martes, 27 de abril de 2010

Los heroes de Chernobyl

El peor y mas publicitado accidente nuclear de la historia fue el de la central nucler de Chernobyl en abril de 1986, y hasta el momento habia sido el de la central nuclear de Three Mile Island, en Estados Unidos, en 1979, que los medios se encargaron, en este caso de silenciar suficientemente.

Lo cierto es que los errores cometidos y la explosion del reactor en Chernobyl, fue utilizada por la propaganda occidental para aumentar la presion hacia el ya entregado y en proceso de cambiarse de chaqueta, y se oculto conscientemente la gran batalla de la URSS por apagar el reactor, encarnada en sus ciudadanos.

Unos ciudadanos que los medios occidentales dijeron que no sabian lo que sucedia, que fueron llevados alli casi a palos, forzados, sin saber qué pasaba, pero que en realidad eran todos personal de urgencia preparados o con conocimiento suficiente sobre lo que estaba sucediendo y sus consecuencias. Unicamente los militares estaban obligados a estar allí, el resto lo hizo por civismo y por sentido de deber colectivo, aunque jamas se hizo pelicula de Hollywood o se escribio un best-seller sobre ellos.

En realidad muchos de ellos fueron realmente heroes, especialmente tres, los tres de los que trata la siguiente historia, aunque en realidad podrian haber sido cualquiera de los que estaban allí.

Parece que la alerta nuclear afecto también a la cercana Rumania, y entre otras cosas se repartian pastillas de yodo en los colegios porque se decia que la nube afectaria especialmente a las cuerdas vocales, como me cuentan hoy algunos amigos. En general, la histeria y el miedo se extendieron por Europa, y desde entonces el temor a la energia nuclear se hizo patente por todo el mundo desarrollado, que ya no enfoco el problema desde el punto de vista militar, y las consecuencias de una posible guerra que nos dejara a todos como a las victimas del genocidio yankee de Hiroshima y Nagasaki (por cierto, todavia sin su Proceso de Nuremberg). Ahora el peligro, exagerado o no, mas o menos palpable, estaba cerca, en el aire...

De Chernobyl se puede escribir mucho, y la informacion siempre fue tratada como convenia a los intereses de cada bando (unos bandos que ya estaban en proceso de acercamiento, casi intimo, como se aprecio tres años despues). Pero pocas veces se basa en la lucha de los miles de ciudadanos sovieticos que arriesgaron su vida, sabiendo a que se exponian, para salvar a millones de personas.

Esta es la historia de tres de ellos:

Es una de las historias más conocidas de nuestro tiempo: el día 26 de abril de 1986, el reactor Nº 4 de la central nuclear de Chernóbyl estalló durante el transcurso de una prueba de seguridad mal ejecutada, a consecuencia de 24 horas de manipulaciones insensatas y más de doscientas violaciones del Reglamento de Seguridad Nuclear de la Unión Soviética. Estas acciones condujeron al envenenamiento por xenón del núcleo, llevándolo a un embalamiento neutrónico seguido por una excursión de energía que culminó en una gran explosión a las 01:24 de la madrugada.

Sobre Chernóbyl se han contado muchas mentiras. Y las han contado todos, desde las autoridades soviéticas de su tiempo hasta la industria nuclear occidental, pasando por los propagandistas de todos los signos y la colección de conspiranoicos habituales. Hay una de ellas que me molesta de modo particular, y es esa de que los liquidadores –el casi millón de personas que acudieron a encargarse del problema– eran una horda de pobres ignorantes llevados allí sin saber la clase de monstruo que tenían delante. Y me molesta porque constituye un desprecio a su heroísmo.Y porque es radicalmente falso.

Una turba ignorante no sirve para nada en un accidente tecnológico tan complejo. Los equipos de liquidadores estaban compuestos, sobre todo, por bomberos, científicos y especialistas de la industria nuclear; tropas terrestres y aéreas preparadas para la guerra atómica; e ingenieros de minas, geólogos y mineros del uranio, debido a su amplia experiencia en la manipulación de estas sustancias. Es necio suponer que esta clase de personas ignoraban los peligros de un reactor nuclear destripado cuyos contenidos ves brillar ante tus ojos en un enorme agujero.

