento, ni siquiera en las condiciones más duras.

Una verdadera fiesta para los voluntarios era, asimismo, cuando recibíamos paquetes de Francia, envíos que también organizaba el comité. Con todas las carencias que, en distintas fases, hubieron de soportar los voluntarios en el frente, aquellos paquetes no sólo tenían una importancia material, sino también, y sobre todo, moral: eran una muestra del afecto y la preocupación que sentían por los voluntarios personas lejanas, muchas veces desconocidas, debido a la simpatía que les inspiraba la causa que defendían.

Con ese mismo objetivo, el comité emprendió una campaña para que cada voluntario tuviera un “padrino” o una “madrina” con quien mantener un vínculo epistolar. Se trataba de personas que no se conocían en absoluto pero unidas por una comunidad de ideas. El comité, igualmente, velaba por las familias de quienes se habían ido a España: mujeres, hijos, padres y abuelos.

Sin embargo, el comité no sólo apoyó a los voluntarios llegados desde Rumanía o que ya vivían en Francia, sino también a quienes llegaban de cualquier otra parte del globo. De hecho, en los campos de batalla de España se dieron cita, asimismo, voluntarios rumanos establecidos en Bélgica, Inglaterra, Estados Unidos, México y otros países de América Latina, compatriotas procedentes de todos lados, a quienes la lucha por la vida había llevado tan lejos. A todos los condujo a España el amor a la libertad del pueblo rumano, un amor jamás desmentido a lo largo de los siglos.

El comité llevaba a cabo todas las acciones relacionadas con la ayuda al pueblo español de los voluntarios rumanos al tiempo que desarrollaba campañas de propaganda para desenmascarar a los gobiernos reaccionarios de Rumanía y por la liberación de los presos políticos. Y ello fue así porque, en todo momento, tanto los voluntarios rumanos como los emigrados progresistas tuvieron presente que la lucha en que se habían implicado estaba íntimamente unida a la emprendida por las masas trabajadoras rumanas dirigidas por el partido.

***


[1] En rumano en el original. [N. de los t.]
[2] Gheorghe Tătărăscu (1886-1957), dirigente del llamado Partido Nacional Liberal, fue primer ministro de Rumanía de 1934 a 1937 y entre 1939 y 1940. [N. de los t.]
[3] Carol II (1893-1953). [N. de los t.]
[4] Documente din istoria Partidului Comunist din România [Documentos de la historia del Partido Comunista de Rumanía], segunda edición, Editura pentru Literatură Politică, București, 1953. [N. del A.]
[5] Rama paramilitar de la Legión de San Miguel Arcángel –formación fascista, ultranacionalista y antisemita rumana creada en 1927 por Corneliu Zelea Codreanu, también conocida como Movimiento Legionario- que contó con el apoyo directo de la Alemania hitleriana. [N. de los t.]
[6] Scînteia, nº 1 de enero de 1938. [N. del A.]
“La Chispa” en castellano, órgano central del Partido Comunista Rumano, cuya sede, en época socialista, estuvo en la famosa “Casa Scînteii”, edificio construido entre 1952 y 1957. [Nota de los t.]
[7]Scînteia, nº 1 de enero de 1938. [N. del A.]
[8] Scînteia, nº 12-13 de 1 de septiembre de 1936. [N. del A.]
[9] La palabra libre, en rumano. [N. de los t.]
[10] La bandera roja, en rumano. [N. de los t.]
[11] Plural de “leu”, moneda rumana de curso legal. [N. de los t.]
[12] Compañía de Ferrocarriles Rumanos, sitos en la calle Grivița de Bucarest. En ellos tuvo lugar una histórica huelga en febrero de 1933, violentamente sofocada por el gobierno con el resultado de cuatro obreros muertos. [N. de los t.]
[13] Nombre con que se conocía popularmente a la policía secreta del periodo monárquico de Rumanía. [N. de los t.]
[14] El mundo, El eco y La vida rumana, en rumano. [N. de los t.]
[15] Archivo del Comité Central del PCR, fondo 101, expediente M 7729, folios 4-6. [N. del A.]
[16] Archivo del Comité Central del PCR, fondo 101, expediente 7726, folio 163. [N. del A.]
[17] Archivo del Comité Central del PCR, fondo 101, expediente 7726, folio 162. [N. del A.]
[18] Día Internacional de la Mujer Trabajadora. [N. de los t.]
[19] Archivo del Comité Central del PCR, fondo 101, expediente 7726, folio 92. [N. del A.]
[20] Denominación del servicio público de correos, telégrafos y telefonía de la Rumanía de entonces. [N. de los t.]
[21] Archivo del Comité Central del PCR, fondo 101, expediente 7722, folio 230. [N. del A.]
[22] Universul [El Universo] de 27 de febrero de 1937. [N. del A.]
Desde enero de 1937, el Encargado de Negocios de la España republicana en Bucarest fue Manuel López-Rey y Arrojo, insigne penalista y discípulo de Luis Jiménez de Asúa. [N. de los t.] 
[23] Scînteia, nº 3 de enero de 1938. [N. del A.]
[24] Valter Roman menciona como fuente de este pasaje de El único camino, Ibárruri, D.: Singura cale, Editura politică, București, 1963. En la versión en castellano que nosotros hemos manejado –Ibárruri, D.: El único camino, Editorial Castalia, Madrid, 1992-, el final de esta cita es algo distinto, pues el elogio de heroísmo que, en la versión rumana, Pasionaria dirige supuestamente a todos los combatientes de esa nacionalidad alistados en las Brigadas Internacionales, en el original se personaliza en cinco o seis nombres propios, entre ellos el del autor de este libro. [N. de los t.]
[25] Nombre con que se conocían unos talleres industriales de reparación y construcción de locomotoras, creados a principios de los años 20 del siglo pasado por el empresario rumano de origen griego Nicolae Malaxa. [N. de los t.] 
[26] Departamento colindante con el municipio de Bucarest. [N. de los t.] 
[27] Vida Gheza (1913-1980) fue un notable escultor y comunista rumano, nacido en la norteña ciudad de Baia Mare.
[28] El término “fanariota” hace referencia a las familias de la aristocracia del dinero, de origen griego, nacidas o residentes en el barrio constantinopolitano de Fanar, entre cuyos miembros el poder otomano reclutó a los gobernantes de Moldavia y Valaquia, embrión del futuro Estado rumano, a lo largo de casi todo el siglo XVIII y principios del XIX. [N. de los t.] 
[29] Se parafrasea en esta cita un verso –Eu? Îmi apăr sărăcia şi nevoile şi neamul...- de la Tercera Epístola del gran poeta rumano Mihai Eminescu (1850-1889). [N. de los t.]
[30] Quizá haya un error en esta fecha y el autor se refiriera, en realidad, a la sublevación campesina de 1907 que se extendió por toda Rumanía y fue ahogada en sangre por el gobierno burgueso-feudal de la época. El escritor Panait Istrati dedicó su famosa novela Los cardos del Baragan a los más de 10 mil muertos y otros tantos detenidos que produjo la brutal represión de una revolución que perseguía, fundamentalmente, el fin del latifundismo y el reparto equitativo de la tierra. [N. de los t.]

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