Continuamos con la siguiente entrega del Capítulo V de nuestra traducción del libro del comunista rumano, miembro de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, en el que se cuentan los momentos finales de la Batalla de Guadalajara, en 1937
Se puede acceder a las partes anteriores en los siguientes enlaces:
COLECTIVO VALAKIA ROJA (VKR)
Como consecuencia de la victoria obtenida sobre las tropas fascistas, el mando republicano decidió iniciar una contraofensiva general contra las cuatro divisiones italianas que había en la meseta de la Alcarria, donde se estaba desarrollando aquella batalla histórica. En honor del aniversario de la Comuna de París, de cuya proclamación se cumplían 66 años, el día de la contraofensiva republicana quedó fijado para el 18 de marzo.
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COLECTIVO VALAKIA ROJA (VKR)
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Como consecuencia de la victoria obtenida sobre las tropas fascistas, el mando republicano decidió iniciar una contraofensiva general contra las cuatro divisiones italianas que había en la meseta de la Alcarria, donde se estaba desarrollando aquella batalla histórica. En honor del aniversario de la Comuna de París, de cuya proclamación se cumplían 66 años, el día de la contraofensiva republicana quedó fijado para el 18 de marzo.
La tarea encomendada al batallón rumano de
artillería en aquella contraofensiva era múltiple. Debía apoyar directamente
tanto a las unidades de Líster, que iban a avanzar a lo largo de la carretera
principal, como a los batallones de la XI brigada internacional que, a su vez,
debían apoyar desde el flanco, por medio de un vigoroso ataque, el avance de
las tropas españolas para, inmediatamente después, avanzar ellos mismos en
paralelo a la carretera. Tras un poderoso bombardeo de la aviación (80 aviones)
y el fuego intenso que abrió toda la artillería, las tropas republicanas,
acompañadas de un número considerable de tanques, desencadenaron un ataque
impetuoso contra las líneas fascistas, que consiguieron romper. Empezó un
avance tempestuoso en persecución de los fascistas, que se retiraban en
desorden.
En un punto, sin embargo, los fascistas italianos
resistieron enconadamente: en Casa del Cobo. La localidad fue atacada con
energía por el batallón “Comuna de París”, pero sin resultado. El grupo rumano
recibió la orden de concentrar todo su poder de fuego sobre este villorrio en
apoyo del batallón francés. A extraordinaria velocidad, las baterías del
batallón rumano de artillería se concentraron en la carretera, a medio camino
más o menos entre Torija y Brihuega, por detrás del batallón español “Apoyo”,
del francés “Comuna de París” y del “Edgar André”. El bombardeo se dirigía
desde el campanario de la iglesia del pueblo de Trijueque, desde donde se veían
perfectamente las posiciones fascistas en Casa del Cobo.
Me encaminé del estado mayor de la brigada al
punto de observación del batallón y allí me encontré con un oficial que dirigía
el fuego de otra unidad internacional de artillería. Era el capitán yugoslavo
Koča Popovic[1]. Establecimos de inmediato
un plan de colaboración, por si fuera necesario.
Entre tanto, los fascistas, que se dieron cuenta
del lugar en que se encontraba el punto de observación y mando de la artillería
republicana, concentraron su fuego sobre el campanario de Trijueque. No
obstante, los oficiales del batallón rumano, a pesar del tiro intenso del
enemigo, no se movieron de sus puestos, dirigiendo sin interrupción el fuego
del grupo sobre la localidad de Casa del Cobo.
En el transcurso de las operaciones, en más de una
ocasión coordinamos los fuegos de ambas unidades de artillería, en perfecta y
fructífera colaboración con el capitán Koča Popovic.
Las tropas republicanas atacaron con energía. El
pánico se apoderó del frente fascista. Al sentirse aislados en Casa del Cobo e
incapaces de resistir el fuego terrible de la artillería republicana, los
fascistas comenzaron a abandonar la localidad. El batallón “Comuna de París”
pasó al ataque a la bayoneta, cortando la retirada a los fascistas italianos y
haciéndolos prisioneros.