Los liquidadores acudieron, sabían lo que tenían ante sí, y a pesar de ello realizaron su trabajo con enorme valor y responsabilidad. Cientos, miles de ellos, de manera heroica hasta el escalofrío. Los bomberos que se turnaban entre vómitos y diarreas radiológicas para subir al mítico tejado de Chernóbyl, donde había más de 40.000 roentgens/hora, para apagar desde allí los incendios (la radiación ambiental normal son unos 20 microrroentgens/hora). Los pilotos que detenían sus helicópteros justo encima del reactor abierto y refulgente para vaciar sobre él los buckets de arena y arcilla con plomo y boro. Los técnicos y soldados que corrían a toda velocidad por las galerías devastadas cantándose a gritos las lecturas de los contadores Geiger y los cronómetros para romper paredes, restablecer conexiones y bloquear canalizaciones en turnos de cuarenta o sesenta segundos alrededor de la sala de turbinas (20.000 roentgens/hora).

Los mineros e ingenieros que trabajaban en túneles subterráneos, inundándose constantemente con agua de siniestro brillo azul, para instalar las tuberías de un cambiador de calor que le robase algo de temperatura al núcleo fundido y radiante a escasos metros de distancia.

Los miles de trabajadores y arquitectos que levantaban el sarcófago a su alrededor, retiraban del entorno los escombros furiosamente radioactivos y evacuaban a la población. Salvo a los soldados, sometidos a disciplina militar, a nadie se le prohibía coger el petate e irse si no quería seguir allí; casi nadie lo hizo. Es más: muchos de ellos llegaron como voluntarios desde toda la URSS, especialmente muchos estudiantes y posgraduados de las facultades de física e ingeniería nuclear. Esta fue la clase de hombres y no pocas mujeres que algunos creen o quieren creer una turba ignorante y patética. Esto fueron los liquidadores.
Les llamaban, y se llamaban a sí mismos, los bio-robots, que seguían funcionando cuando el acero cedía y las máquinas fallaban. No lo hicieron por el dinero, ni por la fama, de lo que tuvieron bien poco. Lo hicieron por responsabilidad, por humanidad y porque alguien tenía que hacer el maldito trabajo. Hoy quiero hablar de tres de ellos, que hicieron algo aún más extraordinario en un lugar donde el heroísmo era cosa corriente. Por eso, sólo se me ocurre denominarlos los tres superhéroes de Chernóbyl.

Lo único que hay de cierto en estas suposiciones sobre la ignorancia de los liquidadores es que, en las primeras horas, no sabían que había estallado el reactor. Pero no lo sabían porque nadie lo sabía. La misma lógica errónea de los responsables de la instalación que provocó el accidente les hizo creer que había estallado el intercambiador de calor, no el reactor; y así lo informaron tanto al personal que acudía como a sus superiores. Hay una historia un tanto chusca sobre cómo los aviones que llevaban al lugar a destacados miembros de la Academia de Ciencias de la URSS se dieron la vuelta en el aire por órdenes del KGB cuando éste descubrió, a través de su equipo de protección de la central, que había explotado el reactor (además de sus atribuciones de espionaje por el que es tan conocido, el KGB "uniformado" desempeñaba en la Unión Soviética un papel muy parecido al de nuestra Guardia Civil, exceptuando tráfico pero incluyendo la seguridad de las instalaciones radiológicas).

Debido a este motivo, en un primer momento se echaron sobre el agujero millones de litros de agua y nitrógeno líquido, con el propósito de mantener frío y proteger así el reactor que creían a salvo y sellado más allá de las llamas y el denso humo negro. Esto contribuyó a empeorar las consecuencias del siniestro, pues el agua se vaporizaba instantáneamente al tocar el núcleo fundido a más de 2.000 ºC; y salía disparada hacia la estratosfera en forma de grandes nubes de vapor que el viento arrastraría en todas direcciones.

