Sorprendentemente, el alemán ultraconservador Klaus Iohannis, el sucesor de Basescu, el político al que más de siete millones de rumanos querían ver entre rejas hace apenas un año, ha ganado por la mínima el segundo turno de las elecciones presidenciales rumanas. Unas elecciones que, como ya contamos en anteriores entradas, y como corresponde a una pantomima democrática típica en las dictaduras del capital, no suponían cambio alguno para los convocados a las urnas, más allá de elegir al títere del FMI más simpático o menos desagradable.
En definitiva, tras una campaña con un insoportable tufo fascista, en los que los seguidores de Iohannis y Basescu han utilizado todo tipo de insultos racistas y clasistas contra los campesinos, los pensionistas, los trabajadores o, en general, los más afectados por la miseria provocado por estos 25 años de salvaje neoliberalismo, además recurrir para sus planes de crear una situación conflictiva a los rumanos de la diaspora, huidos del pais tras la destruccion de la industria nacional,. la derecha con máscara socialdemócrata, liderada por Victor Ponta, ha sido "derrotada" por la ultraderecha pronorteamericana y, tanto monta, monta tanto, proMerkel.
Sin embargo, el jefe de estado de Rumania, más allá de las pamplinas de la justicia independiente, tema principal del debate aunque tal cosa sea incompatible con un pais dominado por los intereses de las grandes corporaciones económicas, que controlan finalmente las insituciones políticas y judiciales, tiene una función importante para los intereses estratégicos de los imperios en disputa por la supremacia, y por ello, la mano de la embajada norteamericana y de Alemania en Bucarest se han notado bastante en el resultado: del jefe de estado depende la política exterior y militar de Rumania.
En realidad, si alguien está dando palmas con las orejas tras el resultado final, después del "milagro Iohannis", es Washington, como Berlín o Bruselas, que no pueden permitirse el lujo de que un flanco tan importante de su imperio colonial tenga un gobierno menos firme en su sometimiento a sus intereses económicos y militares. La victoria de Iohannis, pues, es una victoria esencial para fortalecer la frontera europea con el nuevo enemigo de las multinacionales norteamericanas y de sus aliados, Rusia (y, con ella, China).
Recordemos que la tensión entre EE.UU. y la U.E. con Rusia ha subido unos grados tras el abandono del presidente Putin de la reunión del G-20 en Brisbane, Australia. Estados Unidos, que ve como la alianza China-Rusia se fortalece por momentos, no puede permitirse ningún riesgo en sus colonias, y por eso necesita a un fiel servidor como Iohannis en la presidencia rumana.
Victor Ponta, actual Primer Ministro, ha coqueteado demasiado con China, país con el que su gobierno ha firmado acuerdos comerciales que EE.UU. ha entendido como un golpe bajo, y en el creciente conflicto interimperialista cuyos polos son EEUU-UE y RUSIA-CHINA no valen medias tintas. De hecho. recientemente, Hungria, cuyo presidente Victor Orban había afirmado que no va a aplicar las sanciones decididas por la UE, y decididas por Washington, contra Rusia, ya ha sufrido un amago de Revolución de Colorines, como aviso ante posibles aventuras en contra de los intereses de Bruselas y la Casa Blanca.
En Rumanía, del mismo modo, durante todo el periodo electoral y, especialmente, desde que Victor Ponta arrasó en la primera vuelta del proceso electoral, con 10 puntos de ventaja frente al sucesor de Basescu, ya se había empezado a sacar a "la gente" a las calles, y a crear un ambiente de crispación con la excusa de los problemas de la diáspora para votar, a pesar del poco peso electoral de los emigrantes en el resultado final, y de que estos problemas se han dado repetidamente en otras elecciones anteriores, sin que nadie los tuviera demasiado en cuenta. El propio día del voto, en Bucarest, cuando todavía existía la creencia de que podía ganar Ponta, empezaron a aparecer manifestantes dirigiéndose a la sede del gobierno y a la del Partido Socialdemócrata. El escenario estaba bien preparado, por si acaso la crispación no funcionaba. Sin embargo, el plan tuvo exito; tanto que votaron más rumanos que nunca, más del 62%, empujados por los eslóganes del anticomunismo (aunque los dos fueran candidatos neoliberales), de la independencia de la justicia (aunque ambos tengan a sus espaldas casos de corrupción), o del voto de la diáspora (aunque el desastre fuera el mismo de siempre y su influencia en el resultado fuera mínima).