También en esta acción destacó la contribución del
batallón rumano de artillería. En un número de la revista Reconquista, órgano de la 35ª división internacional, dedicado a
las Brigadas Internacionales, se podía leer en relación con dicha contribución
que “nuestro grupo –se trataba del grupo rumano-[2]
hizo posible que el batallón “Comuna de París” tomara Casa del Cobo”[3].
Con esta acción terminó para los voluntarios
rumanos, franceses y de otras 12 nacionalidades que luchaban en el seno del
grupo rumano de artillería, su participación en la histórica batalla de
Guadalajara.
Como recompensa por la bravura y abnegación de que
dio muestras en combate, al batallón rumano de artillería se le entregó, por
orden del día firmada por el comandante del frente, una parte de los cañones
italianos capturados (de 65 mm.),
así como gran número de proyectiles. Al mismo tiempo, nuestros artilleros
recibieron también algunas tanquetas italianas, lo que hizo que creciera
considerablemente el grado de mecanización del grupo.
En el artículo “Sobre la historia del regimiento
rumano de artillería”, aparecido en la revista “La Reconquista”, que ya he
citado más arriba, la participación de los artilleros rumanos en la batalla de
Guadalajara se reproduce en los siguientes términos:
“(…) Al poco de ésta –es decir, tras la batalla
del Jarama-[4], cuatro divisiones
italianas, equipadas y motorizadas siguiendo los requerimientos técnicos más
modernos y con catorce años de preparación militar, se lanzaron sobre
Guadalajara. El 11 de marzo conquistaron Trijueque, en la carretera nacional de
Aragón. Doscientos cañones fascistas para hacer frente a nuestras cinco
baterías compuestas por piezas anticuadas y desgastadas. A pesar de ello,
batieron Trijueque y la carretera nacional de Aragón de tal modo que los
italianos ni pudieron levantar fortificaciones ni recibir refuerzos. El día 13,
la bandera republicana ondeaba de nuevo sobre la localidad. Bajo un fuego
intenso de artillería, con lluvia y viento, los oficiales del grupo, apoyados
por unos cuantos tanques, recuperaron los pertrechos abandonados por los invasores
en su huida desordenada, entre los cuales había ocho tractores tipo Fiat 1936. El
comandante de la división, con la aprobación del general Rojo, por entonces
coronel, repartió este material entre los artilleros del sector, de resultas de
lo cual nuestro batallón recibió dos cañones. Los fascistas continuaron huyendo
hasta el 20 de marzo. El 18 iniciamos la contraofensiva de Brihuega (…)
Entraron en acción 60 de nuestros tanques, 80
aviones de la “Gloriosa”[5]
bombardearon durante 20 minutos las líneas enemigas. Nuestra artillería batía
con precisión los puntos de resistencia de los fascistas. El día 19 todas
nuestras tropas avanzaban empujando la totalidad del frente a lo largo de la
carretera nacional de Aragón. Nuestro grupo hizo posible que el batallón
“Comuna de París” tomara Casa del Cobo, último reducto fascista, garantizando
de este modo la segunda gran victoria del Ejército Popular.”[6]
En lucha en los frentes de España, el pensamiento
de los voluntarios rumanos se volvía hacia la patria, a la lucha que se
desarrollaba tanto allí como en el resto del mundo contra las fuerzas de la
reacción. En el manifiesto enviado a Rumanía desde el frente de Guadalajara,
fechado el 15 de marzo de 1937, los voluntarios del grupo rumano de artillería
escribían:
“Nuestra voz se levanta desde España, donde el
pueblo lucha con energía y valor contra los generales traidores, contra Hitler
y Mussolini que invaden España con el afán de incendiar el mundo entero.
Nosotros, los trabajadores e intelectuales
rumanos, demócratas, socialistas, comunistas y sin partido, estamos unidos bajo
una sola bandera: bajo la bandera de la justicia y la democracia. Nuestra lucha
aquí, en España, no es otra que la lucha del pueblo español por la libertad y
la paz.