De todos modos, tenía poco arreglo: era preciso apagar los enormes incendios. Cuando el fuego quedó extinguido por fin, no sólo había pasado la contaminación al aire, sino que ahora tenían una gran cantidad de agua acumulada en las piscinas de seguridad bajo el reactor.

Estas piscinas de seguridad, conocidas como piscinas de burbujas, se hallaban en dos niveles inferiores y tenían por función contener agua por si fuese preciso enfriar de emergencia el reactor. También servían para condensar vapor y reducir la presión en caso de que se rompiera alguna tubería del circuito primario (de ahí su nombre), junto a un tercer nivel que actuaba de conducción, inmediatamente debajo del reactor. Así, en caso de ruptura de alguna canalización, el vapor se vería obligado a circular por este nivel de conducción y escapar a través de una capa de agua, lo que reduciría su peligrosidad.

Ahora, después de la aniquilación, estas piscinas inferiores estaban llenas a rebosar con agua procedente de las tuberías reventadas del circuito primario y de la utilizada por los bomberos para apagar el incendio y en el vano intento de mantener frío el reactor. Y sobre ellas se encontraba el reactor abierto, fundiéndose lentamente en forma de lava de corio a 1.660 ºC. En cualquier momento podían empezar a caer grandes goterones de esta lava poderosamente radioactiva, o incluso el conjunto completo, provocando así una o varias explosiones de vapor que proyectasen a la atmósfera cientos de toneladas de este corio. Eso habría multiplicado a gran escala la contaminación provocada por el accidente, destruyendo el lugar y afectando gravemente a toda Europa. Además, la mezcla de agua y corio radioactivos escaparían y se infiltrarían al subsuelo, contaminando las aguas subterráneas y poniendo en grave peligro el suministro a la cercana ciudad de Kiev, con dos millones y medio de habitantes, en una especie de síndrome de China.

Se tomó, pues, la decisión de vaciar estas piscinas de manera controlada. En condiciones normales, esto habría sido una tarea fácil: bastaba con abrir sus esclusas mediante una sencilla orden al ordenador SKALA que gestionaba la central, y el agua fluiría con seguridad a un reservorio exterior. Pero con los sistemas de control electrónico destruidos, esto no resultaba posible. De hecho, la única manera de hacerlo ahora era actuando manualmente las válvulas. El problema es que las válvulas estaban bajo el agua, dentro de la piscina, cerca del fondo lleno de escombros altamente radioactivos que la hacían brillar tenuemente en color azul por radiación de Cherenkov. Justo debajo del reactor que se fundía, emitiendo un siniestro brillo rojizo.

Así pues, como las máquinas ya no podían, era trabajo para los bio-robots.Alguien tendría que caminar, un paso detrás del otro, hacia el reactor reventado y ardiente a lo largo de un grisáceo campo de destrucción donde la radioactividad era tan intensa que provocaba un sabor metálico en la boca, confusión en la cabeza y como agujas en la piel. Viendo cómo tus manos se broncean por segundos, como después de semanas bajo el sol. Y luego sumergirse en el agua oleaginosa y de brillo tenuemente azul, con el inestable monstruo radioactivo encima de las cabezas, para abrir las válvulas a mano: una operación difícil y peligrosa incluso en circunstancias normales.

Al parecer, la decisión sobre quién lo haría se tomó de manera muy simple; con aquella vieja frase que, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre bastó a los héroes:

–Yo iré

Los Tres Hombres que Fueron.

Los dos primeros en ofrecerse voluntarios fueron Alexei Ananenko y Valeriy Bezpalov. Alexei Ananenko era un prestigioso tecnólogo de la industria nuclear soviética, que había participado extensivamente en el desarrollo y construcción del complejo electronuclear de Chernóbyl: cooperó en el diseño de las esclusas y sabía dónde estaban ubicadas exactamente las válvulas. Casado, tenía un hijo. Valeriy Bezpalov era uno de los ingenieros que trabajaban en la central, ocupando un puesto de responsabilidad en el departamento de explotación. Estaba también casado, con una niña y dos niños de corta edad.

