Siguiendo la moda transformista, el alcalde de la ciudad de Baia Mare, ciudad del norte de Rumania cercana a la frontera ucraniana, un tal Catalin Chereches, que ordenó construir en el año 2011 un polémico muro de separación de tres metros entre la ciudad y tres bloques de viviendas sociales habitados por rumanos de etnia gitana, porque, argumentaba, provocaban problemas al resto de ciudadanos, intenta hacer creer que ya no se trata de racismo, de un gueto, tras encargar que sea decorado con muchos colorines por estudiantes de la Universidad de Cluj.
"Chereches"
ha declarado a la prensa que este muro se ha convertido en una "obra de arte", "de un lugar turístico", ya que, como ya afirmaba en el momento de su construcción, no es en ningún modo racista. Por supuesto, los graffitis que lo adornan no tienen nada de reivindicativo, denunciando de algún modo la existencia de uno de los muchos muros de la verguenza que ha levantado la barbarie capitalista por el mundo, sino que se trata de un arte "neutro", "apolítico", como si este fuera posible, un idea típica de una sociedad digna de una derivación de la distopia de Bentham, el Panóptico, en los que los prisioneros viven con una aparente sensación de libertad que les hace creer que, en realidad, no viven en una jaula.
El muro gueto de Baia Mare, al que algunos llaman ya, "marele zid tiganesc", la gran muralla gitana, una monstruosidad fascista digna de un mundo bárbaro que siguen intentando hacernos creer que se acabó en 1945 con el suicidio de Hitler, se intenta hacer pasar por el arte del maquillaje ideológico, con ayuda de pinturas y otros mejunjes, por "una obra de arte", en un tiempo donde este, el arte, ya no es un arma de combate, "cargada de futuro", como diría Celaya, sino un cómplice sometido a los caprichos y delirios del tirano.
En todo caso, y aunque nos tomen por tontos, recurriendo al famoso refrán castellano, terminamos la entrada recordando a los que, según la expresión nietzscheana, tengan oidos detrás de los oidos, que "aunque la mona se vista de seda, mona se queda" y, por supuesto, lo mismo vale para el racismo, el fascismo y el resto de excrecencias de la bárbarie.
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