Todo lo anterior no quiere decir que, de haber ganado finalmente Ponta, este hubiera sacado realmente los pies del tiesto. En tal caso, ya le hubieran apretado las tuercas para que, ante cualquier tentación aventurera, en realidad improbable, el neoliberal con máscara socialdemócrata hiciera lo que manda la metrópolis; sin embargo, para Washington y Bruselas es bien cierto que la situación no está para asumir riesgos,
En definitiva, en cierto sentido, las elecciones en la colonia rumana no son más que una nueva batalla en el "frente ruso". Estados Unidos no puede permitir que sus colonias se pongan caprichosas e incontrolables, y por eso, como ya ha demostrado lamentablemente en tantas ocasiones, no ha dudado en utilizar todas sus armas, legales o ilegales, para frenar su debilitamiento frente a Rusia y China. En las elecciones presidenciales su hombre era Iohannis... Si hubiera ganado Ponta, ya tenían preparada una "revolución de colorines" para ganar en las calles, por si no funcionaba el tejemaneje electoral y mediático.
Para los rumanos, la victoria de Iohannis o Ponta no supone, en realidad, ningúna diferencia real, salvo el nombre, el origen o la simpatía del gobernador de la colonia. Pero para Estados Unidos y Europa si que es esencial que Rumania siga siendo un pais obediente y complaciente en su política de agresión contra Rusia (y, por supuesto, China), y el alemán Iohannis significa la continuidad de este sometimiento y fidelidad.
Rumania, como Hungria, es una pieza esencial y estratégica en el conflicto interimperialista del antiguo imperio omnipotente en decadencia, EE.UU., con las emergentes Rusia y China. Al final, en la pantomima democrática de las dictaduras del capital, poco cuenta a quién votes, pues al final, como han demostrado en esta ocasión también las elecciones rumanas, te van a dar la misma patada en el culo. De hecho, un día después de su triunfo, Iohannis lo primero que hizo prácticamente fue hacer un guiño a las energéticas norteamericanas, como Chevron, declarando que era partidario al SI a las explotaciones de gas de esquisto, un tema del que guardo silencio durante toda la campaña electoral y que,sin embargo, ha provocado grandes conflictos sociales y protestas en los últimos meses.
No obstante, cuando está en juego la dominación mundial y el reparto de los recursos, en medio de un creciente conflicto interimperialista, el ganador no puede dejar ningún cabo suelto, aunque, por otro lado, siga siendo de la máxima eficacia que los ciudadanos sigan creyéndose, para que así continuen bien atados a sus cadenas, muy libres.
2 comentarios:
Hola,
Algo que sorprende son las encuestas que publicas diciendo que un alto porcentaje de rumanos añora la época comunista y que de hecho la campaña de Iohannis se ha basado en acusar a Ponta de comunista y de que los problemas ocasionados por las políticas neoliberales a los vestigios de comunismo en el gobierno.
Lo llamativo es que efectivamente, había un "golpe" en marcha en caso de perder, sobretodo en Transilvania.
Cierto. El objetivo era que no ganara Ponta. No porque fuera comunista, que no lo es ni de lejos, sino otro títere más del FMI, sino porque Iohannis es el que va a asegurar que China y Rusia van a ser los "enemigos". De hecho, como has leido, antes del final del día electoral, y cuando las encuestas daban por ganador a Ponta, se organizaron grupos de "maidanitas", al estilo ucraniano, para ganar las elecciones al margen de las urnas. Como al final la propaganda funciono, todo se quedo en agua de borrajas.
Saludos
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