Los dos eran ingenieros nucleares. Los dos comprendían más allá de toda duda que se disponían a caminar de cara hacia la muerte.

Mientras se ponían sus trajes de submarinismo sentados en un banco, observaron que necesitarían un ayudante para sujetarles la lámpara subacuática desde el borde de la piscina mientras ellos trabajaban en las profundidades. Y miraron a los ojos a los hombres que tenían alrededor. Entonces uno de ellos, un joven trabajador de la central sin familia llamado Boris Baranov, se alzó de hombros y dijo aquella otra frase que casi siempre ha seguido a la anterior:

–Yo iré con ustedes.

Era media mañana cuando los héroes Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov se tomaron un chupito de vodka para darse valor, agarraron las cajas de herramientas y echaron a andar hacia la lava radioactiva en que se había convertido el reactor número 4 del complejo electronuclear de Chernóbyl. Así, sin más.

Ante los ojos encogidos de quienes quedaron atrás, los tres camaradas caminaron los mil doscientos metros que había hasta el nivel –0,5, dicen que conversando apaciblemente entre sí. Qué tal, cuánto tiempo sin verte, qué tal tus hijos, a ti no te conocía, chaval, yo es que no soy de por aquí. O parece que hoy vamos a trabajar un poco juntos, igual podemos acceder mejor por ahí, yo voy a la válvula de la derecha y tú a la de la izquierda, tú ilumínanos desde allá, parece que va a llover, ¿no?, E incluso está bien buena la secretaria del ingeniero Kornilov, ¿eh?, ya lo creo, menudo meneo le arrearía, pues me parece que este año el Dinamo de Moscú no gana la liga. Esas cosas de las que hablan los bio-robots mientras ven cómo su piel se oscurece lentamente, se les va un poquito la cabeza debido a la ionización de las neuronas y la boca les sabe a uranio cada vez más, conteniendo la náusea, sacudiéndose incómodamente porque es como si un millón de duendes maléficos te estuvieran clavando agujas en la piel. Cinco mil roentgens/hora, llaman a eso.

Y bajo aquel cielo gris y los restos fulgurantes de un reactor nuclear, los héroes Alexei Ananenko y Valeriy Bezpalov se sumergieron en la piscina de burbujas del nivel –0,5, con una radioactividad tan sólida que se podía sentir, mientras su camarada Boris Baranov les sujetaba la lámpara subacuática. Ésta estaba dañada y falló poco después. Desde el exterior, ya nadie les oía ni les veía.

Pero, de pronto, las esclusas comenzaron a abrirse, y un millón de metros cúbicos de agua radioactiva escaparon en dirección al reservorio seguro preparado a tal efecto. Lo habían logrado. Alguien murmuró que los héroes Ananenko, Bezpalov y Baranov acababan de salvar a Europa. Resulta difícil determinar hasta qué punto tenía razón.

Hay versiones contradictorias sobre lo que sucedió después. La más tradicional dice que jamás regresaron, y siguen sepultados allí. La más probable asegura que llegaron a salir de la piscina y celebrar su victoria riendo y abrazándose a los mismísimos pies del monstruo, en el borde de la piscina; e incluso lograron regresar sus cuerpos, aunque no sus vidas. Murieron poco después, de síndrome radioactivo extremo, en hospitales de Kiev y Moscú. Aún otra más, que se me antoja casi imposible, sugiere que Ananenko y Bezpalov perecieron, pero el joven trabajador Baranov pudo sobrevivir y anda o anduvo un tiempo por ahí.

Esta es la historia de Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov, los tres superhéroes de Chernóbyl, de quienes se dice que salvaron a Europa o al menos a algún que otro millón de personas en miles de kilómetros a la redonda un frío día de abril. Fueron a la muerte conscientemente, deliberadamente, por responsabilidad y humanidad y sentido del honor, para que los demás pudiésemos vivir. Cuando alguien piense que este género humano nuestro no tiene salvación, siempre puede recordar a hombres como estos y otros cientos o miles por el estilo que también estuvieron por allí. No circulan fotos de ellos, ni han hecho superproducciones de Hollywood, y hasta sus nombres son difíciles de encontrar. Pero hoy, veinticuatro años después, yo brindo en su recuerdo, me cuadro ante su memoria y les doy mil veces las gracias. Por ir.