Estamos orgullosos de levantar junto al pueblo
español la bandera de nuestros antepasados Avram Iancu, Horia, Cloșca, Crișan,
Tudor Vladimirescu[7] y de todos aquellos que
cayeron en el combate contra la opresión social y nacional y por el libre
desarrollo de todos los pueblos del mundo (…)
Nuestra lucha aquí, en la avanzada de la
democracia mundial, debe completarse con vuestra lucha de todos los días. La
consigna de los mineros asturianos ¡Unios,
hermanos proletarios! debe ser una brújula también para la clase
trabajadora rumana (…)
La victoria del pueblo español será también
nuestra victoria.
A todos aquellos que pretenden destruir los más
elementales derechos de los hombres, nosotros, los rumanos, les gritamos desde
las trincheras de la libertad: ¡No pasarán![8]”
NICOLAE TITULESCU FELICITA A LOS VOLUNTARIOS
RUMANOS DE LAS BRIGADAS INTERNACIONALES
Un momento interesante y emocionante en la vida de
nuestra unidad de artillería se produjo cuando recibimos, en el frente, un
telegrama de Nicolae Titulescu en respuesta al que le habíamos enviado los
voluntarios rumanos.
Así fue como sucedieron las cosas.
Nicolae Titulescu |
Nosotros conocíamos la actividad de Titulescu como
diplomático al igual que la posición de nuestro partido respecto a esa
actividad.
El Partido Comunista Rumano, que apreciaba la lucidez
y el realismo de su pensamiento reflejados en muchas de las acciones
diplomáticas que había emprendido, manifestó, en especial en los últimos años
de actividad de Titulescu, su conformidad con la orientación que éste se había
esforzado en dar a la política exterior de Rumanía, imponiendo con frecuencia
su punto de vista frente al resto de miembros de los gabinetes de que formó
parte. La prensa legal e ilegal del Partido Comunista Rumano apoyó la posición
activa de Titulescu en favor de unas relaciones internacionales basadas en los
principios de soberanía e igualdad de los Estados, de seguridad colectiva
frente a la política de agresión de los países fascistas que amenazaba la
independencia nacional y la integridad territorial de muchos países de Europa,
entre ellos Rumanía, en favor de la creación de un clima de buena vecindad en
la zona geográfica en que está enclavada Rumanía, a favor del establecimiento
de relaciones diplomáticas y de la conclusión de un tratado de asistencia mutua
con la URSS. La salida de Titulescu del gobierno fue condenada como un acto
contrario a los intereses de nuestro país y a la causa de la paz.
Su separación del cargo de ministro de Exteriores,
que había ocupado durante mucho tiempo, no le impidió a Nicolae Titulescu continuar
su obra de propagandista de las ideas por las que había luchado como
diplomático. Se puede incluso decir que ante el curso que habían tomado los
acontecimientos internacionales se aferró aún más a sus propias convicciones y
que –a pesar de la amargura que sentía por la situación en que le habían puesto,
a pesar de su mal estado de salud y, especialmente, de los distintos intentos
de la reacción interna e internacional por comprometerle y destruirle moral e
incluso físicamente- continuó manifestándose de manera activa y expresando con
mayor energía si cabe sus concepciones sobre el modo de organizar las
relaciones internacionales al objeto de salvaguardar la paz.
La guerra de España estaba por entonces en pleno
apogeo. Al poco de la rebelión de julio de 1936, por iniciativa de Francia e
Inglaterra, se había acordado un convenio internacional sobre la no
intervención en la guerra de España cuyo pretexto fue la necesidad de que el
conflicto quedara localizado. Rumanía se había adherido al convenio, pero Titulescu
había formulado la reserva de que dicha adhesión “constituye un caso particular
que no puede crear un precedente y que no implica para el gobierno rumano la
obligación de reconocer el principio de que un gobierno legal no pueda obtener,
a petición propia, una ayuda de otro gobierno en contra de una rebelión.”