¨El Sacrificio¨, de Wladimir Tcherkoff

9 comentarios:

ribizlifozelek dijo...

Yo me acuerdo que la television hungara continuamente negaba la posibilidad de cualquier accidente nuclear ruso.
Luego cuando era innegable, continuamente reafirmaban que es completamente seguro comer verduras y beber lecha fresca y negaban la necesidad de tomar pastillas de yodo.

Una delegacion hungara de comunistas jovenes justo paso cerce de Chernobil en tren. Uno de mis companyeros de universidad tambien estaba entre ellos. Tanto las autoridades sovieticas como las hungaras los informaban que no hay peligro de radiacion, pueden continuar viajando.

La mayoria de elloas ahora ya no lucha contra el capitalismo. Luchan contra la cancer. (Por lo menos, los que hayan sobrevivido, muchos de ellos murieron alrededor de 1995-2002.)

Por otro lado, vuelvo a lo de siempre: el accidente NO era el error del comunismo. Era error estupido y humano.

La forma de comunicar el accidente no tiene excusa. Aquello tambien era un error muy gordo.

siginutz dijo...

No creo que se sepa la verdad, realmente. Asi que no defiendas tu a URSS tanto. Yo escuche otras hostorias.

JL F dijo...

Sigina, yo no defiendo a la URSS, simplemente digo que solo se habla de lo negativo, y mucha veces se manipula, y de los ciudadanos sovieticos que se sacrificaron alli nadie habla, y si se hace, se les considera tontos (al contrario que en el autoatentado de Washington el 11-S, donde los bomberos se conviertieron en heroes)

Ribizlifozelek, claro que fue un error todo (la energia nuclear lo es), y como suele pasar, tambien en EEUU en sus accidente, los estupidos gobiernos prefieren ocultar la verdad antes de salvar a mas ciudadanos. Al final cada uno gestiona los peligros segun su propio interes, aunque en el caso de Chernobyl las autoridades ni los tecnicos sabian lo que realmente habia pasado hasta que paso mucho tiempo (aunque en un accidente nuclear siempre deberia temerse lo peor, aunque sea un accidente menor).

Monica dijo...

A nosotros nos daban pastillas de yodo y nos decian que es obligatorio tomarla. Cada dia, a lo largo de unas semana, el medico del colegio se pasaba por las clases y nos ponia a todos los alumnos tomar una pastilla. Habian en la epoca leyendas sobre ninos nacidos con malformaciones horribles, pero resulta que se trataba solo de la imaginacion de la gente.

Pinole dijo...

Lo que más me jode del asunto de Chernobyl es que si en vez de Gorbachov, hubiese estado otra persona como presidente de la URSS, todo el mundo le hubiese pasado factura y sería recordado por esa catástrofe.

Ahora bien, como Gorbachov fue el artífice de la caida del socialismo en Rusia, todo dios lo venera.

JL F dijo...

Tienes razon, como Gorbachov entrego las riquezas de la Union Sovietica a los buitres de dentro y de fuera, se convirtio en un heroe, en vez de en un criminal (como otros por mucho menos).

Pardal (Emílio) dijo...

No sé si habéis leído los últimos informes de la ONU sobre el accidente nuclear y sus consecuencias a corto y mediano plazo. Yo leí algunas partes y me pareció sorprendente que la conclusión a la que llega se puede resumir someramente en una palabra que no le resta gravedad al asunto: "exageración". En los medios de comunicación de todo el mundo se creó una psicosis y un alarmismo que las cifras no avalan. Ni miles de muertos en la liquidación, sólo unas decenas, ni cientos de miles de muertos por cáncer después, sólo unos miles... El cáncer de tiroides infantil, el que tuvo más incidencia, es curable en un 90% o más. Por el contrario, el alarmismo y la deportación de los habitantes de la zona afectada, varios miles de kilómetros cuadrados tuvo efectos mucho más devastadores, causando muhas más muertes que el accidente en sí mismo. Además de generar una cultura del subsisdio y un victimismo terriblemente dañino para el desarrollo de la comunidad. En cuanto tenga el link del informe te lo paso.

Muy bueno el post. La gente no viví a para ganar dinero en el socialismo.

Pardal (Emílio) dijo...

http://www.iaea.org/Publications/Booklets/Chernobyl/chernobyl.pdf

Fíjate que es un .pdf.

Este documento no es el mismo que yo leí hace algunos años, creo que en el 2008, y que suscitó mucha polémica en los círculos gubernamentales de Ucrania, etc., pero debe parecérsele bastante, porque se trata una recapitulación de los anteriores informes anuales.

Cito y traduzco algunos párrafos:

"With the exception of the on-site reactor personnel and the emergency workers who were present near the destroyed reactor during the time of the accident and shortly afterwards, most of recovery operation workers and people living in the contaminated territories received relatively low whole-body radiation doses, comparable to background radiation levels accumulated over the 20 year period since the accident."

Con la excepción del personal en el mismo reactor y de los trabajadores de emergencia que estuvieron presentes cerca del reactor destruido durante el accidente y poco después, la mayor parte de los trabajadores y población que vivía en las áreas contaminadas recibió unas dosis de radiación total relativamente baja, comparable con los niveles de radiación de fondo acumulados durante el período de 20 años desde el accidente."

"The number of deaths attributable to the Chernobyl accident has been of paramount interest to the general public, scientists, the mass media, and politicians. Claims have been made that tens or even hundreds of thousands of persons have died as a result of the accident. These claims are
highly exaggerated. Confusion about the impact of Chernobyl on mortality has arisen owing to the fact that,in the years since 1986, thousands of emergency and
recovery operation workers as well as people who lived in ‘contaminated’ territories have died of diverse natural causes that are not attributable to radiation. However, widespread expectations of ill health and a tendency to attribute all health problems to exposure to radiation have led local residents to assume that Chernobyl-related fatalities were much higher."

El número de muertes atribuibles al accidente de Chernobyl ha sido de capital interés para el público en general, científicos, medios y políticos. Se ha dicho que decenas de miles o incluso centenares de miles de personas han muerto como reultado del accidente. Estas cifras han sido grandemente exageradas. La confusión sobre el impacto de la mortalidad de Chernobyl se debe a que desde el año 1985 miles de operarios de la operación de emergencia y recuperación así como gente que vivía en territorios "contaminados" han muerto de diversas causas naturales que no son atribuibles a la radiación. Sin embargo, extendidas expectativas de mala salud y una tendencia a atribuir todos los problemas de salud a la exposición a la radiación han llevado a los residentes locales a asumir que las muertes relacionadas con la radiación son mucho más numerosas."

Más adelante se habla del síndrome del que han estado cautivos los habitantes de las zonas "afectadas". En su momento la desinformación y la intoxicación de los medios occidentales y de los sectores reformistas de la URSS fue atroz: se estaba dirimiendo el futuro político de la nación, y el accidente fue un regalo del cielo para los propagandistas internos y externos: un ejemplo más de la pregonada ineficacia criminal del socialismo. Los habitantes de la zona, una vez instalados en el victimismo, bien alimentado por gobiernos y medios, se acostumbraron a vivir en una resignada pasividad fatalista y a reclamar constantemente todo tipo de ayudas y subsidios. El efecto psicológico de la campaña de tremendismo perpetrada por la prensa, con la complicidad de las autoridades, sobre la población fue devastador. Mucho peor que los daños reales de la radiación. Cien veces peor, quizás.

JL F dijo...

Gracias por la informacion de nuevo, Emilio. Como se ve en los informes, y a pesar de que fue una catastrofe increible, el mucho ruido de la campaña fue mas politico que real, y estaba preparando la caida del comunismo poquito despues.

Saludos

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