Pero la posición de Titulescu, para quien la
víctima de una agresión está legitimada a pedir y obtener ayuda de otros
gobiernos, se perfiló de manera más marcada una vez se hubo convencido de la
bancarrota de la política de “no intervención”, pisoteada no sólo por los
países fascistas sino también por Francia e Inglaterra, sus promotores. En el
frente, nos había llegado la noticia según la cual Nicolae Titulescu, entonces
ministro de Exteriores, estaba tratando de facilitar que una partida de
armamento, inicialmente destinada a Rumanía, se pusiera a disposición del
gobierno del Frente Popular.
Es interesante, desde este punto de vista, la
siguiente información obtenida de un documento que se encuentra en los archivos
del Ministerio del Interior, documento en que se muestran las causas de la
separación de Titulescu de la dirección del Ministerio de Exteriores[9]:
“Antes del 10 de septiembre de 1936 se esperaba la
llegada a Rumanía de 100 cañones y 3 escuadrillas de aviones que el gobierno
rumano había encargado a diversas fábricas francesas. A principios del mes de
septiembre de 1936, visitó aquellas fábricas el Sr. Caranfil, subsecretario de
estado, que constató con sorpresa que los cañones y aviones encargados por
Rumanía estaban preparados desde hacía tiempo, pero que el Sr. Titulescu, que
había estado en persona en dichas fábricas, había dicho que Rumanía no
necesitaba aquel armamento y aquellos aviones y que se podían enviar a España,
que también había solicitado un material semejante. Aquellos cañones y aviones,
como se desprende de los informes elaborados por las agencias de espionaje de
Alemania e Inglaterra, habrían sido desembarcados una parte en Barcelona y el
resto en Bilbao, y llevados al frente comunista de España. Este hecho, que se
añade a los detallados en los puntos nº 1, 2 y 3 de más arriba –que se refieren
a la posición de Titulescu en la cuestión de la agresión italiana contra
Etiopía y a la Conferencia de Montreux-[10]
fue puesto en conocimiento de Su Majestad el Rey Carol II y motivó la
destitución del Sr. Nicolae Titulescu del Ministerio de Relaciones Exteriores,
sin que se consultara a los otros miembros del gobierno.”
No olvidemos que todo esto sucedió, por las mismas
fechas en que, en París, Álvarez del Vayo trató infructuosamente de obtener la
anuencia del gobierno Blum para adquirir y enviar a España las armas de que
tanta necesidad tenía la República.
Nos habíamos enterado, igualmente, de que
Titulescu, después de su separación del gobierno, había manifestado de diversas
formas sus simpatías hacia el gobierno legal español, víctima de una
intervención extranjera. De gran significación, aunque de un alcance mucho más
amplio, nos pareció entonces el discurso que pronunció en abril de 1937 con
ocasión de la inauguración del Congreso de la Sociedad Médica de los Países
Ribereños del Mar Mediterráneo[11],
que presidía.
Al exponer su punto de vista sobre el modo en que
se deberían entender los principios que constituían la base del Pacto de la
Sociedad de Naciones así como las modificaciones que se requerían para
transformarlo en un instrumento eficaz para el mantenimiento de la paz, tenía in mente, con certeza, la situación
concreta de España. “Son los hombre y no el pacto –decía- quienes han
fracasado… La experiencia nos ha enseñado que las sanciones económicas que no
se acompañan de sanciones militares son ineficaces… Si, por lo tanto, desde el
punto de vista de la seguridad, en caso de agresión, las potencias
legítimamente interesadas de la región concreta se comprometieran a prestar
asistencia a la víctima, una concepción más modesta vendría a sustituir a la
concepción grandiosa del pacto actual, pero nos encontraríamos sobre un terreno
más sólido.
Sanciones económicas universales, sanciones
militares regionales y la aplicación simultánea de ambos tipos de sanciones:
éstos son los tres factores que transformarían en poco tiempo Ginebra en una
realidad política efectiva.”
El eco de estas consideraciones y, en especial, de
la posición sobre la ayuda prestada a la víctima de la agresión, fruto de una
concepción profundamente humanista, íbamos a volver a encontrarlas en otras
circunstancias, de las que me voy a referir a una.
Sabiendo que se encontraba en el sur de Francia,
enfermo y decepcionado por la actitud claudicante de un gobierno cobarde, pensamos
en ese momento en enviarle una señal de nuestro aprecio. Fue tras la batalla de
Guadalajara, a finales de marzo de 1937, batalla en que el ejército republicano
había conseguido una brillante victoria sobre las fuerzas militares del
fascismo italiano, netamente superiores en número y armamento. La primera
unidad rumana constituida por aquellas fechas, el batallón rumano de artillería,
encuadrado en la primera brigada internacional (la XI) y que, poco después, iba
a transformarse en un regimiento motorizado de artillería, había cumplido con
honor las misiones de combate que se le habían encomendado en las acciones
militares desarrolladas en el frente de Guadalajara y, en general, en los
combates previos por la defensa de Madrid. Era, por lo tanto, una buena ocasión
para enviarle un saludo y expresarle nuestra simpatía y admiración. A esa
conclusión había llegado unánimemente el grupo de voluntarios del batallón
rumano de artillería. El telegrama remitido a finales del mes de marzo rezaba
así:
“A su Excelencia el Señor Nicolae Titulescu,
antiguo presidente de la Sociedad de Naciones, antiguo ministro de Relaciones
Exteriores de Rumanía.
Excelencia,
El grupo rumano de artillería del ejército
republicano español, que lucha en suelo extranjero por la causa de la justicia
social, de la libertad y la paz mundiales, le envía a Usted, al gran hombre de
Estado, su saludo y la expresión de su sincero reconocimiento.
En el espíritu de la paz indivisible y de la
seguridad colectiva que Usted representa con tanta firmeza y autoridad, hemos
venido nosotros, hijos auténticos del pueblo rumano, a la España del Frente
Popular, a defender con las armas en la mano el bien de nuestra patria y el
futuro de nuestro pueblo.
La resistencia férrea del joven ejército popular
español en el frente del Jarama y el contraataque victorioso de Guadalajara, en
que tuvimos el honor de participar también nosotros, han sido dos victorias en
pos de la seguridad de nuestro país y de la independencia nacional rumana.
Los esfuerzos de Usted y la sangre rumana
derramada en tierra española por el mantenimiento de la paz mundial deben
convertirse en garantía de victoria para el pueblo rumano en su lucha por la
libertad y la paz.
Comandante Valter Roman”.
Poco después de esto, a mediados de abril,
recibimos como respuesta el siguiente telegrama, en el que se aprecian las
resonancias de unos acentos presentes ya en el discurso citado más arriba:
“Al Señor Valter Roman, comandante de artillería
de la XI brigada internacional.
Mis sinceros agradecimientos por su atención llena
afecto. Cuando no se respetan los Pactos y los hombres de Estado fracasan, me
produce enorme placer poder felicitar a soldados rumanos que, imbuidos del espíritu
de equidad y justicia, hacen renacer, lejos de la patria, las virtudes de
nuestros ancestros.
N. Titulescu”.
***
Deseo relatar, a continuación, aunque no tenga
relación directa con la guerra de España, un episodio referido igualmente a
Titulescu. La relación sería tan sólo la posición de Titulescu sobre la España
republicana.
En marzo de 1941, Titulescu dejó de vivir, aislado
y decepcionado, lejos de la patria, en una Francia invadida por los nazis. No
obstante, todos los esfuerzos de los círculos reaccionarios por destruirlo como
hombre político no consiguieron reducirlo al anonimato, y el tiempo, el más imparcial
juez de las notabilidades, no lo ha envuelto en el manto del olvido. A los tres
años de la muerte de Titulescu, oí por boca de un hombre cuya actividad confería
a sus palabras un peso extraordinario, un brillante elogio del desaparecido:
Maxim Litvinov, pues de él se trataba, que era por aquel tiempo vicecomisario
del pueblo para Asuntos Exteriores de la URSS. La conversación en el curso de
la cual expresó sus opiniones sobre el antiguo diplomático rumano, y que voy a
contar a continuación, tuvo lugar a principios del mes de agosto de 1944. Era
una charla no protocolaria en que se abordaron diferentes aspectos de la
ofensiva soviética en pleno desarrollo en esos momentos, la futura
configuración de Europa, las perspectivas de desarrollo de los acontecimientos
en distintos países, el problema de Transilvania. En un momento dado Litvinov
se interesó por la situación en Rumanía. Así salió el tema de Titulescu.
“Fue un gran diplomático –comenzó diciendo
Litivinov- uno de los más ilustres del periodo de entreguerras.”
Ya fuera porque el ministro soviético viera en mi
rostro un cierto asombro ante opinión tan categórica y elogiosa, ya porque le
rondara otra idea la cabeza, lo cierto es que a día de hoy sigo sin saberlo. El
hecho es que empezó a explicar metódica y minuciosamente en qué se basaba su parecer.
En esencia estimaba que:
- Titulescu, diplomático dotado de una gran
perspicacia política, tenía muy claros los medios y vías con que podía
asegurarse la seguridad colectiva europea, la integridad y la soberanía de los
Estados pequeños.
- Había sido de los pocos diplomáticos que se
había dado cuenta, en las condiciones que existían cuando Hitler llegó al poder
en Alemania, que sólo por medio de medidas colectivas de todos los Estados
europeos, basadas en un entendimiento entre la Unión Soviética, Francia e
Inglaterra, se habría podido cortar el paso a la guerra.
- Titulescu no sólo fue un publicista sino también
un hombre de acción que luchó con pasión en defensa de sus ideas.
“En lo que a mí respecta –decía Litvinov- no puedo
olvidar el hecho de que en toda una serie de cuestiones ante las que los
representantes de los países occidentales no se mostraron receptivos, encontré
en la persona de Titulescu un activo sostenedor. Así sucedió en la Sociedad de
Naciones, así sucedió con ocasión de las discusiones que tuvieron lugar sobre
el problema de la definición de agresor, así fue en Montreux, con el problema
del estatuto de los estrechos. Conozco también la posición justa que mantuvo
Titulescu ante la cuestión de la “no intervención” en la guerra de España.
En lo que hace a las relaciones entre Rumanía y la
URSS, Titulescu entendió la necesidad de mantener unas relaciones normales no
sólo desde el punto de vista diplomático, que es el único que podía conducir a
la solución de todas las cuestiones litigiosas en provecho de los intereses
nacionales de ambos países. Abogó con toda seriedad –estoy convencido de ello-
por un pacto de asistencia mutua entre nuestros dos países.”
Litvinov añadió más tarde: “Estamos trabajando en
un diccionario diplomático en la URSS y puedo asegurarle que la valoración
sobre Titulescu será positiva.”
Recordé estas palabras al leer, tras la
publicación del diccionario diplomático soviético, el artículo consagrado a
nuestro diplomático, escrito en el sentido de las opiniones que había oído.
[1] Koča Popovic fue durante años Ministro de Asuntos Exteriores de Yugoslavia
tras la victoria de la revolución socialista en aquel país. [N. del A.]
[3] Retraducción a partir del rumano. [N. de
los t.]
[7] Horia, Cloșca y Crișan son los sobrenombres de tres campesinos valacos que
dirigieron la gran rebelión campesina de 1784 contra la nobleza húngara de
Transilvania. Tudor Vladimirescu (1780-1821) fue el héroe de la revolución
valaca de 1821, enfrentada al poder fanariota otomano y a los boyardos rumanos
locales. Avram Iancu (1824-1872) fue uno de los revolucionarios más destacados
del 48 rumano. [N. de los t.]
[9] Archivo del Ministerio del Interior, Boletines Informativos, octubre de
1936, vol. III, nota nº 2988 de 9 de octubre de 1936. [N. del A.]
[11] No hemos encontrado la denominación exacta de dicho Congreso, con lo que
nuestra traducción podría diferir de la que en realidad se le dio en español en
su momento. [N. de los t.]
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